Mariano Rajoy ha comenzado el año moviéndose, enseñando un poco algunas cartas sobre qué haría él para combatir la crisis económica: crear una nueva modalidad de contrato con despido más barato («o no», se rectificó a sí mismo después) y congelar el sueldo a los funcionarios. Son dos propuestas delicadas, de efecto electoral difícil de calcular. Le pueden restar votos al PP entre los empleados del sector público y entre los asalariados más ideologizados y pueden dárselos en sectores centristas tibios, de esos que votan o se abstienen o cambian de voto entre socialistas y populares en función de muy diversos factores.
Quizás haya lanzado ahora Rajoy sus globos sonda por tres razones. Porque estaba calando mucho en la opinión pública el discurso del PSOE y del Gobierno de que el PP sólo quiere que la situación económica empeore y no es capaz de hacer una sola propuesta. Porque la ventaja electoral que las encuestas dan a Rajoy sobre Zapatero se está ampliando, según algunos sondeos hasta más de 5 puntos, y el PP puede permitirse el lujo de concretar cosas sin miedo a estropear esa tendencia. Y porque en el otro bando crece el debate sobre si Zapatero será o no será el candidato socialista en 2012, y Rajoy no quiere que, por inacción, le pueda pasar algo parecido a él en su partido.
Las voces críticas contra Rajoy dentro del propio PP están ahora mudas, no se observa el desparrame de hace dos meses, pero ese guadiana puede volver en cualquier momento, con cualquier disculpa. Una posible es el caso Gürtel, en cuyas entrañas parece que hay material peligroso para muchos dirigentes del PP, incluido el propio Rajoy. Éste aseguró ayer que él no dimitiría ni aunque tras las andanzas de Correa y El Bigotes hubiera financiación ilegal del PP. Parece mucho asegurar…