¡Que paren las máquinas! ¡Que paren las máquinas!

¡Que paren las máquinas! El director de 20 minutos y de 20minutos.es cuenta, entre otras cosas, algunas interioridades del diario

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Sedición, quizás en breve rebelión, palabras mayores

Desobediencia, prevaricación, malversación. Hasta ahora, en la crisis de Estado desatada en Cataluña, las diligencias, las órdenes de registro, los autos judiciales… hablaban de esos delitos. Ahora ya empiezan a hablar de sedición -la Fiscalía, no solo la Guardia Civil-, y en breve quizás de rebelión. Palabras mayores, caminos con marcha atrás muy complicada, si no imposible.

Quizás con fundamento, o con indicios sobrados, no digo que no. Pero la espiral policial y judicial, que era inevitable que se desatara desde que en la primera semana de septiembre el Parlament catalán y el Govern empezaron a cruzar rayas rojas, no ha ido acompañada de una espiral política paralela, en el buen sentido de espiral y de política: el de hablar más, dialogar, afrontar los problemas, transar, pactar. Buscar caminos de futuro más allá del recodo o del cruce del 1 de octubre.

Lo que no han hecho durante al menos cinco largos años ni el bloque soberanista catalán ni el Gobierno de Mariano Rajoy.

Sin un cambio de actitudes y de voluntades, en breve nos resignaremos -parafraseando a Ferlosio- a que vengan más días malos que nos harán más ciegos.

El plan Rajoy para el 1-0: evitar la batalla de la calle y desbaratar la logística

Ayer lunes por la noche. Había concluido, sin incidentes, la manifestación independentista en la Diada. Quizás con menos asistentes que en años anteriores, pero aun así multitudinaria.
–La batalla jurídica la vamos a ganar totalmente, la de la legitimidad yo creo que también la estamos ganando… –me dice uno de los más cercanos colaboradores de Rajoy; y, tras una pausa–. La única donde nos pueden ganar es la de la calle.
La calle se ha convertido en una de las principales preocupaciones del Gobierno de Rajoy en la crisis catalana. Que no haya un incidente, que no haya algún altercado callejero en las tres semanas escasas que faltan para el 1-0.
–Que no pierda los nervios un guardia civil joven ante una provocación de alguien de la CUP.
Que no haya una foto que acabe trasladando una imagen de los independentistas como pueblo oprimido, sobre todo fuera de España.
Por esta y por otras conversaciones similares que he tenido, veo que la estrategia del Gobierno, por ahora, no va por la reacción dura, de tipo halcón –artículo 155 de la Constitución, Ley de Seguridad Nacional, etc.–, a la que solo se recurriría si se agravara mucho la espiral en la parte independentista –desobediencia flagrante a algunas de las resoluciones del Constitucional, por ejemplo– sino por la reacción blanda, de tipo paloma: recursos jurídicos, cuidar mucho las formas, buscar «la proporcionalidad».
Y mientras tanto, de aquí al 1 de octubre, impedir materialmente que ese domingo haya en Cataluña algo que pudiera parecer una consulta homologable. ¿Cómo? Desbaratando desde hoy mismo la logística: que no haya publicidad institucional de la Generalitat llamando al referéndum, que haya el menor número posible de espacios públicos donde se constituyan colegios electorales; que apenas haya mesas, cabinas, sobres, papeletas o urnas; que no haya material informático para el control; que no haya una empresa externa que lleve un escrutinio que se pueda presentar como fiable…
Para esto último han sido convocados hoy por la Fiscalía el jefe de los Mossos y los jefes máximos en Cataluña de la Guardia Civil y de la Policía.
–El 1-0 habrá en Cataluña algo que querrá parecerse a un referéndum -me comenta otro interlocutor, un miembro del Gobierno-, pero finalmente parecerá en realidad una mascarada.

Todas hieren, la última mata

En sus comparecencias sobre la corrupción en su partido -judiciales, parlamentarias, ante la prensa…-, Mariano Rajoy es de ciclo alterno trifásico: unas veces miente, otras no contesta a lo que le preguntan y otras ataca a quien le interpela con un ‘y tú más’. Hoy, en el Congreso de los Diputados, el presidente del PP y del Gobierno ha activado las tres fases. Los suyos en el pleno le ovacionan el trifásico, en vez de preguntarse el porqué de la sobreactuación, y se dicen a sí mismos a la salida, una vez más, que su líder sale indemne de la cita.

Creo que se equivocan. Ni el PP logra desprenderse de las muchas inmundicias de corrupción que le han minado internamente estos años ni Rajoy se quita ante buena parte de la opinión pública el estigma de que sabe mucho más de lo que dice sobre la corrupción en su partido. Que quizás la toleró, la propició o se pudo beneficiar personalmente de ella. Y que cuanto más calla o que cuanto menos se explica, más crecen las sospechas.

Dice Rajoy que ya ha comparecido en sede parlamentaria 52 veces sobre temas de corrupción. Es muy probable que le queden algunas más. Al calendario policial y judicial sobre la corrupción en el PP le faltan aún muchas hojas por arrancar.

‘Omnes feriunt, ultima necat’, dice un lema frecuente en algunos viejos grandes relojes de pared o de torre. Todas (las horas) hieren, la última mata. Con la corrupción pasa algo parecido. Aunque no lo parezca, cada caso, cada episodio, cada detalle -y cada mentira o media verdad consiguientes- es una gota más que se añade al vaso. Hasta que rebosa.

Le pasó a Esperanza Aguirre. Se creía siempre a cubierto de las hediondas salpicaduras del PP de Madrid, hasta que la hora Ignacio González la mató políticamente.

El reloj sigue en marcha, presidente.

 

El conflicto en El Prat, compendio de puntos negros de nuestra economía

Un servicio en una infraestructura pública -el de seguridad en el aeropuerto de El Prat- privatizado por una empresa pública, Aena, que se lava las manos.

Una concesionaria, Eulen, a la que le ha ido muy bien en su cuenta de resultados con operaciones como esta, que huelen a capitalismo de amiguetes.

Unos trabajadores malpagados y saturados de horas extra, tan desmotivados e indignados que acaban declarándose en huelga.

Unos usuarios que padecen el mal servicio y se sienten con razón rehenes de unos y de otros.

Una administración pública -la central: el Ministerio de Fomento y el Gobierno- que primero no interviene porque dice que es un conflicto privado y después ‘militariza’ el servicio privado porque considera que es una emergencia pública y manda a la Guardia Civil a hacer de esquiroles de los huelguistas.

Otras administraciones públicas -la autonómica catalana y la local de Barcelona- con escasas posibilidades reales de intermediación, por una normativa obsoleta e ineficiente.

El conflicto de El Prat es un compendio de muchos de los puntos negros de la economía española. Las cacareadas modernización, recuperación, eficiencia, productividad y competitividad… de nuestra economía eran esto: dejación de funciones por parte de la administración, peores servicios públicos, mejores rendimientos privados, pauperización del empleo y de los salarios…

 

 

Inminente nuevo hachazo del Gobierno a la hucha de las pensiones

Finales de junio, inminente la paga extra de verano a los pensionistas e inminente también -sospecho- el nuevo hachazo del Gobierno a la hucha de las pensiones para poder atender esa paga. El año pasado, echó mano de los ahorros en tres ocasiones: el 1 de julio sacó 8.700 millones para pagar la extra de verano, el 20 de julio 1.000 millones más para pagar el IRPF de los pensionistas y el 1 de diciembre otros 9.500 millones para pagar la extra de navidad. Cuando a finales de 2011 Mariano Rajoy llegó al Gobierno, en el Fondo de Reserva de la Seguridad Social (que éste es el nombre técnico de la hucha de las pensiones) había 66.815 millones de euros. Tras las sucesivas veces en que el Gobierno de Rajoy ha recurrido a ella, en la hucha quedaban, a finales de marzo pasado, 15.148 millones.

El problema de la financiación de las pensiones es de primero de matemáticas. Aquí os expliqué hace un año con detalle la situación. Pese a la recuperación económica y al aumento en los últimos dos años del número de cotizantes, los ingresos de la Seguridad Social dan para ir pagando mes a mes la paga ordinaria de los 9,5 millones de pensionistas… pero no dan para afrontar las pagas extraordinarias. Es la prueba palmaria de que el empleo que se está creando -pese a los aspavientos con que lo celebran el Gobierno y el PP- es de muy pobre calidad: empleos poco cualificados, contratos temporales y/o a tiempo parcial, salarios bajos… y cotizaciones muy bajas y muchas de ellas bonificadas. Tan pocos ingresos aportan al sistema, que el agujero de la Seguridad Social sigue creciendo incluso en estos tiempos de presunta recuperación: el año pasado, más de 18.000 millones de déficit.

Consciente de que meter mano a la hucha de las pensiones es una mala noticia para su reputación, el Gobierno procura siempre hacer la saca con cierto sigilo, y siempre que puede elige cuidadosamente la fecha para que la opinión pública se entere lo menos posible. Hace ahora un año, por ejemplo, lo hizo con nocturnidad, estivalidad y alevosía: el viernes 1 de julio, casi de noche, horas después de que empezara la primera gran operación salida de vacaciones. No me sorprendería que este año sea en la tarde noche de este viernes, 30 de junio, o el sábado 1 de julio. ¿Y la cantidad? La Seguridad Social necesitará en torno a 10.000 millones, pero esta vez quizás no todo salga de la hucha, ya que en los recientemente aprobados Presupuestos Generales del Estado se incluyó «un préstamo de hasta 10.192 millones a tipo cero para garantizar el pago de las pensiones». Es probable, por tanto, que para pagar la extra de verano de los pensionistas el Gobierno eche mano esta vez de las dos cajas: una parte, de la hucha de la Seguridad Social; y otra parte, del préstamo de los Presupuestos Generales del Estado. 

Solo una sombra de inquietud en la cara de Rajoy, y no es por Sánchez

Francisco Álvarez Cascos, Javier Arenas, Ángel Acebes, Rodrigo Rato, Jaime Mayor Oreja. ¡Quién los ha visto y quién los ve! Todos ellos, que mandaron lo indecible en el PP hasta hace no mucho tiempo -Arenas aún manda algo, pero cada vez menos-, comparecen estos días ante el tribunal que juzga parte del caso Gürtel y los enredos de Bárcenas.

Felipe González (por plasma), José Luis Rodríguez Zapaero, Alfredo Pérez Rubalcaba. Todos ellos tótems hasta hace nada del PSOE, miembros de la exclusiva lista de dirigentes socialistas pata negra, creían resucitar hace apenas tres meses cuando asistían en primera fila al acto en Ifema que lanzaba la candidatura de Susana Díaz a las primarias socialistas… Vano intento. Este pasado fin de semana, todos ellos (González, vía plasma) asistían a su propio funeral político definitivo: la proclamación de su denostado Pedro Sánchez como máximo líder del PSOE, casi en el mismo lugar donde hace tres meses creyeron asistir todos tres a su propia resurrección.

La política es cada día más líquida, los liderazgos más volátiles, los principios más secundarios (mirad los de los dos partidos emergentes, que se han hecho ya varios liftings cada uno en menos de tres años), la realidad más difusa, el votante menos crédulo, el ciudadano en general más autónomo y empoderado…

Sic transit gloria mundi… salvo para Mariano Rajoy, por ahora. No se le ve preocupación alguna por ese nuevo intento (al menos de boquilla) de Pedro Sánchez de montarle en Moncloa un escrache y desalojo con la ayuda de los agentes Iglesias y Rivera. Estos se repelen cada día más, y mientras tanto Rajoy se fuma un puro con solo una sombra de inquietud en el gesto, quizás solo preocupado por la delicada cita que tiene dentro de un mes con el mismo tribunal y por los mismos graves hechos que Cascos, Arenas Acebes, Rato, Mayor…

La presunta trama tapacorrupción

La finta a Consuelo Madrigal para que no siguiera en la Fiscalía General del Estado. El nombramiento para el puesto del dócil José Manuel Maza. Las idas y venidas y enredos del ministro Rafael Catalá, incluido su “ojalá se cierren pronto los líos” que le dice a Ignacio González. El nombramiento como fiscal anticorrupción de Manuel Moix, el candidato preferido y se diría que promocionado por el propio González desde mesas atrás. Los intentos de Moix de frenar o minimizar la investigación al expresidente madrileño y de descabalgar a los fiscales que la impulsaban. La visita de Pablo González -hermano de Ignacio y también imputado- al número dos de Interior, José Antonio Nieto, el 8 de abril, 11 días antes de las detenciones. La grabación policial el 6 de abril, dos días antes de esa reunión en Interior, de una conversación de los hermanos González en la que se preguntan preocupados quién está al frente de la Policía que los investiga. La afirmación de la Fiscalía en un documento procesal, a propósito de esa conversación entre los González, de la «presunta investigación chivada del secretario de Estado de Seguridad», o sea Nieto…

Demasiados indicios, pistas y evidencias. ¿Está realmente el Gobierno impulsando la investigación a los corruptos del PP, y ahora en concreto a los del caso Lezo, o está haciendo lo contrario: frenarla? ¿Hay en algunas de nuestras principales instituciones una trama tapacorrupción? Y si la hubiera, ¿ha surgido esa presunta trama de modo natural, ha crecido sola, como una suma de ayudas a correligionarios y afines con problemas con la Justicia por presunta corrupción, o responde a un plan minuciosamente preparado? Si todo ha sido planificado, ¿hay un señor X?

Demasiados indicios, pistas, evidencias. Y esta mañana en el Congreso de los Diputados, cuando a Mariano Rajoy le preguntan cómo valora el trabajo de la Fiscalía Anticorrupción responde que «muy positivamente» y añade que Moix «es un profesional con amplia y exitosa trayectoria. Con total independencia y personalidad. Funciona muy bien». Amén.

La moción de censura a Rajoy por ahora impacta en el PSOE

Las mociones de censura se presentan con dos objetivos: o bien para derribar a un presidente o a un partido que están en el poder, o al menos para debilitarlos políticamente; o bien para reforzarse el partido y/o el líder que presentan la moción.

La que presentó Felipe González (PSOE) en mayo de 1980 contra Adolfo Suárez (UCD) no logró que este cayera, pero sí les hizo mucho daño político tanto al presidente como a su partido al tiempo que reforzaba a González y al PSOE: Suárez cayó apenas nueve meses después, y González y el PSOE desalojaron a UCD de la Moncloa dos años y medio después de la moción.

La que presentó en marzo de 1987 Antonio Hernández Mancha, entonces recién elegido líder de Alianza Popular (luego PP), contra Felipe González (PSOE) no logró ni que este cayera ni debilitar al PSOE ni fortalecer al AP o al propio Hernández Mancha. Más bien al revés. El debate de la moción de censura dejó a Mancha tan tocado que su liderazgo en la derecha declinó hasta el punto de que lo perdió en febrero de 1989. Y tan hecha unos zorros quedó Alianza Popular del liderazgo de Hernández Mancha que tuvo que refundarla el fundador, Manuel Fraga, convertirla en el Partido Popular y darle el mando a José María Aznar.

Aún es pronto para calibrar los efectos políticos de la anunciada moción de censura de Unidos Podemos y Pablo Iglesias contra Mariano Rajoy y el PP. No sabemos cuándo se presentará, ni tenemos la certeza de que se presente. No sabemos si acabará con Rajoy y/o el PP saliendo de Moncloa (es improbable, pero no imposible), si debilitará al PP (es posible, pero no es seguro) ni si fortalecerá o debilitará a Podemos y a Iglesias (una y otra cosa pueden producirse). Lo que sí parece ya es que esta moción trae una novedad política: aún no se ha presentado, solo anunciado, y donde más impacto político está teniendo no es ni en el partido o el líder que anuncian que la van a presentar ni en el partido y el líder mocionados (no me crucifiquéis, el verbo y su participio existen en el DRAE), sino en un tercero, el PSOE, al que Iglesias y Podemos le han puesto un espejo para que vea de modo crudo su división interna, sus contradicciones, su desorientación, su falta de liderazgo y, en resumen, su estado de crisis.

Un parche para las pensiones

El 40,7% de todo el dinero público que se va a mover este año en España se destinará a pagar las pensiones. En 2016 fue el 38,5% del total. 2,2 puntos porcentuales más sobre el gasto total es mucha subida y muchísimo dinero. En total, en 2017 dedicaremos 139.647 millones de euros a las pensiones. Como hay doce pagas y dos extras, la cuenta es fácil: nuestro sistema de pensiones necesita casi 10.000 millones cada vez que paga a los pensionistas. Y como ingresa a ritmo de algo más de 8.500 millones al mes, el agujero que genera fue el año pasado de 18.096 millones y probablemente será de al menos otros tantos este año.

La afiliación a la Seguridad Social crece a buen ritmo en número de personas, es verdad, pero esos nuevos afiliados no aportan mucho dinero a la caja. Muchos de los nuevos cotizantes tienen contratos precarios, baratos, temporales, a tiempo parcial… mientras que muchos de los nuevos jubilados tenían empleos más sólidos y cotizaron largo años con bases altas, por lo que su pensión es bastante más elevada (unos 1.400 euros al mes) que la pensión media del sistema (algo más de 900 euros).

Los políticos, los del Gobierno y los de la oposición, saben del problema desde hace muchos años. Al menos desde que en 2012 Mariano Rajoy, recién llegado al Gobierno, empezó a echar mano de la hucha de las pensiones hasta dejarla casi seca. Zapatero se la pasó con 66.815 millones de euros dentro, y hoy ya solo quedan 15.915. Para la extra de verano y poco más. Volverá a meter la mano en la caja a finales de junio próximo. Por eso, para asegurarse el Gobierno de que cuando llegue la siguiente extra, la de navidad, puede pagarla, ha consignado también en los Presupuestos Generales del Estado presentados ayer la posibilidad de un préstamo a la Seguridad de hasta 10.192 millones financiado contra la deuda pública.

Un parche. Bienvenido sea, bien viene disponer de él y tranquilizar a los pensionistas con que sus pensiones están aseguradas. Pero el problema de la financiación de la Seguridad Social sigue ahí, sin resolver y casi sin afrontar. El año pasado era porque el Gobierno estaba en funciones y no había estabilidad parlamentaria. Ahora, en el casi medio año que llevamos de legislatura, la comisión del Pacto de Toledo -que se ocupa en el Congreso de las pensiones- ha recibido ya a una treintena larga de comparecientes y -aseguran- pasada la Semana Santa comenzará a trabajar en las recomendaciones. Sea, dense prisa. Y que entre ellas no haya alguna cuyo efecto final sea que los pensionistas siguen perdiendo poder adquisitivo, como ocurrió con la última reforma.

Llámame caradura y sigue dándome pan

El mismo día en que el juez Eloy Velasco, que instruye el caso Púnica, interroga al que fue consejero de Transportes de Esperanza Aguirre y acelera su investigación porque ha encontrado nuevos y graves indicios de financiación ilegal del PP de Madrid…

y solo un día después en que uno de los tesoreros históricos del partido, Naseiro -sospechoso en su día de corrupción-, deje en evidencia de corrupción a otro de los tesoreros recientes, Bárcenas…

y solo dos días después de que el presidente de Murcia (PP) haya tenido que comparecer ante un juez imputado en cuatro graves delitos de corrupción y siga sin dimitir…

y solo tres días de, y cuatro días de, y cinco días de…

… Mariano Rajoy amenaza en el Congreso de los Diputados con meter en vía muerta la comisión parlamentaria de investigación sobre «la presunta financiación ilegal del PP» que acordó con Albert Rivera en el pacto que le permitió al líder del Partido Popular seguir de presidente del Gobierno.

Rivera y su partido, Ciudadanos, tuvieron un cierto éxito electoral tanto en las elecciones municipales y autonómicas de 2015 como en las generales de 2015 y de 2016 gracias, entre otras razones, a que enarbolaron la bandera de la regeneración, de limpiar a fondo la corrupción galopante que asolaba a los viejos partidos y de recuperar el prestigio de la política, de no hacer trampas, de cumplir la palabra dada…

Si Rivera no reacciona ahora de modo contundente a los desplantes que a diario le hace Rajoy -e incluso al modo en que alardean algunos en el PP de su incumplimiento del pacto-, el partido naranja y su líder se ponen en grave riesgo de perder gran parte de su caudal político y de reputación. Está bien decirle por gestos en el Congreso a Rajoy que es un caradura, pero Rivera ha de ir más allá, incluso más allá de impulsar con PSOE y Podemos la comisión de investigación que intenta bloquear el PP. Ha de acabar Rivera con el ‘llámame caradura, pero sigue dándome tus votos cuando los necesite’ a que le tiene sometido Rajoy.

El ninguneo a Ciudadanos y el desprecio a lo firmado -a la palabra dada y firmada- a que está llegando el PP ya no debería contestarlo el partido de Rivera solo con gestos y con algunas acciones puntuales. Si el socio PP sigue así, Rivera ha de cuestionarse el pacto en su conjunto.