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¿De qué se ríe la Mona Lisa?

Solo una raya, un trapecio que invoca conjeturas…

¿De qué te ríes Mona Lisa?

Su sonrisa ostenta el título de gran misterio contemporáneo, pero llamamos misterio a casi cualquier cosa, seamos francos. Diremos que en el gesto de La Gioconda se desliza la contradicción de dos ideas que chocan en una órbita de dudas: o ríe de pena o se ríe de nosotros; o ríe por no llorar o es procaz; o ríe con maldad o porque le gustaría romper el cristal que la aprisiona…

La cosa es aquí La Gioconda y su sonrisa. ¡El misterio!

Leonardo da Vinci - Mona Lisa (Louvre, Paris). Wikimedia Commons.

Leonardo da Vinci – Mona Lisa (Louvre, Paris). Wikimedia Commons.

Llamadme hipersensible, pero me enerva la sonrisita. Tengo la piel fina, el queroseno caliente. ¿A qué temperatura arden los cuadros? ¿Seré yo el único que percibe una sonrisa maquiavélica? ¿Seré el único que piensa que hay cierta tristeza en ella?

Dos puntos de vista, cometas opuestos, y aún no sé cuál elegir: O Mona Lisa nos insulta o somos nosotros quienes la insultamos a ella.

¡He aquí el misterio de la Gioconda!

Hubo personas, propagandistas del acto, indignados, terroristas que respondieron en su día a este gesto. En mi memoria revive la turista rusa que en el año 2009 quiso lanzarle una taza té llena de pintura a la cara. Fue en vano, pues La Gioconda está protegida por cristales blindados, una cárcel de lujo; sus protectores la tienen a buen recaudo desde que en 1956 otro indignado- que sucumbió al síndrome de Stendhal, dijeron- la rociara con ácido sulfúrico, como si fuera una niña afgana, un reflejo femenino universal; ese año también le lanzaron una piedra (fue la añada del 56); en 1974, una señora, cabalgando como un huno sobre la silla de ruedas, intentaría borrarle la sonrisa con un spray en un museo de Tokio. Hasta llegó a ser secuestrada en 1911 por un italiano que quería regresarla a la Italia mitológica y acusaron de este crimen a Picasso.

Hechos. Es la obra de arte más atacada de la Historia. Y todo por esa sonrisa, giro minúsculo, hilaridad comprimida, una mueca herbívora. Los violentos dijeron saber de qué se reía la Gioconda y obraron en consecuencia.

¿Pero de qué se ríe entonces?

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Un cuadro del siglo XIX puesto patas arriba

'Painter's Mansion' (1855) - Ivan Khrutsky - Foto: Wikimedia commons

‘Painter’s Mansion’ (1855) – Ivan Khrutsky – Foto: Wikimedia commons

El niño juguetea con las cuerdas de la guitarra que tiene en el regazo; la niña, de perfil, sostiene lo que parece un papel enrollado. Mansión del pintor (1855) es una composición armónica, una de las escenas costumbristas que su autor, el bielorruso Ivan Khrutsky (1810-1885), produjo con placidez académica.

Además de ser famoso por pintar bodegones y retratos, era  apreciado como diseñador de interiores y tenía una cartera de clientes de clase alta que le confiaban la apariencia de sus viviendas. En el cuadro, cada objeto de la habitación, aislado, podría ser un bodegón en sí mismo: el samovar dorado, la taza de porcelana, la silla tallada de madera y tapicería azulada… En las paredes hay todo un museo —pinturas ocultas en la gran pintura— paisajes, imágenes religiosas y mundanas adornando el hogar burgués.

Es frecuente encontrar en la Red avalanchas de versiones de La Gioconda, el Guernica o La noche estrellada, ya sean artísticas, satíricas o recreadas con fideos para la sopa, pero las pequeñas joyas escapan del radar, no son reconocibles y a nadie le importa que se altere su aspecto original. La artista rusa Arina Shabanova, sin embargo, rompe con ese esquema y utiliza Mansión del pintor para ponerlo patas arriba y darse así un festín creativo.

'Painter's Mansion' - Arina Shabanova

‘Painter’s Mansion’ – Arina Shabanova

Con una producción centrada en la ilustración y la imagen en movimiento, Shabanova se inclina por lo esquemático y plano, los colores vivos y las formas redondeadas. En sus manos, la pintura original se transforma en un delirio.

Los niños desaparecen y la mujer del cuadro de la esquina superior derecha posa sensual y gigantesca, el samovar en blanco y negro protagoniza una viñeta de cómic, las pinturas brillan como neones, la artista hasta arranca la habitación del resto de la casa y la recoloca en uno de los paisajes que hay en la pared, desconcertando al estilo de René Magritte. En la quietud doméstica que representa Khrutsky, los niños juegan sin tener ni una leve sospecha de las locuras que esconde la habitación.

Helena Celdrán

'Painter's Mansion' - Arina Shabanova

‘Painter’s Mansion’ – Arina Shabanova

'Painter's Mansion' - Arina Shabanova

‘Painter’s Mansion’ – Arina Shabanova

'Painter's Mansion' - Arina Shabanova

‘Painter’s Mansion’ – Arina Shabanova

'Painter's Mansion' - Arina Shabanova

‘Painter’s Mansion’ – Arina Shabanova

'Painter's Mansion' - Arina Shabanova

‘Painter’s Mansion’ – Arina Shabanova

'Painter's Mansion' - Arina Shabanova

‘Painter’s Mansion’ – Arina Shabanova

Obras de arte reinterpretadas con 140 círculos

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En un primer momento, en el conjunto ordenado de puntos no parece haber nada más que una caprichosa combinación de colores, pero tras observar las filas y las columnas como un todo y alejándose un poco del monitor del ordenador, se comienza a perfilar famosas obras de arte como La persistencia de la memoria de Dalí, El grito de Munch o El beso de Klimt.

El diseñador gráfico Gary Andrew Clarke (Leicester-Inglaterra, 1970) comenzó en 2009 con la serie Art Remixed (Arte remezclado), una colección de grandes éxitos de la historia del arte interpretados con círculos, esquematizados al máximo pero aún así reconocibles para el espectador.

Amante de la geometría, el autor explora siempre el modo de crear «encuentros insinuantes» entre las formas y el color con un resultado lúdico. En su página web se amontonan las láminas abstractas de tonos planos y atractivos que se entrelazan con ayuda de las figuras. El significado no tiene cabida en el juego, pero la ilustración sigue siendo divertida. Refiriéndose a la falta de contenido dramático de sus obras, Clarke cita al veterano artista minimalista y abstracto Frank Stella: «Lo que ves es lo que ves».

En el caso de la serie Art Remixed sin embargo sí hay una misión para el espectador, que debe completar mentalmente la imagen disfrazada siempre en 140 puntos de colores, descifrar una especie de tweet pictórico para rescatar a la Gioconda de Leonardo da Vinci, a la Marilyn de Andy Warhol o al hombre que se oculta tras una manzana en El hijo del hombre de René Magritte.

Helena Celdrán

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Leonardo da Vinci: «Ciertos presuntuosos piensan que pueden ridiculizarme»

'La dama del armiño' (c.1485)

'La dama del armiño' (c.1485)

La reciente presentación en sociedad de la copia de La Gioconda que posee el Museo del Prado basta para reavivar la llama del pintor, escultor, filósofo, escritor e inventor que estudió con un ansia innata la anatomía, la arquitectura, la geología, la cartografía, la astronomía y cualquier ciencia que saliera a su encuentro. Sus obsesiones por el estudio de la perspectiva o el tratamiento del color dejaban lugar a otras, como su afán por conseguir que el ser humano volara.

560 años después de su nacimiento, cualquier novedad sobre Leonardo da Vinci (1452- 1519) sigue causando revuelo. Es el estandarte de la inteligencia, la curiosidad y la intuición, vivió en una época revolucionaria tanto para el arte como para la ciencia y pintó La Gioconda, La Última Cena, El Hombre de Vitruvio

Su mente no era capaz de adormecerse. «Como el hierro se oxida por el desuso y el agua estancada se pudre o se hiela con el frío, así se echa a perder nuestro intelecto a no ser que lo mantengamos en uso», decía en su Códice Atlántico.

La biografía y la obra están disponibles en Internet para todo aquel que desee saber algo más del genio: con Leonardo no tiene sentido ser completista. Este Cotilleando a… es sobre la persona tras el ser humano universal que deseaba saberlo todo, que estudiaba con la misma dedicación la anatomía de la pata de un caballo o los métodos más modernos de la época para extraer agua de los pozos.

'San Juan Bautista' (c.1509)

'San Juan Bautista' (c.1509)

1. Su apariencia física aumentaba el aura de inteligencia que poseía. Era delgado, alto, guapo, llevaba el pelo -una cuidada melena- más largo de lo que era habitual en su tiempo y vestía ropa de colores vivos. Cuidaba de que su casa siempre estuviera limpia y llenaba las paredes de cuadros. Sus coetáneos lo recuerdan «a menudo acompañado de música o de la lectura de hermosos libros».

2. Nada se sabe de la educación que recibió hasta que a los 15 años ingresó en el taller del pintor y escultor Andrea del Verrocchio (1435-1488). Leonardo era el hijo ilegítimo de un notario y una humilde campesina, había nacido en Florencia y se crió con su rico padre. Parece ser que aprendió matemáticas básicas, a leer y a escribir como para manejarse en la vida y dedicarse -por ejemplo- al comercio, pero recibió una educación no demasiado especializada.

3. Su período de aprendizaje en el exitoso taller de Verrocchio duró cinco años y pasó cuatro más  -hasta los 24- trabajando para su maestro. Fue entonces  cuando, junto con otros trabajadores del taller, fue acusado y más tarde absuelto de sodomía. Aunque se dice que era homosexual, no hay pruebas claras de que tuviera encuentros sexuales ni con hombres ni con mujeres. Nunca se casó ni se le conoce descendencia. No hay diarios, cartas ni documentos personales que esclarezcan la incógnita. Leonardo escribió mucho, pero casi nada sobre sus sentimientos.

'Estudio de la estructura de un ala' (1490)

Uno de los estudios de Leonardo sobre la estructura de las alas (1490)

4. Era consciente de su falta de conocimientos tradicionales. No saber latín le coartaba el acceso a los textos científicos. En la corte de Milán se relacionaba con intelectuales que dominaban el idioma a la perfección y eso aumentaba su frustración por no poder leerlo. Avanzados los treinta años, intentó aprender con libros que utilizaban los niños de la corte. Se conservan algunas traducciones que hacía como ejercicios, que muestran que el conocimiento de la lengua muerta terminó siendo relativamente bueno, pero nunca perfecto.

5. Despreciaba la capacidad de memorización y repetición de los intelectuales de la corte, que solían impresionar así a la audiencia. Leonardo creía en la idea renacentista del hombre que asciende de rango por los propios medios, sin una condición de noble que lo ayude desde el principio: «Sé bien que al no ser un hombre de letras, ciertas personas presuntuosas piensan que pueden ridiculizarme alegando que soy un iletrado. ¡Estúpidos! (…) Esos que se adornan con la labor de otros no derrotarán a mi ser. Dirán que, no habiendo aprendido, no hablaré con propiedad de lo que quiera dilucidar. ¿Acaso no saben que mis temas se  ilustran mejor con la experiencia que con más palabras?»

Diseño para un carro con guadañas (c.1487)

Carro con guadañas (c.1487)

6. Su memorándum estaba lleno de tareas relacionadas con la indagación en todo tipo de campos: «Preguntar al maestro Antonio cómo se aplica el conglomerado en los bastiones (…). Preguntar a Benedetto Portinari qué medios utilizan en Holanda para desplazarse por el hielo». Da Vinci tenía fama de molestar a sus amigos en busca de conocimientos. Preguntaba el por qué de todo como descubriendo el mundo en la infancia, pero demandando la profundidad en las respuestas como el adulto que era.

7. Su gusto por los mecanismos le llevó a diseñar armas, entre ellas hay carros con guadañas que trocean a su paso al enemigo. Se sentía atraído por la posibilidad de perfeccionar armas porque el reto técnico implicaba principios físicos. Desde un punto de vista humano, sin embargo, veía a las armas como objetos que esclavizaban al hombre y consideraba la guerra una abominación.

El único autorretrato de Leonardo (1512)

El único autorretrato de Leonardo (1512)

8. Hay testimonios que dicen que fue vegetariano. Sentía un profundo respeto por los seres vivos y la integridad de los animales, tanto que se cuestionó si era moral comerlos cuando no era absolutamente necesario para la salud. En escritos de la época se describen escenas de Leonardo comprando pájaros enjaulados para después liberarlos.

9. Estudiaba previamente todo lo que iba a pintar. El escritor y filósofo Giovanbattista Giraldi (1504-1573) relata de primera mano el proceso: «Cuando Leonardo quería representar una figura consideraba su cualidad y su naturaleza. (…) Iba a donde sabía que la gente de ese tipo se congregaba y observaba diligentemente las caras, las maneras, la ropa y el lenguaje corporal, anotándolo en un pequeño libro que siempre guardaba en el cinturón«.

10. Alternaba periodos de intensa actividad social con la soledad más absoluta. De la misma manera podía alternar días de trabajo sin pausa con otros de exclusiva contemplación. El escritor renacentista Matteo Bandello (1490-1560) fue un atento testigo de estos procesos: «He visto a Leonardo ir a trabajar por la mañana temprano y trepar por el andamio, porque La Última Cena está sobre el nivel del suelo, y trabajar allí desde la salida del sol hasta su puesta, sin bajar el pincel, continuando sin acordarse de beber o comer. Después podía haber dos, tres o cuatro días en los que no tocara el trabajo. Cada día podía pasar una o dos horas mirando la obra, considerándola y examinándola, criticando las figuras para sí mismo».

Helena Celdrán