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Los juguetes del futuro traspasan la pantalla

Hoy sueño con ovejas eléctricas que parecen excitadas y balan conceptos que creía lejanos, y que debo incluir en el moderno vocabulario, cosas como «realidad aumentada, mezclada, algorítmica, juguetes cibernéticos, niños transhumanos, alucinaciones virtuales…»

Son conceptos erráticos, nunca más futuristas, sin embargo, que sobrevuelan mi cabeza después de ver las posibilidades del juego Koski en este vídeo promocional. Lo está desarrollando Václav Mlynář, graduado del Royal College Art de Londres, en el Studio Deform. Une el clásico tablero con una dimensión digital a través de una pantalla que ofrece contenidos virtuales como en el sueño infantil de un ciborg.

Los jugadores (niños, en el pasado) usan un iPad a modo de dimensión mágica que interactúa con las piezas de madera sólida. El juego, basado en retos, consiste en levantar bloques físicos a través de los cuales un personaje corretea, escala o salta dentro del moderno espejo de Alicia: tras el cristal está la frontera en la que aparecen esos seres, árboles y cascadas digitales superpuestos a la dimensión física que se refleja. Usando la realidad aumentada y los sistemas de reconocimiento de objetos, estos serán los juegos del mañana.

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¿Pagarías 2.300 euros por un libro tamaño ‘SUMO’ de David Hockney?

El libro en su atril. Foto: © Taschen

El libro en su atril. Foto: © Taschen

Tiene 498 páginas —trece de ellas desplegables—, mide 70 centímetros de alto y 50 de ancho y viene acompañado por un atril ajustable en adecuados tonos pop diseñado para la ocasión por el australiano Marc Newson (1963). El interior de este tocho contiene 450 obras de uno de los artistas vivos más admirados, famosos y millonarios, David Hockney (Bradford-Reino Unido, 1937).

La pregunta no es si a usted le gusta el arte del inglés —difícil de criticar por la sencilla libertad y poderosa maestría de luminosidad y movimiento con la que nos ha regalado el pintor, grabador, fotógrafo e incansable ser humano desde hace más de sesenta años—, sino si estaría dispuesto a desembolsar los 2.300 euros [el PVP no es exacto, los editores sólo lo han fijado en dólares, 2.500, y libras esterlinas, 1.750] que cuesta cada uno de los nueve mil ejemplares numerados que serán puestos a la venta.

A Bigger Book (Un libro más grande) es el título que, sin esconder las intenciones babilónicas y en una referencia al uso repetido de la palabra bigger en los títulos de Hockney, han puesto en la editorial Taschen a la monografía sobre el artista, recién presentada en la Feria del Libro de Fráncfort, gran cenáculo del negocio de las letras impresas y encuadernadas. Para que quede claro que la envergadura sí que importa, el libro viene acompañado por la descripción de «tamaño SUMO», un guiño a la lucha de japoneses con tamaño de bulldozers.

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Los ‘new british’, el arte de la paquetería inglesa (vía app)

Captura de New British

Captura de la animación de apertura de The New British

«Una revista multiplataforma para disfrutar de la vida moderna british y explorar la cultura underground«.

No he tenido más remedio que usar tres palabrejas en cursiva para intentar mantener el grado de orgulloso escupitajo con que se presenta al mundo la publicación neofotográfica The New British, fundada por Kez Glozier y Neville Brody.

El primero, editor en jefe, es un jovencillo multimediático metido en el vídeo, la moda y el oficio de intentar asustar a los burgueses como él.

El segundo, director de arte, nació en 1957, fue diseñador de envoltorio para grupos de protoelectrónica heterodoxa (Cabaret Voltaire), trabajó en medios que nacieron al amparo del indie y terminaron en la mitad de la gran corriente (The Face, Arena) y ahora es un emperador con estudios de diseño en Londres, Barcelona y París bajo el nombre de Brody Associates —denominación comercial que culmina con el terminante y temible ‘asociados’, el bang con el que también te liquida la abogacía—.

Multiplataforma, supongo que ya lo sospechaban, implica que la corporación Apple es el canal de distribución monopolístico. La revista, gratuita por ahora, sólo se puede conseguir dejando el rastro de tu artilugio electrónico —y de paso, el de tu localización y modo de vida— en los espaciosos archivos orwellianos de iTunes.

British tampoco requiere demasiado desarrollo: insularidad, fish and chips con el aceite que guardaba la tía Martha desde la muerte de la Reina Victoria y un marcado acento cockney para tribalizarte y justificar al proletario que nunca pudiste ser porque, cariño, te has quedado en rústico.

Underground debe ser lo que nos intentan vender en el vídeo teaser.

La revista vía app ofrece una «resuelta visión de la vida en la Gran Bretaña de hoy», no se trata «sólo de un magazine, sino un articulado y abrasivo movimiento subcultural«. Les juro que no he inventado la declaración de intenciones. Los entrecomillados son reales.

¿Ejemplo de contenidos del número cero, que ya está listo para ser descargado? Una investigación —algunos términos se venden muy baratos— sobre el «ritual de la noche de los viernes y todo lo que representa, música, estilo, diversión, tanto formal como informal». Se trata de una «reacción a lo que sucede para ofrecer una visión fresca aunque a veces perturbadora de la experiencia british actual» porque resulta «inminente» la «transición generacional». Sigo jurando.

© Bruce Gilden (Captura de The New British)

© Bruce Gilden (Captura de The New British)

Sinead O'Connor, Dublín, 1987 © Anton Corbijn (Captura de The New British)

Sinead O’Connor, Dublín, 1987 © Anton Corbijn (Captura de The New British)

Además de unas cuantas fotos —las más notables las nada novedosas (1987) de Anton Corbijn de Sinead O’Connor posando como una jorobada en un escenario desolado de Dublín y unos cuantos retratos feístas de ven aquí que te fusiló con el flash y te subo los rojos de Bruce Gilden— y textos de extensión reducida motivada quizá porque los iPads son antigutenberg.

La revista multiplataforma incluye un vídeo documental dirigido por Glozier sobre la nueva, dicen, gran aportación british a la cultura contemporánea: el shuffling, un estilo de baile callejero que, al parecer, es 100% inglés cuando, según se puede ver, parece un breakdance para cuerpos de escasa elasticidad.

The New British regenta todo tipo de e-apéndices: Facebook, Twitter, Instagram

La heroicidad del corsario Francis Drake, la beatlemanía, el Swinging London, las Spice Girls…, los ingleses siempre tuvieron mucho arte con los envoltorios.

Jose Ángel González

Buscan dinero para restaurar el documental perdido sobre William Burroughs

"Burroughs: The Movie"

«Burroughs: The Movie»

El mejor documental sobre el mejor escritor del siglo XX no está al alcance de nadie. Acaso queden algunas copias en viejas cintas de vídeo, pero resulta improbable.

Burroughs: the movie, realizado en 1983 por Howard Brookner, muerto por complicaciones derivadas del sida seis años más tarde, cuando sólo tenía 34, no sólo fue el primer largometraje sobre William S. Burroughs, sino el único retrato filmado que contó con la colaboración y complicidad del escritor.

El rodaje empezó en 1978 como un trabajo de fin de carrera de Brookner para la New York University Film School y concluyó cinco años más tarde. Es un documental tierno, gracioso y real que echa por tierra muchos de los clichés sobre Burroughs que circulan por los mentideros del fanatismo.

Además de largas entrevistas y reveladoras secuencias con el escritor, en el film aparecen algunos de su amigos y colaboradores, que eran muchos y muy inteligentes. Entre otros, Allen Ginsberg, John Giorno, James Grauerholz, Brion Gysin, Patti Smith, Terry Southern y Francis Bacon.

También —y en una persona tan tímida como Burroughs resulta prueba suficiente de la confianza que depositaba en el cineasta— incluye las únicas declaraciones públicas del escritor sobre la muerte de su mujer, Joan Vollmer, a la que Burroughs pegó en 1951 un tiro en la cabeza mientras ambos estaban muy drogados. El documental recoge declaraciones del hijo de la pareja, Bill Jr., que murió a los 33 años cuando estaba intentando desengancharse de la heroína con un tratamiento de metadona.

Brookner y Burroughs, 1983. Foto: © Paula Court

Brookner y Burroughs, 1983. Foto: © Paula Court

Burroughs: the movie, en cuyo equipo de producción trabajaron como Tom DiCillo (operador de cámara) y Jim Jarmusch (sonido), compañeros de clase y amigos del director, fue emitido por la BBC en el mítico programa Arena, el oasis de seriedad y frescura de las televisiones públicas europeas durante décadas. También se exhibió en algunas salas de cine de circuitos off.

Aunque la carrera de Brookner fue en ascenso —dirigió el documental Robert Wilson and the Civil Wars (1987) y la comedia Noches de Brodway (1989), con Madonna y Matt Dillon en el reparto—, la muerte prematura del cineasta y el desinterés de las distribuidoras condenaron a Burroughs: the movie a las categorías de película inencontrable y tesoro perdido.

Quizá la situación cambie con el proyecto de Aaron Brookner, sobrino del director y también autor de cine —en 2011 produjo y dirigió en 11 días con el dinero de un microcrédito y grabando con una cámara Canon 5D la interesante The Silver Goat, sólo destinada a iPad—, que ha puesto en marcha un proyecto de financiación en masa para restaurar y reeditar Burroughs: the movie. Al crowdfunding, que busca alcanzar los 20.000 dólares, algo más de 15.000 euros, le quedan 28 días cuando escribo esta reseña.

Inserto abajo el vídeo en el que Brookner explica los motivos para empeñarse en el rescate de este documental perdido. Que se trate del primer y más humano acercamiento a la figura de un escritor que, además de inventar el punk y presentir el rap, nos entregó tanta inteligencia (dos citas para demostrarlo: «un paranoico es alguien que sabe de qué va la cosa», «no somos responsables. Robad todo lo que esté a vuestro alcance») y tantos libros inmortales, quizá anime a rascarse los bolsillos. Para quienes deseen ejercer la curiosidad, aquí están las páginas de Kickstarter del proyecto, la de Facebook y la de la productora de Brookner.

Ánxel Grove

 

Kerouac, inédito y en app

"The Sea Is My Brother"

"The Sea Is My Brother"

Era conocida la existencia del manuscrito, pero nadie sabía del paradero. La novela perdida de Jack Kerouac (1922-1969) ha sido editada 42 años después de la muerte de su autor. The Sea Is My Brother (El mar es mi hermano) está a la venta en inglés desde hace unos días.

Localizado por casualidad por el hermanastro de Kerouac tras revisar el contenido de unos legajos, el manuscrito, redactado a mano (el libro impreso tiene 158 páginas), es el primer intento del autor de En la carretera de escribir una narración coherente.

La empezó a redactar a finales del verano de 1942, cuando se embarcó como marinero en el carguero SS Dorchester. En octubre, cuando se cansó del trabajo, ya la tenía terminada.

Es una narración breve, autobiográfica -como todas las de Kerouac, que nunca separó la vida de la literatura-, que narra el intento de fuga de un joven veinteañero que busca en el mar un horizonte no sujeto a las leyes y miserias de la vida en sociedad.

Descrita en su día por el autor como una «rebelión» de un sólo hombre contra las «desigualdades, frustraciones y auto infilingidas agonías», la pieza cuenta el viaje entre Boston y Groenlandia de Wesley Martin, que ha abandonado sus estudios para buscar en el mar «la América que se desvanece, la gran libertad, los últimos pioneros, los últimos vagabundos».

En suma, nada nuevo. Kerouac escribió sobre un sólo tema en todos sus libros: la fuga.

"On the Road" en APP

"On the Road" en APP

Mientras tanto, sigue la explotación comercial de En la carretera -el libro de Kerouac rechazado durante seis años por las editoriales antes de ser editado en 1957 y convertido desde entonces en una de las obras más hipnóticas para los adolescentes de todo el mundo-.

Penguin lo editó hace unos meses como APP para las tabletas iPad y ahora inicia una campaña publicitaria que pretende convertir la versión digital en uno de los regalos de moda en Navidad.

La nota de prensa de la editorial no tiene desperdicio. Cita a la novela como «legendaria», tilda a Kerouac de «profeta» y promete que la experiencia de la aplicación para iPad es «absorbente y transformadora», con nuevos contenidos que «pulsan los ritmos del jazz, el sexo frenético, las drogas ilícitas y el misterio y la promesa de la carretera abierta».

Han editado un bonito (estoy siendo cínico) vídeo -con una seudo versión de Kind of Blue, para ahorrarse derechos, como banda sonora- para vender la moto.


Todo lo que prometen es mentira. El supuesto material inédito, tanto el fotográfico como el literario, está a disposición de cualquiera en las bibliotecas desde hace décadas.

La engañifa es todavía más dolorosa espiritualmente. ¿Es así como se puede y debe disfrutar de la transformadora experiencia de En la carretera? Neal Cassady les partiría la boca, les quitaría la cartera y secuestraría a sus hijas adolecentes.

Ánxel Grove