Entradas etiquetadas como ‘Edvard Munch’

Convierte la sirenita del Starbucks en casi cualquier cosa

Las sirenas llevan siglos enloqueciendo a marineros y artistas. Su voz provoca accidentes. Soo Min Kim parece que escuchó su canto en una cafetería comercial. Olería a café macchiato y a naufragio en un mar castaño, suponemos.

Así nació su obsesión. Transformar la sirenita del Starbucks en casi cualquier cosa.

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<무단횡단 (Jaywalking, 2013)> . 이번 전시에서 건 작업중 가장 오래된 작업. 첫 개인전 때부터 거의 매회 걸었는데 그정도로 마음에 드는 작업입니다. 공교롭게도 실제 작업실엔 그림 걸어둘 공간이 마땅치 않아서, 이렇게 전시기간만에라도 갤러리에 걸어두고 자주 갤러리에 와서 감상도 하지요. 뭐 자주가 아니고 매일 옵니다만… . . #soominkim #fseo #cupart #cup #art #starbucks #starbuckscupart #design #painting #illust #instaart #illustration #papercup #artwork #thebeatles #abbeyroad #jaywalking #김수민 #컵아트 #스타벅스 #일러스트 #디자인 #개인전 #숨도 #일상 #イラスト #紙コップ #デザイン #スタバ #ビートルズ

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Yo no sabía que el logo de la cadena Starbucks representara una sirena y tampoco que tuviera relación con la novela Moby Dick (uno de los personajes, adicto a esta droga estimulante de presunto origen etíope, se llamaba como la compañía). No podía imaginarme que un logo pudiera tener además, como Superman, otras vidas.

Evolución de los logotipos de Starbucks. Wikimedia Commons. Aneil Lutchman.

Evolución de los logotipos de Starbucks. Wikimedia Commons. Aneil Lutchman.

Nunca le había hecho demasiado caso a esta imagen hasta toparme con el trabajo del ilustrador Soo Min Kim. Veía un rostro y poco más. Tal vez una corona. Él supo encontrarle otros mundos en el seutabeokseu, que es como presuntamente llaman los coreanos al Starbucks, según la Wikipedia.

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¿Por qué grita ‘El Grito’ de Munch?

¿Por qué grita El Grito de Munch? ¿Qué expresará esa cara desencajada, dolorida, atávica…?

Edvard Munch, maestro expresionista, tuvo una vida de perros. Peor que eso, porque los perros gozan de cierta inocencia: bostezan bajo el sol en invierno, cagan a la sombra en verano, muerden enemigos, huelen culos, esperan que el dueño recoja su mierda.

Nada de eso tuvo Munch. Un padre obsesivo y estricto. Maltratos bañados en agua ardiente. La muerte prematura de madre y hermana por tuberculosis. El necesario universo femenino que se colapsa bajo el dominio fálico de Saturno.

Depresión. Alcoholismo. El ingreso posterior en el club de los buenos manicomios, donde lobotomía suena a banda de jazz… La pintura como acto único de redención.

Razones suficientes para gritar, ¿no te parece?

El Grito de Edvard Munch. Wikimedia Commons.

El Grito de Edvard Munch. Wikimedia Commons.

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El arte de utilizar emojis en el arte

Aof Smith - 'Would You Like A Smile For Dessert?' - Arch Enemy Arts

Aof Smith – ‘Would You Like A Smile For Dessert?’ – Arch Enemy Arts

En chats, mensajerías instantáneas, mensajes de correo y páginas web, los emojis son sustitutos simplones de las palabras, muletillas gráficas que están cerca de engullir a los clásicos emoticonos en los infinitos chateos del smartphone.

Término compuesto japonés que significa imagen + letra, es una versión digital y renovada del ideograma, tan viejo como la cultura egipcia: el icono comunica la idea, no es necesario desvirtuar la esencia con palabras y frases. Con abundancia de símbolos japoneses (banderas koinobori, dango, geishas, bolas de arroz, sushi…), algunos son crípticos y en principio de poca utilidad —¿una mujer bailando y con un vestido rojo?, ¿un mojón con cara?, ¿huellas de pisadas humanas?—, pero los usuarios los adaptan hasta construir un código personal e incluso los más duchos los combinan para formar jeroglíficos. En la Emojipedia uno puede instruirse en el arte de utilizarlos con propiedad.

Llevando el invasivo código a la pintura y la ilustración, la galería estadounidense Arch Enemy Arts de Filadelfia invita a 17 artistas a reflexionar en sus obras sobre los emojis. La exposición Digital Mirrors (Espejos digitales), según los organizadores, se centra en ellos «no como símbolos en sí mismos, sino más en su papel evolutivo como símbolos del lenguaje moderno y como un método crecientemente universal para comunicar emociones humanas«.

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Félicien Rops, el pintor de los ‘placeres brutales’

"El calvario" (de "Las satánicas") - Félicien Rops

«El calvario» (de «Las satánicas») – Félicien Rops, 1882 (Dominio público)

La bestial seducción y el triunfo de Satán, crucificado pero no sufriente, erecto, ciñendo el sudario negro sobre el cuello de la mujer, también crucificada y en éxtasis…

La obra fue pintada en 1882 por Félicien Rops, que tenía entonces 49 años, había participado en varios duelos por asuntos de honor; soportado la censura en Francia, donde le llamaron «marrano»; conocido e intimado con algunos de los más lúcidos —por conversos de la creencia de que toda luz ha de ser oscura— intelectuales y artistas de su tiempo; tirado por la borda un matrimonio; malgastado sin arrepentimiento una fortuna y optado por vivir en santa trinidad con dos hermanas,  Aurélie y Léontine Duluc…

No muy lejos de la fecha en que está datada la obra, Rops escribió:

Sólo hago lo que siento con mis nervios y lo que veo con mis ojos. Esa es toda mi teoría artística. Todavía tengo otra terquedad: querer pintar escenas y tipos de este siglo XIX, que me parece muy curioso y muy interesante.

Pertenecía a una corriente ninguneada por la crítica académica hasta nuestros días, el simbolismo, el retorno a la metáfora sagrada como única posibilidad de redención. Es tanta la saña que despertó y sigue despertando esta escuela de soñadores místicos que el más famoso de sus artistas, Edvard Munch —gran admirador de Rops—, es retirado del nomenclator para situarlo entre los expresionistas, mucho más académicos y menos equívocos, más artistas y menos seres humanos.

Rops había sido, casi es una evidencia dado el temario grueso y licencioso de sus obras, alumno de los jesuitas. Nacido en Namur (en la Bélgica valona), sobre la confluencia del Sambre y el Mosa, era hijo único y en casa entraba dinero suficiente: el padre era dueño de unos telares de calicó. Ofrecía estampados «en todos los colores del arco iris». El hijo siguió el patrón.

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Obras de arte reinterpretadas con 140 círculos

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En un primer momento, en el conjunto ordenado de puntos no parece haber nada más que una caprichosa combinación de colores, pero tras observar las filas y las columnas como un todo y alejándose un poco del monitor del ordenador, se comienza a perfilar famosas obras de arte como La persistencia de la memoria de Dalí, El grito de Munch o El beso de Klimt.

El diseñador gráfico Gary Andrew Clarke (Leicester-Inglaterra, 1970) comenzó en 2009 con la serie Art Remixed (Arte remezclado), una colección de grandes éxitos de la historia del arte interpretados con círculos, esquematizados al máximo pero aún así reconocibles para el espectador.

Amante de la geometría, el autor explora siempre el modo de crear «encuentros insinuantes» entre las formas y el color con un resultado lúdico. En su página web se amontonan las láminas abstractas de tonos planos y atractivos que se entrelazan con ayuda de las figuras. El significado no tiene cabida en el juego, pero la ilustración sigue siendo divertida. Refiriéndose a la falta de contenido dramático de sus obras, Clarke cita al veterano artista minimalista y abstracto Frank Stella: «Lo que ves es lo que ves».

En el caso de la serie Art Remixed sin embargo sí hay una misión para el espectador, que debe completar mentalmente la imagen disfrazada siempre en 140 puntos de colores, descifrar una especie de tweet pictórico para rescatar a la Gioconda de Leonardo da Vinci, a la Marilyn de Andy Warhol o al hombre que se oculta tras una manzana en El hijo del hombre de René Magritte.

Helena Celdrán

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