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¿Sabías que por el dibujo que hay en la base del corcho puedes saber qué tipo de cava estás bebiendo?

¿Sabías que por el dibujo que hay en la base del corcho puedes saber qué tipo de cava estás bebiendo?

Normalmente, a la hora de comprar una botella de cava o que nos la sirvan en un restaurante, nos fijamos en qué tipo es: Cava, Cava Reserva o Cava Gran Reserva (dependiendo del tiempo de crianza) y dentro de éstos la variedad a la que pertenece, según la cantidad de gramos de azúcar por litro que se le ha añadido al final del proceso de elaboración: Brut, Brut Nauture, Extra, Extra Seco, Seco, Semiseco y Dulce.

En la inmensa mayoría de ocasiones esa es toda la información que consultamos directamente de la etiqueta. Ahí también podremos encontrar todo tipo de info referente a la variedad de uva utilizada.

Pero no todos los cavas son ni saben igual y mucho menos algunos ‘vinos espumosos’ que en ocasiones nos sirven y/o venden como tal.

Para averiguar realmente qué tipo de elaboración ha tenido el espumoso que nos vamos a beber tan solo tenemos que observar, una vez descorchado, la base del tapón y dependiendo del dibujo que nos encontremos lo sabremos.

En la mayoría de corchos aparece una estrella de cuatro puntas (de 7 mm), lo cual nos está indicando que efectivamente se trata de cava y que ha sido elaborado respetando el método champagnoise.

Pero si lo que encontramos no es la mencionada estrella sino un rectángulo (de 7×2 milímetros) entonces nos hallamos frente a un espumoso que ha sido fermentado directamente en la botella.

Cuando es un círculo (de 7 mm de diámetro) lo que aparece, entonces se trata de ‘Granvas’, nombre que recibe el vino espumoso cuya segunda fermentación ha sido realizada en un depósito de cierre hermético, durante al menos tres semanas, y que posteriormente se transvasa a botellas para su comercialización.

Por último, si lo que hay dibujado en la base del corcho es un triángulo equilátero (7 milímetros por lado) de lo que se trata es de un vino espumoso, de calidad media y al que se le ha añadido el gas carbónico de forma artificial.

¿Sabías que por el dibujo que hay en la base del corcho puedes saber qué tipo de cava estás bebiendo? (tipos de corchos)

 

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Fuentes de consulta: institutdelcava / Consejo Regulador del Cava / diccionariogastronomico / protocolo.org / vinosalacarta
Fuente de las imágenes:  Wikimedia commons

El azúcar de remolacha y su popularización gracias a las Guerras Napoleónicas

El azúcar de remolacha y su popularización gracias a las Guerras Napoleónicas

A principios del siglo XIX las naciones de media Europa se encontraban inmersas en las Guerras Napoleónicas contra la otra mitad y esto provocó que Imperio Británico levantase un embargo hacia muchos productos que eran producidos y distribuidos por ellos para que no llegasen hasta el continente.

Uno de ellos fue el azúcar de caña, debido a que por aquella época el Reino Unido controlaba su producción y vetó la exportación hacia los países afines a Napoleón.

Esto llevó a buscar otras fórmulas para conseguir la producción de otro tipo de edulcorantes, fijándose en el descubrimiento que medio siglo antes había hecho el químico alemán Andreas Sigismund Marggraf, quien descubrió que se podía extraer azúcar de la remolacha. Pero, tras el fallecimiento de Marggraf en 1782, había sido uno de sus alumnos (Franz Karl Achard) quien había seguido con el desarrollo e investigación y logró crear un efectivo método para realizar la extracción de una manera sencilla y económica en una pequeña refinería de remolacha azucarera abierta en Silesia (Prusia).

El rey prusiano Federico Guillermo III, ante el veto británico a exportar azúcar de caña al continente decidió apoyar y financiar una serie de refinerías por el país, algo que fue copiado también por Napoleón, quien mandó plantar miles de hectáreas de remolacha y construir un gran número de refinerías.

Esto provocó que el azúcar, que hasta entonces había sido considerado como un artículo de lujo (el de caña), pasase a convertirse en un producto de primera necesidad y además a unos precios muy económicos (gracias al azúcar de remolacha).

Actualmente se calcula que el consumo mundial de azúcar de caña es de un 70% aproximado y el de remolacha el restante 30%, siendo el producido en Europa el 10% de todo el planeta (Brasil e India controlan el mercado con el 60% de la producción mundial)

 

 

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Fuente de la imagen: pixabay

El curioso origen de los sobres de azúcar

El curioso origen de los sobres de azúcar

Estamos acostumbrados a entrar en una cafetería pedir un café o cualquier tipo de infusión y que nos lo sirvan acompañado de un sobrecito de azúcar (o sacarina si así lo hemos solicitado). Pero no siempre se sirvió el endulzante en sobre, sino que hasta hace unas décadas éste se ponía en un recipiente (tal y como tenemos en nuestros hogares).

Fue el ingenio, perspicacia y perseverancia de un emprendedor llamado Benjamin Eisenstadt lo que hizo que a éste se le ocurriese la idea de envasar en dosis individuales el azúcar y, años más tarde, la sacarina.

Nacido en Nueva York en 1906, Eisenstadt fue un excelente estudiante que tenía por delante una prometedora carrera como abogado. Pero el crack del 29 se cruzó en su camino justo en el momento de terminar los estudios, perdiendo la posibilidad de poder trabajar de lo que había estudiado, tal y como le ocurria a otros tantos miles de personas.

Por aquel entonces mantenía un noviazgo con una joven llamada Betty Gellman cuyo padre regentaba una cafetería en Brooklyn y quien contrató al joven como camarero para salir adelante mientras encontraba un empleo.

La pareja estaba planeando su boda (se casaron en 1931), motivo por el que a Benjamin no le quedó más remedio que aceptar el trabajo que le había ofrecido su futuro suegro, aunque fuese de modo provisional. Con la experiencia adquirida, en los siguientes años regentó un par de cafeterías por su cuenta que no terminaron de funcionar, pero su carácter emprendedor lo llevaba a probar nuevos retos profesionales y en 1940 abrió una nueva cafetería en la calle Cumberland, junto al astillero de Brooklyn, un lugar que prosperó durante los años que duró la IIGM pero que tras la finalización de ésta quedó semidesértica, motivo por el que decide cerrar el negocio como cafetería y aprovechar el local para montar una empaquetadora de té, debido al auge que por aquel entonces tenía ese tipo de infusiones, al tratarse de una bebida barata y rápida de preparar.

Compró la maquinaria necesaria y empezó a distribuir bolsitas de té por la ciudad de Nueva York. Pero este negocio no terminaba de arrancar debido a la saturación de empresas que se dedicaban a lo mismo.

En lugar de cerrar su nuevo negocio, que había bautizado con el nombre de ‘Cumberland Packaging Corporation’, Benjamin Eisenstadt decidió en 1947 dar un nuevo giro y aprovechar la máquina de embolsar té para hacerlo con azúcar. Recordó que en su tiempo al frente de las cafeterías uno de los mayores gastos que tenía era por culpa de la cantidad de azúcar que los clientes echaban a sus bebidas (sin contar aquellos que, disimuladamente, aprovechaban para llevarse un buen puñado a sus casas e incluso los azucareros enteros).

El ofrecer el azúcar embolsado y en dosis individuales ahorraría al final del año muchos cientos de dólares a cada uno de los propietarios de cafeterías.

Su idea fue todo un acierto y en poco tiempo todas las cafeterías de Nueva York servían su azúcar en sobres. La Cumberland Packaging Corporation se fue haciendo cada vez más grande y Benjamin Eisenstadt dio un paso más al lograr embolsar y servir en dosis individuales todo aquello que se le ocurría: kétchup, mostaza, mayonesa y también sacarina (que hasta aquel momento se servía líquida) y que fue lo que terminó de lanzarlo hacia el éxito total del negocio (se comercializó bajo el nombre ‘Sweet’N Low’).

 

 

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Fuentes de consulta: noemiegrynberg / sweetnlow / nytimes
Fuente de la imagen: Wikimedia commons

¿De dónde surge el mito que indica que dar azúcar a los niños los vuelve hiperactivos?

¿De dónde surge el mito que indica que dar azúcar a los niños los vuelve hiperactivos?Uno de los mitos científicos más extendidos entre la población es aquel que indica que dar azúcar a los niños los vuelve hiperactivos.

Si bien es conocido que tomar dulces aumenta la liberación de insulina, los investigadores y científicos no han podido demostrar reacción metabólica alguna que asocie su consumo con una sobreexcitación del sistema nervioso del niño (hiperactividad), señalando que se trata más de una razón psicológica que orgánica.

Evidentemente habrá muchos padres y madres que estarán pensando en este momento, mientras leen este post, que ellos recuerdan infinidad de ocasiones en las que sus hijos se han comportado de una manera hiperactiva tras haberse atiborrado a dulces y chuches, pero esto tiene una explicación lógica que es la que señalan los expertos: los niños no se ponen hiperactivos y sobreexcitados por la ingesta del azúcar sino por el entorno y momento en el que lo están tomando.

Hay que tener en cuenta que, en la mayoría de ocasiones, cuando a un niño se le da algún tipo de dulce (chucherías, pastel, bebidas azucaradas o cualquier producto con un alto contenido en azúcares) suele ser dentro de un entorno festivo, rodeado de otros niños y en el que se realizan juegos, risas y alborotos.

Ya sea en un parque infantil, un cumpleaños o cualquier fiesta especial, es el hecho de estar jugando, correteando y trotando de un lado a otro sin parar con otros niños (amigos, compañeros, primos, hermanos…) lo que causa la sobreexcitación e hiperactividad del pequeño y no lo que ha estado comiendo, que en su caso lo quema muy rápidamente al estar tan activo.

El asociar esa sobreexcitación del niño con los dulces que ha tomado en la fiesta/evento especial es lo que causó que fuesen muchos los progenitores que rápidamente asociasen los dulces/azúcar con la hiperactividad, convirtiéndose en uno de los mitos más comunes.

Cabe destacar que quien más influyó en difundirlo, o al menos dio pie para ello, fue Benjamin Feingold, alergólogo estadounidense que en 1973 propuso prevenir las posibles conductas de hiperactividad infantil suprimiendo los colorantes, conservantes, sabores y edulcorantes artificiales de las dietas de los niños. Fue precisamente el citar a los edulcorantes lo que hizo relacionarlos con el azúcar y cualquier dulce en general, aunque no tuviese nada que ver.

 

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Fuentes de consulta: medlineplus / esmas / babycenter / bbc / medicinajoven / xatakaciencia / bmj / yalescientific
Fuente de la imagen: Ronniehall (Flickr)

¿Cuál es el origen de la expresión ‘No está el horno para bollos’?

¿Cuál es el origen de la expresión ‘No está el horno para bollos’?

A través de twitter, @Rafa_Rockymetal me realizó tiempo atrás varias preguntas que tenía pendientes de responder y que trataré de contestar en las próximas semanas (disculpa por la tardanza). La primera de sus consultas era sobre el origen de la expresión ‘No está el horno para bollos’.

Cuando queremos indicar que no es un momento propicio para hacer algo solemos utilizar la expresión ‘no está el horno para bollos’.

El bollo al que hace referencia esta locución se trata de un panecillo dulce elaborado a base de harina y azúcar y que se horneaba solo en ocasiones especiales, no siendo algo que se realizase con asiduidad como podía ser el pan. Para que la cocción de estos bollos fuese perfecta hacía falta que el horno tuviese una temperatura específica, lo que hacía que no se pudiese cocinar o meter en cualquier momento, ya que no se garantizaba el éxito a la hora de elaborarlos.

De ahí que quedase relacionado el hecho de que una situación no es propicia para realizar algo concreto (pedir un favor, hacer una broma, explicar algo…) y la antigua costumbre de tener preparado el horno a una temperatura adecuada y en una ocasión especial para cocinar los bollos.

 

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Fuentes de consulta: Diccionario de refranes, dichos y proverbios de Luís Junceda / 1de3
Fuente de la imagen: library.nuim.ie

¿Cuál es el origen del algodón de azúcar que venden en las ferias?

¿Cuál es el origen del algodón de azúcar que venden en las ferias?

No hay feria que se precie sin un puesto ambulante que venda el rico y pegajoso algodón de azúcar.

Las primeras noticias que se tienen del algodón de azúcar se encuentran en Italia en el siglo XV. Allí algunos cocineros calentaban azúcar hasta hacer un caramelo líquido y posteriormente formar unos hilos con un utensilio que se utilizaba para decorar productos de repostería.

Pero a nivel industrial, tal y como lo conocemos hoy en día, surgió con la fabricación de la primera máquina para hacer algodón de azúcar presentada por los inventores William Morrison y John C. Wharton en la Exposición Universal de París de 1900.

En realidad se trataba de una sencilla máquina a la que se le añadía agua, azúcar y colorante y creaba unas hebras que se enrollaban en un palo de madera. El invento tuvo gran éxito, recorriendo las diferentes ferias mundiales que se celebraron en los siguientes años y consiguiendo vender un buen número de máquinas.

En cada lugar tiene un nombre diferente: en los países anglosajones se llama cotton candy [algodón de caramelo] y en Francia es conocido como barbe à papa [barba de papa].

Anecdóticamente, en los años 70 se creó un personaje de dibujos animados que representaba una nube de color rosa y que se llamaba Barbapapá. La popularización de los dibujos fue tal que el algodón de azúcar acabó siendo conocido en muchos puntos del planeta como Barbapapá.

¿Cuál es el origen del algodón de azúcar que venden en las ferias? - Barbapapá
 

Portada 6ª edición Ya está el listo que todo lo sabe

 

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Fuentes de las imágenes: the_girl (Flickr – CC) / barbapapa

¿Qué ocurre si se echa azúcar en el depósito del coche?


Hay un rumor circulando desde hace bastante tiempo que explica que si te echan azúcar en el depósito del coche ya puedes ir despidiéndote de él. Pues bien, tan solo es eso, un rumor, ya que al vehículo no le pasa nada en caso de que a algún graciosillo se le ocurriese verter azúcar en el depósito de nuestro coche.

El azúcar no se disuelve en la gasolina ni en el gasóleo, así que ocurriría lo mismo que si echamos arena: que se iría al fondo y simplemente ensuciaría el depósito.

Eso sí, podrían fastidiarnos a base de bien si en el depósito nos echaran agua: esta se colaría por los conductos de suministro, porque el combustible flota sobre ella. Y eso sí que inutilizaría el coche.

 
 

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Fuente e imagen: howstuffworks