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Buscan dinero para reeditar, en facsímil, el ‘Libro atornillado’ del genio futurista Depero

Le llaman, en inglés, The Bolted Book (El libro atornillado) porque sus páginas-fichas están agujereadas y sujetas por dos pernos industriales de aluminio. Fue publicado hace casi nueve décadas y resulta inencontrable. El autor, el italiano Fortunato Depero (1862-1960), fue un soñador versátil y práctico de un mundo lanzado hacia el futuro. Ejerció con fortuna el diseño gráfico y tipográfico. Con menos destreza se atrevió con el industrial, de interiores, escenográfico, arquitectónico…

Soñó en 1915, intentando, como tantos otros y después, espantar a los burgueses, con una Reconstrucción futurista del Universo que predicaba el maridaje del arte y la vida. Reducía los medios necesarios para el proyecto de poblar el mundo de animales mecánicos y paisajes artificiales a estos:

Hilos metálicos, de algodón, lana, seda, de todos los tamaños, coloreados. Cristales de color, papeles de seda, celuloide, redes metálicas, materiales transparentes de todo tipo, coloreadísimos, telas, espejos, láminas de metal, papel de plata coloreado, y todos los materiales más llamativos. Ingenios mecánicos, electrónicos, musicales y ruidistas, líquidos químicamente luminosos de coloración variable; muelles, palancas, tubos, etc.

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Darrell Banks, un inmenso cantante de ‘soul’ fugaz, trágico y olvidado

Darell Banks

Darell Banks

El soul, la única música que durante los años sesenta competía con el rock —en mi opinión, ganando la batalla casi siempre por menos pose y más temperatura—, abunda en personajes sombríos que cayeron demasiado pronto en el camino y de los que apenas quedó recuerdo. Fueron figuras ardientes en lo bueno y en lo malo.

Uno de esos dorados pero fugaces intérpretes fue Darrel Banks. Dejó un patrimonio escueto de siete singles y dos elepés antes de que lo matase, a los 35 años, una bala disparada por un agente de policía fuera de servicio.

Había nacido en Mansfield (Ohio), pero se crió en Buffalo (New York) y aprendió a cantar como casi todos los grandes del soul: dando gracias a dios en los coros gospel de las iglesias. De la intensidad de toda plegaria mantuvo el tono de arrebatada entrega que se palparía en sus grabaciones seculares.

Empezó rugiendo en un pequeño sello discográfico de Detroit con Open the Door to Yor Heart, una canción que le atribuyeron como composición propia por un error de oficina al registrarla —la había escrito un autor legendario e influyente, Donnie Elbert, que decidió que la cosa rodase porque era colega de parranda de Banks—. El tema, un sincopado medio tiempo algo acelerado, se convirtió en un éxito y llegó al número dos de las listas de ventas de rhythm and blues y algunos críticos calificaron a Banks como una de las voces más expresivas del momento.

A esta sacudida apasionada siguieron unas cuantos sencillos más, reunidos en 1967 en el álbum Darrel Banks Is Here [se puede escuchar en esta lista de YouTube]; el fichaje por el sello Volt, filial del imperio Stax, casa madre del mejor soul, y la edición, dos años más tarde, de un segundo elepé, el maravilloso Here to Stay.

"Here to Stay" (1969)

«Here to Stay» (1969)

Las buenas críticas que destacaban el estilo impecable de Banks, a quien se consideraba uno de los intérpretes con más futuro de la música negra, no suavizaron el carácter del cantante, arisco y camorrista. El final fue como un ritual repetido en la nónima de tragedias de los vocalistas de soul muertos a balazos —Sam Cooke y Marvin Gaye son los más conocidos—.

Una noche de febrero de 1970 Banks esperaba, a la salida del trabajo, a su mujer, camarera de un bar de Detoit. Vivían separados desde hacía meses porque ella no soportaba los arranques de mal genio del marido. Banks no sabía que a ella la estaba esperando también su nuevo novio, el policía Aaron Bullock. Las palabras subieron de tono, el cantante zarandeó a la mujer y el policia trató de impedirlo. Banks esgrimió un arma, pero Bullock fue más rápido en disparar la suya. La bala atravesó el cuello del baladista y lo mató en el acto.

Con el  estampìdo del balazo mortal una cortina de olvido e injusticia cayó sobre el cantante: los diarios tardaron ocho días en dar cuenta del suceso porque la Policía de Detroit quiso silenciar todo lo posible la implicación de uno de los suyos en un caso de adulterio finalizado en homicidio.

Banks, que permaneció enterrado en una tumba sin nombre hasta que fans de todo el mundo recaudaron dinero para una lápida, se desvaneció musicalmente: sus discos fueron inencontrables durante décadas hasta que el modélico sello inglés Ace Records, una fabrica de reedición de tesoros, publicó, hace unos meses, la recopilación I’m The One Who Loves You – The Volt Recordings [se puede acceder a las canciones en esta lista de YouTube].

Ánxel Grove

Reeditan el ‘Codex Seraphinianus’, «el libro más raro del mundo»

'Codex Seraphinianus'Lo llaman «el libro más raro del mundo». El Codex Seraphinianus probablemente ha hecho las delicias de multitud de amantes de las teorías conspiratorias y de los extraterrestres desde su publicación en 1981. El lenguaje de los textos no corresponde a ninguno conocido y las ilustraciones abren la ventana a un universo de fuerte influencia surrealista y de fantasía infantil, pero desde un punto de vista enciclopédico que lo reviste todo de credibilidad.

Su autor, el italiano Luigi Serafini (Roma, 1949) —artista, arquitecto y diseñador— hasta hace poco apenas había soltado prenda sobre los motivos que lo llevaron a invertir 30 meses de su vida en ilustrar y escribir un volumen de 360 páginas que no significan nada, que no se corresponden a la realidad y parecen más producto de un viaje espacial que de un arranque de inspiración.

El libro tiene 11 capítulos que configuran dos secciones. Los cuatro primeros ilustan una flora entre la que hay árboles que se desprenden de la tierra y se lanzan a un lago a nadar, raíces de las que parecen salir escaleras, plantas bulbosas y hojas con filigranas. La fauna no se queda atrás: hay cérvidos que se reproducen en macetas, peces que (medio sumergidos en el agua) parecen ojos con cejas arqueadas… Tras describir las plantas, los animales y los fenómenos físicos del extravagante mundo; Serafini comienza a describir la vida de una civilización parecida a la humana y detalla aspectos de su vestimenta, costumbres, viviendas, tecnología…

Codex Seraphinianus - 7Publicada siempre en pequeñas tiradas de 5.000 ejemplares (en los años 1981, 1983 y 1993) la obra volvió a salir en 2006 con nuevas ilustraciones y una pequeña introducción del autor. Ahora, la editorial Rizzoli anuncia para este mes de octubre la reedición del Codex Seraphinianus con más dibujos añadidos y más declaraciones de Serafini.

Aunque escasa, el italiano ha ido desvelando alguna información sobre el porqué del estrambótico proyecto. En una charla que dio en la Sociedad de Bibliófilos de la Universidad de Oxford en 2009, aseguró que no había nada de misterioso tras los garabatos del idioma que inventó para la obra y que perseguía el objetivo de que el lector recreara ante el libro la sensación que le produce a un niño enfrentarse a páginas llenas de letras que aún no puede entender, sabiendo que tienen un significado para los adultos.

Por otro lado, en la nueva edición, Rizzoli anuncia que el artista sigue jugando a la fantasía. En la introducción del tomo Serafini declara que un gato callejero blanco que conoció en los años setenta fue el verdadero autor del tomo y que él sólo se dejó guiar por las indicaciones telepáticas del felino. Tal vez los garabatos que simulan la escritura manuscrita de las páginas no sean más que representaciones de rabos de ratón enredados.

Para quien tenga la urgencia de consultar el libro completo, este vínculo [PDF de 53,5 megas] contiene una edicion antigua completa.

Helena Celdrán

Codex Seraphinianus - 5

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Codex Seraphinianus

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Buscan dinero para restaurar el documental perdido sobre William Burroughs

"Burroughs: The Movie"

«Burroughs: The Movie»

El mejor documental sobre el mejor escritor del siglo XX no está al alcance de nadie. Acaso queden algunas copias en viejas cintas de vídeo, pero resulta improbable.

Burroughs: the movie, realizado en 1983 por Howard Brookner, muerto por complicaciones derivadas del sida seis años más tarde, cuando sólo tenía 34, no sólo fue el primer largometraje sobre William S. Burroughs, sino el único retrato filmado que contó con la colaboración y complicidad del escritor.

El rodaje empezó en 1978 como un trabajo de fin de carrera de Brookner para la New York University Film School y concluyó cinco años más tarde. Es un documental tierno, gracioso y real que echa por tierra muchos de los clichés sobre Burroughs que circulan por los mentideros del fanatismo.

Además de largas entrevistas y reveladoras secuencias con el escritor, en el film aparecen algunos de su amigos y colaboradores, que eran muchos y muy inteligentes. Entre otros, Allen Ginsberg, John Giorno, James Grauerholz, Brion Gysin, Patti Smith, Terry Southern y Francis Bacon.

También —y en una persona tan tímida como Burroughs resulta prueba suficiente de la confianza que depositaba en el cineasta— incluye las únicas declaraciones públicas del escritor sobre la muerte de su mujer, Joan Vollmer, a la que Burroughs pegó en 1951 un tiro en la cabeza mientras ambos estaban muy drogados. El documental recoge declaraciones del hijo de la pareja, Bill Jr., que murió a los 33 años cuando estaba intentando desengancharse de la heroína con un tratamiento de metadona.

Brookner y Burroughs, 1983. Foto: © Paula Court

Brookner y Burroughs, 1983. Foto: © Paula Court

Burroughs: the movie, en cuyo equipo de producción trabajaron como Tom DiCillo (operador de cámara) y Jim Jarmusch (sonido), compañeros de clase y amigos del director, fue emitido por la BBC en el mítico programa Arena, el oasis de seriedad y frescura de las televisiones públicas europeas durante décadas. También se exhibió en algunas salas de cine de circuitos off.

Aunque la carrera de Brookner fue en ascenso —dirigió el documental Robert Wilson and the Civil Wars (1987) y la comedia Noches de Brodway (1989), con Madonna y Matt Dillon en el reparto—, la muerte prematura del cineasta y el desinterés de las distribuidoras condenaron a Burroughs: the movie a las categorías de película inencontrable y tesoro perdido.

Quizá la situación cambie con el proyecto de Aaron Brookner, sobrino del director y también autor de cine —en 2011 produjo y dirigió en 11 días con el dinero de un microcrédito y grabando con una cámara Canon 5D la interesante The Silver Goat, sólo destinada a iPad—, que ha puesto en marcha un proyecto de financiación en masa para restaurar y reeditar Burroughs: the movie. Al crowdfunding, que busca alcanzar los 20.000 dólares, algo más de 15.000 euros, le quedan 28 días cuando escribo esta reseña.

Inserto abajo el vídeo en el que Brookner explica los motivos para empeñarse en el rescate de este documental perdido. Que se trate del primer y más humano acercamiento a la figura de un escritor que, además de inventar el punk y presentir el rap, nos entregó tanta inteligencia (dos citas para demostrarlo: «un paranoico es alguien que sabe de qué va la cosa», «no somos responsables. Robad todo lo que esté a vuestro alcance») y tantos libros inmortales, quizá anime a rascarse los bolsillos. Para quienes deseen ejercer la curiosidad, aquí están las páginas de Kickstarter del proyecto, la de Facebook y la de la productora de Brookner.

Ánxel Grove

 

La caja registradora post mórtem de los Beatles sigue funcionando: «Magical Mistery Tour»

"Magical Mistery Tourt" Collectors Box

«Magical Mistery Tourt» Collectors Box

Aunque la caja registradora no deja de sonar en el negocio post mórtem de ganancias más abultadas de toda la historia, los propietarios de la marca The BeatlesPaul McCartney, ese tipo vegetariano y magnánimo que sólo cobró 1,6 euros por vender ideología consoladora y patriotera en la apertura de los Juegos Olímpicos;  Ringo Starr y las viudísimas Yoko Ono Lennon y Olivia Harrison— no están dispuestos a que los ingresos dejen de fluir.

Apple Corps Ltd, el holding que administra el legado del mejor grupo de música pop de todos los tiempos, tiene un equipo legal que no deja escapar ninguna oportunidad de engordar la cuenta de resultados, sea demandando a Nike por usar una canción en un spot o a la otra Apple, el monopolio tecnológico, por apropiación de nombre y logotipo.

En el segundo caso, los milmillonarios se entendieron y ambas empresas, la de los Beatles y la del también difunto con posibles Steve Jobs, se aliaron a finales de 2010 para sacar tajada juntos a través de la tienda online iTunes. La santa alianza entre el par de manzanas ha sido uno de los grandes pelotazos financieros del siglo XXI: dos meses después de que el catálogo beatle saliera al mercado, Apple —la de Jobs— había despachado cinco millones de canciones y un milón de álbumes.

Los cuatro 'beatles' en 1967

Los cuatro ‘beatles’ en 1967

Así las cosas y pese a que los exbeatles o sus herederos sólo reciben, según los países de los que se trate, entre un 33 y un 50% de las regalías generadas por sus canciones —el resto se lo lleva la empresa montada por la multinacional Sony y Michael Jackson, que en 1985 compró parte de los derechos de 250 temas del catálogo de Lennon y McCartney por 36,5 millones de euros—, John Lennon (es decir, su avatar Yoko Ono) es uno de los muertos que más dinero gana desde el más allá: en 2009 ingresó 15 millones de dólares según Forbes (dos años antes fueron 44 millones). George Harrison, cuya contribución como compositor era muy pobre, más o menos una canción por álbum, tarifó 22 millones de 2007 por el pleito contra la discográfica EMI por regalías imapagadas.

Con unos mil millones de discos vendidos en todo el mundo, los Beatles son, empatados con Elvis Presley, los artistas más comerciales de la historia. La explotación de su exiguo catálogo —sólo existieron como grupo diez años, de 1960 a 1970— ha sido intensiva y despiadada desde finales del siglo XX: un aprovechamiento cruel del cariño con que los viejos y nuevos fans recuerdan la inigualable carrera de los Fab Four.

The Beatles Stereo Box Set (2009)

The Beatles Stereo Box Set (2009)

Si el proyecto Anthology (1 | 2 | 3), editado entre 1995 y 1996, jugaba con el factor arqueológico y permitía descubrir, pagando una buena pasta (ahora anda por 85 euros), la manera altamente creativa en que trabajaba el grupo en el estudio (aunque también cometía el pecado de la necrología publicitaria al manipular una maqueta de Lennon y resucitarlo tocando con los beatles vivos), la edición remasterizada de todos los discos del grupo en 2009 (140 euros, en principio costaba casi lo doble), que publican en vinilo el 12 de noviembre, con t-shirt incluida (230 euros), era una engañifa para exprimir a los hijos y nietos del público incondicional de la banda. Clientes que, por cierto, sólo debían buscar en la discoteca familiar para encontrar los mismos discos y con mejor sonido.

Aún peor fue el pobrísimo proyecto Love (2006), un mix montado para un espectáculo en Las Vegas del Cirque du Soleil que permitió a Sir George Martin —productor del grupo— conseguir un buen trabajo para su hijo Giles.

Cubierta original del doble EP "Magical Mistery Tour", 1967

Cubierta original del doble EP «Magical Mistery Tour», 1967

La última operación de ordeño de la agotada vaca llega ahora con la publicación y lanzamiento con fanfarria de Magical Mistery Tour, que en su edición de lujo para coleccionistas cuesta 53 euros (gran gancho: ¡un clip de 2:30 minutos titulado Ringo the actor, donde el batería reflexiona sobre su pasión por la actuación!). La película ya se ha estrenado en algunos cines de los EE UU. En España no hay fecha.

Aprovechando la jugada de McCartney, Ono, Harrison y Starr, que escamotean la avidez dineraria tras la presunta celebración del 45º aniversario del estreno de la película y el disco, hablemos de uno de los proyectos más descabellados de la factoría de sueños beatle: Magical Mistery Tour, una película desastrosa que produce vergüenza ajena y una casi perfecta colección de canciones.

Para empezar un trailer promocional. No es necesario creer lo que ofrece: se trata de publicidad.

La película que reeditan, de una hora de duración, fue estrenada el 26 de diciembre de 1967 —el boxing day de los británicos— por la BBC. Aunque los créditos atribuyen la dirección a los cuatro beatles, el film fue una idea de McCartney, que llevó la voz cantante y se encargó del guión (que había escrito, en abril del mismo año, durante un vuelo transoceánico entre los EE UU e Inglaterra), la puesta en escena y la realización.

Con muy poca maña cinematográfica, Magical Mistery Tour cuenta el atribulado y surreal viaje en un autobús Bedford —por supuesto, made in England— de un grupo de personas entre las que están los Beatles y algunos de sus colaboradores. No hay mucho más que contar. La historia es una deshilvanada sucesión de disparates y el resultado final deja al espectador una muy certera sensación de que acaba de ver el capricho de unos millonarios que se aburren y creen, dada su genialidad musical, que también pueden hacer cine.

Foto fija del 'clip' de "I am the walrus" en "Magical Mistery Tour"

Foto fija del ‘clip’ de «I am the walrus» en «Magical Mistery Tour»

La mayor parte del rodaje —que se les fue de las manos: 11 semanas de duración y diez horas de metraje— tuvo lugar en una base aérea abandonada de Kent en un momento de transición para el grupo: su descubridor y agente, Brian Epstein, había muerto en agosto de 1967 por una ingesta de barbirtúricos que oficialmente fue determinada como accidental;  acababan de conocer al falso santón Maharishi Mahesh Yogui, a cuya disciplina sectaria se apuntaron con entusiasmo inicial para descubrir bien pronto que el gurú sólo quería dinero y sexo —a Harrison le importó poco y siguió siendo fiel hasta la muerte al embacuador—, y el tremendo esfuerzo de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (junio de 1967), que les había dejado en una encrucijada creativa.

El estreno de la película en televisión fue recibido con unas merecidas muy malas críticas. Incluso la prensa británica aquejada de beatlemanía se preguntó qué pretendía el grupo con aquel ejercicio absurdo y pedante.

Interior del doble EP de "Magical Mistery Tour"

Interior del doble EP de «Magical Mistery Tour»

La música es otra cosa. El doble extended play inicial con la banda sonora de Magical Mistery Tour, primorosamente editado con un libreto-cómic (y un primerizo y torpe logotipo de la manzana de Apple), contiene seis canciones entre las que sólo sobra la babosa Your Mother Should Know, una baladita de McCartney en uno de sus momentos-sacarosa.

Los demás es oro puro, sobre todo I Am the Walrus, un viaje astral e inspiradísimo que está entre las mejores canciones compuestas por Lennon.

¿Consejo? Vean los vídeos de la película en Internet (los colocó tras el post), compren las canciones en ediciones baratas —el doble EP fue lanzado más tarde como álbum, con el añadido de algunos temas sueltos para completar el producto: se puede encontrar a precio decente (unos 8 euros)— y no contribuyan a que los hombres y viudas de negocios sigan viviendo con los réditos de lo que una vez fueron y nunca volverán a ser (McCartney) o sacando partido a las falsas lágrimas de luto eterno (Ono).

Ánxel Grove






El cartel de circo sobre el que Lennon escribió una canción

Cartel del circo de Pablo Fanque

Cartel del circo de Pablo Fanque

El cartel es de 1843. Más de un siglo más tarde, en enero de 1967, John Lennon encontró una copia original en una tienda de antigüedades de la pequeña villa de Westerham durante un descanso en la filmación de las películas promocionales de Stawberry Fields Forever y Penny Lane, que los Beatles estaban grabando en la cercana y lujosa mansión de Knole.

Era un tiempo en que los Fab Four cultivaban el amor por la cámara lenta, las estrechas e inútiles gafas de sol rectangulares, los mozos de cuadra con trajes afrancesados y las charreteras militares. Consumidores de LSD, todavía no contaminados por el budismo sectario del Maharishi y deseosos de hacer música más sinfónica y de vodevil que roquera, buscaban en los códigos british más vernáculos —té con pastas, caza del zorro, jardines otoñales…— elementos para construir un nuevo glosario musical. A Lennon le pareció que el póster de circo de la época victoriana estaba lleno de posibilidades literarias.

Utilizando los textos del cartel casi textualmente escribió la letra de Being for the Benefit of Mr. Kite, poblada de camas elásticas, aros de fuego, caballos que bailan vals y saltos mortales. El 17 de febrero empezó a grabarla en los estudios Abbey Road.

Dijo a George Martin, arquitecto del sonido beatle, que quería una «atmósfera de carnaval» y «oler el serrín del suelo». Fue complicado (es una de las canciones más complejas del álbum Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band —en el que cerraba la cara A— y una de las más sobrecargadas de efectos), pero más o menos lo consiguieron.

Al principio Lennon estaba contento, dijo que el tema era «una acuarela» y le hizo gracia que la BBC lo censurase por entender que en el nombre Henry the Horse, citado en la letra, se escondían dos maneras de mencionar en clave a la heroína entre los consumidores. Con el paso del tiempo, el beatle más dotado se desentendió de aquel entusiasmo y declaró que no se sentía «especialmente orgulloso» de Mr. Kite y su fantasioso mareo de carrusel.

Pablo Fanque (izquierda) y Lennon con su copia del cártel

Pablo Fanque (izquierda) y Lennon con su copia del cártel

El cartel del que nació la pieza acaba de ser recreado en una edición de lujo —todo lo beatle parece ser en estos tiempos opción exclusiva para el 1%— que se vende a más de 300 euros.

Los artistas implicados, Peter Dean y Andy English, han lanzado un vídeo para anunciar el producto pero no pueden usar la música de Lennon —la vieja dama Ono y el soy-vegetariano-pero-desalmado-con-mis-semejantes McCartney exigen plusvalía—.

En todo lo relacionado con Being for the Benefit of Mr. Kite no se otorga ningún crédito a la que persona que debería ser considerada coautora de la letra, Pablo Fanque. Empresario de circo, caballista, equilibrista, promotor y hombre para todo, era hijo de africanos, masón, ferviente católico y una figura bien conocida en la Inglaterra del siglo XIX. Cuando murió de bronquitis en 1871, un caballo negro sin jinete participó en el cortejo mientras la banda de música tocaba una marcha fúnebre. A Lennon le hubiera gustado.

Ánxel Grove

Reeditan la dicografía del ‘bluesman’ incombustible Taj Mahal

Taj Mahal

Taj Mahal

Cumplió 70 años hace unos meses, tiene una discografía difícil de abarcar —cincuenta discos como solista— y se mantiene fiel a un lema saludable: «No caeré en la autocomplacencia».

De no ser tan estricto en el cumplimiento de esa norma, podría vivir en el tranquilo y dorado limbo de las superestrellas del blues que se nutren de caricaturizarse (por ejemplo, B.B. King, indigno desde hace tres décadas pero millonario).

A Taj Mahal no le van los falsos honores ni los homenajes. Su compromiso con el blues tiene el carácter de un juramento íntimo.

Para celebrar los setenta años sobre el mundo de este músico sin ataduras acaban de editar Hidden Treasures of Taj Mahal 1969-1973, un doble disco a buen precio y con material inédito o muy poco conocido.

"Hidden Treasures of Taj Mahal 1969-1973"

«Hidden Treasures of Taj Mahal 1969-1973»

El primer cedé es de canciones en estudio que van del blues acústico a la caliente sopa cajun de Nueva Orleans. El segundo es una grabación en directo de Taj Mahal en Londres en 1970.

Toque de atención y valor añadido: en algunas canciones del primer CD y en casi todas las del segundo la fogosa guitarra solista es de Jesse Ed Davids, uno de los héroes escondidos de los años setenta (acompañó a John Lennon, John Lee Hooker, Eric Clapton…), muerto de sobredosis de heroína y en el olvido en 1988.

Hidden Treasures of Taj Mahal 1969-1973 es solamente la punta de un iceberg. La discografía completa de este héroe, una especie de viejo amigo que nunca defrauda cuando vas a su reencuentro, va a ser reeditada por Legacy Recordings, una de las divisiones de Sony Music, en cuyo catálogo están disponibles la recopilación de tres discos In Progress & In Motion: 1965-1998 y el doble Essential Taj Mahal para quienes necesiten o deseen un acercamiento.

Ánxel Grove

Reeditan a The Beat, un grupo de ska nacido de la rabia contra los recortes sociales

The Beat

The Beat

Fueron un producto de la rabia social contra la política de recortes y represión del tatcherismo, la política salvaje de tijeretazo aún hoy considerada ejemplar por algunos, que entregó el Reino Unido a la voracidad financiero especuladora y corporativa y preparó el panaorama para el desastre actual.

Eran chicos blancos y negros de la industriosa ciudad de Birmingham, con el añadido volcánico del veterano Saxa (Lionel Augustus Martin), un veterano que había acompañado a la santa trinidad del ska (Prince Buster, Lauren Aitken y Desmond Dekker). Formaron parte de la oleada de renacimiento skatalítico 2 Tone, nacida desde 1978, al mismo tiempo que el punk y, como éste, derivado de la respuesta musical contra la descomposición del estado del bienestar.

The Beat ofrecían dos características únicas: invitaban al baile a través de bellísima melodías y contaban con la sagrada inspiración de Ranking Roger, un toaster de alta escuela.

No eran furiosos como The Specials ni dickensianos como Madness, pero tenían matices rítmicos y una sensibilidad ajena al machismo tangible de algunos grupos 2 Tone.

La discográfica Edsel acaba de reeditar los tres discos del grupo: I Just Can’t Stop It (1980), Wha’penn? (1981) y Special Beat Service (1982). Cada uno aparece en versión extendida —dos CD y un DVD—, con las canciones originales, tomas en directo y un buen lote de descartes y rarezas.

"I Just Can't Stop It" (1980)

«I Just Can’t Stop It» (1980)

Volver a escuchar a The Beat —que en los EE UU debieron llamarse The English Beat para diferenciarse de los Beat de Paul Collins— compensa y no resulta un simple trayecto hacia la nostalgia. Intenten repasar Hand’s Off She’s Mine, Doors of Your Heart, Can’t Get Used of Losing You o Stand Down Margaret y saquen conclusiones. Para mí son una de las últimas grandes bandas del Reino Unido.

Ánxel Grove

Todd Rundgren, el músico que puso nervioso a John Lennon

Todd Rundgren

Todd Rundgren

La discográfica Edsel sabe aprovechar los huecos temporales que deja la política del o-es-nuevo-o-no-es bueno que campa a sus anchas desde hace décadas en el negocio del rock. Desde hace unos meses la compañía está rellenando un escandaloso vacío, reeditando, a precio bajo y en cajas de dos tres álbumes con material inédito adicional, la discografía de Todd Rundgren (1948), un músico que reúne dos características en pocas ocasiones coincidentes: inteligencia y criterio.

Prolífico y técnicamente superdotado (en 1972 editó el pasmoso doble elepé dónde compone, produce, canta y toca todos los instrumentos, Something/Anything, uno de los discos más bellos de su tiempo), Rundgren ha circunvalado el terreno del pop, se adelantó a la electrónica, se puso al servicio de otros como productor -por ejemplo, New York Dolls, Patti Smith, XTC y Badfinger– y demostró ser valiente y tener voz más allá de la masa al atraverse a decir en público, en 1973, lo que muchos pensábamos pero pocos enunciaban por su carácter incorreccto: que John Lennon era un arribista ridículo intentado sacar partido a la revolución en su etapa de millonario-pero-guevarista (al exbeatle le dolió la certera crítica: su respuesta, en forma de carta abierta, estaba llena de pullas personales contra Rundgren).

"Hermint of Mink Hollow" / "Healing" / "The Ever Popular Tortured Artist Effect"

"Hermint of Mink Hollow" / "Healing" / "The Ever Popular Tortured Artist Effect"

Las siete entregas de las cuidadas reediciones de la obra de Rundgren publicadas hasta ahora (Edsel anuncia que seguirá con el proyecto para completar la discografía) se agrupan así: Runt (1970) y The Ballad of Todd Rundgren (1971); Something / Anything (1972); A Wizard, A True Star (1973) y Todd (1974); Utopia (1974) y Another Live (1975); Initiation (1975) y Faithful (1976); Hermint of Mink Hollow (1978), Healing (1981) y The  Ever Popular Tortured Artist Effect (1983), y A Cappella (1985), Nearly Human (1989) y Second Wind (1991).

Hacerse con la obra íntegra de Rundgren es excesivo e innecesario: algunos discos adolecen de la impaciencia del músico y otros, como los de su banda de rock sinfónico-progesivo, Utopía, son bastante estomagantes, pero al menos un par de las ediciones merecen estar en cualquier discoteca. Hermint of Mink Hollow (1978), Healing (1981) y The  Ever Popular Tortured Artist Effect (1983), los cantos de soledad que grabó Rundgren tras su ruptura con la explaymate Bebe Buell -futura madre de la actriz Liv Tyler-, están llenos de baladas de carnoso sonido de soul de ojos azules.

"Something / Anything"

"Something / Anything"

Si la opción es elegir una pieza única, no hay discusión. Something / Anything no es sólo el pináculo de la carrera de Rundgren, sino uno de los mejores discos de la historia.

Grabado, según el músico, bajo los efectos de la ingesta de Ritalín, la cocaína química, el disco marca la fundación del power pop, con canciones tan inspiradas y fuera del tiempo, es decir, gloriosas, como I Saw the Light, It Wouldn’t Have Made Any Difference o Hello It’s Me.

Ánxel Grove