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Entradas etiquetadas como ‘crisis’

Viviríamos en ‘jauja’ si se cumplieran todas las promesas electorales

Por María Olga Santisteban Otegui

Se dice que se puede vivir en «jauja» en un país soberbio e imaginario donde fluye la felicidad, donde todos y cada uno de nosotros viviríamos sin miedo a enfrentarnos a nuestras obligaciones y preocupaciones de cada día. Esto parece ser que sucedería si se cumpliesen todas y cada una de las promesas que escuchamos decir estos días a los políticos, ya sean «viejos» o «nuevos», en esta interminable pelea electoral.

Imagen del debate a cuatro el pasado 7 de diciembre (GTRES).

Tenemos tanto donde escoger como en un mercado del alfombras persa, desde las ya repetidas hasta la saciedad promesas de creación masiva de empleo, de un futuro maravilloso para nuestra juventud, mejor educación y sanidad pública y de calidad, lucha contra las desigualdades y un larguísimo e interminable etcétera.

Sería interesante que ya por ley u otro mecanismo oficial, los partidos políticos se viesen obligados a cumplir mínimamente sus programas electorales, y que los ciudadanos no nos sintiésemos estafados después de éstas o aquellas elecciones. No nos olvidemos también de que tenemos ahí siempre a la vieja Europa vigilante, así que, que nadie se pase de la raya prometiendo,  porque luego hay que rendirle cuentas.

A partir del día 21 de diciembre,  ¿seguirá habiendo el mismo número de parados? ¿Podrán regresar los miles de emigrantes que se fueron en busca de un porvenir que aquí no tenían? ¿Se resolverán acaso todos y cada uno de los grandes retos que han prometido solucionar? En definitiva, ¿viviremos en ese ‘país de jauja’ maravilloso y feliz? ¿O nos daremos de nuevo de bruces con la dura y para algunos triste realidad?

Peleas de pobres

Por Luis Azorín Vera

Estación de Cercanías en Madrid.

Tren de Cercanías en la madrileña estación de Santa Eugenia. (GTRES)

Para ir a trabajar, cojo todos los días el tren de cercanías desde un barrio periférico de trabajadores de Madrid. Casi siempre va lleno y no es fácil entrar, aunque peor es en las siguientes estaciones, en las que algunas personas deben quedarse esperando al siguiente tren.

Allí son frecuentes las peleas, que incluso a veces acaban en insultos, entre los de dentro y los de fuera. En cambio, en esos momentos, es muy raro que a alguna persona se le ocurra señalar a los responsables de esta situación, a quienes gestionan un sistema de transportes insuficiente que ha ido empeorando en los últimos años por los sucesivos recortes.

Apostaría, que entre todas las personas que a diario nos encontramos en esa situación, una parte mínima, al menos, coge su móvil y pone una queja en la web de Cercanías o del Consorcio de Transportes.

Me interesa esta situación porque la vivo casi todos los días, pero también porque es un reflejo de la sociedad en la que vivimos y de la forma que tenemos de afrontar muchos otros problemas. Y es que al final, las peleas de pobres sólo sirven para perpetuar situaciones de injusticia.

SOS: Quiero seguir luchando

Por A. M.

Si mañana me quitara la vida por desesperación, todos mis vecinos y allegados se echarían las manos a la cabeza, llorarían por mí, por mis hijas, dirían que no sabían lo mal que estaba, que no sabían que mi situación “era para tanto”. Que aunque soy una mujer divorciada, tenía la ayuda de mi familia.

—Pobrecilla—, dirían. —Cuánto ha debido sufrir—.

Varios desempleados esperando la apertura de la oficina de empleo (Jorge París).

Varios desempleados esperando la apertura de la oficina de empleo (Jorge París).

Pues el caso es que sí lo saben, porque yo no me callo. Cuando me preguntan cómo estoy, digo que mal, que no tengo trabajo y no hay vistas de tenerlo. Y todos dicen lo mismo: es que la cosa está muy mal, pero va a empezar a mejorar, mi hermano también está así, o mi primo, o mi amiga. Por eso ya nadie me habla apenas, y a eso se une la poca o nula vida social que tengo porque no puedo pagar ni una cerveza.

—Vente el domingo a echar un rato a la plaza del Salvador, unas cervecitas—.
—Claro, digo, igual me paso—. Mentira, ni siquiera puedo coger el autobús que me lleva al centro.
Otros me dicen que me reinvente, que haga otras cosas. Si no puedo a veces ni comprar huevos para hacer tortillas para cenar, ¿cómo voy a pagar una matrícula o curso o taller?

No, la gente no sabe, no quiere saber. Algunos familiares hasta creen que la culpa es mía, —algo tendrás que hacer, tienes que empezar a moverte—.
—Mi hijo ha encontrado trabajo en tal comercio—. Su hijo ha encontrado trabajo porque a alguien le dio pena. Pero ni siquiera he tenido esa suerte. Y no sé qué hacer. Quiero seguir luchando, me inscribo en miles de ofertas diarias, me descartan diariamente, he intentado cambiar de ciudad, he intentado vender lo que sea. Pero no. No salgo. ¿Qué le debo a la sociedad para que me hagan caso? Tengo 36 años, estoy desperdiciando mis mejores años laborales. ¿De verdad que no hay un trabajo para mí? ¿No lo hay?

He trabajado durante más de diez años, tengo estudios, he hecho todo lo que el país espera de un ciudadano, ¿qué es lo que les pasa a las empresas y empresarios? ¿Por qué mis vecinos y contactos no me ayudan? Luego dirán: si lo hubiese sabido podría haber hablado con este u otro amigo. Mentira. Lo digo en vida: por favor, ayúdenme, quiero trabajar, volver a sonreír, tener la nevera llena y pagar al banco a tiempo sin que me llamen diez veces al día. Quiero poder pagar las excursiones de mis hijas y llevarlas al cine de vez en cuando. Comprar ropa cuando se les queda pequeña. Quiero vivir.
S.O.S.

Maquillar la realidad

Por Sheila Aguerri Vázquez

Una cumbre de líderes europeos.

Angela Merkel, Christine Lagarde, Jean-Claude Juncker y Mario Draghi en una cumbre de líderes europeos. (GTRES)

El Diccionario de la Real Academia Española define ‘eufemismo’ como la “manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”. En los tiempos que corren estamos atravesando, sin darnos cuenta, una crisis lingüística en la que las palabras sirven de escondite a la realidad y se olvidan de la verdadera esencia de la definición propuesta.

Así pues, nos encontramos ante “desaceleraciones transitorias” o “crecimientos negativos de la economía” en lugar de “crisis”, cuya solución, ya que estamos, se consigue mediante “apoyos financieros” y “préstamos favorables”, pero nada de “rescates”.

¿Los “recortes”? ¡Eso no existe! Si acaso son “reformas estructurales necesarias”, lo que por cierto suena hasta poético. La rebaja de los sueldos es una “devaluación competitiva de los salarios”, los desahucios son “procedimientos de ejecución hipotecaria” y las subidas de impuestos son “novedades tributarias”.

No sirve de nada maquillar una realidad a la que ya hemos visto las imperfecciones y, tal y como afirmó en su día el escritor estadounidense Joseph Wood Krutch, “cualquier eufemismo deja de ser un eufemismo después de un tiempo y acaba mostrándose su verdadero significado; es un juego perdido, pero seguimos intentándolo”. Y vaya si seguimos.

No estamos contentos con nuestro trabajo

Por A. Cases Monge

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Grupo de personas en su trabajo (ARCHIVO)

Los jóvenes que estamos en edad de trabajar y tenemos “la suerte” de poderlo hacer, no nos sentimos afortunados ni estamos contentos con nuestros trabajos. La mayoría ocupamos puestos de trabajo por debajo de nuestra formación, cobrando sueldos miserables, ahora el mileurista es el rico de la pandilla. Pero el dinero no es el problema, el problema es el sistema empresarial y cómo se trata al trabajador.

Eres una pieza más del engranaje que en cualquier momento se puede sustituir. Trabajar con esta sensación acaba en desmotivación e indiferencia, ahora se le llama zombificación laboral o despido interior. Huyes del compromiso, pasas por alto la participación, escapas de tu equipo y te resignas a malvivir en un entorno productivo con el cual has construido una relación insatisfactoria, después de una prolongada y variable secuencia de vivencias laborales negativas.
Porque somos jóvenes nacidos a la era digital donde todo se comparte y todo el mundo tiene voz y voto, por eso no podemos encajar en este tipo de empresas. ¿Qué nos queda? Aceptarlo y morir en vida trabajando, ir cambiando de trabajo o intentar cambiarlo desde dentro.
En Barcelona hay una empresa donde no tienen horario ni jerarquías, trabajan por objetivos y la felicidad del trabajador es primordial para la empresa. Los trabajadores se implican y se sienten parte de la empresa. ¿No es mejor tener un empleado que haga 25 horas semanales, cumpla los objetivos y sienta que la empresa en parte también es suya?
Este sistema funciona, está comprobado. Entonces ¿por qué solo hay una empresa en todo el Estado que sea así? ¿Os imagináis qué tipo de sociedad seríamos yendo contentos a trabajar?

Desmemoriados… o no mirar a otro lado

Por Luis Remacha Elvira

Niño muerto, boca abajo en la playa, tan sólo hace un mes y ya está olvidado. Qué pronto olvidamos el dolor ajeno. Devoramos noticias decapitando nuestra memoria, lavando nuestras conciencias. Con amnesia aprendida miramos a otro lado. Egoístas de nuestro primer mundo maquillamos los recuerdos a nuestro antojo. A colorear la realidad es lo primero que aprendemos y enseñamos.

Aylan

Unos policías ante el cadáver del niño Aylan en una playa turca. (Dogan News Agency).

Volverá a pasar y nos estremeceremos como si fuera la primera vez. Brotarán lágrimas efímeras, repentinas, perecederas, secas en el segundo siguiente. Volverá a pasar y volveremos a olvidar. Desmemoriados, desviamos la mirada y nada ha pasado. Recordad desmemoriados, ¡recordad! No miremos a otro lado.

Y ahora, Europa, te preguntas cómo frenar a la desesperación

Por Alberto Segura Fernádez-Escribano

Y ahora te preguntas qué puedes hacer para evitar la inmigración. Y ahora te preguntas qué puedes hacer para que no se llene tu tierra de “chusma” extranjera. Y ahora, Europa, te preguntas si unas tristes vallas podrán quitarte el problema de encima. Y ahora te preguntas cuántas comisiones de trabajo tendrás que crear para solucionar esta crisis. Y ahora, Europa, crees que reforzando las fronteras con policías, helicópteros y perros podrás frenar el paso a la desesperación.

Foto de inmigrantes en la frontera de Macedonia y Grecia. (EFE)

Inmigrantes en la frontera de Macedonia y Grecia. (EFE)

Europa, durante los dos últimos siglos has sido una vieja prostituta pervertida y vendida al mejor postor; has organizado por tu cuenta o en compañía de Estados Unidos las más cruentas guerras en África y en Oriente, has puesto y quitado gobiernos, has regalado tierras que no eran tuyas a quienes podían favorecerte de alguna manera, has dibujado las fronteras de los países más miserables a tu antojo, los has esquilmado y sigues haciéndolo indiferente al sufrimiento de los hombres, mujeres y niños porque, al fin y al cabo, solo son negros salvajes o primitivos musulmanes. Y lo que es peor, mucho peor, has vendido, vendes y seguirás vendiendo armas a todos los asesinos del mundo dispuestos a masacrar a sus propios pueblos. Porque tú, por dinero, traicionas a tus amigos, vendes a tus padres y prostituyes a tus hijos.

Y ahora, Europa, estás asustada, tienes miedo, tu podredumbre, tu egoísmo y tu avaricia te empieza a pasar factura. ¿Te preguntas cómo acabar con esto? Es mucho más fácil de lo que desearías: olvida tus intereses en los países del tercer mundo, presta ayuda solo a las causas humanitarias y no a los gobiernos constituidos por tiranos y, sobre todo, por encima de todo, deja de vender armas a todos los asesinos del mundo.

No intentes buscar otra solución, no existe, deja de venderte por dinero y empieza a pensar que en el resto del mundo, los seres humanos, niños, mujeres y hombres que sufren, lloran, pasan hambre, sed y mueren no tienen color, ni nacionalidad, ni religión y que sus derechos estarán siempre por encima de tus intereses. Que cuando un hijo muere de hambre en los brazos de sus padres el horrible y desgarrador sufrimiento es exactamente el mismo que el que sentiría cualquier madre y padre europeo; que no hay diferencia, que todos somos iguales y tenemos que ayudarnos y que si no lo hacemos, esta pequeña habitación repleta de egoístas y que se llama Europa acabará desbordada y arrasada por su propia indiferencia.

 

El poco apoyo institucional a las empresas españolas

Por Susanna Molina

Soy copropietaria de una pyme dedicada al email marketing, fundada en el 2005 y que con mucho esfuerzo se ha mantenido todos estos años en que la crisis nos ha afectado. Desde 2010 no subimos precios, pero siempre estamos intentando innovar y sobre todo cuidar al detalle a los clientes para que sigan con nosotros. Aún siendo una sociedad civil de dos únicos socios hemos podido, durante estos años, ampliar la plantilla y ahora tenemos a 3 personas contratadas con contrato indefinido. Pagamos impuestos, cotizamos a la Seguridad social, cumplimos con las obligaciones fiscales… y creemos al presidente del Gobierno cuando dice que hay que apoyar a las empresas españolas para que podamos salir de la crisis.

Imagen de archivo de un trabajador en una empresa.

Imagen de archivo de un trabajador en una empresa.

Pero ante todo intentamos sobrevivir en un mundo cada vez con más competidores. Muchos de estos competidores son empresas extranjeras, que operan desde fuera y que bajan los precios a casi 1/3 de nuestros precios. ¿Cómo lo consiguen? Fácil, tienen soporte técnico contratado en Pakistán, la India pagando unos sueldos que para nada se parecen a los que pagamos nosotros; no tributan en España ya que se han domiciliado en otros países.

Antes de fin de año un Ayuntamiento de nuestra provincia nos contactó para valorarnos como proveedores del Ayuntamiento, también estaban valorando a otros competidores locales y extranjeros. A principios de año nos dijeron que no habíamos sido seleccionados ya que se habían decantado por una de estas empresas con soporte en Pakistán. Por supuesto que cada uno puede contratar dónde y a quién quiera pero veo que ¡para la administración prima el precio ante el apoyo a empresarios locales! Gracias señor presidente por su apoyo… ¡o no!

Rajoy, sé fuerte

Por Manuel Nogueras Tamargo

Rajoy comparece en el Parlamento por el 'caso Bárcenas' (J.J. GUILLÉN /EFE)

Rajoy comparece en el Parlamento por el ‘caso Bárcenas’ (J.J. GUILLÉN /EFE)

A estas alturas todos los que tengan empresa o vivamos en alguna comunidad de vecinos sabemos lo que es un administrador de nuestro dinero. Es decir un tesorero.

En el balance de un año hay unos ingresos y unos gastos que tienen que cuadrar. El presidente y vicepresidente son conocedores de ello. Si observamos que alguien se ha lucrado, exigimos responsabilidades y hasta incluso denunciamos.

Según el PP, que no se enteraban ni del nodo, los dineros que manejaban sus extesoreros eran suyos. Es decir, no hay que reclamárselo ni denunciarlo. Pero es curioso que Rajoy acepte ‘el regalo que Bárcenas le hizo para la reforma de su despacho‘.

Rajoy sé fuerte.

Reflexiones sobre el último vídeo promocional del PP

Por Enrique Chicote Serna

Señor Rajoy, gracias por nada

Rajoy

Rajoy (ARCHIVO)

He visto por televisión el panfleto electoral del Partido Popular, en el que usted, señor Rajoy, va casa por casa dándonos las gracias por un esfuerzo que nunca le ofrecimos, sino que nos fue impuesto sin consultarnos y por decreto.

Le diré que mi hija acaba de salir de España en busca de trabajo porque el Gobierno que usted preside ha sido incapaz en estos años de crear las condiciones necesarias para que surjan empleos con salarios simplemente decorosos. De modo que si pasa usted por mi casa no se sorprenda si le recibo con absoluta frialdad.

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Por Ángel Villegas Bravo

De vídeos, sustos y mentiras

Si llaman a la puerta de mi domicilio y al abrir me encuentro a Rajoy que viene a «darme las gracias», seguro que me da un soponcio, ya venga solo o acompañado de «su niña».

No digo nada si el que aparece es el metafórico González Pons intentando convencerme de que «ellos hacen política de centro».

Si es la señora Cospedal (con mantilla o sin ella) para insistir en que ellos son «el partido de los trabajadores» o para detallarme «el contrato simulado, con indemnización en diferido», del señor Bárcenas, la estupefacción sería inenarrable.

Y si se trata de la ministra Báñez para decirme que siguen requiriendo la ayuda de la Virgen para crear puestos de trabajo, o para insistir (ya se ha gastado una pasta en ello, enviando una carta por pensionista) en el «esfuerzo» que han hecho para «subir» las pensiones, no se me ocurre cuál sería el efecto que sufriría.

¿Y cómo tragar que el presidente me hablara de que «entre este año y el pasado se crearán un millón de puestos de trabajo», cuando tenemos de referencia los tres años que llevan gobernando?

¿Y qué hay de los tres millones y medio de los que hablaba el antes citado González Pons, que aspiraban a crear en esta legislatura? Menos mal que Ana Mato no vendría y así no tendría que oír a qué sofisticados argumentos recurriría para explicarme las «excelencias» de su gestión al frente del Ministerio de Sanidad.

Y no quiero hacer referencia a muchos otros aspectos, como las «bajadas de impuestos» o las Leyes del Aborto , o la de inSeguridad Ciudadana.

Por favor, ahórrense la visita a mi casa. A mí me tienen más que convencido.