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‘Ven a mí, Paraíso’: mujeres, aislamiento y ciudades de cartón en Hong Kong

Paraíso suele ser una palabra engañosa. Bajo esta imagen pueden aparecer purgatorios o infiernos. Lugares donde nadie mira, territorios fallidos que atrajeron a las personas por la recompensa.

Tenemos ejemplos. Si uno se atreve a visitar Srinagar, la capital de la Cachemira ocupada, se sorprenderá al cruzar el inmenso túnel que fractura el Himalaya: cuando regresa la luz, aparece un océano de campos fértiles y lagos, y un cartel da la bienvenida: “Welcome to Paradise”; un «bienvenidos al paraíso» rodeado de militares armados, helicópteros de guerra y perros policía que ladran en este supuesto edén.

Los paraísos por tanto deberían evitarse, pero hay personas que no deciden su destino.

Chunking House, Hong Kong. ©Jacobo Alcutén. Hoja de Rutas.

Chungking House, Hong Kong. ©Jacobo Alcutén. Hoja de Rutas.

Hong Kong es visto por algunos como otro paraíso, o quizás la única esperanza o salida laboral. Hong Kong, la ciudad imposible, tierra de las chungking mansion, también llamadas dormitorios nicho: verjas, cámaras de seguridad, hacinamiento, hedor a sudor y aguas portuarias que conviven junto al lujo y las torres acristaladas. Hong Kong, el monstruo distópico para los habitantes de las capas bajas. Paraíso económico para unos pocos.

La directora filipino-canadiense Stephanie Comilang ha titulado a su documental Lumapit Sa Akin, Paraiso (Ven a mí, Paraiso), en el que muestra la vida de las trabajadoras migrantes filipinas en un formato que mezcla la ciencia ficción y la realidad íntima de sus protagonistas. Paraiso es en esta historia el nombre de un drone dotado de alma que le sirve a la directora para sobrevolar la trama; paraíso es también un espacio o territorio no reconocido para unas migrantes tratadas casi como alienígenas en la antigua colonia británica.

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Reeditan el ‘Codex Seraphinianus’, «el libro más raro del mundo»

'Codex Seraphinianus'Lo llaman «el libro más raro del mundo». El Codex Seraphinianus probablemente ha hecho las delicias de multitud de amantes de las teorías conspiratorias y de los extraterrestres desde su publicación en 1981. El lenguaje de los textos no corresponde a ninguno conocido y las ilustraciones abren la ventana a un universo de fuerte influencia surrealista y de fantasía infantil, pero desde un punto de vista enciclopédico que lo reviste todo de credibilidad.

Su autor, el italiano Luigi Serafini (Roma, 1949) —artista, arquitecto y diseñador— hasta hace poco apenas había soltado prenda sobre los motivos que lo llevaron a invertir 30 meses de su vida en ilustrar y escribir un volumen de 360 páginas que no significan nada, que no se corresponden a la realidad y parecen más producto de un viaje espacial que de un arranque de inspiración.

El libro tiene 11 capítulos que configuran dos secciones. Los cuatro primeros ilustan una flora entre la que hay árboles que se desprenden de la tierra y se lanzan a un lago a nadar, raíces de las que parecen salir escaleras, plantas bulbosas y hojas con filigranas. La fauna no se queda atrás: hay cérvidos que se reproducen en macetas, peces que (medio sumergidos en el agua) parecen ojos con cejas arqueadas… Tras describir las plantas, los animales y los fenómenos físicos del extravagante mundo; Serafini comienza a describir la vida de una civilización parecida a la humana y detalla aspectos de su vestimenta, costumbres, viviendas, tecnología…

Codex Seraphinianus - 7Publicada siempre en pequeñas tiradas de 5.000 ejemplares (en los años 1981, 1983 y 1993) la obra volvió a salir en 2006 con nuevas ilustraciones y una pequeña introducción del autor. Ahora, la editorial Rizzoli anuncia para este mes de octubre la reedición del Codex Seraphinianus con más dibujos añadidos y más declaraciones de Serafini.

Aunque escasa, el italiano ha ido desvelando alguna información sobre el porqué del estrambótico proyecto. En una charla que dio en la Sociedad de Bibliófilos de la Universidad de Oxford en 2009, aseguró que no había nada de misterioso tras los garabatos del idioma que inventó para la obra y que perseguía el objetivo de que el lector recreara ante el libro la sensación que le produce a un niño enfrentarse a páginas llenas de letras que aún no puede entender, sabiendo que tienen un significado para los adultos.

Por otro lado, en la nueva edición, Rizzoli anuncia que el artista sigue jugando a la fantasía. En la introducción del tomo Serafini declara que un gato callejero blanco que conoció en los años setenta fue el verdadero autor del tomo y que él sólo se dejó guiar por las indicaciones telepáticas del felino. Tal vez los garabatos que simulan la escritura manuscrita de las páginas no sean más que representaciones de rabos de ratón enredados.

Para quien tenga la urgencia de consultar el libro completo, este vínculo [PDF de 53,5 megas] contiene una edicion antigua completa.

Helena Celdrán

Codex Seraphinianus - 5

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Codex Seraphinianus

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‘Blade Runner’ en acuarelas

Entre la nebulosa azulada se adivina el ventilador de techo de una sala de interrogatorios donde se lleva a cabo un test. El original, más polvoriento, se sustituye por texturas aguadas y tonos con predominancia de azules.

El sueco Anders Ramsell colgó hace unos días en YouTube una animación de casi 13 minutos que reproduce con acuarelas el comienzo de la película Blade Runner (Ridley Scott, 1982) desde la primera secuencia, en la que un empleado de la companía Tyrell —que desarrolla replicantes— entrevista a uno de sus empleados buscando una respuesta emocional que lo clasifique como humano.

Blade Runner: The Aquarelle Edition (Blade Runner: Edición de acuarela) es un ejercicio artístico imaginativo que transforma el clásico de la ciencia ficción, basado en la novela de Phillip K. Dick (1928-1982) ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?.

En los rostros pocos definidos se adivina la rugosidad del papel y entre las manchas cercanas a la abstracción destacan los elementos más personales de la película, como las pantallas gigantes que pueblan la ciudad de Los Ángeles con rostros de Geishas, el peinado atemporal de Rachel o el buho artificial. Ramsell empleó para esos minutos 3285 acuarelas y se ha impuesto la heroica misión de seguir hasta completar el largometraje.

Helena Celdrán

Diez utopías perversas

George Orwell y la primera edición de '1984'

George Orwell y la primera edición de '1984'

«Estarás hueco. Te vaciaremos y te rellenaremos de… nosotros». Quizá en la frase de 1984, la novela de George Orwell (1903-1950), esté resumido el pavor primario de la distopía, la utopía perversa, uno de los subgéneros literarios que mejor se amolda al angustioso siglo XX y al vacío (por exceso) XXI.

Traducida a casi cien lenguas, del libro emana buena parte de la nomenclatura del pánico que padecemos: la vigilancia que nunca cesa, el doblepensar (creer con determinación en ambos polos de una contradicción: por ejemplo, la guerra como vía hacia la paz), la neolengua de revelación y ocultación de los líderes, la Policía del Pensamiento, la Habitación 101(donde habita el peor de los horrores de cada uno), la reescritura de la historia y, claro, el Big Brother (Gran Hermano), líder, dios pagano y juez supremo.

Jack London y 'Talón de hierro'

Jack London y 'Talón de hierro'

Aunque su pegada ha sido la más intensa, la obra de Orwell, editada en 1932, no fue la primera ficción distópica. El socialista ortodoxo -y algo simplón- Jack London (1876-1916) había narrado en El talón de hierro, publicada 24 años antes, la tiranía sobre los EE UU de un cónclave oligárquico.

En 1921, el ruso Yevgeni Zamyatin (1884-1937) publicó -en inglés, en su país no pasó la censura- Nosotros, novela que anticipa 1984, a la que algunos han llegado a considerar una copia cercana al plagio de la primera: un estado totalitario regido por el Benefactor controla la vida entera de sus ciudadanos -que no tienen nombre, sino unas siglas- y les transmite instrucciones de comportamiento mediante La Mesa, un antecedente claro de las telepantallas del Gran Hermano de Orwell.

La literatura distópica tiene centenares de buenas pesadillas para perderse y temblar. Hoy seleccionamos diez de ellas. No hay ánimo comparativo ni pretensión de establecer un ranking: son solamente una decena de novelas que sueñan futuros peores que nuestro presente, lo cual, tal como están las cosas, tiene bastante mérito.

Alfred Jarry y 'Ubú Rey'

Alfred Jarry y 'Ubú Rey'

1. El proto Berlusconi. No se trata de una distopía al uso, sino de una chanza profética, casí obscena en su acertada predicción de la realidad del porvenir. El patafísico francés -podría ser de Júpiter- Alfred Jarry (1873-1907) publicó en 1986 Ubú Rey, una obra de teatro sobre un tirano  déspota, vulgar, glotón, deshonesto y cobarde. El retrato es hiperrealista dando una pirueta en el tiempo: Silvio Berlusconi es el Ubú soñado por Jarry.

El autor fue tan acerado con su pluma como radical contra su cuerpo: bebía absenta («mi diosa») con prodigalidad. Murió a los 34 años de una meningitis tuberculosa. Los amigos que le cuidaban reclamaron que formulara un último deseo. «Un mondadientes», pidió desde el lecho de muerte.

Aldous Huxley y 'Un mundo feliz'

Aldous Huxley y 'Un mundo feliz'

2. Un Estado Mundial sin dolor (pero sin amor). El uso perverso de la sicología y las tecnologías de reproducción asistida («cultivos humanos») son avanzados por el inteligente Aldoux Huxley (1894-1963) en Un mundo feliz, una novela de 1932 que dibuja una sociedad sin dolor, injusticia ni guerra, pero también sin amor, lazos afectivos y curiosidad intelectual -los conocimientos son inducidos por hipnopedia-. El Estado Mundial del libro no anda muy lejos de la globalización económica y cultural

Huxley falleció en 1963. En su lecho de muerte, incapaz de hablar (tenía un tumor cancerígeno en la lengua), escribió una nota a su esposa con un último deseo: «LSD, 100 miligramos, intramuscular».

Karel Čapek y 'La guerra de las salamandras'

Karel Čapek y 'La guerra de las salamandras'

3. Hitler era un animal anfibio. El escritor checoslovaco Karel Capek (1890-1938) profetiza las guerras étnicas y aventura el avance de los fanatismos, el nazismo y el ultranacionalismo en la fantástica sátira distópica La guerra de las salamandras (1936).

Sólo los últimos cuatro capítulos de los 26 del libro describen la guerra planetaria entre los humanos y las salamandras. El resto está dedicado al descubrimiento de las salamandras, su explotación  como mano de obra y la rebelión de los animales, una vez han adquirido inteligencia y logran organizarse.

Capek fue un antinazi beligerante y la Gestapo le consideró el «enemigo públigo número dos» de Checoslovaquia. Una neumonía ahorró al escritor, el día de Navidad de 1938, el dolor de ver a su país anexionado a la Alemania de Hitler. La fecha es recordada cada año por los seguidores de Capek colocando en su tumba en Praga pequeños robots (el autor fue el inventor de la palabra).

Ray Bradbury y 'Farenheit 451'

Ray Bradbury y 'Farenheit 451'

4. Bradbury quemaría los e-book. La dictadura del hedonismo -una realidad palpable a día de hoy en Occidente-, la represión de la tristeza y la persecución de la duda, anticipadas por Ray Bradbury (1920) en Fahrenheit 451 (1953) a través del viaje de iniciación del bombero quema-libros Guy Montag y su rebelión progresiva contra una sociedad alienada por las paredes parlantes de la televisión y donde está castigado preguntar por qué.

A Bradbury nos lo entregó a los lectores el Ejército de los EE UU, donde estaba dispuesto a alistarse en la II Guerra Mundial pero fue rechazado por miopía severa.

Se ha mostrado contrario a que sus libros sean publicados en e-book («huelen como gasolina ardiendo»), pero no ha logrado detener a los editores.

Pese a que las novelas de Bradbury están repletas de proféticos anuncios tecnológicos, está seguro de que Internet reduce la capacidad de conversación de las personas. «Tenemos demasiados teléfonos móviles. Tenemos demasiado Internet. Tenemos demasiadas máquinas».

Frederik Pohl y 'Mercaderes del espacio'

Frederik Pohl y 'Mercaderes del espacio'

 5. Un mundo corporativo. En un planeta superpoblado, son las megacorporaciones las que dictan la ley, sustituyen al poder político y estratifican la sociedad en productores, ejecutivos y consumidores, cuentan Frederik Pohl (1919) y Cyril M. Kornbluth (1923-1958) en Mercaderes del espacio, una distopía de 1953 que esquematiza el enorme poder de la publicidad y la tiranía económica que padecemos hoy.

El protagonista es un copy de una agencia encargado de diseñar una campaña para atraer nuevos pobladores a las colonias de Venus.

La novela está llena de palabras nuevas que han devenido en estándares léxicos: soyaburger (hamburguesa de soja), tri-di (tridimensional), R and D (research and development, investigación y desarrollo), muzak (musiquilla ambiental)…

Uno de los mejores y más prolíficos escritores de ciencia ficción del siglo XX, Pohl es también un pensador profundo y un analista con ojo fino sobre la sociedad y sus usos. Dos de sus pensamientos: «Nadie está nunca preparado para nada», «nada es suficientemente bueno como para que exista alguien que no lo odie».

Richard Matheson y 'Soy leyenda'

Richard Matheson y 'Soy leyenda'

6. La caza del distinto. Las pandemias virales y la persecución del enfermo y el diferente son los temas centrales de la imprescindible Soy leyenda (1954), de Richard Matheson.

El protagonista, aparentemente el último ser humano normal, vive aislado en una casa-fortaleza de Los Ángeles que de noche es asediada por el resto de los habitantes de la ciudad, que se han convertido en vampiros a consecuencia de una infección.

No se trata sólo del primer libro moderno sobre chupasangres, sino de una reflexión profunda en torno a la soledad humana y la desesperación del distinto en una sociedad basada en las reglas de la caza del hombre y que no está dispuesta a escuchar ningún argumento.

Matheson, hijo de inmigrantes noruegos en los EE UU, es un escritor bregado en los guiones de la serie de televisión The Twilight Zone. Es también el autor de El increible hombre menguante (1957).

Anthony Burgess y 'La naranja mecánica'

Anthony Burgess y 'La naranja mecánica'

7. Rehabilitación postcorrectiva del carácter. El escritor inglés Anthony Burgess (1917-1993) avisa sobre la rehabilitación de los violentos mediante técnicas invasivas de remodelación del carácter en La naranja mecánica (1962).

Aunque la novela no es, ni por asomo, la mejor del prolífico Burgess, la obra fue muy polémica por la descripción explícita de la ultraviolencia de una pandilla de jóvenes drugos, activados por el consumo de leche plus, un combinado con drogas psicoactivas.

Las técnicas postcorrectivas a las que es sometido el protagonista anticipan el uso perverso de las terapias conductistas del comportamiento.

El libro está inspirado en un suceso real ocurrido en 1944, cuando la esposa de Burgess fue atacada y violada en Londres por cuatro soldados estadounidenses. Estaba embarazada y abortó tras el suceso.

Philip K. Dick y '¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?'

Philip K. Dick y '¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?'

8. Cuando los andy empiezan a sentir. ¿Qué distingue a los humanos de las máquinas?, se pregunta Philip K. Dick (1928-1982) en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968), la novela en la que está basada la película Blade Runner (1982).

Tras la guerra nuclear Terminus, el mundo es un erial y las Naciones Unidas invitan a los supervivientes a establecerse en colonias en otros planetas con el incentivo de dar a cada viajero un andy, un androide. La rebelión de los más avanzados tecnológicamente, hasta el punto de sentir, es la trama del libro.

La novela, mucho más compleja que la famosísima película, es una indagación en la identidad personal, lo equívoco del concepto de realidad y la fuerza del inconsciente colectivo en las decisiones de los humanos.

Dick, un escritor que vivió al límite y tuvo experiencias extrasensoriales, construyó una de las obras literarias más complejas y extraordinarias del siglo XX. Otra de sus distopías, El hombre en el castillo (1962), juega con la idea de que los nazis ganaron la II Guerra Mundial.

JG Ballard y 'Rascacielos'

JG Ballard y 'Rascacielos'

9. Los pequeños Hitler de las sociedades tecnificadas. El gran JG Ballard (1930-2009), quizá el más distópico de los escritores, habla en Rascacielos (1975) de un edificio inteligente, diseñado y habitado por la élite acaudalada, que termina por condicionar la forma de pensar y actuar de sus vecinos.

La comunidad de esnobs y yuppies se enfrenta por defender sus derechos al uso de las piscinas o el gimnasio. La consiguiente estratificación en clases divide al rascacielos en repúblicas de pisos malos y pisos buenos.

Como en otras novelas de su extensa producción, Ballard concluye que la sociedad tecnificada convierte a sus siervos en personas de comportamiento hitleriano.

El escritor fue el más prolífico (y certero) diseñador de utopías negras: en Vermilion Sands (1971) habla sobre la vida articial en los resorts de lujo, en Crash (1973) desarrolla el tema del fetichismo sexual provocado por los automóviles, en Millenium People (2003) avanza el clima de violencia implosiva de las sociedades occidentales…

William Gibson y 'Neuromante'

William Gibson y 'Neuromante'

10. Las puertas de la nueva percepción. La novela Neuromante (1984), de William Gibson (1948), proclama la virtualización de la vida, el sexo y los sentimientos.

Antesala del cyberpunk, la obra predice la anulación de las tendencias incómodas mediante la administración de drogas y está protagonizada por un hacker.

El libro, que popularizó, entre otro glosario, los términos ciberespacio y matrix, convirtió a Gibson en un personaje de enorme influencia en el arte y el pensamiento presentes.

No es una gran novela, pero abrió las puertas de la percepción del siglo XXI.

Ánxel Grove

Extraterrestres y criaturas gigantes que cambian el curso de la historia

«Un vitoreo sonoro de los ciudadanos y trabajadores se pudo escuchar el 24 de mayo de 1883 cuando el puente colgante del East River (o puente de Brooklyn, como se le conoce) fue finalmente abierto al tráfico. La construcción ha durado 13 años y se ha visto amenazada por numerosos obstáculos, incluyendo la muerte del arquitecto principal, John Roebling, el aeroembolismo de los cajones hidráulicos y los ataques casi diarios de Rosie, el Monstruo del East River«.

El artista estadounidense Matthew Buchholz es un reinventor del pasado. En su colección de ilustraciones manipuladas a las que llama Alternate Histories (Historias alternativas) hay mapas, grabados de colores acuarelados y fotos coloreadas de papel amarillento con edificios que han cambiado.

Los delirantes añadidos son a veces sutiles y hay que detenerse a mirar la escena para descubrirlos: ataques de criaturas gigantes con ansias de arrasar ciudades, platillos volantes que lanzan rayos, tentáculos, robots…

The Great fire at Chicago - Matthew Buchholz

The Great fire at Chicago - Matthew Buchholz

Bajo cada ilustración, con una tipografía anticuada, Buchholz les añade un texto explicativo con lenguaje enciclopédico -a a veces algo arcaico- e inventa sucesos históricos que mezclan paisajes reales con fantasías de ciencia ficción de serie B.

El resultado es un relato confuso por su seriedad, que por un momento podemos permitirnos creer por lo lejano del suceso y por lo real de la explicación. Por si quieren iniciarse en el experimento de creer lo increíble, ahí va el auténtico origen del Gran incendio de Chicago:

«El fuego comenzó el domingo ocho de octubre por la tarde y continuó hasta el martes 10, consumiendo la zona de negocios, edificios públicos, almacenes de comercio interestelar, oficinas de periódicos, almacenes de ferrocarriles y extendiéndose cinco millas cuadradas. El incendio lo orginaron unos extraterrestres que, sintiéndose estafados por una transacción comercial, subieron al cielo en sus naves espaciales y emplearon su Rayo Destructor. El comercio interestelar ha sido suspendido».

Helena Celdrán

Sintetizadores de cartón

'2061' - Dan McPharlin

'2061' - Dan McPharlin

Dibuja paisajes de ciencia ficción: planetas nebulosos, superficies vacías, máquinas, rocas y naves oxidadas.

El australiano Dan McPharlin crea en sus ilustraciones un retrofuturo: el futuro que nunca fue, un lugar imaginario en el que se almacenan cohetes-mochila, casas en la luna, coches voladores y robots-mayordomo.

Como si también quisiera crear la banda sonora de la vida espacial en un futuro nostálgico, hace música con sintetizadores.

Le gusta evocar escenarios extraños, lejanos a la Tierra, producir sonidos más cercanos a los fenómenos científicos que a la creación humana. «Lo que me atrae de la música es lo mismo que me conquista del arte visual: la forma, el espacio, la atmósfera«.

Dan McPharlin

Dan McPharlin

Conoce a fondo modelos y marcas y lleva relacionándose con ellos desde una edad temprana. Habla con cariño y respeto de los ejemplares-mazacote de los años 70 y 80, bloques cuadrados de colores serios que fueron testigo de sus primeros experimentos sonoros.

«Siempre quise diseñar un sintetizador, pero me faltaban conocimientos. El equipo analógico es visualmente muy atractivo, con botones y controles para cada función», dice con ánimo de técnico frustrado.

Las miniaturas que he traído hoy a la sección de Artefactos de este blog son una muestra más del amor de McPharlin por las máquinas analógicas, una solución a su falta de conocimientos mecánicos, un modo más de manifestar la admiración por un futuro nostálgico desterrado para siempre.

Dan McPharlin

Dan McPharlin

Conexiones de cables, bobinas, pantallas ecualizadoras… Es todo mentira, los aparatos son mudos y nunca funcionarán.

El artista tarda en elaborar cada uno de estas bellas maquetas de cartón dos o tres días, aunque es frecuente que vuelva a empezar desde el principio si no le convencen.

Luego fotografía a las maquinitas en bodegones  de tonos neutros,  recreando las imágenes de un catálogo desfasado.

Los sintetizadores fantásticos de McPharlin son tan inútiles como apetitosos, irresistibles y estéticos como un caramelo.

Suspirarías por poder manejarlos como un bebé suspira por echarle mano a un juguete infantil.

Helena Celdrán