Por Hugo Morán – Exdiputado
Es costumbre inveterada en nuestro país que, tras el advenimiento de cada nuevo ministro de energía, todo sean cábalas respecto a los planes que el recién llegado pueda traer bajo el brazo en relación con la siempre polémica cuestión de la energía nuclear. Y aunque Garoña y su hipotética reconexión es hoy el árbol que nos impide ver el bosque de la prolongación de la vida de todo el parque más allá de los 40 años, no es menos cierto que la central burgalesa condiciona en buena medida el calendario en la toma de decisiones por parte del Gobierno.
Estábamos así una vez más asistiendo al clásico despliegue argumental “técnico y académico” que precede invariablemente al subsiguiente mensaje político sobre las bondades de la tecnología atómica (económicas, ambientales y sociales): “la oposición a la energía nuclear no atiende a razones lógicas, sino que forma parte de una irracionalidad ideológica al servicio del mero oportunismo”, para a continuación dejar sentado que “el sentido común nos dice que España no puede permitirse el lujo de prescindir de ese 20% de electricidad que generan sus reactores nucleares, así que es imprescindible prolongar las licencias hasta los 60 años”. Cuando inopinadamente Fukushima vino a refrescarnos la memoria, para fastidio de unos y esperanza de otros.
No deja de resultar curioso ese axioma patrio de que la oposición a la energía nuclear obedece exclusivamente a razones ideológicas, y que por tanto la decisión de quienes se ubican en el terreno del rechazo está tomada desde la ignorancia y, en consecuencia, ha de ser invalidada desde su origen. Tal parece que quienes se muestran proclives al desarrollo y la proliferación de esta tecnología, tachando a los discrepantes de izquierdistas radicales, careciesen de ideología. Pero verdad es que en España eres de derechas si eres pro-nuclear, y de izquierdas son todos los que practican el “nucleares no”. Claro que este patrón no tiene vigencia allende los Pirineos, y así cualquiera puede constatar que, en lo relativo a la energía nuclear, resulta difícil poner color a los gobiernos: Alemania las cierra, el Reino Unido pugna por inaugurar otra, Francia las mantiene mientras Italia las abomina, Suiza pretende desprenderse de las suyas y Austria no quiere ni oír hablar de ellas. Llegados a este punto, y hasta donde cualquiera puede constatar, pro-nucleares los hay de todos los colores, y anti-nucleares también.
Pero quienes desacreditan las posiciones anti-nucleares por obedecer éstas a prejuicios ideológicos, necesitan en buena lógica fundar las suyas en razones totalmente al margen de la política, y la más contundente de todas es la del sentido común. Poco importa que en 1979 el accidente de Three Mile Island pusiese en cuestión el modelo en la cuna misma del desarrollo nuclear (fue un incidente fortuito, no hubo ni un muerto, y sirvió para reforzar los protocolos de seguridad, argumentan); lo de Chernóbil en 1986 fue culpa del descontrol propio de los regímenes comunistas (eso no pasaría nunca en una democracia avanzada, afirman); y Fukushima en 2011 no tuvo nada que ver con la central (fue una catástrofe natural imposible de prever, defienden).
En 2004 un terremoto en Sumatra provocó un tsunami que acabó con la vida de decenas de miles de seres humanos, arrasando ciudades y la economía de regiones enteras. Diez años después la vida y la actividad económica habían vuelto a unos lugares que sustentan sobre el turismo buena parte de su desarrollo. En 2011 el terremoto y el tsunami que barrió la costa japonesa de Fukushima dejó unos 20.000 damnificados entre fallecidos, desaparecidos y heridos. A fecha de hoy aún no han podido ser totalmente controladas las fugas radiactivas, y los habitantes evacuados saben que nunca podrán volver a sus casas. ¿Qué nos dice el sentido común?
CAMBIO CLIMATICO: Este pequeño planeta que todos habitamos es nuestra casa. Este planeta no es propiedad de la raza humana, es compartido con otras especies del reino animal, vegetal y mineral. Tampo es propiedad de esta generacion, nuestra generacion tiene el planeta en herencia vitalicia, pues sus propietarios universales son las generaciones venideras. No podemos dejarle un planeta hipotecado a las proximas generaciones. Las energias renovables son ya el presente. El motor electrico es una realidad (coches, motos,….). Los biocombustibles es una realidad. Si tenemos las tecnologias, si tenemos los combustibles, para vencer al cambio climatico. Porque la humanidad se empeña en destruir la tierra con el cambio climatico. Porque la humanidad se empeña en que mueran cada año millones de personas con enfermedades producidas por la contaminacion de la atmosfera, de la tierra y del mar. Todo esta destruccion y muerte es por enriquecimiento de unos cuantos. Algunos niegan el cambio climatico, la contaminacion..despues del llamamiento de la comunidad cientifica.como es posible negar la realidad.
25 noviembre 2016 | 14:51
A mi el sentido común me dice que para opinar sobre algo hay que saber y para ello hay que profundizar y no quedarse en la superficie. Faltaría más que los que estáis en contra no tuvierais que argumentar. Exactamente lo mismo que los que estamos a favor.
En lo único en lo que estoy de acuerdo es en que se tiende a asociar derecha-pronuclear e izquierda-antinuclear y a la hora de la verdad hay de todo.
30 noviembre 2016 | 08:46