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Lo que nos cuesta el cambio climático

Nuestro país es uno de los más afectados por el cambio climático. Según el informe que acaba de publicar la Agencia Europea de Medio Ambiente sobre las pérdidas económicas por fenómenos relacionados con clima extremo en el espacio económico europeo, el cambio climático nos ha costado  889 euros en el periodo 1980-2017 a cada ciudadano español, más de 37.000 millones en total, ¡similar a un rescate bancario! Solo el 12% de las pérdidas están respaldadas por seguros. Y 14.611 personas pierden la vida por ese tipo de fenómenos, aunque otras fuentes dan cifras aún mayores.

El coste no es solo económico. Hay otros muchos impactos del cambio climático que ya estamos sintiendo, que tienen difícil cuantificación económica, y que por el camino que vamos irán cada vez a peor. Veranos cinco semanas más largos, aumento de las noches tropicales, olas de calor más largas e intensas, incremento de la temperatura del agua del Mediterráneo y avance de la desertificación. Estas son algunas de las conclusiones de la Agencia Estatal de Meteorología en su último informe, perfectamente ilustrado por la propia Agencia.

Más de 32 millones de españoles, es decir, el 70% de la población, ya se están viendo afectados por los impactos del cambio climático, según estos datos. Quienes peor salen parados son los habitantes de las zonas costeras y las grandes ciudades, las zonas más vulnerables al cambio climático.

Según los datos científicos de Naciones Unidas, puede que nos queden solo 11 años para evitar que el cambio climático supere un punto de no retorno. Si no reducimos a la mitad las emisiones de CO2 actuales, el peligroso límite de 1,5 °C de aumento de la temperatura media mundial podría superarse en la próxima década. Por eso somos la última generación que puede hacer frente al desafío para evitar los peores impactos del cambio climático, el mayor problema al que se enfrenta la humanidad.

La excusa para no actuar siempre era económica. Hasta ahora se decía que luchar contra el cambio climático supone un gran esfuerzo económico. Pero afortunadamente, los datos muestran que la realidad ha cambiado

La excusa para no actuar siempre era económica. Hasta ahora se decía que luchar contra el cambio climático supone un gran esfuerzo económico. Pero afortunadamente, los datos muestran que la realidad ha cambiado para bien: luchar contra el cambio climático no solo es una cuestión de supervivencia y justicia, es que además es lo más sensato desde el punto de vista económico.

Hasta ahora, la mayoría de estudios comparaban los costes energéticos en igualdad de condiciones: nueva instalación de renovables frente a nueva instalación de carbón, y en esa comparación ya hace años que el balance de costes y beneficios favorece a las renovables. La dificultad estaba en que instalar nuevas renovables para reemplazar el carbón existente  aún se consideraba más caro que dejar que las centrales funcionen hasta el final de su vida útil, ya que la mayoría de las inversiones de capital no se habían amortizado.

Reemplazar el carbón existente con nueva generación solar y eólica es ya más barato, para unas tres cuartas partes de la potencia instalada de carbón en EEUU, que dejar esas centrales de carbón funcionando hasta el final de su vida útil

Pero el avance de las renovables permite ahora vencer incluso al carbón ya instalado. El último estudio que avala esta tesis se ha publicado en Estados Unidos. En ese país, las energías renovables más desarrolladas (solar y eólica) ya están preparadas para cruzar el “Rubicón económico”, pues según dicho estudio reemplazar el carbón existente con nueva generación solar y eólica es ya más barato, para unas tres cuartas partes de la potencia instalada de carbón en EEUU, que dejar esas centrales de carbón funcionando hasta el final de su vida útil. Esta conclusión viene de una comparación de lo que cuesta producir una unidad de electricidad con cada tecnología a lo largo de su vida útil, en términos de economía convencional, es decir, sin ni siquiera contar los enormes costes ambientales del carbón.

El efecto potencial de abandonar el carbón en EEUU no es trivial. Recordemos que el sector estadounidense del carbón, a pesar de que se ha ido reduciendo significativamente en los últimos años, aún emite (datos de 2016) tanto CO2 como el total de España, Turquía, Polonia, Reino Unido  y República Checa juntas.

Si cada país decidiese ahora que su política energética y climática se rija por criterios puramente económicos: se tendría que cerrar todo el carbón y sustituirlo por renovables ya

Obviamente, la situación política en EEUU no hace esperar que esta nueva lógica  económica se imponga a corto plazo, pero imaginemos lo que pasaría si cada país decidiese ahora que su política energética y climática se rija por criterios puramente económicos: se tendría que cerrar todo el carbón y sustituirlo por renovables ya. Y habría que preguntarse cuáles serían los datos aplicados al resto de combustibles fósiles, porque seguramente muy pronto estemos en esa misma situación.

Pero aunque los datos hablan por sí solos, los gobiernos siguen ignorándolos. El Gobierno español tiene que aumentar mucho la ambición: para 2030 deberíamos tener un sistema eléctrico prácticamente 100% renovable y en 2025 las centrales de carbón y nucleares deberían estar todas cerradas.

Ante la emergencia climática actual, los partidos políticos tienen que poner la salud de las personas y el planeta por encima de los intereses económicos de las compañías eléctricas y las grandes empresas. Es lo que están pidiendo los millones de jóvenes que el pasado 15 de marzo salieron a las calles de todo el mundo reclamando acción climática urgente.

Este periodo electoral es un momento clave para que los candidatos expliquen sus propuestas concretas y ambiciosas en la lucha contra el cambio climático. ¿A qué esperan? ¿Estarán a la altura del reto que enfrentamos?

José Luis García – Responsable del Programa de Cambio Climático de Greenpeace España

La fuerza de “Youth For Climate”

Una vez más y por décima semana consecutiva, el pasado viernes la juventud belga estuvo a la vanguardia con 35.000 manifestantes en Bruselas y decenas de miles en otras ciudades. Tomaron hace semanas el testigo de su heroína, la joven activista sueca de 16 años Greta Thumberg, y son la punta de lanza de este amplio movimiento “Youth For Climate” que está poniendo en pie a la juventud mundial y puede convertirse en una fuerza decisiva. Con un lema claro y sencillo: Si el sistema no puede cambiar el clima, cambiemos el sistema.

Todo empezó con su contundente intervención en la última Cumbre del Clima (COP 24) en Katowice donde afirmó que los actuales políticos de todo el mundo serán considerados como “los mayores villanos de todos los tiempos” y su legado será “el mayor fracaso de la historia de la humanidad” si no hacen todo lo necesario en los próximos años para conseguir frenar el cambio climático.

Autor: gianlucacostantini.com

Hace ya 26 años que la cumbre de la Tierra de 1992 en Río de Janeiro hizo visible el principal problema ambiental global al que se enfrenta la humanidad: “el cambio climático”, causado por el despilfarro masivo de combustibles fósiles, especialmente en el último siglo, por parte del 25% más rico de la población mundial que ha consumido el 80% de los recursos mientras el 75% restante consumía el 20% y 1.500 millones de seres humanos seguían sin tener acceso a la energía. Y desde entonces hemos avanzado muy poco.

Se hizo evidente que no es posible extender el modelo occidental al conjunto de la humanidad, sino más bien al contrario. Los países ricos debemos reducir urgentemente de forma masiva los consumos e impedir que los países en desarrollo copien nuestro modelo como en el caso de China, ya segunda economía mundial que en 40 años ha sacado de la pobreza a 800 millones de personas y que cuenta con el 50% las energías renovables y vehículos eléctricos del mundo, aunque también ha alcanzado niveles de emisiones per cápita similares a los de España, que superan claramente la huella ecológica.

Por otra parte, el petróleo ya ha alcanzado su pico y su producción irá decreciendo mientras los precios irán subiendo. Además, estamos viendo como en el siglo XXI se están multiplicando las guerras coloniales por el control de los recursos, destruyendo países y masacrando pueblos como en Irak, Siria o Libia o como las amenazas contra Venezuela e Irán son continuas y resurge la posibilidad de una devastadora III Guerra Mundial, que también pondría en peligro la supervivencia de la humanidad.

¿Qué hacer?

 Hay que atender las recomendaciones del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) que pide un cambio «urgente y sin precedentes» para frenar el aumento de la temperatura media del planeta en 1,5 grados centígrados respecto a niveles preindustriales.

Esto pasa por reducir al máximo nuestros consumos energéticos y usar las energías renovables que existen en cantidades suficientes para cubrir muchas veces los consumos actuales del planeta. Sin embargo, se multiplican las voces que afirman que la revolución energética es incompatible con nuestra forma de vida y con el capitalismo.

Hay que atender las recomendaciones del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) que pide un cambio «urgente y sin precedentes» para frenar el aumento de la temperatura media del planeta en 1,5 grados centígrados respecto a niveles preindustriales.

El actual nivel de consumo no se podrá mantener y será inevitable decrecer en los países ricos. La alternativa socialista ya no puede aspirar a superar la producción capitalista como hace un siglo, mucho menos para 9.000 millones de seres humanos, y pasa por un reparto equitativo y justo de los recursos limitados que tenemos. El reto es muy complicado y desconocido, pero urgente.

¿Cuánta energía consume cada ciudadano en España?

De acuerdo con los datos del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo para 2016, el consumo primario (bruto) por habitante era de 30.937 kWh y de 20.418 de consumo final (consumido), cantidad superior al consumo medio de dos viviendas y más del 80% de esa energía es importada.

El transporte absorbe la parte principal con un 43%, la industria el 23%, la vivienda el 18%, el sector servicios el 13% y la agricultura un 3%. El consumo de electricidad es de 5.800 kWh,  según datos de REE en 2017, un 28,4% del consumo final.

La forma más eficaz de integrar las renovables pasa por electrificar nuestros consumos en  las viviendas y los servicios, pero también en la industria y, sobre todo, en el transporte que consume el 43%

En 2017 solamente el 34% de la electricidad fue renovable y un 40% en 2018. Datos del IDAE nos indican que en la vivienda un 40% del consumo es eléctrico y otro 18% renovable principalmente con solar térmica y biomasa, es decir que la penetración media de energías renovables en viviendas supera el 30% en España. Es un dato positivo pero el esfuerzo para alcanzar el 100% es colosal.

Fuente: IDAE

La forma más eficaz de integrar las renovables pasa por electrificar nuestros consumos en  las viviendas y los servicios, pero también en la industria y, sobre todo, en el transporte que consume el 43%. Son retos enormes que no se pueden posponer más.

El sistema eléctrico español

Tenemos un sistema eléctrico centralizado privado y poco transparente, controlado por las grandes empresas del oligopolio que garantiza un servicio eficaz que ha sabido integrar un 40% de generación renovable, pero con un coste creciente.

La transición energética debe construir un mix eléctrico 100% renovable antes de 2050 en el que el consumo total sea muy mayoritariamente eléctrico. Será un sistema distribuido muy descentralizado y democrático que deberá garantizar un servicio de calidad con costes reducidos.

Hay que multiplicar los esfuerzos en la formación profesional también para reconvertir empresas y trabajadores afectados por la transición energética.

Los objetivos “insuficientes” de renovables a 2030 para España prevén inversiones de 70.000 millones de euros en fotovoltaica: el desarrollo de las renovables debe ser un importante motor económico y una gran fuente de creación de empleo en España, junto a la rehabilitación de edificios.

En Alicante, desde donde escribo, nuestra mayor riqueza es el sol que atrae a millones de turistas al año y la energía fotovoltaica debe jugar un papel fundamental para superar el 30% de la producción eléctrica en 2030 y abaratar el recibo eléctrico. Esto permitirá crear miles de puestos de trabajo. Hay que multiplicar los esfuerzos en la formación profesional también para reconvertir empresas y trabajadores afectados por la transición energética.

¿Qué hacer desde los ayuntamientos?

 Asumir los objetivos de la Fundación Renovables para 2050 (base 1990) recogidos en el documento Ciudades con futuro. Necesidad y oportunidad de un sistema energético sostenible:

  • Compromiso de Emisiones Cero (CO2) para el 2050.
  • Reducir un 50% la demanda de energía.
  • Mejorar la eficiencia energética en un 60%.
  • Cubrir el 100% con energías renovables: la mitad con producción local.

Las tareas más urgentes son reducir el consumo, la rehabilitación de edificios, el ahorro de energía y la creación de empleo.

La inversión para rehabilitar edificios poco eficientes se amortiza en 5 o 6 años y crea mucho empleo local. En su último informe de abril de 2018 la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA)  dice que cada millón de euros  para rehabilitación permite crear 17 puestos de trabajo de un año de duración y combatir la pobreza energética.

  • Mejorar el aislamiento de envolvente y ventanas, reduce hasta un 30% el gasto en climatización.
  • Las instalaciones de autoconsumo aportan del 30% al 50% de la energía eléctrica.
  • La energía solar térmica aporta del 40% al 70% de la energía anual para el agua caliente.

El transporte ocasiona nuestro mayor gasto de energía y debemos dotarnos de un transporte público electrificado a gran escala (autobús, tranvía en superficie y trenes de cercanía) y  fomentar los desplazamientos a pie, en bicicleta y el uso del vehículo eléctrico compartido.

Lo tenemos todo a favor, solamente falta voluntad política y las jóvenes generaciones están tomando conciencia y se movilizan. 10 viernes seguidos de huelga en Bélgica son el mejor ejemplo. Su lema: “Faltamos a clase porque estamos haciendo nuestros deberes”.

Es la mejor noticia de este 2019, el futuro de las generaciones venideras dependerá de su fuerza.

Miguel Ángel Padilla Sáez – Profesor de energía solar en el IES Gran Vía de Alicante y socio protector de la Fundación Renovables

Fridays for Future, cargados de razón

La juventud siempre mira para adelante y por eso siempre ha sido visionaria. Les preocupa su futuro y, sin embargo, no tienen acceso a las instituciones y en muchos casos ni siquiera la edad para votar. De ahí viene su fuerza, de su frustración de no poder actuar, cuando los jóvenes de ahora, nacidos en plena era digital, son las generaciones más informadas de la historia. Pero han encontrado los medios para hacer valer sus preocupaciones: las redes sociales para multiplicarse y contagiarse, y la huelga estudiantil, en este caso con el apellido de climática.

La rebeldía de Greta Thumberg, la niña sueca de 15 años que conocemos a raíz de su intervención a finales de enero en el Foro de Davos, ha alumbrado un movimiento global, organizado, histórico y esperanzador y le ha valido ser nominada al Nobel de la Paz, tal y como se ha conocido hoy mismo.  La iniciativa de Greta de no presentarse a clase los viernes para denunciar ante el Parlamento de Estocolmo que el mundo financiero, empresarial y político no está asumiendo la responsabilidad que le corresponde en la lucha contra el cambio climático ha sido secundada con el apoyo de muchos jóvenes a lo largo del planeta que se han movilizado para hacer lo propio en sus ciudades.

Hay especialmente una frase de Thumberg, que pronunció a finales de febrero ante el Consejo Económico y Social Europeo, que resume el espíritu de este movimiento: «Nos dicen que somos jóvenes, pero no hay tiempo para esperar a que crezcamos y nos hagamos cargo«. Tanta pasión nunca estuvo respaldada por tanta razón. De ahí que, desde todas las esferas de la política, de la empresa y de la sociedad civil, sean pocos los que no animen a los estudiantes a secundar la huelga que el movimiento -conocido como #FridaysforFuture, el hashtag que usan en Twitter- ha convocado para hoy.

El espíritu de este movimiento: «Nos dicen que somos jóvenes, pero no hay tiempo para esperar a que crezcamos y nos hagamos cargo«

Argumentos no les faltan. Esta misma semana hemos conocido en España el primero de tres informes sobre «Descarbonización en España», elaborado por el Observatorio de la Sostenibilidad, que afirma que la temperatura media de nuestro país ha subido 1,57 grados centígrados desde 1965. El gran acelerón ha sido entre 1988 y 2018 cuando aumentó 0,87 grados. Las previsiones que recoge el documento para el año 2050 apuntan a que podríamos alcanzar 2,61 grados centígrados de subida media de las temperaturas si no somos más ambiciosos tanto en la reducción de emisiones como en la aplicación de medidas de mitigación.

Fuente: Observatorio de la Energía

Todo ello, unido al cambio en los patrones de las lluvias hará que se resienta nuestra economía, y nuestra salud. La reducción de emisiones y partículas contaminantes -que conduce a un único camino que es el de la descarbonización en todos los sectores- no sólo encuentra justificación, por otra parte más que suficiente, en la lucha contra el cambio climático: nuestra salud, en sí misma, está en juego. Lo estamos viendo continuamente en los medios de comunicación.

«En el caso de España, la principal fuente de contaminación atmosférica se encuentra en la quema de combustibles fósiles por los sectores energético, del transporte y de la industria«, afirmaba la semana pasada el Instituto Internacional de Derecho y Medio Ambiente (IIDMA) con motivo de la presentación de su informe “Un oscuro panorama: las secuelas del carbón” que vincula las emisiones de las centrales térmicas de carbón con 1,529 muertes prematuras.

Esta misma semana el European Heart Journal ha publicado los resultados de un estudio realizado por investigadores del Instituto Max-Plank de Química y la Universidad Médica de Mainz que afirma que la tasa de mortalidad mundial debida a la contaminación del aire es de alrededor de 8,8 millones por año, cuando hasta ahora se asumía que ascendía a la mitad, 4,5 millones de personas al año.

La investigación afirma que la mala calidad del aire se encuentra entre los riesgos de salud más graves (hipertensión, diabetes, obesidad o tabaquismo). Especialmente asocia las partículas finas con un alto riesgo de mortalidad y advierte de que puede conducir a enfermedades respiratorias y cardiovasculares.

Greta suele aludir en sus intervenciones el «Informe Especial sobre un 1,5ºC de calentamiento global» que dio a conocer el  Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) el pasado mes de octubre, un documento tajante y taxativo: con los objetivos climáticos actuales a partir de 2030 ya será imposible lograr contener durante este siglo la subida de la temperatura media del planeta a 1.5°C respecto a los niveles preindustriales, como aconseja. Es decir, quedarían doce años. Parece que la urgencia es necesaria y no retórica fácil del discurso ecologista.   

Con los objetivos climáticos actuales a partir de 2030 ya será imposible lograr contener durante este siglo la subida de la temperatura media del planeta a 1.5°C respecto a los niveles preindustriales, según el IPCC

El informe destaca que si en vez de limitar el calentamiento global a 2ºC nos comprometemos a limitarlo a 1.5°C (el compromiso del Acuerdo de París es mantener el aumento por debajo de los 2˚C y proseguir con los esfuerzos para limitar el aumento a 1,5˚C) conseguiríamos: que para 2100 el aumento del nivel del mar global fuera 10 cm más bajo; que la probabilidad de ver el Océano Ártico libre de hielo marino en verano se diera una vez por siglo y no una vez por década, como poco, o que los arrecifes de coral disminuyesen en un 70-90 por ciento y no que desaparezcan prácticamente todos (> 99 por ciento).

Además, como recuerda Greenpeace en su documento «El momento de la verdad. Las principales conclusiones del informe especial del IPCC sobre 1,5°C de calentamiento«, si aspiramos a un escenario de 1,5°C en lugar de a uno con un incremento de la temperatura media del planeta de 2ºC conseguiríamos:

-Salvar a 420 millones de personas de la exposición a olas de calor extremas frecuentes

-Reducir en un 50% el porcentaje de población mundial expuesta a un aumento de escasez de agua por el clima

-Evitar exponer a 10 millones de personas a riesgos relacionados con la subida del nivel del mar

-Disminuir en un 50% el número de especies de plantas y vertebrados proyectadas a perder más de la mitad de su diversidad.

También lograríamos reducir cuatro veces el número de personas expuestas a riesgos climáticos multisectoriales y vulnerables a la pobreza. Los jóvenes lo saben. Y nosotros. Y cómo combatirlo también. Ahí lo dejo.

Elena Alonso Asensio – Responsable de Comunicación de Fundación Renovables

Las lecciones climáticas de nuestros jóvenes

Si los titulares de las noticias o las conversaciones en las redes sociales fueran un reflejo de la realidad, uno podría pensar que lo que más preocupa a nuestra sociedad estos días son las elecciones que vienen, o el juicio del procés, o si me apuras, la crisis de Venezuela.

Pero lo cierto es que hay otras noticias, que tienen más difícil acaparar titulares, que nos deberían preocupar mucho más. Por ejemplo, que estemos viviendo una primavera en pleno mes de febrero. Algo que si fuera un hecho aislado no tendría mayor importancia, y es incluso agradable, pero que sucede en el marco de una tendencia de ascenso global de las temperaturas sobre la que la ciencia nos está llamando insistentemente la atención. De hecho, los cuatro últimos años han sido los más calurosos desde que tenemos registros, corroborando los datos científicos que muestran el cambio climático ya está aquí.

Pero esto no ha hecho más que empezar, y el mismo cambio climático que provocamos puede a su vez provocar más cambio climático, entrando en una espiral imparable. Así lo ilustra una simulación hecha con superordenadores que indica que uno esos efectos de retroalimentación se puede producir cuando, a partir de cierto nivel de calentamiento, se dejen de formar nubes, lo que a su vez dejaría entrar más radiación solar y aceleraría el calentamiento. El punto de no retorno se podría alcanzar este mismo siglo.

Afortunadamente (?), se supone que nuestros políticos y gobiernos tienen toda la información que necesitan para evitar que el problema se nos vaya de las manos. El Gobierno español acaba de presentar un amplio paquete de medidas, que han llamado Marco Estratégico de Energía y Clima, que incluye tres elementos muy importantes: un plan (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima) que marca los objetivos que tendrá que alcanzar nuestro país para reducir las emisiones causantes del cambio climático; una ley (proposición de Ley de Cambio Climático y Transición Energética) que establece el marco normativo para saber cómo aplicar el plan; y una Estrategia de Transición Justa, fundamental para asegurar la cohesión social y que ningún colectivo ni comarca quede relegado por la imprescindible transición, que permita construir alternativas sostenibles para quienes se vean afectados por el cierre del carbón, la energía nuclear o la electrificación de la industria automovilística.

Lamentablemente, la ley ha llegado tan tarde que se queda fuera de ninguna posibilidad de ser debatida en esta legislatura, por lo que habrá que esperar a que pasen las elecciones para que se retome, esperemos que como prioridad número uno.

El Plan, sin embargo, no se puede detener por el proceso electoral, ya que su presentación es una obligación europea. Ese plan recoge objetivos y medidas que pueden transformar profundamente nuestro sistema energético, que es lo que más contribuye al cambio climático. Que España se proponga alcanzar un sistema eléctrico 100% renovable es un triunfo de quienes en un principio demostramos que esto es posible y necesario, aunque necesitamos que se haga extensible a toda la energía, no solo la electricidad, como señalamos desde Greenpeace. Una vez se apruebe este paquete de medidas, España dejará de ser el único país de Europa occidental sin fechas de abandono del carbón.

La transformación de todo el sistema energético debe adelantarse acorde con alcanzar emisiones netas cero en 2040 y no se debe retrasar el cierre de las viejas centrales de carbón y nucleares más allá de 2025.

En cuanto a las emisiones, el Plan fija un 20% de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en 2030 respecto a 1990. Pero, ¿es esto suficiente? Desde el gobierno se dice que es lo máximo que podemos hacer, porque España ha estado durante décadas aumentando sus emisiones y ahora es muy difícil hacer que bajen más rápido. Pero tanto Greenpeace como la Fundación Renovables coinciden en señalar que se trata de un objetivo claramente insuficiente. El gran debate ambiental actualmente en la Unión Europea es cuánto elevar el objetivo de reducción de emisiones para 2030 para hacer posible cumplir con el Acuerdo de París. El objetivo actual de la Unión Europea es del 40%. La Comisión Europea se plantea pasar al 45%. El Parlamento Europeo pide elevar el objetivo al menos al 55%. De manera que no puede ser que España pretenda quedarse solo en un 20%, que no es ni la mitad de lo que pide el Parlamento Europeo.

No solo es solo cuestión de cifras y porcentajes, el hecho es que, para contribuir en la medida necesaria y proporcional a nuestra responsabilidad de evitar un cambio climático que supere el peligroso umbral de 1,5 ºC de calentamiento, la transformación de todo el sistema energético debe adelantarse acorde con alcanzar emisiones netas cero en 2040 y no se debe retrasar el cierre de las viejas centrales de carbón y nucleares más allá de 2025.

Los científicos advierten de la brecha que separa los compromisos actuales de todos los países y lo que se necesita hacer para evitar un cambio climático desastroso. Al ritmo actual de emisiones, se espera que el calentamiento global supere los 1,5°C entre 2030 y 2052. El Informe sobre la Brecha de Emisiones 2018 del PNUMA revela que las naciones deben aumentar sus ambiciones climáticas en 5 veces para alcanzar la meta de 1,5°C.

El Informe sobre la Brecha de Emisiones 2018 del PNUMA revela que las naciones deben aumentar sus ambiciones climáticas en 5 veces para alcanzar la meta de 1,5°C.

Pero quienes son más conscientes de esa brecha no son los políticos, son nuestros propios hijos e hijas. Hartos de la falta de respuesta por parte gobiernos, políticos y empresas, estudiantes de todo el mundo están saliendo a la calle en un movimiento espontáneo que está promoviendo marchas y huelgas escolares. Muchas de esas acciones suceden los viernes, y lo están haciendo con el paraguas común de #FridaysforFuture. Extendiéndose como una balsa de aceite, las movilizaciones ya están llegando a nuestro país.

Estas personas son las que han aprendido lo del cambio climático en su escuela o instituto, y no pueden entender, ni aceptar, que no se esté haciendo nada para evitarlo. El movimiento no para de crecer y su próxima movilización será el 15 de marzo, en que han convocado la primera huelga mundial de jóvenes por el clima. Saldrán a enarbolar la única bandera que es de todos y que necesita que la defendamos, la bandera del planeta. Aprendamos la lección nos están dando.

José Luis García – Responsable del Programa de Cambio Climático de Greenpeace España