¿A dónde van con tanto hidrógeno?

Hace casi veinte años se publicaba en el boletín APPAInfo, de la entonces Asociación de Productores de Energías Renovables y en la que yo trabajaba por aquel tiempo, un artículo que firmaba El Kilovatio Verde y que se titulaba “¿A dónde van con tanto gas?”. Salíamos al paso del aluvión de proyectos de ciclos combinados que las eléctricas y otros grandes agentes económicos ponían en marcha animados por un Plan de Infraestructuras Eléctricas y Gasitas del entonces Secretario de Estado de Energía, José Folgado, norma que, a título “indicativo”, marcaba una previsión de necesidades de esta tecnología que luego se demostró errónea. Llegaron a anunciarse proyectos que sumaban los 50.000 MW, aunque, finalmente, “solo” se instalaron 27.000 MW.

Lo de “solo” es obviamente una ironía puesto que la premonición implícita en aquel titular y la tesis del artículo se confirmaron en poco tiempo. Instalaciones concebidas para funcionar 5.000 horas al año acabaron solo unos años después en las 2.000 horas, rendimiento que acabó condenando al cierre a varias plantas, pese al parón que exigieron de las renovables, y consiguieron, los titulares de estas. Creo que hoy podemos establecer un paralelismo entre aquel episodio y la descontrolada “fiebre del hidrógeno” que ha subido la temperatura del sector energético en estos últimos meses.

Esta ola lleva, de entrada, a una confusión muy importante y que luego resulta decisiva. No hay día en que no escuchemos a enterados tertulianos, a políticos iluminados y a algunos del sector, interesadamente confundidos, hablar de la “energía del futuro”.  La primera en la frente. El hidrógeno es un vector energético que para su obtención necesita una —esta vez sí— fuente de energía. Es así, repito, para tener hidrógeno necesitamos previamente fuentes de energía, que pueden ser renovables o no, otra cuestión importante sobre la que volvemos en seguida. Recordar esto, lo de que primero —antes de tener hidrógeno— hace falta consumir energía, no es baladí.

A la vista de la suma de proyectos anunciados y del deseo de nuestro gobierno de convertirnos en el Hub del Hidrógeno por excelencia del continente europeo, los objetivos de desarrollo de las renovables se van a quedar muy cortos. Por ejemplo, recientemente el Gobierno del Principado de Asturias presentaba sus planes para el hidrógeno, con el épico calificativo de la “nueva minería”, megaproyectos que suponen una demanda de energía que requeriría inundar el Principado de parques eólicos cuando los necesarios para hacer más sostenible nuestro mix eléctrico tienen muchos problemas para salir adelante.

Porque queremos hidrógeno verde, ¿verdad? Sí, el que se obtiene con energía renovable. A nadie en su sano juicio se le pasaría por la cabeza instalar todo esos GW (con MW ya nos quedamos cortos) que se anuncian para obtener hidrógeno con energía fósil. Lo digo porque creo recordar que hemos adoptado como prioridad la lucha contra la crisis climática y eso, quemar fósiles, sería una barbaridad. ¿Verdad? Obviamente es, de nuevo, una ironía porque está claro que detrás de esta fiebre, adelanto la conclusión, está la intención de muchos de seguir quemando gas.

Me pregunto a dónde van con tanto hidrógeno entre otras razones porque hoy sigue siendo una tecnología poco eficiente y muy cara. Según un informe de Lazard, el coste global del hidrógeno (con solo un 20% de renovables) se sitúa en 127 $/MWh, cuando la solar está en unos 40 $/MWh y la eólica en 54 $/MWh. Está bien que se potencien instalaciones experimentales para lograr mejorar esa eficiencia y rebajar sus costes, pero eso es una cosa y otra convertirnos en el país del hidrógeno y que esta se convierta, como pretenden algunos, en la gran apuesta de la transición energética.

Este vector, efectivamente, va a ser necesario en esta transición energética para determinados usos energéticos que no podrán electrificarse y para el almacenamiento, pero solo para determinados usos que con el tiempo serán muy pocos. La electrificación debe ser el objetivo fundamental de un nuevo modelo más sostenible y socialmente más justo. Es la forma de garantizar la democratización del sistema energético: la generación renovable distribuida lo más cerca posible del punto de consumo, las comunidades energéticas, el autoconsumo, etc.. No veo, hoy por hoy, la posibilidad de que instalemos cada uno de nosotros en nuestro jardín, en nuestras terrazas, electrolizadores para dotarnos de hidrógeno. No, definitivamente, el hidrógeno busca un camino totalmente distinto.

Está claro, por otra parte, que el origen de esta fiebre son los fondos europeos de recuperación (Next Generation EU) que hacen viable lo que sería inviable en una situación normal. A esta financiación “caída del cielo”, sin la cual no existirían los cientos de proyectos que se han anunciado, se añade —como he adelantado— el deseo de las grandes corporaciones energéticas, especialmente de las gasistas, de mantener su posición de dominio en el sistema energético. Y ahí está, a mi entender, la cuestión clave:

detrás de la apuesta por el hidrógeno está la intención manifiesta de mantener un modelo centralizado con grandes infraestructuras de transporte que prolonguen la presencia de los combustibles fósiles en la forma de dotarnos de energía, cuando, en realidad, el futuro pasa por un sistema distribuido donde la gestión de la demanda convertirá al ciudadano en un agente activo y consciente de sus consumos.

Por ello, me resulta desconcertante el apoyo entusiasta del Gobierno a esta ofensiva. ¿De verdad pensamos que vamos a ser capaces de convertirnos en los grandes exportadores de hidrógeno? ¿De verdad pensamos que vamos a poder desarrollar un parque de renovables capaz de tener, al mismo tiempo, un sistema eléctrico cada vez más libre de emisiones y generar la energía para la obtención del hidrógeno en esas cantidades? ¿Hemos caído en la cuenta de que, en la mayor parte de los casos, va a ser menos eficiente que si usáramos directamente la electricidad para cubrir esa demanda? ¡Ah!, ¡que a lo mejor (más bien a lo peor) no es todo verde y colamos mucho azul para seguir quemando gas! Insisto: ¿a dónde vamos con tanto hidrógeno?

Por Sergio de Otto – Periodista especializado en energía y patrono de la Fundación Renovables

2 comentarios · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser tampoco interesaría

    A ver si hay suerte y los americanos le preguntan a los ovnis, que parece que va incluso la NASA a estudiarlos, qué energía utilizan.

    15 junio 2021 | 20:49

  2. Dice ser Mariyam

    It is very readable. and i love this language.

    19 junio 2021 | 11:12

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