¡Que paren las máquinas! ¡Que paren las máquinas!

¡Que paren las máquinas! El director de 20 minutos y de 20minutos.es cuenta, entre otras cosas, algunas interioridades del diario

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La reforma laboral, en mayo

El Banco de España, el FMI y otros organismos internacionales, el PP, últimamente hasta el PSOE… Todo el mundo clama por la reforma laboral, como si hacerla fuera a convertirse en el remedio a todos nuestros males económicos. Se habla mucho menos de cómo racionalizar nuestro enfermo sistema de cajas de ahorros, de cómo lograr que los bancos financien a las empresas y a los particulares, de cómo recortar el gasto público no sólo en la Administración central sino también en las comunidades y ayuntamientos…

¿Y cómo va el proceso de negociación de la reforma laboral entre el Gobierno, la patronal y los sindicatos? Pues me dicen que progresa adecuadamente, pero que necesita mejorar. Que el Gobierno está mostrando dos caras muy diferentes, una es la de Economía y Elena Salgado y otra es la de Trabajo y Celestino Corbacho, y que, en algunas ocasiones, esas dos versiones del Gobierno van a las mesas de diálogo sin haberse puesto de acuerdo antes, sin unificar criterio, ante la estupefacción de las otras dos partes de la mesa: empresarios y sindicatos. Quizás por esto hayan apuntado esta semana tanto empresarios como sindicatos que les gustaría negociar a solas, cara a cara, sin el oscilante Gobierno en la mesa.

Y me añaden, en fin, que, si hay acuerdo para la reforma laboral, será en breve, en mayo.

El Pacto de Zurbano avanza poco

El Pacto de Zurbano. Suena bien, pero no sé si lo llegaremos a ver. En el Palacio de Zurbano, en el que el tridente del Gobierno (Salgado, Blanco, Sebastián) negocia con los partidos un posible pacto anticrisis, ha habido avances esta semana, pero sólo parciales, limitados, probablemente insuficientes.

Para los amantes de las curiosidades. Zurbano es una calle muy céntrica de Madrid, del distrito de Chamberí, a la que muchos confundimos con la calle Zurbarán, con la que se cruza. La calle Zurbano nace en la calle Génova, justo en la esquina donde está la sede central del PP. El despacho de Rajoy y el lugar donde Salgado-Blanco-Sebastián reciben a los representantes de los partidos están a unos 100 metros de distancia.

Zurbano le debe su nombre a Martín Zurbano, un guerrillero contra Napoleón que antes había sido agricultor y contrabandista y, después de la guerra de la Independencia, militar liberal azote de los carlistas. Acabó mal, primero exiliado y después preso y fusilado, en 1845, en tierras de Rioja, las suyas, tras encabezar una sublevación contra el gobierno moderado de Narváez y verse abandonado por sus propias tropas y por otros conjurados.

El Palacio de Zurbano toma su nombre de la calle, no del personaje. Fue mandado construir en 1878 por el conde de Muguiro, después pasó a los Mora y en él nació en 1928 Fabiola de Mora y Aragón, luego reina de los belgas.

Ahora el palacio es de Fomento, el ministerio de José Blanco, y alberga la sede del Centro de Estudios Históricos de Obras Públicas y Urbanismo (Cehopu). No sé si es una broma de Blanco que el pacto que nos saque de una crisis económica provocada entre otras razones por el estallido de la burbuja inmobiliaria se discuta en la sede del organismo público que más sabe de urbanismo en España. No sé si es un guiño del Gobierno ponerle al PP el escenario de negociación tan cerca, a sólo unos metros.

No consta que Martín Zurbano hiciera otros pactos en su vida política que los de la conjura contra Narváez y, ya se vio, acabaron mal. No se cumplieron.

Cien días de los nuevos ministros

Los nuevos ministros (Salgado, Chaves, Blanco, Jiménez, Gabilondo y Sinde) cumplieron el pasado fin de semana 100 días en el cargo y apenas se les ha hecho un repaso de éxitos y fracasos. Debe de ser porque los medios estamos demasiado pendientes del increíble espectáculo que están dando Mariano Rajoy y el PP, enfangados en el caso Correa.

-Elena Salgado, la vicepresidenta económica, se acaba de apuntar un tanto con el cierre del nuevo sistema de financiación autonómica. Además de dinero y futuro a las autonomías, el nuevo sistema, aunque polémico con el PP, le ha dado a Zapatero y al conjunto del Gobierno un respiro de estabilidad parlamentaria para los próximos meses. La vicepresidenta económica ha impulsado nuevas medidas anticrisis y ha visto también algunas buenas noticias económicas, como el descenso del paro registrado en mayo y junio, por ejemplo. En el debe, la constatación de que su peso político en el Gobierno es menor que el de Solbes, emparedada entre Zapatero y la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega.

-Manuel Chaves ha tenido bastante menor papel en la financiación autonómica del que se podía esperar de un vicepresidente de Política Territorial. Quizás ha estado demasiado ocupado o distraído defendiéndose de las acusaciones de prevaricación con que le fustiga el PP. En Sevilla, Chaves era el no va más de la política, y en Madrid parece uno de los del montón.

-Pepe Blanco es quizás, de los seis nuevos, el ministro que más está luciendo. Está haciendo política de Estado con las infraestructuras, ha desbloquedo algunos proyectos importantes que su antecesora había enredado por discrepancias partidistas y lo está haciendo, además, rodeándose de algunos líderes del PP, como Esperanza Aguirre y Francisco Camps. En sus carantoñas con Aguirre hay además alta política partidista…

-Trinidad Jiménez está lidiando hasta ahora con acierto el peliagudo asunto de la gripe A. Hasta el PP lo ha reconocido. Cuando fue concejala en el Ayuntamiento de Madrid y rival de Gallardón parecía un peso ligero de la política, un capricho de su amigo Zapatero, y ahora ya parece un peso medio, casi un peso semipesado. Sus expectativas políticas están creciendo día a día.

-Ángel Gabilondo, que no venía de la política sino de la universidad, aún no se ha ganado ni el conocimiento ni el reconocimiento público. Es difícil encontrarle algún mérito o algún demérito en estos meses, quizás como novato en política aún esté explorando su territorio.

-Ángeles González Sinde, también nueva en política y el más sorprendente nombramiento de Zapatero, aún no se ha logrado desprender del sambenito con que entró en el Ministerio de Cultura, el de azote de las descargas.

En resumen, Blanco, Jiménez y Salgado progresan adecuadamente, y Chaves, Gabilondo y Sinde necesitan mejorar.

Salgado deshoja su margarita

En el PSOE andan expectantes. Probablemente también en el resto de partidos políticos. Dos semanas después de tomar posesión como vicepresidenta económica del Gobierno, Elena Salgado aún no ha revelado sus intenciones, no ha dicho por dónde encaminará su gestión, no ha trazado las líneas maestras de su mandato. Se espera que lo haga en breve, quizás en sede parlamentaria.

¿Será continuista con la labor de Solbes el ortodoxo, que puso el énfasis en la contención del gasto? ¿O será más keynesiana, más partidaria de inyectar mucho dinero público en la economía, a ver si recupera por fin el ritmo, aunque en el camino se nos disparen el déficit y la deuda? Por su trayectoria, por su fama de dura, uno se inclinaría por lo primero. Por quien la nombra para el cargo, el casi derrochón Zapatero, se diría más bien que hará lo segundo.

«Me parece fatal que nosotros seamos el partido del gasto y el PP sea el de las reformas», me comenta mientras tanto un alto cargo socialista, a propósito de la margarita que deshoja Salgado. «Necesitamos reformas, flexibilizar el mercado de trabajo, atrevernos con cosas que nunca antes nos hemos atrevido, pensar no sólo en cómo paliamos ahora la crisis sino en cómo queremos ser cuando salgamos de la crisis». Otro, sin embargo, me dice lo contrario. Quiere más madera, más dinero, más medidas (ya van cien, ¿no?), aunque sean coyunturales, y no parar hasta que esto tire. El propio PSOE no sabe muy bien lo que quiere, o hay dos PSOEs y cada uno quiere una cosa diferente.