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Las lecciones climáticas de nuestros jóvenes

Si los titulares de las noticias o las conversaciones en las redes sociales fueran un reflejo de la realidad, uno podría pensar que lo que más preocupa a nuestra sociedad estos días son las elecciones que vienen, o el juicio del procés, o si me apuras, la crisis de Venezuela.

Pero lo cierto es que hay otras noticias, que tienen más difícil acaparar titulares, que nos deberían preocupar mucho más. Por ejemplo, que estemos viviendo una primavera en pleno mes de febrero. Algo que si fuera un hecho aislado no tendría mayor importancia, y es incluso agradable, pero que sucede en el marco de una tendencia de ascenso global de las temperaturas sobre la que la ciencia nos está llamando insistentemente la atención. De hecho, los cuatro últimos años han sido los más calurosos desde que tenemos registros, corroborando los datos científicos que muestran el cambio climático ya está aquí.

Pero esto no ha hecho más que empezar, y el mismo cambio climático que provocamos puede a su vez provocar más cambio climático, entrando en una espiral imparable. Así lo ilustra una simulación hecha con superordenadores que indica que uno esos efectos de retroalimentación se puede producir cuando, a partir de cierto nivel de calentamiento, se dejen de formar nubes, lo que a su vez dejaría entrar más radiación solar y aceleraría el calentamiento. El punto de no retorno se podría alcanzar este mismo siglo.

Afortunadamente (?), se supone que nuestros políticos y gobiernos tienen toda la información que necesitan para evitar que el problema se nos vaya de las manos. El Gobierno español acaba de presentar un amplio paquete de medidas, que han llamado Marco Estratégico de Energía y Clima, que incluye tres elementos muy importantes: un plan (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima) que marca los objetivos que tendrá que alcanzar nuestro país para reducir las emisiones causantes del cambio climático; una ley (proposición de Ley de Cambio Climático y Transición Energética) que establece el marco normativo para saber cómo aplicar el plan; y una Estrategia de Transición Justa, fundamental para asegurar la cohesión social y que ningún colectivo ni comarca quede relegado por la imprescindible transición, que permita construir alternativas sostenibles para quienes se vean afectados por el cierre del carbón, la energía nuclear o la electrificación de la industria automovilística.

Lamentablemente, la ley ha llegado tan tarde que se queda fuera de ninguna posibilidad de ser debatida en esta legislatura, por lo que habrá que esperar a que pasen las elecciones para que se retome, esperemos que como prioridad número uno.

El Plan, sin embargo, no se puede detener por el proceso electoral, ya que su presentación es una obligación europea. Ese plan recoge objetivos y medidas que pueden transformar profundamente nuestro sistema energético, que es lo que más contribuye al cambio climático. Que España se proponga alcanzar un sistema eléctrico 100% renovable es un triunfo de quienes en un principio demostramos que esto es posible y necesario, aunque necesitamos que se haga extensible a toda la energía, no solo la electricidad, como señalamos desde Greenpeace. Una vez se apruebe este paquete de medidas, España dejará de ser el único país de Europa occidental sin fechas de abandono del carbón.

La transformación de todo el sistema energético debe adelantarse acorde con alcanzar emisiones netas cero en 2040 y no se debe retrasar el cierre de las viejas centrales de carbón y nucleares más allá de 2025.

En cuanto a las emisiones, el Plan fija un 20% de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en 2030 respecto a 1990. Pero, ¿es esto suficiente? Desde el gobierno se dice que es lo máximo que podemos hacer, porque España ha estado durante décadas aumentando sus emisiones y ahora es muy difícil hacer que bajen más rápido. Pero tanto Greenpeace como la Fundación Renovables coinciden en señalar que se trata de un objetivo claramente insuficiente. El gran debate ambiental actualmente en la Unión Europea es cuánto elevar el objetivo de reducción de emisiones para 2030 para hacer posible cumplir con el Acuerdo de París. El objetivo actual de la Unión Europea es del 40%. La Comisión Europea se plantea pasar al 45%. El Parlamento Europeo pide elevar el objetivo al menos al 55%. De manera que no puede ser que España pretenda quedarse solo en un 20%, que no es ni la mitad de lo que pide el Parlamento Europeo.

No solo es solo cuestión de cifras y porcentajes, el hecho es que, para contribuir en la medida necesaria y proporcional a nuestra responsabilidad de evitar un cambio climático que supere el peligroso umbral de 1,5 ºC de calentamiento, la transformación de todo el sistema energético debe adelantarse acorde con alcanzar emisiones netas cero en 2040 y no se debe retrasar el cierre de las viejas centrales de carbón y nucleares más allá de 2025.

Los científicos advierten de la brecha que separa los compromisos actuales de todos los países y lo que se necesita hacer para evitar un cambio climático desastroso. Al ritmo actual de emisiones, se espera que el calentamiento global supere los 1,5°C entre 2030 y 2052. El Informe sobre la Brecha de Emisiones 2018 del PNUMA revela que las naciones deben aumentar sus ambiciones climáticas en 5 veces para alcanzar la meta de 1,5°C.

El Informe sobre la Brecha de Emisiones 2018 del PNUMA revela que las naciones deben aumentar sus ambiciones climáticas en 5 veces para alcanzar la meta de 1,5°C.

Pero quienes son más conscientes de esa brecha no son los políticos, son nuestros propios hijos e hijas. Hartos de la falta de respuesta por parte gobiernos, políticos y empresas, estudiantes de todo el mundo están saliendo a la calle en un movimiento espontáneo que está promoviendo marchas y huelgas escolares. Muchas de esas acciones suceden los viernes, y lo están haciendo con el paraguas común de #FridaysforFuture. Extendiéndose como una balsa de aceite, las movilizaciones ya están llegando a nuestro país.

Estas personas son las que han aprendido lo del cambio climático en su escuela o instituto, y no pueden entender, ni aceptar, que no se esté haciendo nada para evitarlo. El movimiento no para de crecer y su próxima movilización será el 15 de marzo, en que han convocado la primera huelga mundial de jóvenes por el clima. Saldrán a enarbolar la única bandera que es de todos y que necesita que la defendamos, la bandera del planeta. Aprendamos la lección nos están dando.

José Luis García – Responsable del Programa de Cambio Climático de Greenpeace España

¿Qué implican las nuevas etiquetas de las gasolineras?

Muchas personas se habrán hecho esta pregunta al ir a repostar, al ver unas nuevas etiquetas en los surtidores. A otros les habrán pasado desapercibidas, dado su pequeño tamaño, pero más vale acostumbrarse porque acabarán reemplazando a los indicadores actuales. El nuevo etiquetado se estrenó el 12 de octubre, cuando entró en vigor la aplicación de la normativa europea que obliga a etiquetar, de forma diferente a la habitual, los surtidores de cada tipo de combustible en las gasolineras. Y aunque cada vehículo lleva un tipo de combustible, es una buena ocasión para reflexionar sobre las alternativas disponibles, especialmente si ello lleva a cuestionarse el tipo de vehículo y el uso que hacemos de él.

gasolineras

Lo que nos encontramos ahora en las gasolineras es un nuevo etiquetado en los surtidores: circular para gasolina, cuadrado para gasoil y rombo para el gas. Con esto se nos quiere informar de las alternativas disponibles entre los distintos combustibles. Sin embargo, no son todas las opciones disponibles.

La primera cuestión a tener en cuenta no es cuál es el mejor combustible, sino cómo evitar, o al menos reducir, el consumo de combustible. Y ahí la primera alternativa es el “no-coche”, es decir: evitar los desplazamientos innecesarios (por ejemplo, mediante el teletrabajo, las videoconferencias…), desplazarnos a pie, usar vehículos no motorizados como la bicicleta o usar transporte colectivo (autobús, metro, tren, tranvía…).

Si ninguna de esas opciones nos vale para evitar el coche, entonces se puede recurrir al vehículo compartido, de manera que usamos un vehículo (que puede ser coche, moto, bici…) que no es de nuestra propiedad, sino que puede ser un servicio público o de una empresa privada o de un particular. De esta forma, un mismo vehículo puede ser usado por distintas personas, que pagan por el uso, no por el vehículo. O bien, distintas personas comparten un trayecto en el vehículo de una de ellas.

Si vamos a usar un coche, sea o no de nuestra propiedad, la mejor opción, en cuanto a rendimiento y consumo, es el eléctrico (lo mismo vale para motos y cualquier otro tipo de vehículo motorizado). Cada vez son más los modelos disponibles, aunque estamos aún en una etapa muy incipiente. El motor eléctrico obtiene su energía de la electricidad, no de un combustible directo, aunque es clave que la electricidad sea producida con energías renovables, no con combustibles fósiles ni nucleares. Pero siendo una alternativa real, la recarga de vehículos eléctricos no está incluida en la actual normativa de etiquetado de surtidores, así que esta es otra de las opciones que, por ahora, seguiremos sin ver en las gasolineras.

Los “bio”combustibles no constituyen una alternativa a la necesidad de evitar los combustibles fósiles causantes del cambio climático, pues es muy difícil garantizar que la forma en que se hayan obtenido no haya producido impactos ambientales o sociales iguales o mayores

De manera que el nuevo etiquetado solo es relevante para aquellos vehículos que necesitan un combustible. De éstos, los más eficientes actualmente son los híbridos, que combinan motor de combustión y eléctrico.

Los vehículos que usan gasolina se irán al surtidor con etiqueta circular y los que usan gasoil a los de etiqueta cuadrada. Las letras que aparecen dentro de las etiquetas indican la proporción de combustible de origen vegetal mezclado con el combustible de origen fósil (gasolina o gasoil derivados del petróleo). Esto daría para otro artículo, pero es suficiente con saber que los “bio”combustibles no constituyen una alternativa a la necesidad de evitar los combustibles fósiles causantes del cambio climático, pues es muy difícil garantizar que la forma en que se hayan obtenido no haya producido impactos ambientales o sociales iguales o mayores. Por tanto, no merece la pena perder el tiempo con las letras, salvo lo que indique el fabricante del vehículo.

La mayor novedad está en las etiquetas en forma de rombo, las de los combustibles gaseosos. Ahí sí hay diferencias importantes a tener en cuenta en las letras. LPG se refiere a los gases licuados del petróleo (el butano y el propano de toda la vida), que como su nombre indica provienen del petróleo, así que el problema de fondo es el mismo que con la gasolina o el gasoil. Los que usen gas natural tienen dos indicadores: CNG si el gas es comprimido o LNG si el gas es licuado. Pero a pesar de su bonito nombre, el gas natural es otro combustible fósil, en principio menos contaminante que el petróleo, pero del que también debemos prescindir para hacer frente al cambio climático. H2 es hidrógeno, un combustible limpio al obtenerlo (si se ha producido con energías renovables) y al utilizarlo, pues al quemarse produce vapor de agua solamente, por lo que sería la mejor opción de futuro para aquellos vehículos que no puedan ser directamente eléctricos.

Cada vez que echo gasolina en mi vehículo híbrido, estoy subvencionando al coche diesel de al lado, ya que los impuestos que paga el gasoil son muy inferiores a los que paga la gasolina, de ahí de la diferencia (artificial) del precio

Evidentemente, con todo esto hemos tratado de responder a la pregunta inicial para aquellas personas preocupadas por la calidad del medio ambiente, la salud o, simplemente, el uso racional de la energía. Para quienes solo les preocupe el efecto directo en su bolsillo puede haber otras respuestas, aunque convendría recordarles que, cada vez que echo gasolina en mi vehículo híbrido, estoy subvencionando al coche diesel de al lado, ya que los impuestos que paga el gasoil son muy inferiores a los que paga la gasolina, de ahí de la diferencia (artificial) del precio. Esperemos que esto cambie pronto, como ha prometido el Gobierno, y que cada combustible y cada vehículo pague todo el impacto ambiental que produce. Entonces estas recomendaciones serán igualmente útiles para todos.

José Luis García – Área de energía y cambio climático de Greenpeace

Un otoño caliente para el clima

José Luis García – Área de energía y cambio climático de Greenpeace


No sabemos qué tiempo meteorológico va a hacer en este próximo otoño, pero sí sabemos que los próximos meses van a ser decisivos para comprobar si podemos mantener el Cambio Climático bajo control o se nos escapará de las manos.

La preocupación ha subido muchos enteros con la publicación este verano de un estudio científico que advierte del grave riesgo de sobrepasar un umbral a partir del cual los efectos del Cambio Climático se convierten en causas que lo aceleran aún más, entrando en un círculo de retroalimentaciones que nos llevaría a un planeta inhabitable para la mayoría de la población humana (y de muchas especies). Mientras ese proceso de clima descontrolado se prolongaría durante siglos o milenios, el margen de tiempo para evitarlo es de tan solo diez o veinte años a lo sumo.

Esto reafirma la necesidad de hacer todo lo posible para evitar que el calentamiento global sobrepase 1,5ºC, tal como se establece en el Acuerdo de París.

Afortunadamente, hay señales que indican que la capacidad y la disposición de hacer frente al problema han mejorado, aunque la disposición es mayor en los actores no gubernamentales (empresas, municipios, sociedad civil) que en muchos gobiernos. Repasemos algunas recientes señales esperanzadoras:

  • El gigante electrónico Samsung se ha comprometido a suministrarse al 100% con energía renovable para las necesidades energéticas de sus instalaciones en Estados Unidos, Europa y China para 2020, y a influir positivamente en los esfuerzos del gobierno coreano en esa dirección.
  • La “Powering Past Coal Alliance” (una alianza global de más de 20 países para la eliminación progresiva del carbón) ha empezado a trabajar más allá de hacer declaraciones, de manera que los países que ya tienen decidido acabar con el uso del carbón se están organizando para influir en otros países que están en el proceso de decidirlo, como es el caso de Alemania.
  • Los cambios de gobierno en España e Italia han modificado el equilibrio de fuerzas dentro de la Unión Europea a favor de la lucha contra el cambio climático, de las renovables y la eficiencia energética, como ya se ha visto en las negociaciones que culminaron en la aprobación de una nueva directiva de energías renovables con un objetivo más ambicioso que el inicial y que deja fuera de juego el impuesto al sol.
  • En Latinoamérica también ha habido cambios de gobierno significativos. A efectos del cambio climático, destaca el de Costa Rica, que quiere que el país sea libre de combustibles fósiles en 2021.

Por otro lado, el IPCC (grupo de expertos de Cambio Climático de la ONU) va a publicar a principio de octubre un informe decisivo sobre la ambición y urgencia, necesaria y posible, de evitar un calentamiento de 1,5ºC. También advertirá de las graves consecuencias de no hacerlo: ese umbral puede ser suficiente para desequilibrar las cubiertas de hielo de Groenlandia o la península Antártica, matar al 90% de los corales de aguas cálidas, causar severos problemas al Ártico y los océanos, etc. No es fácil evitarlo, no estamos en camino, pero no hay más remedio que hacer todo lo posible. Este informe ha de ser la referencia científica que ilumine las negociaciones de Cambio Climático hacia la cumbre del clima (COP 24) de Polonia y más allá.

Con estos y otros elementos sobre la mesa, la hoja de ruta para conseguir que los compromisos mundiales permitan evitar el calentamiento de 1,5ºC tendría estos hitos:

  • En la UE, se han de identificar en 2018 los países que quieren participar de una “coalición de alta ambición”, que se formalizaría en 2019, cuando la Comisión Europea ha de publicar su nueva hoja de ruta de emisiones para mitad de siglo, de forma que en 2020 se adopten nuevos objetivos para 2030 alineados con el Acuerdo de París. España debe estar en esa coalición.
  • China activa este año sus relaciones internacionales, para anunciar en 2019 la revisión de su compromiso nacional, que formalizaría junto con la UE en 2020 en forma de objetivos más ambiciosos para 2030. El papel de China es clave, puesto que, siendo el mayor emisor del mundo, ha alcanzado su objetivo de emisiones para 2020 con tres años de antelación. Está por ver si ejercerá la influencia en renovables que necesitan otros grandes países emisores como India, Brasil, Sudáfrica, Indonesia o Turquía, que compense la negativa influencia de los EE.UU. de Trump.
  • Los líderes mundiales de los actores no gubernamentales se identifican y reúnen este año (la cumbre de California en septiembre es el momento), se organizan y expanden durante 2018 y ejercen su presión positiva sobre los gobiernos en 2020.
  • La comunidad científica consigue este año que su llamada de atención sobre la necesidad de aumentar la ambición entre en la agenda política. Esa influencia ha de manifestarse en los discursos políticos durante 2019 y reflejarse en los compromisos a adoptar en 2020.

Todo dependerá de lo que veamos este otoño. La clave será que los gobiernos escuchen la llamada de atención de los científicos del IPCC y se decidan a aumentar su ambición climática (o sea, que se dispongan a asumir compromisos mayores que los asumidos hasta ahora) de cara a la cumbre del clima de Polonia. Allí el tema candente será el carbón, el combustible fósil que más incide en el Cambio Climático, puesto que la cumbre tiene lugar en Katowice, el corazón de la región carbonera de Polonia, el país que en mayor proporción usa el carbón en toda Europa.

En un otoño donde será patente la urgencia, la posibilidad y la responsabilidad de poner límite al Cambio Climático, el gobierno español tiene la oportunidad de demostrar que va en serio y aprovechar la cumbre de Polonia para que España deje de ser el único país de Europa occidental sin un plan de abandono del carbón aprobado ni en discusión, asumiendo el compromiso de que España deje de quemar carbón para 2025.