Hugo Morán Secretario para la Transición ecológica de la economía de la CEF-PSOE
La historia nos demuestra que cuando la ciudadanía toma las riendas de su destino, éste es capaz de asumir determinados saltos de innovación que las estructuras económicas imperantes tienden a rechazar, en la medida en que vienen a cuestionar estructuras sólidamente asentadas y cuotas de poder solidificadas y comúnmente aceptadas.
Así, todo cambio de era, medido en tiempos antropológicos, viene precedido de convulsos procesos de cambios sociales que se traducen en movimientos revolucionarios cuyo alcance último no es posible determinar más que cuando el período consumido queda atrás.
Vemos pues que las edades del hombre (hasta ahora medidas con patrones que preterían el papel que el 50% femenino de la humanidad protagonizaba) se comprenden en su dimensión en tiempo pasado, esto es cuando pueden ser objetivados en narrativas que cuentan con herramientas empíricas para su evaluación.
Y es recurrente el fenómeno de la interacción humanístico-científica en cada mudanza civilizatoria, sin que sea sencillo de identificar cual de las dos disciplinas determina el alumbramiento de un nuevo tiempo, de tal manera que nuevos derechos dan pie a nuevos descubrimientos, o viceversa.
Es muy probable que una vez más la energía determine en los albores del siglo XXI la frontera entre dos eras –ese ha sido el papel que ha protagonizado en el pasado una y otra vez- sin que seamos aún capaces de adivinar cual es el perímetro del nuevo mundo que se precipita ante nuestra mirada. Porque disponemos de un libro de instrucciones para desenvolvernos en un entorno conocido, pero el funcionamiento de lo desconocido generalmente nos provoca una sensación de vértigo que se traduce en desconfianza.
Es muy probable que una vez más la energía determine en los albores del siglo XXI la frontera entre dos eras, sin que seamos aún capaces de adivinar cual es el perímetro del nuevo mundo que se precipita ante nuestra mirada.
Síntomas de agotamiento de los recursos fósiles
El derecho al acceso a las fuentes de energía se abre paso a la misma vertiginosa velocidad que la globalización alcanza a los últimos rincones del Planeta, y la constatación de los letales efectos de su descontrolada explotación y de su injusta distribución viene a coincidir en el tiempo en forma de riesgo y de oportunidad. Se atisban los síntomas del agotamiento de los recursos fósiles que han alimentado el patrón capitalista de crecimiento, que a su vez había hecho viable el llamado estado del bienestar en el primer mundo; y aflora una panoplia de innovaciones tecnológicas capaces de conjurar los riesgos vitales que amenazan a la humanidad, y de llevar a la práctica algunos de los objetivos que la comunidad internacional identifica en términos de desarrollo sostenible, entre otras razones porque la geopolítica del equilibrio y la seguridad los hace imprescindibles.
El derecho al acceso a las fuentes de energía se abre paso a la misma vertiginosa velocidad que la globalización
Quizás nos falta la capacidad de traducir todo esto al lenguaje cotidiano, a los números de las economías familiares, al valor inmediato de nuestra calidad de vida y el bienestar de los nuestros. Aún no hemos sido capaces de vencer el miedo que significa dejar atrás el presente que, aunque precario es el que conocemos, y adentrarnos en un futuro que, por desconocido, nos genera muchas más incógnitas que certidumbres. Nadie dijo que iba a ser fácil, pero nunca lo fue.
Si las personas actuasemos en bloque todo cambiaría, pero para eso hay que unirse. A veces ocurren casos como los de los cerdos y el Pozo, y han de cambiar para no perder clientes, pero si presionasemos juntos contra todo lo injusto, todo cambiaria.
27 febrero 2018 | 10:09