Por Mª Concepción Cánovas – Experta en energías renovables
Todos los que superamos la treintena hemos sido testigos de cambios trascendentales en determinados sectores que han incidido en nuestras pautas de comportamiento diarias, sectores que abarcan desde el bancario, con el abandono de largas colas ante las ventanillas de los bancos para hacer cualquier transacción, al de los equipos y servicios en el de las telecomunicaciones, han redundado en una mayor capacidad de gestión, flexibilidad y autonomía de los ciudadanos.
Si nos fijamos en el sector eléctrico, a pesar de que los análisis de los años noventa predecían que sería un sector que evolucionaría a la misma velocidad que los anteriores, observamos que ha venido manteniendo su operativa prácticamente inalterada desde sus inicios mediante grandes instalaciones de generación que unidireccionalmente atienden las necesidades de los consumidores cuando y cuanto estos requieren. Este mercado centrado en la oferta, conlleva una serie de ineficiencias, tanto en costes, como en optimización de la curva de carga del sistema al no promover que el consumidor sea parte activa del mismo contribuyendo con su capacidad de decisión.
Volviendo a lo que está aconteciendo en la actualidad en otros sectores económicos, vemos que la “economía colaborativa” está irrumpiendo con gran fuerza en finanzas, alojamientos, transportes, servicios,… lo que permite a los usuarios, a partir de plataformas online, satisfacer sus necesidades, ya sea compartiendo, intercambiando, comprando y/o vendiendo simultáneamente. Este mercado, según estimaciones de pwc , genera a nivel europeo unas transacciones por valor de 28.000 millones de euros anuales, estimándose que se multiplique por 20 a lo largo de los próximos diez años.
Si ampliamos este concepto al sector energético, podríamos hablar de la “energía colaborativa” como aquella en la que se dota al consumidor de capacidad para gestionar su compra/venta de energía, posibilitándole modificar cuando sea necesario sus patrones de consumo según los precios del mercado y de esta manera optimizar las curvas de carga del sistema en función de la disponibilidad de recursos renovables. Esta capacidad de respuesta de la demanda, tendría un efecto disruptivo respecto al modelo actual al permitir al consumidor jugar un papel activo en la cadena de valor del suministro de energía, lo que presentaría grandes ventajas tanto en la capacidad de generar energía eléctrica y en la mejora de la estabilidad de la red, como en la opción que tendrían los consumidores de poder acceder a una oferta más eficiente, más flexible e incluso más económica.
Este planteamiento, lejos de ser ciencia- ficción, no presenta barreras tecnológicas y las económicas cada día son más favorables, pero con carácter previo a su desarrollo es condición imprescindible eliminar las trabas artificiales que se establecieron en el RD de autoconsumo, cuya implantación continúa inviable diez meses después de su publicación y pesar de que esta realizó con más de tres años de retraso, y para cuya derogación existe un amplio consenso político.
Los desarrollo posteriores para la implantación de un modelo como el propuesto , dependerá en gran medida del alcance y nivel de consenso que se pueda lograr si finalmente se produce el Pacto de Estado Estable por la Energía que desde diversos ámbitos de la sociedad se está demandando.
Enhorabuena por tu artículo Mª Concepción Canovas
20 septiembre 2016 | 21:11