Sergio de Otto – Periodista especializado en energía y sostenibilidad
Lo dijo Pedro Sánchez varias veces, muchas veces, en su discurso de investidura: “necesitamos, debemos cambiar la forma de gobernar, de hacer política”. Si el discurso del candidato socialista recurrió a la reiteración en sus apelaciones al diálogo, al acuerdo, al pacto, a “ponernos a trabajar la semana próxima”, cuando abordó el tema de la energía o de la lucha contra el cambio climático pasó muy deprisa, demasiado deprisa, sin la convicción y el empeño plagado de “buenismo” que empleó en otros momentos.
Menos de un minuto para abordar el reto más importante que tiene planteado la humanidad como lo es el cambio climático y referirse a una de las recetas más importantes para afrontarlo, la transición energética, es poco tiempo. Anunció una Ley de Cambio Climático de la que no adelantó un solo dato sobre su posible contenido. Y cuando habló de transición energética “que combata firmemente el cambio climático” redujo la ambición de la misma (recogiendo los términos del acuerdo con Ciudadanos firmado la semana pasada): “un objetivo último: alcanzar un sistema energético eficiente, innovador y sostenible, que siente las bases para un sector eléctrico más autosuficiente, basado en las energías renovables, en 2050”. Una expresión equívoca que da a entender que se pretende que solo sea autosuficiente el sistema eléctrico que hoy por hoy es apenas el 25 por ciento de nuestro sistema energético. Si no se hace una referencia a la electrificación del transporte y a otros usos domésticos e industriales de la energía la anunciada transición energética sería ridícula y no haría posible su intención de lograr una “reducción de emisiones de CO2 compatible con los recientes compromisos de París”.
Acertada es la propuesta de un Pacto de Estado de la Energía, pacto que la Fundación Renovables viene reclamando desde su constitución y positivos son los compromisos concretos en esta materia como “el cierre progresivo de las centrales nucleares al cumplir 40 años de vida útil”, “la prohibición del fracking” (mientras que en el acuerdo con Ciudadanos se habla de “moratoria”) y combatir la pobreza energética.
Omisión clamorosa, pero esperada, la no referencia al carbón, tecnología que los criterios sostenibles descartan sin matices de nuestro mix energético y con la que el PSOE, como otros partidos, tienen una hipoteca de la que no saben librarse. Tampoco se hizo mención a la fiscalidad verde, herramienta imprescindible para abordar esa transición o el papel de los municipios en esta tarea. Podría haber detallado iniciativas concretas como la auditoría del sector eléctrico que hemos reclamado desde la Fundación Renovables y otras entidades.
En definitiva, poco tiempo, pocas concreciones y algún silencio en el discurso -al menos en lo que atañe a la energía- que no refleja un cambio en la forma de gobernar, de hacer política. Ha sabido a poco, sonaba -insisto, en este ámbito- a más de lo mismo.
Incluso José Luis Rodríguez Zapatero en su discurso de investidura del año 2008 se recreó más a la hora de abordar estos temas, aunque luego creara más frustración que otra cosa. Ahora queda por saber si Pedro Sánchez tendrá la oportunidad de hacer más de lo que ha anunciado porque una cosa sí que está clara: para esto sí que tiene una mayoría para “empezar a trabajar la semana próxima”.
Si miramos cómo está el mundo entenderemos quiénes dominan el mundo. El mundo noes objerto real para ellos. En sus psicopatías sólo existe su mundo, el que llena de dinero las bolsas de sus miedos egoístas y enfermizos. Escuchar cómo los grandes mandatarios se autoproclaman ecologistas para frenar el impacto de los ecologistas verdaderos, hacer creer a la gente que luchan por el medio, y luego conocer datos reales, destapa otra gran mentira. No interesan energías limpias, ni libres. Pierden en su saco el peso.
02 marzo 2016 | 10:35