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Darrell Banks, un inmenso cantante de ‘soul’ fugaz, trágico y olvidado

Darell Banks

Darell Banks

El soul, la única música que durante los años sesenta competía con el rock —en mi opinión, ganando la batalla casi siempre por menos pose y más temperatura—, abunda en personajes sombríos que cayeron demasiado pronto en el camino y de los que apenas quedó recuerdo. Fueron figuras ardientes en lo bueno y en lo malo.

Uno de esos dorados pero fugaces intérpretes fue Darrel Banks. Dejó un patrimonio escueto de siete singles y dos elepés antes de que lo matase, a los 35 años, una bala disparada por un agente de policía fuera de servicio.

Había nacido en Mansfield (Ohio), pero se crió en Buffalo (New York) y aprendió a cantar como casi todos los grandes del soul: dando gracias a dios en los coros gospel de las iglesias. De la intensidad de toda plegaria mantuvo el tono de arrebatada entrega que se palparía en sus grabaciones seculares.

Empezó rugiendo en un pequeño sello discográfico de Detroit con Open the Door to Yor Heart, una canción que le atribuyeron como composición propia por un error de oficina al registrarla —la había escrito un autor legendario e influyente, Donnie Elbert, que decidió que la cosa rodase porque era colega de parranda de Banks—. El tema, un sincopado medio tiempo algo acelerado, se convirtió en un éxito y llegó al número dos de las listas de ventas de rhythm and blues y algunos críticos calificaron a Banks como una de las voces más expresivas del momento.

A esta sacudida apasionada siguieron unas cuantos sencillos más, reunidos en 1967 en el álbum Darrel Banks Is Here [se puede escuchar en esta lista de YouTube]; el fichaje por el sello Volt, filial del imperio Stax, casa madre del mejor soul, y la edición, dos años más tarde, de un segundo elepé, el maravilloso Here to Stay.

"Here to Stay" (1969)

«Here to Stay» (1969)

Las buenas críticas que destacaban el estilo impecable de Banks, a quien se consideraba uno de los intérpretes con más futuro de la música negra, no suavizaron el carácter del cantante, arisco y camorrista. El final fue como un ritual repetido en la nónima de tragedias de los vocalistas de soul muertos a balazos —Sam Cooke y Marvin Gaye son los más conocidos—.

Una noche de febrero de 1970 Banks esperaba, a la salida del trabajo, a su mujer, camarera de un bar de Detoit. Vivían separados desde hacía meses porque ella no soportaba los arranques de mal genio del marido. Banks no sabía que a ella la estaba esperando también su nuevo novio, el policía Aaron Bullock. Las palabras subieron de tono, el cantante zarandeó a la mujer y el policia trató de impedirlo. Banks esgrimió un arma, pero Bullock fue más rápido en disparar la suya. La bala atravesó el cuello del baladista y lo mató en el acto.

Con el  estampìdo del balazo mortal una cortina de olvido e injusticia cayó sobre el cantante: los diarios tardaron ocho días en dar cuenta del suceso porque la Policía de Detroit quiso silenciar todo lo posible la implicación de uno de los suyos en un caso de adulterio finalizado en homicidio.

Banks, que permaneció enterrado en una tumba sin nombre hasta que fans de todo el mundo recaudaron dinero para una lápida, se desvaneció musicalmente: sus discos fueron inencontrables durante décadas hasta que el modélico sello inglés Ace Records, una fabrica de reedición de tesoros, publicó, hace unos meses, la recopilación I’m The One Who Loves You – The Volt Recordings [se puede acceder a las canciones en esta lista de YouTube].

Ánxel Grove