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Entradas etiquetadas como ‘universidad’

Universitarios, lo difícil está por llegar

Por Lorena Corona

Universitarios en una clase (Atlas).

Universitarios en una facultad (Atlas).

La parte más difícil para los universitarios no son los exámenes finales o el Trabajo Fin de Grado. En realidad, la parte más difícil viene después de terminar la universidad.

Con el título en mano, lo único que nos queda es sumergirnos al mercado laboral. Para muchos, la búsqueda se nos torna muy complicada.
En los últimos años se ha incrementado el número de graduados que no logramos incorporarnos al mercado laboral. Ante esta situación, muchos acabamos trabajando en grandes multinacionales  a cambio de un sueldo tan pequeño que ni siquiera nos ayuda a cubrir nuestras necesidades básicas. Otros pocos, los que se lo pueden permitir, optan por continuar los estudios de postgrado para así adquirir más conocimientos y ser más competitivos dentro del campo laboral. Porque una carrera ya no es suficiente.

¿Qué hacer cuando nos encontramos en ese limbo que supone no tener la experiencia exigida por las empresas pero tampoco podemos acceder a contratos de prácticas? Conseguir un trabajo en esta época está difícil. Yo creía que con un título universitario sería más fácil trabajar, pero no es así.

Becarios eternamente

Por Leticia Río Dovao

Hay muchos que este curso no inician la universidad, ni un máster porque todo eso ya lo han hecho. Además, han podido realizar prácticas en diferentes instituciones, pero siempre sin posibilidad de incorporación.

Son estos los que actualmente se encontrarán en un limbo de «demasiado experimentado y formado para más becas, pero todavía no lo suficiente para recibir un título de técnico junior». Es en este punto donde debemos preguntarnos ¿dónde está el lugar de los graduados con experiencia, pero no con la suficiente para que una empresa confíe en ellos para un puesto de responsabilidad?

Los becarios

Imagen promocional de la película ‘Los becarios’ (FOX)

Ansío el día en que muchos jóvenes dejen de escuchar las ya tan conocidas palabras en su último día de prácticas: «Ha sido un placer contar contigo durante estos meses, ojalá pudieras quedarte porque has aportado mucho al departamento con tus ganas de trabajar, tu ilusión y tus ideas, pero seguro que encuentras algo mejor pronto.»

Es cierto que la manera que tienen las empresas de ver a los jóvenes está cambiando, pero todavía existe un vacío legal en aquellos casos en los que no existe un límite de oferta de becas sin posibilidad de incorporación posterior en las instituciones.

Por otra parte, la exigencia de un convenio con el centro de estudios para la realización de las prácticas a jornada completa (existen casos que piden horario nocturno para las mismas) hace imposible que se mantenga la motivación y la esperanza en que todo esto va a cambiar.

No queda claro si se buscan estudiantes eternos a un bajo precio a los que nunca se denominará como profesionales de su actividad.

 

Cataluña o Andalucía, ¿quién está peor?

Por Rosa Martí Conill

Susana Díaz (EFE).

Susana Díaz (EFE).

Señora Susana Díaz: ¿Sabe que la matrícula de las universidades catalanas es tres veces más cara que en Andalucía?

¿Sabe que en Cataluña pagamos peajes para circular mientras en Andalucía tienen autovías?

¿Sabe cuándo se va acabar el PER?

¿Sabe quién paga todo esto?

Se lo digo clarito: la aportación que hace Cataluña a Hacienda es mucha y esta reparte devolviendo migajas, mientras que a Andalucía le llega un chorro de dinero.

La demagogia es de poco ilustradas y rencorosas.

 

 

La saturación a la hora de renovar el DNI en Madrid

Por Raúl de Juan

Una cola en una comisaría para renovar el DNI (Archivo).

Una cola en una comisaría para renovar el DNI (Archivo).

Si tratas solicitar cita previa para renovar u obtener el DNI o pasaporte en las comisarías de Madrid comprobarás que ya no te la dan por saturación y si te la dan es para más de mes y medio.

A los funcionarios les da igual la urgencia que tengas (un viaje al extranjero, inscribir un nacimiento en el Registro, matricularte en la Universidad, selectividad…), es tu problema. No te dan más solución que recorrer mendigando por las comisarías de la región, o hacer cola desde las 5 de la mañana para coger uno de los pocos números que dan sin cita en alguna.

He visto una comisaría llena de gente y funcionarios fumando en la puerta, e incluso trabajadores yéndose hasta que le tocase la siguiente cita, en lugar de atender a otra persona, y aguantado la soberbia y desprecio de la supervisora.

Me temo que la privatización es la única solución.

 

Todas las empresas deberían potenciar la motivación laboral

Por María José Viz

Cuando tenemos que elegir qué camino profesional seguir, en plena adolescencia, vemos muy difícil acertar con el adecuado; en muchos casos, lo resolvemos casi echándolo a suertes. Estudiamos una Formación Profesional o una carrera, sin tener ni idea de si terminaremos los estudios y, de hacerlo, si trabajaremos en las salidas profesionales que estos ofrecen. No menos importante es no tener ni idea de si nos gustará el trabajo elegido.
Estudiantes universitarios en una biblioteca (EFE).

Estudiantes universitarios en una biblioteca (EFE).

Por todo ello, me resulta encantador ver cómo muchos –permítanme que me incluya-, por azares de la vida, estamos desempeñando profesiones para las que no nos habíamos preparado, en un primer momento, y que, ahora, sentimos como la verdadera vocación de nuestras vidas.

Por supuesto, no quiero obviar una realidad imperante hoy en día, opuesta a lo dicho anteriormente: muchos trabajadores no se sienten realizados. Influye el hecho de que abunden los contratos temporales; en esas condiciones es muy difícil “enamorarse” de un oficio.
Un escollo enorme para sentirse a gusto en un trabajo colectivo es que haya empleados vagos, cizañeros y malos compañeros, preocupados tan solo de disfrutar de las ventajas del puesto, olvidándose de que también existen obligaciones. Se podría decir que son las ovejas negras que, desgraciadamente, empañan el prestigio de cualquier empresa, pública o privada.
Quizás sea ese desencanto generalizado el que me haga fijarme más en las vocaciones, innatas o adquiridas, de otra parte de la población. Todas las empresas deberían potenciar la motivación laboral pues es básica, tanto para que el proyecto funcione, como para que el trabajador o trabajadora se levante, cada día, con ilusión renovada.

El cuento de la generación perdida

Por Nura A. M.

Naces, creces, vas al parvulario, al colegio, al instituto, te cuentan el cuento titulado “La universidad”, “El mundo a tus pies con una titulación universitaria”,  y “Nunca te faltará de nada con una formación universitaria”. Con dieciocho primaveras, cómo no maravillarse ante aquellas frases escupidas por bocas de quienes, entonces para ti, eran tus figuras a seguir.

No escoger el camino marcado hacia el ámbito universitario era ser públicamente un kamikaze. Dos titulaciones universitarias, una primera experiencia profesional en calidad de – como el ahora hipstermente llamado – freelance y dos idiomas de dominio aceptable más tarde, os escribe desde el paro una veinticincoañera con el ánimo de expresar el sentir de miles y miles de personas que, como la que suscribe, se encuentran en esta misma triste y desagradable situación.

Pues bien, cuando tu empleo actual es el de aspirar a encontrar un empleo y cada día transcurre delante de una pantalla de ordenador que arroja esperanzas contradictorias —el mercado de trabajo se divide entre ofertas de empleo cuyo requisitos son los de experiencia en el puesto ofertado de 3-5 años, o en el otro extremo que uno curse el último año de su carrera universitaria, sin experiencia alguna, con el fin de poder firmar un contrato en prácticas—, uno ha de hacer un gran esfuerzo por no decaer en el intento.

Foto de una joven buscando empleo. (ARCHIVO)

Foto de una joven buscando empleo. (ARCHIVO)

Ni falta hace que digamos cuantísimos jóvenes podemos encontrarnos en ese gran espacio que abarcan ambos requisitos. ¿Qué nos queda a la acertadamente llamada generación perdida? ¿Seguir intentándolo? ¿Esperar a dar el ‘braguetazo laboral’ con el llamado enchufismo? ¿Estudiar un máster cuyo precio de inscripción en su mayoría se dispara hasta el punto de tener que acudir a la financiación privada para muchos de nosotros?

Sobre las oposiciones al cuerpo de maestros

Por Silvia Moreno Hernández

Hace poco, en una conversación intrascendente, salió el tema de las oposiciones y el famoso examen de cultura general de Madrid y alguien me dijo que no era concebible que un maestro de primaria no se supiera, por ejemplo, todos los afluentes de España, no supiera conjugar el verbo «yerrar» o no supiera situar exactamente todos los huesos del cuerpo humano, mostrando un asombro absoluto ante el hecho de que el 80% de los maestros suspendan ese examen. No me extraña, hace un tiempo que los maestros tenemos que comernos una campaña para dejarnos como incompetentes: así pasa que asesinan a un interino y no se arma la de Dios. Total, los maestros se supone que somos esas personas que no valemos «para otra cosa», aunque luego quede en nuestras manos lo más importante: vuestros hijos. Pero lo que se suele pasar por alto es:

1) Que no es un examen orientado a averiguar lo que realmente sabe la gente, sino a descartar gente, por lo que ponen más preguntas de las que somos capaces de responder en hora y media, obligando a hacerlo deprisa. Imaginaos lo que supone, por ejemplo, de cara a cálculos que sabes hacer, pero te baila un número y te anulan toda la pregunta.

2) Que si realmente pretendiera ser un examen objetivo, las preguntas serían tipo test y no desarrollo (como sucede con otros exámenes de oposiciones no susceptibles a «interpretaciones») y, además, si pretendieran valorar realmente lo que sabemos no nos pondrían a hacer tres pruebas consecutivas en siete horas, como sucederá este año, en el que el examen comenzará a las 8:30 de la mañana y acabará a las 15 de la tarde. Ya a las 13 estaremos medio muertos y, después de que nos hayan fusilado a cálculos y preguntas diversas (cada examen es muy largo), tendremos que escribir con la mano machacada no menos de seis páginas del tema que nos toque de pura memorieta.

3) Además, si tanta importancia le dieran a que conozcamos unos contenidos y no otros, al igual que existen unos temarios oficiales para el tema a desarrollar existirían unos temarios de referencia para que sepamos lo que nos tenemos que estudiar y pudiéramos organizarnos. Se «supone» que la referencia es cualquier contenido que pueda caer en Primaria, pero cualquiera que haya visto los exámenes sabe que las preguntas realmente tienen un nivel de ESO y, a veces, de Bachillerato. Me gustaría saber cuánta gente superaría un examen de ESO-Bachillerato en la actualidad tras más de una década de dejar atrás esa etapa de su vida y tras haberse especializado en otras cosas. Así que no me vale eso de «si yo supiera que tengo un examen de cultura general me lo prepararía y no habría problemas». Los cojones. Y más cuando no se trata de una única prueba: tienes el examen de cultura, el de temario, la programación, la defensa, los cambios de legislación constantes que retrasan el trabajo, los preparadores que más que orientarte te desorientan para sacarte el dinero… ya, ya.

Un profesor. (GTRES)

Un profesor. (GTRES)

4) Que es normal que un maestro no sepa todo de todo, al fin y al cabo pocos titulados universitarios conozco que sepan resolver una raíz cuadrada o hacer correctamente un análisis sintáctico, los que hacen lo primero rara vez saben lo segundo, o viceversa. De todas las cosas que aprendemos como básicas durante la enseñanza obligatoria empleamos muy poco al final y hay un importante principio de la pedagogía que te enseña que aquello que no se utiliza, que no es significativo para la vida cotidiana, se olvida. Quién sabe si deberíamos replantearnos la enseñanza de ciertos contenidos que, siendo «tan importantes», todo el mundo de adulto olvida sistemáticamente.

5) En las carreras que tienen que ver con la didáctica (magisterios diversos, pedagogía o la difunta psicopedagogía) no nos enseñan cosas que podríamos repasar estudiando la Wikipedia, sino enseñándonos cosas en las que un maestro es insustituible como la didáctica de las áreas, la psicología infantil y juvenil, las herramientas que desde la psicología se pueden aplicar a la educación (lo que se sabe de motivación, atención, dinámica de grupos…), la atención a las diferentes necesidades educativas especiales, los diferentes modos de razonar para enfrentarse a la resolución de un problema…si no fuera así, nos bastaría tener como maestros a personas que fueran estupendas para jugar al Trivial en lugar de a profesionales de la educación. Aunque, visto lo visto, en realidad mucha gente quiere de enseñante al que ganaría uno de estos concursos de la tele. Luego si hacen cosas como las que se han visto recientemente en funcionarios (atar a los niños con cuerdas o castigarles a estar dentro de un contenedor) no pasa nada, que como son estupendos loritos ya les consideramos plenamente competentes.

Tal vez sería más interesante que hiciéramos psicotécnicos en lugar de estos «juegos del hambre» para maestros.

Así que quien considere que es fácil, que critique menos y se presente.

 

Reflexiones sobre la reforma universitaria 3+2

Por Amal Meddane

Quiero estudiar, no hipotecarme

"Habemus tasas" (ARCHIVO)

«Habemus tasas» (ARCHIVO)

Somos muchos los que hemos oído hablar sobre la aprobación por decreto de la nueva reforma del sistema universitario, pero no somos tantos los que sabemos que se esconde detrás de esta. De entrada, el denominado 3+2 pretende ofertar grados más cortos de tres años con la necesidad de un máster, usando como pretexto la homogeneización de los estudios españoles con el Espacio Europeo. A pesar de todo, algunos grados permanecerán sujetos a las condiciones actuales, así que esto ocasionará la mezcla de varios planes de formación distintos en España. Cabe hacer hincapié en que todo esto se pretende realizar cuando todavía no ha acabado la adaptación al proceso Bolonia.

Por otra parte, tres años de estudios universitarios no serán valorados en el mercado laboral. Además, muchos no podemos abonar el elevado gasto que supone hacer un máster, el cual casi carece de beca y que ahora no será de un año, sino de dos. En vista de las declaraciones de Gomendio, secretaria de Estado de Educación, Formación Profesional y Universidades, el ministerio no tiene intención de reducir el importe de sus matrículas.

Pues bien, he aquí la profunda reforma “urgente” que anunció Wert, ministro de Educación, Cultura y Deporte, en 2012; una reforma que hará que menos españoles de clase trabajadora tengamos la oportunidad de formarnos y que, a fin de cuentas, la educación sea solo accesible a aquellos que se la puedan costear.

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Por Andrea Peral

Educación: ¿derecho o privilegio?

Por todos es sabido que la educación de hoy día en España es de todo menos económica. Y no hace falta hablar de las universidades, con esos precios tan desorbitados que sólo unos pocos pueden llegar a costearse.

Necesitamos un cambio más que urgente, ya que la educación un derecho humano fundamental y ahora se ha convertido en un lujo. Y lejos de mejorar, ahora nuestro ministro de Educación, el señor José Ignacio Wert, se las ha ingeniado para hacer la vida aún más fácil a nuestros universitarios. Estos se van a “ahorrar” todo un año de carrera, para posteriormente verse obligados a cursar, y pagar, un máster de dos años.

Aquí vemos varios problemas: al acortar el grado no se dará margen a una correcta formación y esa deberá ser complementada con un máster para ser “valida”. Y, por otro lado, existe el problema económico, ya que el precio de los grados seguirá siendo igual de elevado y el de los másteres incrementará. Hay que mencionar que actualmente, en el mejor de los casos, estos últimos duplican el precio de un año de grado.

En pocas palabras, los padres se endeudarán para el resto de sus días con tal de dar a sus hijos el privilegio de poder estudiar.

Rebajas en la Universidad, ¿empobrecimiento social?

Por Alejandro P.

Carreras universitarias que hasta hace poco tiempo duraban cinco años, ahora podrán finalizarse en tres cursos. ¡Qué chollo, rebajas de hasta un 40%!

Una de las bibliotecas de la Universidad Autónoma de Madrid. (JORGE PARÍS)A

Una de las bibliotecas de la Universidad Autónoma de Madrid. (JORGE PARÍS)

Sin embargo, hay ciudadanos que, sin ser expertos en enseñanza, tenemos serias reservas respecto a los conocimientos adquiridos al reducir en dos años el tiempo de formación y, por tanto, también en cuanto a la validez del esfuerzo social y personal empleado en proyectos de dudosa eficacia.

Otra cuestión que contribuye y añade algo más de desconcierto es que la misma carrera pueda tener mayor o menor duración y contenido en función de la universidad, pues, parece que ésta será una cuestión a decidir por los centros.

La realidad señala que quienes se quedan con la titulación pelada lo tienen más crudo a la hora de acceder al mercado laboral, aspecto que obliga a las familias a llevar a cabo un desembolso superior (el precio medio del crédito del máster es sustancialmente superior al del grado) si desean que sus hijos obtengan una mayor preparación y que, lamentablemente, impide que jóvenes con capacidad y ganas de aprender cumplan sus expectativas.

¿Empobrecimiento social?

Jóvenes con estudios, pero sin posibilidades de empleo

Por Constantino Cuenca

En este momento no puedo asegurar que lo que aquí escribo tenga un carácter de denuncia, o si lo trazo desde la más absoluta necesidad de desahogo individual. Soy un varón de 25 años, licenciado en Ciencias Ambientales, y máster en Gestión y Restauración del Medio Natural. Las ganas de comerme el mundo quedaron, creo, en el mismo lugar donde se guardan las promesas que nos hacían. Y no es que las haya guardado ahí por placer, por holgazanería, por desinterés, por apatía; ¡que no se confunda nadie! Es sólo que, a fuerza de no usar algo, o de no encontrarle utilidad, uno acaba guardándolo en un cajón. Probablemente es algo inherente al ser humano, ¿quién no tiene un cajón, caja o baúl lleno de bártulos inútiles? Fíjense  en la gravedad del contexto. Un joven de 25 años se ha dejado la ambición en un cajón. Y todavía algún miserable encontrará apropiado pensar, o incluso vocear, eso de que cada uno se labra su futuro. Otros, como dice un rapero valenciano en un muy buen tema, te gritan “¿perdedor, por qué no emprendes?”. Sí, parece que es la época de los emprendedores…

Varios universitarios estudian en una biblioteca (ACN)

Varios universitarios estudian en una biblioteca (ACN)

Nos dijeron que la educación superior era una escalera, que nacer en una familia obrera no era impedimento, que la escala social ya no existía para nosotros, o como mínimo, que aun existiendo, estaríamos en los peldaños de arriba. Esto no sólo es una gran mentira, sino que es una absoluta monstruosidad. La cosa tiene miga: según parece, la finalidad última de estudiar reside en un augurado, aunque dudoso, ascenso de clase. Claro, nosotros, jóvenes e ingenuos, les creímos. Y nuestros padres, agotados tras las 40 horas, en cierto modo vencidos en esa lucha que aún continúa, quisieron creerles, con la entrañable ilusión de quien desea para sus hijos un futuro mejor que su presente. Pero no salgo de mi asombro al ver que, salvo relícticas excepciones, sólo se nos ofrecen prácticas no remuneradas. ¿Con posibilidad de quedarte? No, más bien no. Y en este punto es donde podemos usar todos los eufemismos que queramos, los más amables y modernos que se nos ocurran, con tal de no llamarlo por su nombre. ¿Explotación? Si no lo es, se le parece mucho. Algunos creerán que está fuera de lugar utilizar este concepto, pensarán que forma parte de una terminología anticuada, oxidada, propia, tal vez, de corrientes políticas y económicas decimonónicas. En mi humilde opinión, el término no puede estar más de actualidad. Y es, además, una explotación tolerada e incluso incentivada desde los ámbitos institucional, empresarial y académico.

No es casual, pues, que tantísimos jóvenes formados, hartos de regalar nuestro tiempo (o de la sola idea de tener que regalarlo, haciendo caso a ese imperativo etéreo pero tan rígido de que hay que hacer currículum), prefiramos venderlo al mejor postor. Yo, como tantos y tantas, he servido copas y mesas, he puesto gasolina, he fregado escaleras, podado setos, limpiado baños… De todos los trabajos guardo buenos recuerdos, amistades; esto no pretende ser un pataleo clasista o elitista de tantos otros que leo por ahí; esto no es un “yo valgo mucho como para dedicarme a esto”. No, no valgo más que un camarero o un jardinero, pero no son mi profesión. Soy ambientólogo, y no puedo permitirme perder ni un minuto trabajando gratis para nadie.