«A finales del siglo pasado, coincidiendo con la eclosión de Internet, comenzó a extenderse entre los profesionales que nos dedicábamos a la prensa impresa cierto pesimismo. No tenemos futuro, decían algunos. Hubo incluso quien le puso fecha al punto final. El profesor Philip Meyer auguró que en 2043 desaparecería la prensa impresa. Tanto nos auto diagnosticamos nuestra propia muerte, y con tanta convicción y resignación, que renunciamos a ponerle remedio, a intentar siquiera algún tratamiento médico que la evitara.
Por fortuna, aquellos años del pesimismo parece que están remitiendo y los profetas del desastre han enmudecido un poco. Hasta el propio Meyer dice ahora que aún tenemos futuro. Y en mi opinión, lo tenemos. La prensa impresa puede aspirar a seguir existiendo cuando llegue el 2043 o cuando acabe este siglo. Tenemos futuro, lo que ahora hay que hacer es trabajar duro para encontrarlo. Analizar, reflexionar, innovar. Someter a escrutinio todo lo que venimos haciendo hasta ahora, preguntarnos si tenemos que seguir haciéndolo igual, discernir entre las cosas que hacemos bien y que aún funcionan en este entorno que cambia a toda velocidad y aquellas otras cosas que son pura inercia del pasado. Adaptarnos al cambio, en suma.
Desde la AEEPP, la asociación de editores que presido, nos gusta precisar algunos conceptos previos cuando hablamos de la prensa. La prensa no son sólo los grandes diarios de pago. La prensa son también los pequeños diarios locales de pago o gratuitos y los grandes diarios gratuitos, y los semanarios, y los quincenales, y los mensuales; los que hacen información general para todos los públicos y los que tienen contenidos especializados, profesionales, de nicho. Los que obtienen sus ingresos de dos distintos clientes, el anunciante y el lector, y los que sólo cobran al anunciante y son gratuitos para el lector. Entre los asociados de la AEEPP, tenemos de todo: editores grandes y editores pequeños, diarios y no diarios, generalistas y especializados, gratuitos y de pago. Tenemos también como asociados, por supuesto, a editores que sólo tienen publicaciones on line, en Internet. Somos, por tanto, la asociación más transversal, la más heterogénea, la más variada. En mi opinión, la que mejor representa en España a la industria de la prensa.
A nadie se nos oculta que la prensa, esa prensa variada y heterogénea de distintas periodicidades, contenidos y modelos de ingresos, se enfrenta ahora a la crisis probablemente más grave de su historia. Se nos han juntado dos crisis al mismo tiempo, tenemos una fuerte tenaza de dos brazos diferentes sobre nuestras cabezas. La crisis coyuntural por la grave situación económica y financiera que desde hace ya más de dos años vive el mundo globalizado, y especialmente España, y la crisis estructural, que se ha desatado por la revolución tecnológica y por el desarrollo de Internet.
La primera de las crisis pasará, confiamos en que pronto. Pero la segunda crisis, la del cambio del modelo, tiene mucho más alcance, mucho mayor impacto. Nada volverá a ser lo mismo. La revolución tecnológica ha cambiado todo: nuestro trabajo y nuestro ocio, nuestras casas y nuestras ciudades, el uso de nuestro tiempo, nuestra vida cotidiana, nuestras relaciones personales… Y también, por supuesto, el comportamiento y los hábitos de nuestro público, de nuestros lectores y de nuestros anunciantes. Los editores que sólo se dedican a la prensa impresa asisten atónitos a un fenómeno para ellos extraño, por el que los nuevos públicos, los nuevos lectores, apenas buscan papel impreso; los viejos públicos ahora lo buscan con menos frecuencia y entusiasmo, y todos se informan, se entretienen y se relacionan cada vez más en los nuevos medios digitales. ¿Y los anunciantes? ¿No emigrarán también algún día en masa los anunciantes?, se preguntan esos editores.
Nosotros no vemos a Internet como un enemigo, como una amenaza, sino como una oportunidad. Creemos que Internet, además de ser factor que desencadena y acelera nuestra crisis, es también el que nos está abriendo a la prensa impresa la puerta del futuro. Creemos, estamos convencidos, de que en ese futuro una de las claves del éxito será la combinación de soportes en papel y en Internet, preferentemente arropadas bajo un mismo paraguas: la marca. El papel, las ediciones impresas, han creado la marca, dan rigor y credibilidad a los contenidos, se llenan de atributos positivos, e Internet traslada todo ello a los nuevos públicos. Lo importante será hacer lectores en uno y otro soporte y mantenerlos leales a la marca.
Hace pocas semanas, en una intervención pública, el presidente de la agencia Efe, Álex Grijelmo, decía que «Internet es un basural lleno de joyas» y que «para navegar por su ciberespacio no necesitaremos tanto la habilidad del manejo informático como la habilidad del discernimiento». Pues bien, si eso es así, creo que muchas de las joyas de Internet tendrán una base en el papel, y que la credibilidad de la marca que hace de paraguas a soportes de papel y de Internet, ayudará mucho a los lectores en el discernimiento, en la separación de la basura y de las joyas. El papel necesita a Internet e Internet también de alguna manera necesita al papel, le ayuda mucho a conseguir reputación. Combinados, uno y otro tienen mucho más despejado el futuro.
Volvamos a la prensa, sólo a la prensa impresa. No somos un sector económico más. Somos más cosas. Somos una pieza clave en la transmisión de conocimiento, jugamos un papel cultural y técnico relevante. Y somos también un pilar fundamental de las sociedades democráticas y de nuestro sistema de libertades. Somos un bien de interés público. Si la crisis nos vence, no sólo se destruiría riqueza y se perdería mucho tejido empresarial y mucho empleo, en nuestro propio sector y en todos los que orbitan a nuestro alrededor, sino que se producirá también una grave merma de la libertad de expresión, de la pluralidad, de la riqueza democrática.
Desde la AEEPP creemos, por ello, que las instituciones públicas han de apoyarnos en la resolución de nuestros problemas, han de ayudarnos a desbrozar el camino hacia el futuro. Hace menos de un mes, los pasado 10 y 11 de mayo, mi asociación celebró en Zaragoza su congreso anual. Llevaba por lema «Oportunidades en tiempos difíciles», y en sus conclusiones, formuladas en la llamada Declaración de Zaragoza, pedíamos un Plan Nacional de Apoyo a la Prensa en el que intervinieran el conjunto de las administraciones públicas. Hay otras asociaciones de editores que no ven bien este tipo de iniciativas, creen que van en detrimento de la independencia de los medios. Respetamos esa opinión, pero déjenme que les explique nuestra propuesta. Permítanme que les lea dos párrafos de la Declaración de Zaragoza. Dicen así:
«El Plan debe fomentar la calidad y la competitividad de los medios, de las empresas y de todos los profesionales de la comunicación, así como el funcionamiento transparente del mercado. Ha de ser beneficioso para toda la prensa en su conjunto, independientemente del tamaño de las empresas, de la periodicidad de los medios, de su temática general o especializada, y del carácter gratuito o de pago de los productos.
Este plan debe incluir medidas que fomenten la reconversión tecnológica, la mejora de procesos y la competitividad en todos los eslabones de la cadena de valor, desde la producción, la impresión y la distribución hasta la comercialización y el paso al mundo digital, e incluir procedimientos eficaces de financiación».
Fin de la cita. No pedimos subvenciones arbitrarias, no queremos mecanismos que fomenten el clientelismo y menoscaben la independencia de los medios, no deseamos que desde el poder se mantengan artificialmente fórmulas o productos que no sepan adaptarse a la libre competencia, al mercado, a los cambios que está provocando la crisis estructural. Queremos lo contrario: que haya marcos legislativos claros y objetivos, que se fomente la competitividad, que se elimine desde el poder el trato de favor y la discriminación para que ese bien de interés público que es la prensa refuerce su papel social y encuentre un nuevo modelo sostenible.
Concluyo ya y resumo. Yo sí veo un futuro a la prensa. En papel y tinta y en Internet, apoyados mutuamente. Será una prensa más transparente, más independiente y de mayor calidad. Basará mucho su éxito en la reputación de la marca. Tendrá probablemente un carácter más de análisis y de profundización y de opinión que de noticias y de última hora. No será ya, en mi opinión, un «notario de la actualidad». Es muy probable que ya no sea para el gran público, para públicos mayoritarios, sino que ofrecerá muchísimos productos diferentes para diferentes nichos muy homogéneos de lectores. Y será una prensa, espero, en la que no haya publicidad de explotación sexual, por ejemplo, o en la que, también por ejemplo, la publicidad institucional se reparta con criterios objetivos, como marca la ley, y no por las viejas prácticas de trabuco y pesebre».