«Gran helada por la noche. Nevada considerable en el Canigó. Cesa la tramontana. Como. Después de comer viene Quintà a calentarse. El frío mejora con las vaharadas del sur. Hace un año llegué a Lisboa a las siete de la mañana. Vienen Pascual y su sobrino de Llagostera, hijo de Domingo, agradabilísimo. En la cama a las once. Poco trabajo.»
Esto lo escribió Josep Pla, en su diario, hace hoy justo 50 años, el 27 de diciembre de 1964. El escritor tomó notas cotidianas de lo que hacía casi todos los días de su vida. Telegráficas, apresuradas, pero literarias. Improvisadas, pero también muy elaboradas. Destino pública ahora La vida lenta. Notas para tres diarios (1956, 1957 y 1964). Os lo recomiendo vivamente. Si no habéis leído nunca a Pla, os servirá de prólogo, de acicate. Si ya conocéis a Pla, os encantará. Es el Pla de El cuaderno gris o de Las horas, pero quintaesenciado, destilado. Sus notas las tomaba sobre agendas con el espacio tasado, muy poco para cada día del año, lo que le obligaba a resumir tanto que sublimaba su propio estilo. Hay frases lapidarias cada poco, y adjetivos deslumbrantes.
Pla, que había nacido en 1897, frisaba en esos años los sesenta de edad, y vivía solo en la masía familiar de Llofriu, cerca de Palafrugell. Habla de todo, o de casi todo…
De sexo y de mujeres. «Estoy bien en esta casa, y aquí trabajo. Tengo a mano algunos libros, tendría que casarme con una mujer joven de cuerpo bonito y no moverme nunca más de esta casa. ¡Pero estoy tan viejo y tan gastado!». «¡Qué vitalidad tiene Atenas! ¡Qué ganas de vivir! Las mujeres, fenomenales, un poco rellenitas -quizás en exceso». «Una señora joven de Delémont, en el Jura, que tiene un trasero precioso, admirablemente bien hecho». «La señorita francesa del vagón que iba a Jutlandia». «La chica rubia de 18 años». «Pienso en las mujeres que he visto últimamente. ¡Qué maravilla!». «La holandesa rubia con su padre». «He bebido mucho y en el cabaret he tenido -ante esas señoras tan bien vestidas- un momento de impaciencia». «Correspondencia con A., leída. Esta chica tiene razón. Me lo he perdido todo, he sido un borrico. La tendencia a la ternura me lleva, por huir del ridículo, a la dureza y al exceso». «Paso la noche como buenamente puedo, con momentos de obsesión sensual. Tenemos que hacer algo». «Sensualidad exacerbada -debido, sospecho, al alcohol». «El buen hotel cerca de la estación. La señora morena». «Hay cierta inquietud canicular entre el pasaje. Aunque no entraremos en el verano hasta mañana, ya circulan tres o cuatro señoritas vestidas con una ligereza admirable. La cantidad de personas que sonríen enseñando los muslos en cuanto la meteorología lo permite es fenomenal». «Erotismo de A. Persistente». «Obsesión erótica con A.». «Carta de A. Esta mujer es importante. Podría ser un paraíso para el final de la vida, que habrá sido tan poco paradisiaca». «He pensado mucho en A. El erotismo de la edad». «Gran comida. Siesta hasta las siete y media. La portuguesa». «Fiesta. Muy buen día -pero fresco. He dormido mal. Onanismo».
De literatura y de escritores. «Carta de Camilo J. Cela. Me pide colaboración para una revista que quiere hacer: Papeles de Son Armadans«. «La literatura inglesa es la única confortable». «He perdido la capacidad de lectura que tenía en la juventud. Leer es una de las cosas que más me fatigan». «Los periódicos hablan de la detención de Dionisio Ridruejo». «Leo Moros, judíos y cristianos, de Cela. Es un libro colosal que hace vomitar a cada paso. Lo alterno con Idilios, de Teócrito, que he traído de Atenas. ¡Qué contraste!». «Voy a la cama y caigo de insomnio; intento vencerlo leyendo a Plauto y a Dostoyevski». «Ridruejo es interesante, simpático y fascinador». «Ridruejo ha estado muy brillante, pero su capacidad cerebral llega a asustarme. Puede que sea el mayor defecto de Dionisio». «Foxá está gordo y asmático y me tutea». «Me cuesta dormir -pero descanso en la cama. Es horrible. Leo el teatro de Chejov». «Leo La Bruyère y miro por encima diversos números del Journal de Genève«. «Leo en la cama. Jules Renard. Cuando la clava es muy bueno. Pero cuando no la clava, no tiene término medio». «Voy a ver a Camilo J. Cela a la casa que tiene en la calle Villalonga, en El Terreno. Me recibe saltando de la cama. Parece un facineroso aborrascado». «Leídas, otra vez, las 150 primeras páginas de los Ensayos de Montaigne, alternando con alguna cabezada». «Leo a Valle-Inclán a pesar del barroquismo -a veces me gusta». «Paso del alcohol a la lectura ávida, que me sienta igual de mal». «Leo que a Cela lo han nombrado para la Academia. ¡Lo que faltaba!». «He pasado la noche leyendo el Misanthrope de Molière -y me levanto un poco cansado. Molière es un escritor fabuloso, quizás el primero de la vida moderna. El Misanthrope es el mayor documento contra el Barroco». «El diario de Kafka no es precisamente una lectura navideña. Romanticismo frenético de este escritor. Sólo habla de sí mismo». «En la cama a las nueve. Poco apetito. Sartre».
De diarios y revistas. «En cuanto a Brunet, la prensa viene superficial -nada. La decadencia es tan enorme que es ya imposible leer una nota necrológica decente». «Leo Razón y fe, la revista de los jesuitas. Quizás no haya en el mundo una publicación que incite al sueño de una forma más compacta, con menos quebraderos de cabeza. Es un soporífero profundo, mejorado por la pedantería castellana». «El New Yorker. Sensacionales los cuatro últimos artículos sobre la fundación Ford». «Lo malo del periodismo es que adocena el espíritu y lo vulgariza todo». «A la cama. Leo Le Monde y L’Exprés«. «Aparece primero Vergés. Me dice que ha comprado a Godó la mayoría de Destino».
De su salud y su obsesión por la edad. «La decadencia es visible». «Hace un mes que volví de Grecia. Estaba fuerte y magnífico. El retroceso ha sido enorme. Ahora estoy deprimido y enfermo. He pasado un mes sin hacer casi nada, bebiendo y hablando». «Es horrible. Estoy viejo… cada día soy más viejo». «Estoy envejeciendo. Estas sensaciones tan agradables, esta tendencia a la soledad, son síntomas de vejez». «Los accesos de tos de la bronquitis. Sensación de envejecimiento, de asco general y de depresión extrema». «Me temo un ataque de corazón, no sé si por los nervios de la noche o de tanto fumar».
Del alcohol. «Por el horror que me dan los borrachos me hago a la idea del horror que debo de dar a la gente cuando me emborracho». «La intoxicación de whisky es más soportable que la del mejor vino del país». «Tomo una cantidad desorbitada de alcohol». «Desde que he vuelto de viaje, el desconcierto y el alcohol me traen a mal traer». «No me sale nada. Demasiado alcohol». «Vino tinto -con Vador, Palmada, etc. Demasiado vino tinto. Llego deshecho a casa. Horrible». «Alcohol en abundancia. Anís, coñac y vino». «Vuelvo a casa con una cantidad excesiva de alcohol -quemado. Parece mentira que tenga tanto aguante». «Bebo coñac Martel en exceso». «Bebemos dos botellas de champán -lástima que sean del país- para celebrarlo». «Hace dos días que no bebo ni una gota de alcohol. Ya era hora, sospecho». «Vuelvo a casa de madrugada, saturado de alcohol y de café frío».
De sus insomnios y raros horarios. «El insomnio me produce el mismo efecto que el alcohol: taquicardia, molestia en el corazón, como si se me espesara la sangre». «Llego hecho una pena. El sueño me vence a las cinco. Mala vida, siempre la misma vida». «La masía. Me he quedado en la cama la mayor parte del día». «Me levanto a las cinco y como hacia las cinco y media». «Sólo estoy a gusto solo y en la cama». «Noche larguísima. Pesimismo. Desánimo». «Insomnio. La una, las dos, las tres, etc.». «Navidad. Decido no levantarme. Como en la cama. Canelones. Paso la tarde durmiendo».
De la censura. «Trabajar pensando en la posibilidad de que la censura lo desmonte todo es una tortura típica del país. En todos los regímenes, desde hace casi cuarenta años, he trabajado con esta limitación. ¡Qué cabronada!».
Del tiempo y la meteorología. «La tramontana me vuelve loco». «Impresión tétrica de Palafrugell, sin nadie en las calles, sin luz, con la tramontana. Hemos llegado a -8. Ha hecho mucho daño». «Las radios anuncian tramontana para mañana. Con esta noticia tomo la decisión de no levantarme». «Este año no ha hecho ni un día de primavera; hemos pasado del frío al calor bruscamente». «Viento de garbino. El silencio y la soledad de la masía. Al anochecer, cambia el viento y se entabla la tramontana». «Paso la tarde escribiendo y viendo llover». «De madrugada caen rayos y truenos». «Ayer tuvimos el día más caliente del verano: 48 al sol». «A medio camino se produce una tormenta eléctrica prodigiosa, grandiosa, llena de color y de livideces. Me gusta la lluvia. Llego empapado». «Todos los Santos. Día siniestro, sin visibilidad, ventoso y frío». «La tramontana se levanta y es fría. Al levantarme la oigo aullar en la chimenea». «El día está encapotado y triste, pero no tan cerrado como ayer. Es posible que haga más frío. Día para quedarse en la cama». «Día cuaresmal -viento de garbino fuerte, se empiezan a oír los grillos, las ranas y los pájaros. La primavera a la puerta». «Viento de garbino toda la noche. Creo que ayer oí cantar al ruiseñor desde el cuarto de escribir».
De comida. «Lubina magnífica y liebre estofada. Queso. Buen vino de Rioja». «Comida en Malva-rosa -entremeses de marisco y paella. Agradable». «Salvo ha traído un cordero de seis kilos; nos lo comemos primero con guisantes, admirablemente bien cocinado, y después, las paletillas asadas. Excelentes. Es la comilona de cordero habitual». «Arroz negro y el primer congrio con guisantes de la temporada». «Canelones, carne (de Palafrugell) con zanahorias y champán brut». «Entremeses y un entrecot inolvidable». «Cenamos costillas asadas con sarmientos». «A mediodía he comido la primera oronja del año». «Como un plato de estofado a las seis de la tarde. (…) Volvemos a cenar, una agradable sopita de apio y costillas con pimiento rojo, excelentes de pimiento». «Como caracoles con una vinagreta, excelentes».
De política. «Los periódicos dan la noticia de que cesan dos ministros. La política se anima un poco». «Me invade una gran depresión. El asco físico que me da Franco me deprime». «Tal vez sea el momento de tomar una decisión e irse de aquí. Este país es asfixiante. ¿De qué se puede hablar? No hay nada que hacer». «Las izquierdas son fáciles de manejar a base de concesiones sociales. Las derechas son insaciables y peligrosísimas». «Impresionante país de locos corrompidos por el franquismo». «Sé perfectamente que vamos de cabeza al desastre, pero no tengo ni fuerza ni juventud para decirlo en voz alta e ir a la cárcel». «Hoy hace 25 años que terminó la guerra: 25 años de paz -es decir, de miseria, de policía, de indignidad».
De religión. «Es terrible, impresionante, la destrucción que ha provocado el cristianismo en la civilización clásica. El cristianismo ha sido quizás, junto con el mahometismo, la religión que más destrucción ha causado».
De su vida casi de payés. «La lluvia de ayer ha sido muy beneficiosa y los campos están de un verde maravilloso». «Los alcornoques parecen quemados, están escuálidos de forma y color». «La masía. La siega. Es el primer año que siegan con tractor, sin animales. A lo largo de mi vida -en muy pocos años- habré visto segar con la guadaña, con animales y con tractor». «No creo que haya llovido suficiente para los nabos. Esto no tiene buena pinta». «Caen, por la mañana, unos chaparrones. Aun así se pueden vendimiar las dos viñas y, por la tarde, el trabajo está hecho. Hemos recogido 30 cuévanos de uva, 8 más que el año pasado». «Llovizna -niebla muy baja. Son las gotas que les faltaban a las habas, a las patatas y a los guisantes». «La tercera vaca que pare». «Los masoveros han traído cuatro cestos de setas. Cobro el cerdo y la cerda».
Y de las muchas ciudades que visita durante esos tres años, la mayoría como periodista. Atenas, muchas italianas y alemanas, Oslo, Estocolmo, Lisboa… y Barcelona, adonde viaja a menudo desde la masía: «Lo que menos me gusta de Barcelona es el aire, que parece que esté masticado y respirado por otros».
PD. La tan mencionada A. es, según Xavier Pla, el prologuista del libro, Aurora Perea Mené, uno de los grandes amores del escritor ampurdanés. Vivieron juntos desde 1943 a 1948, año en que separaron. Ella emigró después a Buenos Aires. Allí la visitó varias veces Pla durante los años de los diarios que ahora se publican. El desamparo que refleja Pla en sus notas cuando espera carta de ella y la carta no llega nos dan ahora una versión mucho más sensible del tantas veces huraño y áspero ampurdanés.