El «fracking» sobrevive con respiración asistida

Manuel Peinado Lorca – Catedrático de la Universidad de Alcalá

Mientras que los principales medios de comunicación continúan propagando que el avance tecnológico traerá consigo suministros de combustibles fósiles cada vez más abundantes, la industria se automedica para mantenerse viva. La disminución de las reservas de petróleo y de las inversiones en el sector, y el aumento de los costes financieros asociados a la explotación, son los factores que están diezmando la que parecía ser una inagotable mina de oro negro. La burbuja comenzó a desinflarse en 2014 y sigue haciéndolo.

El consumo mundial de petróleo en 2016 fue de 25,1 miles de millones de barriles (KMB; Figura 1). Ese año, la industria petrolífera mundial sólo descubrió 2,4 KMB de petróleo convencional, menos de la tercera parte de los descubrimientos medios en quince años (9 KMB). El petróleo convencional es el más rentable, y su tasa de retorno energético TRE es mucho mayor que la de los crudos «no convencionales» como los que se obtienen offshore, de las arenas asfálticas, del chapapote venezolano o mediante fracking. Hay una buena razón para el aprovechamiento reciente de estas fuentes. Por decirlo brevemente, estamos rebañando el fondo del tarro de miel: eso es todo lo que nos queda del barril global.

Figura 1: consumo y descubrimientos de petróleo convencional en 2016 (Agencia Internacional de la Energía (2017).

Ahora, para poner el gráfico anterior en perspectiva, en la Figura 2 aparecen los descubrimientos globales anuales de petróleo convencional desde 1947. Se puede observar que los 2,4 KMB descubiertos en 2016 son apenas una charca cuando se comparan con los años gloriosos de la industria, y más si consideramos que desde el año 2000 el mundo ha estado consumiendo anualmente unos 25,5 KMB de petróleo convencional.

Figura 2. Descubrimientos globales anuales de petróleo convencional desde 1947 ( Bloomberg, 2017)

Como podemos deducir de esa figura, durante bastante tiempo no reemplazamos lo que consumimos. Excepto en 2000 (cuando se produjeron 35 KMB), todos los años la producción ha sido inferior a los 25 KMB. Eso quiere decir, básicamente, que la industria petrolera global ha estado sobreviviendo gracias a su cartilla de ahorros, es decir, al petróleo encontrado en años anteriores.

Mientras tanto, el volumen de recursos convencionales aprobado en 2016 cayó hasta los 4,7 KMB, un tercio menos que el año anterior y llegó a su nivel mínimo desde la década de 1940 (Figura 3). Esa caída en picado es consecuencia de que muchos inversores tradicionales del sector están retirando sus fondos de un negocio inseguro debido a los bajos precios del petróleo, a la disminución de las reservas probadas (Figura 4) y a la desconfianza hacia un negocio que está alterando el equilibrio climático global y muestra signos claros de derrumbe para quien quiera verlos.

Figura 3. Recursos de crudo convencional descubiertos y aprobados en el Siglo XXI (Agencia Internacional de la Energía, 2017).

Los informes anuales de las 67 compañías petroleras que cotizan en la Bolsa de Estados Unidos y que, por lo tanto, están obligadas todos los años a comunicar oficialmente sus reservas probadas a la Comisión del Mercado de Valores (SEC), muestran que las reservas de líquidos del petróleo disminuyeron en 2016 por segundo año consecutivo. La disminución se concentró sobre todo en unas cuantas empresas que redujeron sus reservas estimadas de arenas asfálticas canadienses. En conjunto, su producción global de petróleo crudo y otros líquidos promedió 24 MB/día durante 2016, alrededor del 25% del total mundial. Las reservas probadas de esas compañías disminuyeron desde los 116 KMB en 2014 a 100 KMB en 2016. (Figura 4).

Figura 4. Reservas probadas de líquidos de petróleo comunicadas por 67 empresas energéticas estadounidenses que cotizan en Bolsa (Agencia Internacional de la Energía, 2017)

El derrumbe en el sector convencional contrasta con la supuesta pujanza de la industria estadounidense del fracking, que aparentemente ha florecido en los últimos meses por una letanía publicitaria que los medios repiten hasta la saciedad: los costes de producción son ahora menos de la mitad que en 2014. Aunque asumamos esa proclama destinada a captar inversores, no hay que perder de vista dos cuestiones. Primera, que esos costes casi triplican los de producción del crudo convencional, y segunda, y más importante, ocultan que en cualquier proceso productivo una cosa es el coste de producción y otra el de explotación. Para profundizar en ello, echemos una ojeada a la deuda del sector energético estadounidense.

En los próximos años, la cantidad de deuda que acumulará la industria petrolera estadounidense aumentará exponencialmente (Figura 5). El total de la deuda (en bonos) que debe la industria energética estadounidense saltará desde 27.000 millones de dólares en 2016 a 110.000 en 2018. Pero no se detendrá ahí: alcanzará los 260.000 millones en 2022. La razón de que la deuda se haya disparado tanto se debe al elevado coste de producir petróleo y gas mediante fracking y otros medios no convencionales. Mientras que muchas compañías presumen de poder producir petróleo en la nueva Cuenca Pérmica (Permian Bassin) a razón de 30-40 dólares por barril, se olvidan de incluir la enorme cantidad de deuda que ahora tienen en sus balances. Son noticias muy malas porque el sector se gasta los beneficios en pagar la deuda. En este momento, muy pocas compañías están haciendo ganancias decentes o flujo de caja libre. Las que ganan algo, en general las grandes multinacionales, han estado reduciendo sus gastos de capital sustancialmente a fin de convertir el flujo negativo de efectivo en positivo.

Figura 5. Aumento previsto de la deuda en bonos del sector energético estadounidense (SRSrocco Report, septiembre de 2017)

Gran parte de esa deuda se acumuló cuando el precio del barril de petróleo estaba por encima de los 100 dólares entre 2011 y mediados de 2014. Muchos analistas pensaban que las compañías petroleras estaban ganando dinero cuando el precio del petróleo estuvo por encima de los 100 dólares desde 2011 hasta mediados de 2014. No ganaban, perdían. Acumularon una gran cantidad de deuda porque gastaban más dinero en perforar que el que obtenían. Estaban engañando a los inversores, lo que denuncié en mi libro El fracking ¡vaya timo!

Con esos antecedentes, ¿alguien cree de verdad que las compañías pueden sostenerse ahora con barriles a 30 o 40 dólares? Es un disparate puro y duro. Una vez más, la mayoría de los analistas miran el dedo y no la Luna: se fijan exclusivamente en el coste de producción de un barril en un momento determinado, pero no tienen en cuenta los costes adicionales y las deudas externas.

Además, para dar la impresión de que la producción mediante fracking es una empresa comercialmente viable, las empresas energéticas tienen que pagar muy caro a los tenedores de bonos ¿Qué cuánto cuesta eso? Ahora lo veremos, pero antes una explicación muy sencilla. La técnica se llama financiamiento de deuda. Muchas personas están familiarizadas con ese concepto cuando estiran el gasto de sus tarjetas de crédito pagando unos intereses que mantienen felices a los banqueros. ¿Cómo no van a estar felices obteniendo ingresos mensuales sobre un dinero que crean de la nada?

De acuerdo con la Agencia de Información Energética estadounidense (USEIA), esas 67 empresas energéticas gastan hoy el 75% de su flujo operativo de caja (cash flow) en pagar deudas financieras, en comparación con el 25% que gastaban hace pocos años (Figura 6). Financiar deuda no significa en modo alguno pagar la deuda. Significa que desde el tercer trimestre de 2016 las empresas están gastando el 75% de su flujo operativo exclusivamente para pagar los intereses de la deuda. Como el precio del petróleo subió un poco en el cuarto trimestre de 2016 y en el primero de 2017, es posible que ese 75% haya disminuido algo.

Evolución del porcentaje de deuda en el flujo de caja (SRSrocco Report, 15 de septiembre de 2017)

El caso de Continental Resources, una de las empresas burbuja del sector, y una de las compañías más grandes que operan en el yacimiento Bakken de Dakota del Norte, es paradigmático. Antes de que empezara a explotar mediante fracking el petróleo de Bakken, pagaba 13 millones de dólares al año para financiar su deuda, que ascendía a 165 millones. En diciembre de 2016, pagaba 321 millones al año para financiar una deuda de 6.500 millones.

Hagamos una cuenta elemental que nos servirá para demostrar que la industria petrolera estadounidense nunca podrá pagar su deuda. La propia industria estima que en 2018 podrá obtener 5 MB/día. Si suponemos un precio final del barril de 50 dólares, eso son (5 x 365 x50) unos ingresos de 91.000 millones de dólares. Supongamos ahora (y es un supuesto poco probable) que cada barril deja un beneficio de 10 dólares. Los beneficios serían de 18.000 millones de dólares. Ahora bien, como en 2018 esas empresas tendrán que pagar 110.000 millones en bonos de deuda (Figura 5), aunque emplearan todo su beneficio en liquidar deuda, aún seguirían debiendo 92.000 millones.

Los banqueros que están disfrutando el pago de intereses a una media del 4,8% para financiar a Continental Resources y demás compañías para que produzcan petróleo con un beneficio muy pequeño o a pérdida, querrán recuperar algún día su inversión. Sin embargo, con la iglesia hemos topado. Cuando la deuda haya alcanzado los 260.000 millones de dólares en 2022, muchas de estas empresas de energía, convertidas como el conjunto del sistema económico estadounidense en escarabajos peloteros, serán incapaces de pagar la mayoría de sus bonos.

Por lo tanto, las tasas de interés no solo no pueden subir, sino que es probable que continúen cayendo o todo el sistema financiero se derrumbará. Quienes piensan que la autoridad monetaria estadounidense, la Reserva Federal (FED), elevará los tipos de interés, no se dan cuenta de que hacerlo destruiría totalmente el sistema económico y financiero que, ahora más que nunca, necesita tipos híper bajos para que se pueda atender la inmensa cantidad de deuda que sostiene a la economía mundial.

El sector petrolífero está funcionando con respiración asistida para mantener un hilo de vida. Está acumulando una enorme cantidad de deuda para producir mediante fracking petróleo y gas de muy baja calidad y con una TRE escandalosamente baja intentando que el sistema no colapse. Lo peor está por venir para una industria que se suponía que debía hacer a Estados Unidos, energéticamente independiente. En algún momento, la cantidad masiva de deuda acabará por hundir este sistema y con ella a la industria petrolífera mundial.

 

 

1 comentario · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser Fernando Prado

    Muy interesante el artículo.

    31 octubre 2017 | 18:35

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