¡Que paren las máquinas! ¡Que paren las máquinas!

¡Que paren las máquinas! El director de 20 minutos y de 20minutos.es cuenta, entre otras cosas, algunas interioridades del diario

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¿Franco murió el 20-N o el 19-N?

Me encontré ayer a un viejo amigo que me saludó celebrando los 33 años de la muerte de Franco.

-Es mañana, le dije yo.

-No, es hoy, nos engañaron con la fecha, se murió el 19-N, no el 20-N. ¿No te acuerdas?

Y me recordó una vieja leyenda que circuló por Madrid en aquellas fechas:

-Franco dio el golpe de Estado el 18/07/36 y la guerra acabó el 01/04/39. Sumando ambas fechas, sale el 19/11/75. ¡Estaba en los astros que iba a morir el 19 de noviembre de 1975, y murió, en efecto, en las últimas horas de ese día, pero los altos funcionarios del régimen, que sabían que se había cumplido el designio, dejaron pasar unas horas de esa noche y comunicaron que había muerto en la madrugada del 20!

Mi amigo es un poco conspiranoico y aficionado a la astrología, pero la anécdota tiene su gracia.

Por cierto. Ya os lo pregunté el año pasado. ¿Dónde estabas y qué hacías cuando murió Franco?

Los niños robados por el franquismo

Varios diarios creen hoy que, al inhibirse en favor de los juzgados territoriales en la causa contra la represión franquista, Garzón ha fracasado, el juez estrella se ha estrellado. Yo creo que ha sido un fracaso sólo a medias.

En su auto de ayer, el magistrado ya no hablaba sólo de las fosas comunes del franquismo. Lo hacía también de otros gravísimos delitos del régimen, poco conocidos por la opinión pública española y apenas debatidos y esclarecidos: el robo sistemático a sus familias republicanas de miles de niños que fueron entregados a otras familias «adictas al régimen» para su reeducación.

Puesta en el centro del debate por Garzón, esta terrible práctica, que tanto repugnó a la opinión pública española cuando se supo que la ejercían las dictaduras del Cono Sur americano, probablemente haga correr nuevos ríos de tinta, tantos como los de las fosas. Esta mañana, en varias emisoras de radio no se hablaba de la inhibición de Garzón, sino de los niños robados por Franco.

En este asunto, además, parte de las víctimas están vivas: los propios niños. Algunos de ellos, ni siquiera saben hoy que fueron arrebatados a sus familias biológicas por las que creen que son sus verdaderas familias. Los juzgados territoriales, a los que Garzón ha enviado la causa, van a tener más difícil archivar este asunto, mirar para otro lado.

Un hombre, dos botos

Cuando en 1974 yo llegué a la universidad, Franco aún vivía y en España no había elecciones ni derecho a voto casi ni en las comunidades de vecinos. La composición de las Cortes franquistas, que elaboraban las leyes del régimen, la decidía el propio Franco casi nombre a nombre.

El curso 1974-75 fue muy movido en el campus de Madrid. El dictador estaba ya muy enfermo, y los partidos, aunque clandestinos, eran muy activos. ¡Saltos, protestas improvisadas, panfletos, pintadas, cartelones…! También la Policía era muy activa: yo vi subir a varios a caballo hasta el tercer piso de Ciencias de la Información dándonos porrazos a los estudiantes, a los que el régimen nos llamaba «jaraneros y alborotadores».

Mi facultad, que era de muy reciente creación, tenía entonces poco claras sus tres ramas (Periodismo, Imagen y Publicidad), y en primer curso compartíamos algunas asignaturas. En una de Publicidad nos encargaron un trabajo por grupos: elegid un producto y hacedle una campaña. Mi grupo estaba una tarde tumbado en el verde (el césped), fumando, tomando unos botellines y discutiendo de política, cuando se nos encendió una bombilla: en aquella época, además de pelo largo y barba asilvestrada, muchos llevábamos jerseys de lana gorda, bolsos en bandolera hechos con restos de pantalones vaqueros y unas botas altas de cuero, duras como piedras, pero indestructibles. Las buenas eran de Valverde del Camino, y las llamábamos botos, aún se fabrican, yo tuve unos que me duraron muchos años.

Decidimos que nuestra campaña sería sobre los botos. «Un hombre, dos botos. Una mujer, otros dos», fue nuestro eslogan. Nos dieron buena nota, muchos de los profesores también estaban pidiendo urnas y votos a gritos.

¿Dónde estabas y qué hacías cuando murió Franco?

«¿Dónde estabas cuando murió Kennedy?», preguntan a menudo en las entrevistas periodísticas en Estados Unidos.

«¿Dónde estabas tú cuando murió Franco (hoy hace 32 años) y qué hacías?» es una pregunta que tendríamos que formular más a menudo los periodistas en España, sobre todo a determinada gente que hoy se dedica a la actividad pública.

Yo tenía 18 años, estaba estudiando segundo de periodismo en Madrid y al mismo tiempo trabajaba de peón en una fábrica de Burgos, la Teczone. Esperaba a mi primer hijo, y en las largas noches de insomnios por el embarazo de mi mujer escuchábamos la BBC y Radio España Independiente, estación Pirenaica, que nos daban más información sobre la agonía del dictador que los medios locales: ciegos, sordos y mudos.

Supe la noticia en la Teczone, cuando entraba en el turno de las 7 de la mañana. Allí, entre los rudos trabajadores del metal, se celebró, pero sin ruido. Burgos era, no lo olvidéis, la ciudad donde Franco había sido proclamado Generalísimo y Jefe del Estado durante la guerra civil, una ciudad profundamente conservadora, arzobispal, militarizada.

¿Dónde estabas tú y qué hacías cuando murió Franco?