Por Juan Castro – Gil – Abogado y secretario de ANPIER
En tiempos en los que es difícil hablar de algo que no tenga que ver con Cataluña, o con la multitud de procesos judiciales abiertos contra diferentes responsables políticos del partido del gobierno, o de si España es una “plurinacionalidad-monárquico-republicana-parlamentaria”, o de si la pasta que le hemos prestado a los bancos se ha perdido en el “limbo de los niños”… a la chita callando, el principal problema que tenemos sobre nuestras cabezas sigue creciendo, y parece que a nadie le inquieta demasiado.
Alguien me preguntó sobre qué pasaría con el sistema eléctrico y las instalaciones renovables a partir del 2-O. Le contesté que, pase lo que pase, lo único seguro es que España (seccionada o no) seguirá produciendo energía de forma contaminante y complicando gravemente el ambiente y el clima que nos rodea. Se separe o no Cataluña, acabe o no en la cárcel hasta el último político imputado, sea cual sea nuestra identidad nacional… lo único seguro es que seguirán muriendo cada vez más españoles por culpa de la contaminación y de los efectos del cambio climático.
El debate ambiental se le está ocultando a la ciudadanía, pese a que es el único gran problema que sobrevivirá al resto de los problemas.
Los intereses en juego son evidentes. Sin embargo, lo que más hilaridad me provoca es ver como algunas personas informadas sobre la cuestión, parecen mantener una falsa objetividad, mostrando equidistancia frente a un drama que no permite esos equilibrios. Cuando los que estamos claramente posicionados en la necesidad de un cambio radical que nos conduzca hacia la generación eléctrica 100% renovable y a la inmediata electrificación de la economía, se nos echa en cara que es una reflexión disparatada, que la tecnología no está preparada, que es necesaria la generación fósil para el respaldo, que el sostenimiento de los costes de las redes no permite muchos cambios…
En las últimas semanas de vida de mi padre, mientras le acompañaba en el hospital, tuve la oportunidad de conocer a Genaro. Este buen hombre de mediana edad y mediana estatura, pesaba 140 kgs. Por supuesto, tenía el colesterol por las nubes, una glucemia disparatada, problemas circulatorios, cardiovasculares y un sinfín de cosas más. Los médicos le dijeron que tenía que adelgazar cincuenta, pues en otro caso, moriría antes de un año. Él sabía que estaba mal, pero defendía que le resultaría imposible, que sus hábitos de vida, que no quería morir de hambre, que le dolían las piernas y no podía caminar mucho, que la comida de dieta era más cara… Los médicos no le decían a Genaro que bajase un tercio de su peso en una semana, le decían que como no fuese consciente de su problema y lo abordase de verdad, se moriría.
Eso es lo que está pasando en este momento con la energía. La velocidad a la que están cambiando las renovables es inédita y solo impulsos verdaderamente decididos nos permitirán alcanzar en tiempo récord la desaparición de la combustión fósil en cualquiera de sus modalidades. Que se conseguirá en cinco o diez años, pues claro que no. Pero como decía Sam Sagaz a su amigo Frodo, el trabajo que nunca se empieza es el que más tarda en terminarse, y realmente solo si hay voluntad real y no titubeos, se alcanzará.
Por cierto, Genaro finalmente murió.