El gas natural renovable puede parecer verde, pero no lo es

El gas natural es un combustible fósil versátil que representa más del 20% del suministro de energía en España. Aunque emite menos gases de efecto invernadero (GEI) y otros contaminantes que el carbón o el petróleo, el gas natural es uno de los principales contribuyentes al cambio climático.

Cada vez se utiliza más el argumento de que tal vez podría haber un sustituto directo del gas natural fósil en forma de gas natural renovable (GNR), un combustible diseñado para ser casi indistinguible del gas natural fósil. El GNR podría obtenerse a partir de biomasa (biogás) o de dióxido de carbono capturado y electricidad.

Sin embargo, según lo que se sabe sobre ambos sistemas, los beneficios climáticos podrían no ser tan grandes como afirman los defensores del GNR. Aclarar esta cuestión es importante porque el GNR aún está disponible comercialmente y las decisiones sobre si invertir en él dentro del mix energético se están tomando ahora en muchos países.

En este momento, la energía es responsable de la mayor parte de la contaminación mundial que provoca el cambio climático. En España, tal y como apunta la patronal gasista Sedigas, la demanda doméstica de gas podría ser cubierta hacia 2030 con GNR, aunque para ello sería necesario apoyar este tipo de tecnología de modo que se invierta en ella y se abarate su producción.

Dado que las infraestructuras energéticas convencionales basadas en combustibles (fósiles o no) duran mucho tiempo, es importante tener en cuenta los compromisos de limitación de emisiones para combatir el cambio climático a la hora de planificar nuevas inversiones en esas infraestructuras. Como hoy por hoy el GNR es más una propuesta que una realidad, este es un buen momento para preguntarse qué significaría invertir en GNR con respecto el cambio climático.

Qué es el GNR y por qué resulta atractivo

El gas natural es metano casi puro, cuyo consumo comercial procede actualmente de gas natural fósil producido a partir de yacimientos exclusivos para la producción de gas o compartidos con la de petróleo. Pero el metano también podría proceder de recursos renovables.

El metano (CH4) se presenta en forma de gas a temperaturas y presiones ordinarias. La formación del metano en la naturaleza es doble: termogénica o biogénica. El metano termogénico se produce de forma natural en el interior de la tierra a profundidades variables como consecuencia de la descomposición de los organismos enterrados durante millones de años. Ese metano es el componente esencial del gas natural comercial.

Se podrían usar dos fuentes principales de metano para producir GNR. La primera se refiere al metano biogénico, que procede de fuentes de origen biológico gracias a las actividades bacterianas que descomponen la materia orgánica. El metano surgido en esos procesos naturales puede utilizarse para producir biogás en dispositivos específicos (biodigestores). Un proyecto (Probiogás) liderado en España por el centro tecnológico Ainia, evaluó la disponibilidad de materias primas (residuos ganaderos y agrícolas y de la industria agroalimentaria) susceptibles de ser utilizadas para producir biogás. El volumen detectado (49,7 millones de toneladas/año) apenas daría para cubrir el 4,2 % de la demanda anual de gas.

Imagen del video promocional de la Southern California Gas Co. que promueve el GNR como una opción energética compatible con el clima. Cliquee aquí para ver el vídeo.

La otra fuente de GNR, que aún no existe en la práctica, pero en teoría podría ser un recurso mucho más grande que el metano biogénico, es el “power to gas”, que se está promocionando muy activamente tanto en Estados Unidos como en Europa, y se fabricaría a partir de dióxido de carbono e hidrógeno utilizando electricidad. Si todas las entradas fueran climáticamente neutras, lo que significa, por ejemplo, que la electricidad utilizada para crear el GNR se generara a partir de fuentes sin emisiones de GEI, quemarlo también sería neutral para el clima, según reza el mantra de sus promotores

Hasta ahora, el GNR no está disponibles comercialmente. Gran parte del debate actual se centra en cómo producirlo para poder ofertarlo a los consumidores como un producto renovable, de la misma manera que muchas empresas de servicios públicos permiten a los clientes optar por electricidad renovable.

Renovable no siempre es sostenible

Si el GNR bien pudiera ser un sustituto “renovable” para el gas natural fósil, ¿por qué no seguir adelante? Los consumidores han demostrado que están dispuestos a comprar electricidad renovable, por lo que podríamos esperar una repuesta similar hacia el GNR.

La cuestión clave es que el metano no es solo un combustible, también es un potente GEI que contribuye al calentamiento global porque tiene un potencial de calentamiento global de 23, lo que significa que en una media de tiempo de cien años cada tonelada emitida de metano calienta la Tierra 23 veces más que la misma masa de CO2.

Cualquier metano que se fabrique para su uso comercial masivo, ya sea de origen biogénico u otro, contribuirá al cambio climático si ingresa a la atmósfera. Habrá fugas de metano tanto a partir de sistemas de producción de nueva construcción y ya existentes como desde las infraestructuras de producción, las redes de transporte y el consumo directo por los propios usuarios. Por ejemplo, antes de que se prenda una estufa de gas doméstica ya se habrá percibido el inconfundible olor a gas: eso es una fuga de metano que contribuye al cambio climático.

Para ser precisos, desde el punto de vista climático, el GNR es mejor que el gas natural fósil porque los subproductos de la quema de GNR no contribuyen al cambio climático. Pero hacer algo un poco mejor que los sistemas existentes ya no basta para responder a la urgencia del cambio climático. El IPCC sugiere que necesitamos descarbonizamos en 2030 para mitigar los peores efectos del cambio climático.

Escaso beneficio climático

Que se produzca un volumen de GNR lo suficientemente importante como para desplazar a una gran cantidad de gas natural fósil, no es tan bueno para el clima como se afirma públicamente. Aunque el GNR tiene un impacto climático menor que su pariente fósil, la probable alta demanda y la fuga de metano significan que probablemente contribuirá a incrementar el cambio climático. Por el contrario, las fuentes renovables como la energía eólica y solar no emiten contaminación climática directamente.

Además, la creación de un gran sistema de GNR requeriría la construcción de infraestructuras productivas de nueva construcción, ya que procede de fuentes diferentes a las del gas natural fósil. Las inversiones requeridas son tanto compromisos de consumo a largo plazo como costes de oportunidad. Dedicarían dinero, voluntad política e inversiones en infraestructuras para el GNR en lugar de dedicar los recursos a alternativas que podrían lograr un objetivo de cero emisiones de GEI.

Cuando el cambio climático entró por primera vez en el debate político a finales de la década de 1980, la inversión en sistemas de larga duración con emisiones bajas, pero no nulas de gases de efecto invernadero, todavía era compatible con los objetivos climáticos. Ahora, el objetivo de emisiones de GEI es cero y la apuesta por el GNR no cumple ese objetivo.

El gas natural renovable competiría con otras fuentes de energía, como la energía eólica, que no emiten gases de efecto invernadero a la atmósfera.

En España, después del fracaso de la interconexión gasista MIDCAT con Francia, la promoción del GNR es una estrategia que solo pretende rentabilizar las centrales de gas y las regasificadoras, deficitarias e infrautilizadas por falta de demanda, que se basa en una gran mentira, la de que el gas fósil es una energía limpia, cuando en realidad atenta contra los principios de descarbonización y de neutralidad climática.

Argumentos pospandemia

El primer efecto del coronavirus en la energía ha sido el mejor comportamiento de las renovables frente al gas y el petróleo. La participación de las energías renovables hasta el 55% en la Unión Europea y el 52,5% en España, confirma el pronóstico de la Agencia Internacional de la Energía de que esta crisis acabará con la demanda de combustibles fósiles.

La mentalidad social a favor de la sostenibilidad y contra la contaminación, y el progreso de las tecnologías de eficiencia energética y gestión de la demanda frente a la oferta de generación, harán que la recuperación de la economía no será con más combustibles fósiles sino con más eficiencia energética y electrificación con renovables locales en el transporte, los edificios y la industria.

El segundo efecto de la pandemia ha sido dejar al descubierto las falacias contra las renovables: que son caras, culpables del déficit tarifario y del coste de la luz; que la nuclear es la energía más barata; que España será suministrador de gas a Europa; que el vehículo eléctrico contamina o que la eficiencia penaliza la economía. Primero fue la CNMC la que demostró que la luz se podía abaratar recortando la excesiva retribución de las redes de distribución, especialmente del sistema gasista, y que no se debían autorizar nuevas infraestructuras gasistas por falta de demanda.

Después, el virus ha demostrado que la mayor participación de las renovables en el sistema abarata el precio de la energía, reduce las emisiones y que el motor de combustión es el primer contaminador. Así las cosas, el fomento del GNR no dejaría de ser una concesión a las presiones al sector gasista y a la última gran mentira, la de que el gas fósil es una energía limpia, cuando en realidad atenta contra los principios de descarbonización y de neutralidad climática.

Por Manuel Peinado Lorca – Catedrático de la Universidad de Alcalá 

 

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