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Desert Trip, ¿concierto del siglo o misa de difuntos?

Cartel oficial del festival ©2016 Goldenvoice

Cartel oficial del festival ©2016 Goldenvoice

El rock, al menos como solíamos entenderlo, era caliente como una bala, peligroso como una pistola e instantáneo como un disparo. Solía ser también sexi, adjetivo que cada uno debe rellenar con su propia imaginación.

Entre el 7 y el 9 de octubre se celebrará —jugaré a los opuestos— la más fría, tranquila y perpetua ceremonia que nunca imaginé. Añadiré el antónimo antisexi que falta, pero multiplicado por nueve, que era el número talmúdico de John Lennon: desagradable, asquerosa, repulsiva, hedionda, infecta, inmunda, nauseabunda, pútrida y mugrienta.

Dicen que se trata del concierto del siglo —los maximalismos cuadran bien en esta etapa histórica dominada por doctorandos en los principios de la mercadotecnia de Papá Goebbles—. Es lo opuesto: la misa de difuntos definitiva, el Treblinka del rock and roll.

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¿Debemos celebrar 1965 ó 1955?

Algunos discos editados en 1955

Algunos discos editados en 1955

Está el historicismo del rock muy apasionado con la celebración del 50º aniversario del milagroso 1965, el año, se nos dice, en que «cambió el pop«.

Las velas encendidas sobre el pastel —el apremiante Like a Rolling Stone, de Bob Dylan; Rubber Soul, el primer disco en el que los Beatles, de los que llegaron a celebrar un falso 50º aniversario hace bien poco, mostraban que no sólo eran un grupo de insustancial yeah yeah yeah; el despegue de los Kinks como nuevos Dickens; el country-rock de The Byrds…—   son luminosas como antorchas y es inútil discutir la potencia con que todavía alumbran y, sobre todo, cómo cegaron a la juventud occidental de hace medio siglo, gente desencantada con la cultura adulta y con más dinero en los bolsillos que nunca en la historia para gastarlo en emociones fuertes. En 1965 los jóvenes de la parte rica del mundo eran un gran nicho virgen para obtener cash flow y en los despachos lo sabían.

Es chocante que no se cite para la salva de aplausos a The Beach Boys Today!, quizá el mejor álbum del año —la estremecedora suite de bolsillo de cinco canciones seguidas en la cara B [Please Let me Wonder, I’m so Young, Kiss Me Baby, She Knows Me Too Well, In the Back of My Mind] , era nueva, compleja y palpitante— y era el prólogo al revolucionario Pet Sounds (1966), el disco que dinamitaría todas las convenciones sobre cómo construir canciones adolescentes con instrumentos clásicos y producción visceral y antiacadémica del genio Brian Wilson, que hoy, como entonces, es ninguneado en favor de los mucho más cool Mick Jagger y John Lennon.

Dado que los aniversarios son un juego con el calendario, me pregunto por qué no celebramos el 60º cumpleaños de 1955, año que fue tan o más rompedor que 1965 y que, como extra, era más inocente, acaso porque la mercadotecnia publicitaria no consideraba todavía al rock un negocio con posibilidades millonarias. Era un problema de «adolescentes salvajes» a los que convenía atar en corto.

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Kandinsky, Munch, Mondrian, Saint-Exupéry…, de dominio público desde 2015

"Vampyr II" - Edvard Munch, 1895

«Vampyr II» – Edvard Munch, 1895

El tremendo óleo de Edvard Munch Vampyr II es, desde el uno de enero de 2015, de dominio público.

Han pasado 70 años desde la muerte del pintor, legalmente llamada post mortem auctoris, y ha concluido el periodo de vigencia de los derechos de autor según la legislación que aplica más o menos toda la Unión Europea. El cuadro puede, por tanto, ser utilizado y difundido con absoluta libertad.

El año que acaba de comenzar viene bien surtido de herencias artísticas que pasan a pertenecer al legado común.

En 1944, hace 70 años, murieron el poeta de la abstracción Vasily Kandinsky, que pintaba como haciendo música; Piet Mondrian, que soñó con desentrañar el color de la «retícula cósmica» y desde hace años se lleva mucho en tapicerías y cortinas; el futurista Filippo Marinetti, propulsor de la idea de que la verdad está en la máquina y temerario compañero de viaje del neofascismo italiano, y el paladín del swing blanco Glenn Miller, quien todo lo merece por el mero título de sus canciones, que te hacen bailar sólo con mencionarlas: Chattanooga Choo Choo, Moonlight serenade, Pennsylvania 6-5000

Las obras de los cuatro son de dominio público.

'Circles Within A Circle" - Vasily Kandinsky, 1923

‘Circles Within A Circle» – Vasily Kandinsky, 1923

En lo literario destacan dos figuras de caráter legendario, Flannery O’Connor, criadora de pavos y reina del gótico sureño, ese subgénero desapegado, irónico y descarnado en el que no ha sido superada por ninguno de sus ilustres imitadores, de Faulkner a McCarthy pasando por García Márquez —todos los postulados del realismo mágico estaban en la obra de O’Connor—, y Antoine de Saint-Exupéry, el autor de Le petite prince (El principito), traducido a 250 idiomas y tercer libro más vendido de todos los tiempos (tras Historia de dos ciudades, de Dickens, y El Señor de los Anillos, de Tolkien).

Para los amantes de la narrativa pulp también se libera de derechos de autoría, aunque sólo en Canadá —en la UE habrá que esperar diez años más—, la obra de Ian Fleming, creador del personaje literario de James Bond y, como 007, bon vivant y mujeriego.

"Aften på Karl Johan" - Munch, 1892

«Aften på Karl Johan» – Munch, 1892

El asunto es menos simple de lo que sugieren estas apresuradas notas.

En los EE UU, por ejemplo, ninguna obra pasará a ser de dominio público hasta 2019, porque en 1978 se extendió de 70 a 95 años el periodo de explotación de regalías y se permitió, en una decisión deleznable que sólo defiende a las empresas que mercantilizan los bienes culturales, que se aplicara con carácter retroactivo a obras que ya estaban en los catálogos de dominio público y dejaron de estarlo, volviendo los derechos a sus legítimos propietarios.

Según las normas estadounidenses vigentes ninguna obra por encargo es propiedad del creador o compositor, sino del empleador —empresa editora o de publicación—, que será dueño de los derechos durante los 95 años siguientes a la fecha de edición. La locura de este proteccionismo corporativo motiva que los defensores del dominio público emitan cada uno de enero un listado de las obras que hubiesen entrado en la categoría de estar vigente la ley que estuvo en vigor hasta 1978.

El uno de enero de 2015, por ejemplo, entrarían en dominio público novelas como Desayuno con Diamantes (Truman Capote), películas como Vértigo y canciones como el himno del rock Johnny B. Good (Chuck Berry)… Hay, desde luego, muchas otras: todas las obras publicadas y editadas en 1958.

Podrían ser de dominio público en los EE UU (Imagen: Duke University's Center for the Study of the Public Domain)

Podrían ser de dominio público en los EE UU (Imagen: Duke University’s Center for the Study of the Public Domain)

La extraordinaria y atribulada historia es seguida con atención y narrada con ánimo reivindicativo por el Centro de la Univesidad de Duke para el estudio del dominio público, uno de esos departamentos universitarios que los yanquis saben cómo manejar como nadie [aquí está el informe sobre este año, con suficiente hipervinculación como para dedicarle meses a la lectura]. Las universidades españolas, cavernícolas como casi siempre, ni siquiera consideran que el asunto tenga interés.

Más información detallada, en ingles, puede encontrarse en el libro The Public Domain: Enclosing the Commons of the Mind, de James Boyle, que, como buen militante del procomún, deja bajar el libro gratis.

Entretanto, si les parece que hay clientela editen El Principito —ojo: encargando a alguien la traducción o buscando una traducción libre de regalías— o vendan pósters y postales de obras de Kandinsky, Munch y Mondrian. Son de todos.

José Ángel González

El peor error de la carrera de los Rolling Stones: tocar tras James Brown

Cartel del T.A.M.I. Show, 1964

Cartel del T.A.M.I. Show, 1964

Cumple 50 años dentro de unos meses y no ha sido superado. Tampoco lo será en el futuro: nunca se repetirá un festival tan ardiente. El T.A.M.I. Show (el acrónimo era una mera invención, que tradujeron como Teenage Awards Music International o como Teen Age Music International), celebrado el 28 y el 29 de octubre de 1964 en el Santa Monica Civic Auditorium (California-EE UU), deja en la situación de mera tontería a cualquier celebración musical de las que llegaron después. Bien, admito que Woodstock, cinco años más tarde, tuvo su belleza como canto de extinción hippie, pero musicalmente no hubo color: el escenario de Santa Mónica fue tarima de seres infernales y peligrosos. El rock no era todavía una excusa para fumar marihuana y volar. No hacen falta drogas cuando te están robando el alma para cargarla como una bomba sucia de sudor y sexo.

Lo organizaron para comercializarlo como película —es el primer documental de rock y un tempranísimo antecesor de los videoclips— y fue grabado por un equipo dirigido por Steve Binder con la tecnología Electronovision, un intento de mejorar la imagen televisiva para transferirla a cine manteniendo una calidad aceptable, y reunieron en dos días —y con entrada gratuita: se repartieron miles en los institutos de la zona— a un elenco trepidante: entre otros, Chuck Berry, los Beach Boys, The Supremes, Marvin Gaye, Smokey Robinson and The Miracles, Jan and Dean, James Brown y los Rolling Stones.

James Brown, 1964

James Brown, 1964

El manager de los Rolling Stones, Andrew Loog Oldham, promotor de la imagen de chicos malos del grupo y autor de la proclama de venta perversamente antibeatle: «¿dejaría que una de sus hijas se casara con un Rolling Stone?», puso como condición que sus protegidos cerrasen el espectáculo como correspondía a su condición de «grandes estrellas».

El buen hombre cometía un pecado de vanidad —en el cártel había artistas con mayor recorrido, mejores canciones y superiores dotes escénicas que el quinteto londinense— y un error de juicio que resultó ser mayúsculo: antes de los Rolling Stones salía a escena James Brown acompañado por los Famous Flames, gente de la profunda Georgia. Tipos de piel muy oscura, alma de asfalto y condición chulesca frente a los que un papanatas de escuela de arte british está perdido antes de empezar la pelea.

Lo que sucedió pueden comprobarlo en los dos vídeos de abajo. Brown protagonizó una de las mejores actuaciones de la historia —si preguntan por mi opinión: la mejor—, una dinámica y salvaje lección de soul, ritmo, coreografía y colapso. Los Rolling Stones, pese a los grititos de las quinceañeras por la belleza de Brian Jones y los trajes bien cortados y planchados, estaban ateridos y ridículos: parecían peleles.

Keith Richards declaró pasados unos años que aquella decisión había sido la peor jugada estratégica de la carrera del grupo. De ahí en adelante jamás permitieron que músicos negros tocasen antes o, cuando lo hicieron —Ike & Tina Turner y The Meters serían teloneros de los Stones en giras americanas posteriores—, rebajaban el nivel de decibelios del equipo de sonido y dejaban un largo descanso para que el público olvidara el genio de la raza antes de ver a los pálidos imitadores.

Después de tragar otra vez la letanía circular sobre el milagro biológico de Mick Jagger y la «lección de inmortalidad» de los Rolling Stones en su todavía reciente visita a España, este ejercicio de memoria histórica resulta saludable. Sean lo que sean ahora, quizá momias revertidas en leyenda comercial, hace medio siglo los Rolling Stones eran transitorios y un depredador negro se los merendó de un bocado.

Ánxel Grove

Ronnie Lane, de ‘face’ a gitano

Ronnie-Lane (1946-1997)

Ronnie-Lane (1946-1997)

Entre 1965 y 1963, es decir, cuando la música era el gran demiurgo y las canciones, comunión que nos embriagaba con sueños que, como toda locura, eran por definición, ingenuos, Ronnie Lane fue uno de los elegidos para guiarnos con la antorcha.

De barrio obrero —nunca perdió el acento espeso y la mirada de candela de los pilluelos de callejón— e hijo de un camionero, ingresó en la aristocracia del pop británico a los 19 años, cuando cofundó los Small Faces (de cuyo tema-símbolo de 1967 Itchycoo Park escribió la letra). Aparecían semana sí y semana también en las cubiertas de las revistas pop, vestían mejor que nadie sin disfrazarse de aprendices de Buda y competían en brío, actitud y belleza con los Beatles y los Kinks —escuchen esta toma en directo de Tin Soldier y vuelen.

Al terminar la aventura, Lane acabó montando The Faces, donde compartió tablas con Rod Stewart, a quien el futuro depararía muchos matrimonios fallidos y una vejez innoble, y Ron Wood, un borrachín impenitente al que aguardaba un devenir aún más sombrío como comparsa de la empresa geriatrica más rentable de la historia, los Rolling Stones. The Faces fue la banda más abrasiva del Reino Unido durante los primeros años setenta: los únicos blancos que, gracias acaso a la infinita cantidad de cerveza y scotch que consumían, podían sonar como gente de piel negra. El contrabajo de Lane demolía las paredes.

Lane compuso la letra y la música de algunas de las mejores canciones del grupo —la fogosa Richmond (1971), las conmovedoras Stone (1971) y Debris (1972) y la irónica Oh La La (1973)— pero Stewart, que estaba empezando a olisquear las posibildades económicas de que los rubios lo pasan mejor, le robó Mandolin Wind, que usó en su primer disco como solista, grabado como proyecto paralelo al grupo. Lane no quiso litigar con su excolega pero decidió dejar la banda. La importancia que jugaba en el equilibrio interno de la pandilla quedó demostrada cuando, a la semana, The Faces hacían pública la disolución.

Con la liquidación de las regalías, que fueron cuantiosas porque The Faces habían conquistado el mercado de los EE UU con giras en grandes estadios tocando electro-alcohol de incendiaria intensidad y contagiosa alegría, Lane acometió una vuelta de tuerca tan ruinosa como bella: compró una granja en una zona rural y alejada de Gales, se estableció como campesino con su segunda esposa y los hijos de ella y gastó 250.000 libras esterlinas de 1972 —que ahora equivaldrían a dos millones, unos 2,4 millones de euros— en construir un estudio móvil de grabación en un trailer Airstream que importó de los EE UU. Fue el mejor de su tiempo y en él se grabarían discos como Quadrophenia (The Who, 1973), el debut homónimo de Bad Company (1974) y Physical Grafitti (Led Zeppelin, 1975).

"Ronnie Lane & Slim Chance" (1975)

«Ronnie Lane & Slim Chance» (1975)

Convencido de que el rock se había complicado en exceso y era necesario un regreso al camino, Lane montó un circo ambulante con carpas, animadores, bailarinas, «los peores payasos del mundo» y, como broche final, la actuación de su nueva banda, Slim Chance, un grupo abierto por el que pasaron, entre otros, el futuro dúo escocés Gallagher & Lyle. Se lanzaron a recorrer Gran Bretaña en caravanas y autobuses, al estilo de los gitanos nómadas. No había agenda establecida ni conciertos programados: tocaban donde les sorprendía el atardecer o dónde les dejaban, casi siempre sin permisos legales, cobrando muy poco o nada por las entradas y robando ilegalmente la energía eléctrica de los transformadores.

La gira gitana fue un desastre (denuncias, peleas, cortes de luz, actuaciones supendidas por aguaceros…) que dejó a Lane en la ruina, pero la música —con acentos folklóricos de Escocia e Irlanda, espíritu de vodevil y chispeantes versiones zíngaras de clásicos del rock  (la de You Never Can’t Tell fue definida por el maestro Chuck Berry como la mejor que había escuchado)— desprendía la vigorizante frescura de una empresa utópica y valiente.

El mejor de los discos de la época es Ronnie Lane & Slim Chance, grabado con sus compañeros nómadas. Fue el contrapeso perfecto, en 1975, para los excesos ególatras de los dinosaurios aburridísimos que habían convertido el rock en música para fumar porros (Pink Floyd) o hacer el ganso (Queen). Se trata de un álbum transparente, emocional y desnudo, una especie de celebración del puro goce de la música del que sólo encuentro un referente previo, Music from Big Pink (The Band, 1968), otro disparo de gracia, esta vez contra los excesos de la psicodelia hippie.

En 1977 al superestrella convertido en gitano le diagnosticaron esclerosis múltiple —aunque la dolencia no es, que se sepa, hereditaria, su madre y su único hermano la padecieron también—. Lane no se arredró. Recibió la ayuda de viejos colegas (grabó discos con Pete Townshend y Eric Clapton) y se fue a vivir a Austin (Texas-EE UU). Cuando la salud y las complicaciones requirieron atenciones médicas que no podía pagar, Jimmy Page, Rod Stewart y Ron Wood se hicieron cargo de todos los recibos. El cuatro de junio de 1997, Lane murió a los 51 años tras una neumonía que se complicó por la esclerosis.

Acaban de editar  Ooh La La: An Island Harvest, un doble álbum que recopila parte de la música de Ronnie Lane en los años setenta. Es una buena oportunidad para recordar, como hizo en 2000 Paul Weller con el tema He’s the Keeper, al chico con mirada de candela. La primera línea de la letra de la canción-homenaje es la biografía más exacta de Lane: Él es el guardian de la antorcha.

Ánxel Grove

El falso 50º aniversario discográfico de los Beatles

Primer disco (1962) y primer álbum (1963)

Primer disco (1962) y primer álbum (1963)

Tiene algo de irracional celebrar el medio siglo de los Beatles empezando la cuenta por su primer álbum, Please Please Me, que se puso a la venta en marzo de 1963, más de cinco meses después del single con Love Me Do y P.S. I Love You, verdadero debut discográfico del grupo (octubre de 1962). Es como si estrenáramos la vida de Cristo con su primer paso sin ayuda de José y María y pasáramos de la mula, el buey y la visita de los Reyes Magos.

Aunque en este blog ya celebramos los 50 años de los Beatles en 2012, que es cuando tocaba según la imperturbable matemática de los calendarios, olvidemos el error contable que cometen otros en aras del negocio y, como dirían los Beach Boys —que tienen un añito más, son de 1961—: Do It Again, hagámoslo de nuevo, celebremos los 50+1 años de los Beatles con 50+1 pormenores de bajo calado, y quizá por ello de interés, sobre el mejor grupo de pop de la historia.

1. «Cómete tú las gominolas». George Harrison pidió por carta a una fan en 1963 que dejasen de tirar al grupo gominolas durante las actuaciones, algo que se había convertido en ritual en los primeros años de la banda. Un caramelo le había dado en un ojo a Harrison y le había dolido bastante. «No nos gustan los Jelly Babies o las Fruit Gums. Imagina lo que es estar en un escenario esquivándolas. Cómelas tú», escribió.

2. «E.T. también debe pagar derechos». Cuando las sondas espaciales Voyager fueron lanzadas en 1977 un comité de expertos presidido por Carl Sagan eligió el contenido del disco de oro (literalmente) The Sounds of Earth, pensado para que los posibles habitantes de los confines estelares escucharan una tormenta, el viento, el oleaje y algunas piezas musicales. Junto a temas de Beethoven, Mozart y Stravinsky, Sagan estaba empeñado en incluir la canción Here Comes the Sun, pero la discográfica de los Beatles se negó por una cuestión de derechos. Cuando las Voyager, dentro de 40.000 años, lleguen más allá de nuestro sistema solar, los posibles E.T. que reproduzcan el disco sólo escucharán una canción de rock and roll: es de Chuck Berry, precisamente uno de los artistas imitados por los Beatles en sus comienzos.

The Beatles

The Beatles

3. «Quiero tomar ácido en una isla en el Egeo». Los Beatles compraron en 1967 una pequeña isla en Grecia. Querían escapar de la presión de los fans y tomar LSD en paz —quizá sin saber que en Grecia acababa de tomar el poder una junta militar y la situación era inestable para cualquier ceremonia narcótica—. Cerraron el trato a través de su colega y técnico de sonido Magic Alex Mardas, pero se olvidaron pronto del capricho y vendieron el pedazo de tierra durante los trámites de separación del grupo.

4. «Queremos a Kubrick». En 1969 los Beatles intentaron convencer al director Stanley Kubrick para que los dirigiera interpretando una versión de El Señor de los Anillos. El cineasta, convencido de que aquella propuesta era una consecuencia de la ingesta indiscriminada de drogas, se negó.

5. «Queremos a Disney». En 1965, el manager del grupo, el sagaz y avaro Brian Epstein, se entrevistó con Walt Disney para ofrecer a los Beatles como voces de los buitres de El libro de la selva. Cuando Lennon se enteró de la oferta estalló: «Los Beatles nunca van a ser el jodido Mickey Mouse».

6. Solfeo, cero. Ninguno de los Beatles era capaz de leer una partitura. Lennon dijo en una entrevista en 1980: «No éramos buenos técnicamente. Ninguno leía música, ninguno podía escribirla. Pero, como músicos puros y seres humanos inspirados podíamos hacer ruido tan bueno como el de cualquiera».

7. Quemando condones. McCartney y Pete Best (primer batería) fueron expulsados de Alemania por quemar condones dentro de una furgoneta. Los acusaron de vandalismo. Los condones no estaban usados y los inculpados no aclararon nunca de qué iba la cosa.

8. El primer joint, de Bob. Los Beatles fumaron marihuana por primera vez en 1964 y los invitó Bob Dylan.

9. «Cher ama a Ringo». Antes de adoptar el nombre artístico de Cher, Bonnie Jo Mason grabó en 1964 un single titulado I Love You Ringo

10. Letras imprresas en la cubierta. Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band (1967) fue el primer álbum de la historia que incluyó las letras de las canciones en la carpeta.

11. Soundtrack universal. Se supone que cada 15 segundos suena una canción de los Beatles en algún lugar del mundo.

13. Sissy ama a John. Antes de ser actriz, Sissy Spacek lo intentó como cantante de pop tontín. Se hacía llamar Rainbo y grabó en 1968 un single dedicado a Lennon: John You Went Too Far This Time (John, esta vez te has pasado).

14. Ayudando a los Stones. Lennon y McCartney hicieron coros para los Rolling Stones en We Love You (1967).

15. Plagios. Lennon fue acusado de plagiar en Come Together (1969) la canción de Chuck Berry de 1956 You Can’t Catch Me. Algo de base había en la acusación porque el asunto se arregló entre los abogados extrajudicialmente y con dinero cambiando de manos. Peor lo tuvo Harrison, condenado con toda la razón por plagiar en My Sweet Lord (1971) el tema de las Chiffons He’s So Fine’ (1963).

16. Experimentales. Este caos sonoro, Carnival of Light, fue grabado por los Beatles en 1967 para el evento sonoro-luminotécnico de vanguardia The Million Volt Light and Sound Rave. El casi único artífice de la pieza fue McCartney, muy animado en aquellos días a jugar con cintas y grabaciones superpuestas. El tema nunca ha aparecido en ningún disco oficial del grupo. ¿Arrepentidos de aquellas veleidades?

17. Compositores mercenarios. Lennon y McCartney compusieron temas para otros artistas con cierta asiduidad. Algunos ejemplos: From A Window (Billy J. Kramer with The Dakotas, 1964), One and One Is Two (The Strangers with Mike Shannon, 1964), Step Inside Love (Cilla Black, 1967), Come and Get It (Badfinger, 1967) y Woman (Peter and Gordon, 1966).

© Maxim Dalton

© Maxim Dalton

18. Sólo dos compuestas por todos. Las únicas canciones con composición atribuida a los cuatro beatles son el instrumental Flying (1967) y Dig It (1970).

19. Prohibidos por la BBC. La radiotelevisión pública británica prohibió la difusión de cuatro canciones de los Beatles, todas de la época sicodélica del grupo: I Am the Walrus, Fixing a Hole, Lucy in the Sky with Diamonds y A Day in the Life. La primera fue censurada porque la letra contiene la palabra knickers (bragas) y las otras tres por supuesto fomento del uso de drogas.

20. Ni Hitler, ni Cristo. Para la superpoblada carpeta de Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band fueron vetados tres personajes propuestos por Lennon: Jesucristo, Gandhi y Hitler.

21. El primer portazo. Ringo Starr dejó el grupo en 1968 durante la tensa grabación del Álbum Blanco. Cuando cambió de idea y decidió reincorporarse, los demás habían cubierto la batería con flores.

22. Borrachos en el último encuentro. Lennon y McCartney tocaron juntos por primera y última vez tras la separación de los Beatles en un estudio de Los Ángeles (EE UU) en 1974. Estaban muy cargados de alcohol y les acompañaron Stevie Wonder y Harry Nilsson. El resultado, editado profusamente como disco pirata, es A Toot And A Snore In 74.

23. Paul es James. El primer nombre de pila de McCartney no es Paul sino James. Su padre también se llamaba James y en familia se referían al niño como Paul para evitar equívocos.

24. John es John Winston Ono. A Lennon lo registraron al nacer como John Winston. En 1969, tras casarse con Yoko Ono, quiso cambiar el segundo nombre por Ono, pero las leyes británicas se lo impidieron y su nombre oficial quedó en John Winston Ono Lennon.

25. Ningún colaborador. Los Beatles no eran nada amigos de citar a sus colaboradores musicales. El único disco en el que otorgaron crédito a un instrumentista ajeno al grupo es el sencillo Get Back / Don’t Let Me Down, atribuido a The Beatles with Billy Preston, el teclista negro reclutado por Harrison para intentar que su presencia atenuase la tensión durante los últimos meses del grupo.

26. Anónimo Eric. No aparece citado, por ejemplo, Eric Clapton, que tocó el solo de guitarra en While My Guitar Gently Weeps, una de las canciones del Álbum Blanco.

27. Lennon hace de Bob. Las relaciones entre Lennon y Dylan siempre fueron curiosas. El primero estaba acomplejado por la cultura literaria y las complejas letras simbolistas del segundo. El beatle grabó demos caseras parodiando de modo hilarante la dicción, el fraseo y las rimas de Dylan. En 1980, Lennon también contestó la la conversión del cantautor al cristianismo con Serve Youself, respuesta a Gotta Serve Somebody. «Hay demasiada cháchara sobre soldados cristianos, desfiles y conversiones», declaró Lennon.

28. Banjo. El primer instrumento que tocó Lennon fue el banjo. Se lo compró su madre Julia.

29. Mal Evans. El siempre fiel ayudante, roadie e instrumentista ocasional de los Beatles —toca la campana del despertador de A Day in the Life y el martillo en Maxwell’s Silver Hammer— fue muerto a tiros por la Policía de Los Ángeles (EE UU) en 1976 cuando los agentes acudieron a atender una denuncia por una pelea y Evans los encañonó con una pistola que resultó ser de aire comprimido.


30. ¿Quién es mejor rocker? Lennon y McCartney, fervorosos admiradores de los pioneros estadounidenses del naciente rock and roll de los años cincuenta, versionaron en discos como solistas una misma canción clásica, la inolvidable Ain’t That a Shame (1955) de Fats Domino. Si fuese necesario calificar, le doy una matrícula de honor a la original, un sobresaliente a Macca y un aprobado a Lennon —lastrado por una producción inadecuada de su amigo Phil Spector—.

31. Girl, esa palabra. La primera canción que compuso Lennon, datada en 1957, se titulaba Hello Little Girl. La primera de McCartney es de 1956, I Lost My Little Girl.

32. Glosario. Las letras de los Beatles no eran alta literatura. La palabra más utilizada en todo el cancionero es you (tú), que aparece 2.262 veces. Para encontrar un término que no sea un artículo o un pronombre debemos bajar hasta el octavo lugar: love (amor), 613. Hay un juego online para adivinar el resto.

33. El primer beatle en solitario. Fue Harrison con Wonderwall Music (1968), que también fue el primer producto editado por Apple Records, la discográfica montada por el grupo. El álbum es la banda sonora de la película Wonderwall (Joe Massot, 1968). El elepé y el film coinciden en resultado: indigeribles.

34. Paul, guitarrista. Pese a que su instrumento habitual en el grupo era el bajo —y lo toca como pocos, con gran influencia del estilo sólido de Motown—, McCartney es un eficaz guitarrista, con una pegada mucho más potente que la del lánguido Harrison. En estas canciones la guitarra solista es de Macca: Ticket to Ride,Taxman, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, Good Morning Good Morning.

35. Y Harrison, bajista. Toca el instrumento en She Said She Said, una de las pocas canciones de los Beatles sin Macca.

36. Riff robado como homenaje. Lennon reconoció que birló el riff de guitarra inicial de I Feel Fine de la canción Watch Your Step (1961), del guitarrista Bobby Parker, al que admiraba.

37. Bond, anti-beatle. En la película Goldfinger (1964), el agente 007 dice que beber Don Perignon a temperatura inadecuada es tan inaceptable como «escuchar música de los Beatles sin tapones de oídos».

 38. Sean Connery, beatle. Sean Connery, el mejor Bond, reparó la afrenta recitando la canción de los Beatles In My Life en el disco del mismo título que preparó en 1988 el productor George Martin para hacer algo de caja. El álbum merece la incineración por la versión de I Am the Walrus que ejecuta (en el sentido penal) Jim Carey y la de Come Together de Bobby McFerrin y Robin Williams.

39. Los más versionados. La lista de artistas que han reinterpretado canciones de los Beatles es inmensa, casi inabarcable. Existe una entrada de la Wikipedia dedicada al asunto. En el libro The Beatles Discovered: Beatles Tribute Albums, Cover Songs, Comedy & Novelty Records, Parody Albums and More! se citan 500 álbumes de homenaje (tribute, en inglés): los hay de salsa —destaca Tropical Tribute to the Beatles, con una gran versión de Lady Madonna por Óscar D’Leon—, reggae —Here Comes The Sun, con Steel Pulse haciendo lo que pueden con We Can Work It Out—…

40. Flow beatle. La mejor reconstrucción de los Beatles es, para mi gusto, el fabuloso Grey Album de Jay-Z y Danger Mouse (2004) donde el rapero y el productor desmontan y remontan el Álbum Blanco. McCartney dió su placet a la edición pública, pero la discográfica EMI se negó y el disco sólo circuló de manera ilegal, aunque profusa.


41. Los peor versionados. Siendo los mejores, es casi una justicia poética que sean el objetivo de cualquier alunado. Coindido con esta selección de las más espantosas versiones de los Beatles, pero para mi gusto no hay nada comparable a los Beatle Barkers, la versión canina de los Fab Four.

42. ¿The Beatles o the Beatles? En torno a los Beatles todo es excesivo y radical. Por ejemplo: ¿cómo debe escribirse el nombre del grupo, The Beatles o the Beatles (Los Beatles o los Beatles)? La Wikipedia mantuvo abierto durante ocho años un panel de discusión entre los editores de la enciclopedia sobre el asunto de la letra inicial capitular o de caja baja. La discusión resultó tan encendida que algunos de los participantes fueron expulsados de la Wikipedia. ¿Conclusión? No llegaron a ninguna.

La beatlemanía llega a los EE UU

La beatlemanía llega a los EE UU

43. El desembarco en los EE UU. Antes de que la beatlemania llegase al otro lado del Atlántico en 1964, George Harrison había estado en los EE UU un año antes para visitar a su hermana Louise, que vivía en Benton-Illinois. Tocó con un grupo local, concedió entrevistas y compró una guitarra.

44. Peinado con nombre. El mundialmente famoso corte de pelo de los Beatles fue bautizado por Harrison en una conferencia de prensa: Arthur.

45. McCartney-Lennon. Antes de que la mayoría de las canciones del grupo fueran firmadas como composiciones de Lennon-McCartney, el binomio se mencionaba al revés, McCartney-Lennon: así aparecen los créditos del álbum Please Please Me.

46. Macca conoció a Yoko antes. En 1965, un año antes de que Lennon y Ono se conociesen en noviembre de 1966, el músico de vanguardia John Cage, amigo personal de Macca, había presentado a la japonesa al beatle.

47. ¿Era un caradura George Martin? El productor George Martin, que se ha llevado toda la fama (y se ha convertido en millonario) como arquitecto del sonido beatle, se atribuyó galardones que no le correspondían. Eso dice el ingeniero de sonido Geoff Emerick, que trabajó con la banda en sus mejores discos, en el libro Here, There and Everywhere: My Life Recording the Music of the Beatles. Según Emerick, cuando Lennon y McCartney llegaban con alguna nueva idea Martin se limitaba a decir «¡’adelante!» y dejar que el ingeniero lidiara con el trabajo.



48. Dear Prudence (Farrow).
La canción del Álbum Blanco Dear Prudence está dedicada a Prudence Farrow, hermana de la actriz Mia. Los Beatles la conocieron en 1968 en Rishikesh (India) donde se dejaron engatusar por el gurú Maharishi Mahesh Yogi. Prudence nunca salía de su dormitorio y Lennon compusó la canción creyendo que la chica estaba deprimida. «Eran muy simpáticos, pero yo estaba allí para meditar, no de fiesta», declaró ella.

49. Fondos para la secta. Harrison participó de forma activa en la recogida de fondos económicos y las campañas de apoyo público para el Natural Law Party, montado por los seguidores de la secta del Maharishi.

50. Cavernícolas. Ringo conoció a su primera segunda mujer, Barbara Bach, cuando ambos actuaron en Cavernícola (1981), una comedia que, como su título sugiere, es bastante antediluviana.

50+1. Lean el especial web de El País sobre los (falsos) 50 años del debut discográfico de los Beatles. Pese a que está basado en el axioma «no dejes que una falsa efeméride te estropee una buena operación de mercadotecnia», tiene maravillosos artículos.

Ánxel Grove

Cincuenta años sin el único ‘quinto beatle’, Stuart Sutcliffe

Stuart Sutcliffe - "Autorretrato"

Stuart Sutcliffe – «Autorretrato»

El quinto beatle. Un título casi nobiliario que ha sido pretendido por unos pocos —el agente Brian Epstein, que diseñó la marca y la puso en el mercado; el arreglista y productor George Martin, sin el cual no sería posible el sonido intrincado y valiente de las mejores obras del grupo— y adjudicado con demasiada alegría a bastantes más —al pianista Billy Preston, al avispado jefe de prensa Derek Taylor, al asistente-secretario-road manager y nefasto contable Neil Aspinal e incluso al díscolo y mágico futbolista George Best—.

Si no damos al título carácter metafórico, si lo reducimos a la textualidad y expulsamos de la competición al nulo Pete Best, el pésimo baterista de los primeros años que fue despedido por Epstein, sólo un persona ejerció realmente como quinto beatle con todas las de la ley: el muchacho abstraído que se autorretrató con pinceladas expresionistas en el óleo de la izquierda, Stuart Sutcliffe, de cuya muerte a los 21 años se cumple ahora medio siglo.

Amigos y compañeros de escuela de arte, Sutcliffe y John Lennon eran confidentes. El segundo, inseguro de sus méritos, envidiaba al primero, brillante, guapo, con maderas de futuro gran pintor y muchas inquietudes culturales. Paul McCartney los envidiaba a ambos —y ya sabemos el tamaño del ego de este tipo: como el estuario del Támesis— porque tenía la sensación de que aquella relación le estaba condenando al «asiento de atrás» (el entrecomillado es de Macca) del grupo musical con el que jugueteaban.

Tres 'beatles', 1960. Desde la izquierda: George Harrison, Stuart Sutcliffe y John Lennon

Tres ‘beatles’, 1960. Desde la izquierda: George Harrison, Stuart Sutcliffe y John Lennon

Desde enero de 1960, Sutcliffe tocaba el bajo (un Hofner President que compró con el dinero de la venta de un cuadro) en la banda, que se había llamado Johnny and the Moondogs, luego The Beatals, Silver Beetles, The Silver Beatles y, finalmente, en agosto del mismo año, adquirió la marca que se tatuaría a fuego en la piel de cada ser humano durante la próxima década, The Beatles.

Tras emigrar para ganarse la vida a los antros de Sankt Pauli, en la zona roja de Hamburgo (Alemania), los cinco beatles (Lennon, McCartney, George Harrison, Sutcliffe y Best) bregaron durante casi dos años con público bronco, empresarios sin piedad y noches de tal longitud que sólo podían surcarlas con ayuda de anfetaminas.

Preferían tocar versiones de Elvis, Chuck Berry y Little Richard, pero eran capaces de cualquier cosa (fueron la banda de acompañamiento de la stripper Janice) para cobrar las 15 libras semanales por cabeza que les pagaban.

Foto de Hugo Haase de los Beatles en Hamburgo, Sutcliffe es

Foto de Hugo Haase de los Beatles en Hamburgo. Desde la izquierda: Best, Harrison, Lennon, McCartney y Sutcliffe

Sutcliffe tocaba bastante mal —a veces daba la espalda al público para tratar de disimular su escasa pericia—, pero tenía más actitud que los demás: fue el primero en adoptar pose de rockabilly, con flamante tupé, pantalones de pitillo y gafas Rayban. En las sesiones en directo llamaba la atención y a las chicas les gustaba cuando cantaba a media voz Love Me Tender, el único tema que Lennon y McCartney le cedían.

En el club Kaiserkeller, Sutcliffe conoció a Astrid Kirchherr, una chica nacida en 1938 que estudiaba diseño gráfico y textil, era buena fotógrafa y estaba relacionada con un grupo de jóvenes artistas de Hamburgo seguidores del naciente existencialismo («exis«, les llamaba Lennon con la reveladora sorna que utilizaba para designar todo aquello que no era capaz de entender). Uno de ellos, el novio de Kirchherr, era Klaus Voorman, otro de los que entrarían en la pugna por ser el quinto beatle —dibujó la cubierta de Revolver (1966)—.

Autorretrato de Astrid Kirchherr

Autorretrato de Astrid Kirchherr

Vestida de riguroso y elegante negro (Lennon le dedicaría la canción Baby’s In Black), la muchacha no se parecía a las amistades de los Beatles, bastante garrulos y de educación limitada. En pocas semanas Kirchherr y Sutcliffe comenzaron a salir juntos y al cabo de unos meses estaban enamorados y anunciaron que deseaban casarse. Fue ella quien le sugirió a él que cambiase de imagen y dejase de intentar imitar a Elvis.

Sutcliffe fue el primer beatle en renunciar a la brillantina, el tupé y la cazadora de cuero y cortarse el pelo a la taza. Estaba tan deslumbrado por el mundo al que Kirchherr  le había dado acceso —la búsqueda de un sentido vital a través del arte y la filosofía— que se distanció de los demás beatles y, en julio de 1961, dejó el grupo, obtuvo una beca para hacer un doctorado en una escuela de arte de Hamburgo, volvió a pintar, esta vez lienzos abstractos, y era feliz viviendo con su novia una especie de «cuento de hadas», como ella afirmaría años más tarde, en el que ambos se intercambiaban ropa como si fuesen la misma persona.

También estaba aliviado por haber roto con los Beatles. La separación fue amistosa y Sutcliffe le regaló el bajo Hofner a McCartney, que a partir de entonces dejó la guitarra y estaba satisfecho de no tener interferencias en su relación con Lennon.

Stuart Sutcliffe

Stuart Sutcliffe

Tras una caída accidental en las escaleras de casa, Sutcliffe empezó a sufrir severos dolores de cabeza a partir de enero de 1962. Fue al médico, que no encontró anomalías visibles pero le recomendó hacerse radiografías. Como la situación había mejorado, faltó a la cita con el radiólogo. El 10 de abril sufrió un colapso y perdió el conocimiento. Kirchherr lo trasladó en ambulancia a un hospital de Hamburgo pero ingresó cadáver. La rotura de un aneurisma había causado una hemorragia interna mortal en el cerebro.

Lennon no fue al funeral y ni siquiera envió flores, pero estaba destrozado. Pasó varios días en casa de Kirchherr, llorando como un crío. Más tarde declararía que Sutcliffe era su «álter ego, un guía, una luz».

Unos meses después, los Beatles entraron en el estudio para grabar Love Me Do, su primer single y el inicio de una leyenda.

El único «quinto beatle» posible volvió al lado de sus compañeros en 1967. Su foto aparece en la superpoblada portada de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Es el primero por la izquierda en la tercera fila empezando por abajo.

Ánxel Grove

50 años de los Beach Boys: el loco sigue siendo el objetivo

Cartel promocional de la gira mundial de los Beach Boys

Cartel promocional de la gira mundial de los Beach Boys

Elocuente. Existe la posibilidad de comprar una entrada VIP. No se trata de una final de fútbol, sino de un concierto de los Beach Boys, en teoría una banda de rock. El súper tique da derecho a un asiento de primera fila, una charleta  y fotos con los artistas, una camiseta de tirada limitada y otra parafernalia nada útil. Cuesta 750 dólares (unos 590 euros). No hay crisis si vives en la dorada California de la mente.

La gira que celebra el medio siglo de los Beach Boys —casi cincuenta actuaciones en EE UU, Europa (dos fechas en España: 21 de de julio en Gredos, en el festival Músicos en la Naturaleza, y el 23 en Barcelona) y Japón— es una nueva temporada del más añejo y obsceno reality show del pop. Se titula Brian Is Back (Brian está de vuelta), comenzó a emitirse en 1976 y mantiene un par de objetivos inmutables: la recaudación de dividendos nostálgicos y la explotación de una persona que no puede valerse por sí misma y no es dueña de sus actos, Brian Wilson, sin el cual los demás protagonistas del sainete no son más que peleles. El loco es el objetivo financiero.

Desde la izquierda, en el sentido del reloj: Al Jardine, Mike Love, Brian Wilson, Carl Wilson y Dennis Wilson

Desde la izquierda, en el sentido del reloj: Al Jardine, Mike Love, Brian Wilson, Carl Wilson y Dennis Wilson

No es discutible que Wilson es uno de los tres grandes genios musicales del pop rock  del siglo XX —es opinable, por supuesto, pero los otros dos serían, creo, Bob Dylan y la pareja simbiótica Lennon-McCartney—. Tampoco hay duda sobre su condición de ángel quebrado, creador enfermo y saturnal, quemado e inocente, socialmente afásico, habitante de un mundo fuera de foco, incapaz de sostenerse y, por tanto, fácil de manejar…

Para celebrar esta supuesta reunión del grupo original —hay tres miembros fundadores y dos arribistas— y su nuevo disco, That’s Why God Made the Radio, con Brian en la producción y en el tutelaje de la caja registradora su perverso primo Mike Love (ayudado por la no menos avispada esposa de Brian desde 1995, Melinda Ledbetter, una antigua vendedeora de coches Cadillac), dedicamos este Cotilleando a… al grupo más blanco con la historia más negra, los Beach Boys.

Murry Wilson

Murry Wilson

1. Papi negro. Padre de los hermanos Wilson (Brian, Dennis y Carl), Murry Wilson (1917-1973) se presentaba fanfarronamente como el «inventor y manager» de los Beach Boys. Era un tipo amargado y con complejo de inferioridad que se dedicaba a vender electrodomésticos antes de encontrar el filón de explotar las dotes de los críos.

2. Rey desnudo. Murry, que tenía un ojo de cristal a causa de un accidente, pegaba y humillaba a sus hijos y su mujer. En los momentos de subidón se encaramaba desnudo en la mesa de la cocina y proclamaba: «¡Soy el rey de esta familia!».

3. Un sólo oído. A causa de una paliza de Murry, Brian  perdió casi por completo la audición en el oído derecho.

4. Mami vodka. La madre, Audree Korthof (1917-1998), se desentendía de la pesadilla tragando vodka. A veces tocaba el piano. Nunca discutió una orden de su marido.

5. Suburbiales. El escenario del sueño fue el suburbio, fenómenso social y urbanístico de la bonanza económica de los EE UU durante la Guerra Fría. La patria natal de los Beach Boys fue la ciudad de Hawthorne, cuyo lema era «barrio de buenos vecinos».

6. City of Light (and cars). La familia Wilson vivía en una casa de planta baja de dos dormitorios, salón, cocina y cuarto de baño, en el número 3.701 de la calle 119 Oeste. La ciudad fue engullida por el enorme área metropolitana de Los Ángeles. El automóvil, sobre el que tantas veces cantarían los Beach Boys, era un miembro más de la familia, imprescindible en un territorio desproporcionado de casitas residenciales idénticas.

Brian (segundo por la izquierda) instruye a Mike, Carl, Dennis y David Marks (1962)

Brian (segundo por la izquierda) instruye a Mike, Carl, Dennis y David Marks (1962)

7. Brian Douglas Wilson (20 de junio de 1942), el primogénito, nunca estudió música según los cánones académicos. Sin embargo, fue el compositor más prolífico de los años sesenta, produjo sus discos cuando ningún artista lo hacía y fue capaz de dictar los arreglos para una orquesta de cuerda musitando a cada maestro su línea melódica. A los cuatro años tarareaba Rhapsody In Blue, la obra en la que George Gershwin cruzó el jazz con la música clásica para expresar el mood de una ciudad.

8. Dennis Carl Wilson (4 de diciembre de 1944-28 de diciembre de 1983), el hermano mediano, era apodado Dennis the Menace (Daniel el Travieso) cuando era un crío. Fue el primero que fumó marihuana, que hizo el amor con una chica y que se atrevió a devolverle una agresión a Murry. También era el único beach boy que sabía hacer surf.

9. Carl Dean Wilson (21 de diciembre de 1946-6 de febrero de 1998), el benjamín, era tímido, estaba acomplejado por que tenía tendencía a engordar y llegó a ser un decente guitarrista y, sobre todo, un gran cantante.

Brian tocando el bajo. Detrás, David Marks (1962)

Brian tocando el bajo. Detrás, David Marks (1962)

10. Michael Mike Edward Love (15 de marzo de 1941) era primo de los Wilson por parte de madre. Su familia era mucho más rica, vivía en una mansión y organizaba veladas musicales. En 1959 las cosas se torcieron y la empresa de su padre, dedicada a la construcción metálica, quebró. Mike se resintió del golpe y no cesaba de insistir ante Brian para montar un grupo y «hacernos millonarios».

11. Al Jardine (3 de septiembre de 1942), vecino de los Wilson y compañero de instituto de Brian. Estuvo en el grupo desde el primer momento, pero no veía futuro en la música y lo dejó para estudiar Odontología. En 1964 regresó pese a la oposición de Murry, que había considerado una «traición» su deserción.

12. David Lee Marks (22 de agosto de 1948). Otro vecino. Tocó en los primeros cuatro discos como sustituto de urgencia de Jardine. Era malísimo y los demás le despreciaban, pero ahora le presentan como «miembro fundador» del grupo.

13. Bruce Arthur Johnston (27 de junio de 1942). Mercenario de lujo y con experiencia, fue llamado para reemplazar a Brian en directo cuando éste dejó las actuaciones en 1965. Nunca ha sido miembro de pleno derecho del grupo, sino un músico asalariado, pero gusta de aparecer como propietario de las esencias. Entre 1972 y 1978 fue expulsado por enfrentarse a Mike Love. Johnston, que figura entre los músicos más ricos de los EE UU, es un activo militante del ala más conservadora del Partido Republicano. Hace unos días calificó a Obama de «tonto del culo» y dijo que Reagan fue un gran presidente.

14. Me llamo como mi camisa. Antes de llamarse The Beach Boys —nombre que les pusieron, un poco de rebote, durante su primera grabación como aficionados— preferían The Pendletones, una referencia a la marca de camisas de franela Pendleton, fabricadas en Oregon y usadas por los surfistas para protegerse del viento del Pacífico..

El primer 'single' (Candix Records, noviembre, 1961)

El primer 'single' (Candix Records, noviembre, 1961)

15. Disco en papel de estraza. El 15 de septiembre de 1961 el grupo grabó —con instrumentos alquilados— su primer single, con Surfin’ en la cara A. Dennis, que había aportado la idea para la letra («hay un deporte que practican todos en las playas: el surf») fue expulsado de la sesión porque tocaba muy mal la batería. El disco lo editó, envuelto en una bolsa de papel de estraza, la humilde discográfica Candix y vendió 50.000 copias.

16. Uniforme conservador. Murry quería que el grupo fuera «jodidamente famoso» (y que grabara sus propias composiciones, que consideraba mejores que las de Brian). Primer movimiento: llevar a los chicos a la misma sastrería que vestía a Cary Grant para encargar uniformes: pantalones blancos, camisas y pullovers a rayas. Estilo limpio.

17. Rechazados. Segunda estrategia: intentar negociar un contrato con una compañía potente. El grupo fue rechazado por Liberty, Dot y Decca.

18. «Basura blanca». En Capitol, la última baza de Murry, el rock no gustaba y la primera audición terminó con un dictamen: «estos chicos son pura basura blanca». En un segundo intento la maqueta que llevaba Brian (con Surfin’ Safari y 409) conquistó al promotor Nick Venet, que recomendó la contratación del grupo. El acuerdo era leonino en lo económico y agotador en el ritmo de producción.

Seis singlesy EP's de los Beach Boys

Seis singlesy EP's de los Beach Boys

19. Brian, la máquina. Entre diciembre de 1961 y octubre de 1966, cuando tenía entre 19 y 24 años, Brian Wilson dirigió, compuso, arregló, cantó, tocó y produjo 41 discos sencillos y 12 elepés para Los Beach Boys. Casi todos fueron grandes éxitos en ventas y consolidaron un sonido inequívoco basado en el ideal de California.

20. Cándida Arcadia. El primer número uno nacional de Brian no fue con los Beach Boys, sino con  sus colegas Jan and Dean, para quienes compuso y produjo Surf City (1963). El eslogan con el que se abre la canción se convirtió en un lema de la cándida arcadia californiana que vendía Brian: «Dos chicas para cada chico».

21. Plagiando a Chuck. Habitante de un terreno inocente, Brian quiso ofrecer un homenaje al rock and roll esencial de Chuck Berry tomando la música de Sweet Little Sixteen para componer el himno surfista Surfin’ USA. Berry, para quien el rock siempre se redujo a una palabra, «dólar», litigó ante los tribunales y ganó el pleito: las regalías de la pieza de los Beach Boys han aportado más dinero a Berry que cualquiera de sus temas.

Brian Wilson sostiene a su grupo

Brian Wilson sostiene a su grupo

22. Artísticamente libres. Los Beach Boys fueron el primer grupo en imponer condiciones artísticas a una discográfica, decidir qué temas grabar y con qué músicos y en qué estudios hacerlo. Ni siquiera los Beatles llegaron a pelear por tanta libertad creativa en esa época (1963).

23. «Brian, eres un mariquita». Desde finales de 1963 Brian escuchaba voces dentro de su cabeza, sufría ataques de angustia y somatizaba el estrés con insomnio, palpitaciones y erráticos cambios de humor. Aparentaba seguridad («me siento como una versión de Cassius Clay en clave de rock and roll, invencible») y no dejaba de superarse como productor, compositor y arreglista —The Warmth of the Sun, I Get Around y Don’t Worry Baby son perfectas, inmejorables—, pero se rompía. Intentó detener la ansiedad fumando marihuana, pero los efectos fueron los contrarios. No soportaba la presión, tenía migrañas constantes. Insinuó al resto del grupo que necesitaba un descanso y Mike Love dijo: «Brian, eres un mariquita. Tienes miedo al público». El 23 de diciembre de 1964 sufrió un ataque de pánico a bordo de un avión. Sus compañeros de grupo aceptaron el consejo de los médicos y le permitieron dejar las actuaciones en directo. Se dedicaría a componer, grabar y producir.

24. Paranoia. Con la estructura sentimental interna de un adolescente, Brian había iniciado una enfermiza carrera contra quienes consideraba sus enemigos y, al tiempo, más admiraba: los Beatles, el peligro inglés que podía acabar con su reinado, y Phil Spector, el productor al que veneraba y que había rechazado una de sus canciones. Con el tiempo, la competencia derivo en paranoia y llegó a creer que Spector le espiaba.

"The Beach Boys Today!" (1965)

"The Beach Boys Today!" (1965)

25. Primer ácido. Brian consumió LSD por primera vez en 1965. Sufre un mal viaje («me voló la mente, vi a Dios») y promete que no repetirá, pero repitió. Y mucho.

26. Canciones-sinfonía. The Beach Boys Today! (marzo, 1965) es la primera obra maestra. Brian se desprende de sus compañeros de grupo como instrumentistas y sólo los utiliza como cantantes. Para tocar contrata a los mejores músicos de sesión de Los Ángeles. Empieza a componer cada canción como si se tratase de una sinfonía: Please let me wonder, She knows me too well

27. Canción-LSD. California Girls (1965), es la primera canción compuesta por Brian en ácido.

28. Moralinas Johnston. También fue la primera canción de los Beach Boys en la que participó Bruce Johnston, que utiliza el ejemplo de Brian Wilson para explicar a sus hijos “las consecuencias perniciosas del consumo de drogas”, según ha declarado públicamente, quizá unos minutos antes de cantar California Girls.

29. «Flores y días espléndidos». Comentario de Murry a  Brian durante una sesión de estudio: «¿Otra canción sobre válvulas y pistones, muchachos? ¿Sobre chicas en bikini y surf? Estoy cansado de esa basura. ¿Por qué no escribís sobre temas atemporales? Esas canciones son las que permanecerán: canciones sobre el amor, las flores o los días espléndidos».

30. Murry en la solapa. Iniciativa promocional de Murry:  fabricar cinco mil pins con el lema: “Yo conozco al padre de Los Beach Boys».

Brian Wilson dirige una sesión vocal durante la grabación de "Pet Sounds"

Brian Wilson dirige una sesión vocal durante la grabación de "Pet Sounds"

31. El mejor disco de la historia. Una fecha histórica: 16 de mayo de 1966. Aparece Pet Sounds, según muchos rankings el mejor disco de pop rock de todos los tiempos. No hay ni una sola nota tocada por los Beach Boys, que sólo ponen las voces. Las canciones son sinfónicas, minimalistas, arriesgadas

32. Adiós al surf. Los temas de las canciones son el amor y la pérdida. Para las letras Brian, que no se sentía capaz de afrontar el trabajo, contrató a un redactor de una agencia de publicidad al que apenas conocía, Tony Asher.

33. Los Beatles tienen miedo. Tras escuchar Pet Sounds, los Beatles decidieron posponer la edición del álbum sicodélico en el que trabajan, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. El disco de Brian les atemorizaba.

34. «¿Nada surf?». Cuando les puso el disco, los directivos de Capitol dijeron a Brian: «Es bueno, pero, ¿no tendrás alguna canción sobre surf?».

35. «Oídos de perro». Opinión de Mike Love: «Esto es música ególatra, Brian. ¿Quién va a escuchar esto?, ¿alguien con oídos de perro?».

36. Mejores que los Beatles para los ingleses. A finales de 1966 los lectores del semanario británico New Musical Express eligen a los Beach Boys como el mejor grupo del mundo, por delante de los Beatles. El resultado fue muy ajustado, 5.373 contra 5.272 votos, pero era la primera vez que los Cuatro Fabulosos eran derrotados desde 1963.

Muñeco de Brian Wilson

Muñeco de Brian Wilson

37. La Disneylandia de Brian. Brian compra una mansión en la calle Laurel Way, en Beverly Hills, barrio chic de Hollywood. La convierte en una disneylandia particular: una tienda para fumar marihuana en medio del salón, una plataforma con arena del Pacífico para instalar el piano de cola y componer descalzo —terminó siendo el lugar favorito de los perros para hacer sus necesidades—, habitaciones pintadas de violeta y negro, una colección de muñecas Barbie dentro de cápsulas plásticas insertadas en las paredes, una máquina de discos cargada solamente con singles de los Beach Boys y Phil Spector…

38. Excesivo. Para Good Vibrations, su «sinfonía de bolsillo», Brian grabó 90 horas de música.

36. Anfetaminas. El siguiente proyecto, Smile, quedó sin terminar, enloqueció definitivamente a su creador —que no paró de consumir anfetaminas durante las sesiones—. Iba a ser el disco de una época.

Brian Wilson en su tienda 'Rábano Radiante'

Brian Wilson en su tienda 'Rábano Radiante'

37. Cantante con chivato. Desde entonces la vida de Brian ha sido un calvario: diagnosticado como bipolar y con cierto grado de esquizofrenia, internado en hospitales siquiátricos, al menos dos intentos de suicidio, bulimia (llegó a pesar casi 200 kilos), enclaustramiento (vivió durante dos años en su cama), alejamiento de la realidad, pérdida de memoria (desde su último regreso canta con un telepronter que reproduce las letras de las canciones)…

38. Sacando provecho del drogadicto. El grupo-familia, los Beach Boys, se dedicó a vivir de los réditos. Poblaron sus siguientes discos, en los que Brian no participó o lo hizo sólo a nivel nominal, con sobrantes de Smile, el disco al que Mike Love consideraba «música para drogadictos».

39. Entra Manson. Dennis Wilson estuvo involucrado con la familia de Charles Manson antes de los asesinatos de Sharon Tate y otras personas. Dos de las mansonitas se liaron con Dennis y éste alojó a la familia en su mansión durante meses.

40. Tendero. Brian intentó convertirse en empresario abriendo una tienda de vitaminas y dietética llamada Radiant Radish (Rábano Radiante).

"The Many Moods of Murray Wilson"

"The Many Moods of Murray Wilson"

41. «Son unos perdedores». En 1967 Murry editó un disco como solista, The Many Moods of Murry Wilson. Declaró: «Quiero demostrar que mis hijos son unos perdedores». Lo mejor que se puede decir del álbum es que hace reir. Murry murió de un ataque al corazón en 1973. Está enterrado en una tumba sin lápida.

42. Falso chamán. Brian cayó en las manos del falso sicólogo Eugene Landy —no tenía licencia—, que intentó curarlo, con el beneplácito de los demás beach boys, con técnicas conductistas y verborrea new age. También quiso robarle los derechos de las canciones.

43. Con el Maharishi. Mike Love es adepto de primera oleada de la Meditación Trascendental, la secta del seudo gurú Maharishi Mahesh Yogui —el mismo que cameló temporalmente a John Lennon y por toda la vida a George Harrison—. Love convenció al resto del grupo (excepto a Brian, que estaba suficientemente volado como para no creer en profetas) de montar una gira en la que el Maharishi abría los shows con una prédica. La suspendieron tras el primer concierto, al que asistieron dos mil personas.

Los Beach Boys y el Maharishi en 1968. La foto es de Linda McCartney.

Los Beach Boys y el Maharishi en 1968. La foto es de Linda McCartney.

44. Entra Julio. La carrera de los Beach Boys desde los años ochenta es grotesca. Si quieren sufrir (o mondarse, que también) vean este vídeo: Julio Iglesias, Latoya Jackson y los Beach Boys.

45. Entran los Reagan. Si desean prolongar la sensación (esta vez definitivamente cercana a la naúsea), vean este otro: los Beach Boys rindiendo pleitesía a Ronald Reagan y señora. La hija díscola del matrimonio presidencial, Patti, no asistió al acto. Había sido una de las muchas compañeras de cama de Dennis Wilson, que se paseaba por Hollywood en un Corvette con un lema inequívoco estampado en los laterales: Golden Penetrator (Penetrador Dorado).

Dennis Wilson

Dennis Wilson

46. El final de un surfista. Dennis Wilson murió mientras buceaba a pelo y borracho el Día de los Inocentes de 1983 en un puerto deportivo. Intentaba recuperar fotos de su pasado que había arrojado por la borda de su yate en un ataque previo de furia. Estaba arruinado, mendigaba tragos en los antros («soy el batería de los Beach Boys», decía) y se había enganchado a la cocaína. Son celebres las cocaine sessions, grabaciones pirata en las que Dennis invitaba a rayas y hamburguesas a Brian a cambio de que éste compusiese una canción.

47. Carl Wilson, el beach boy bueno, murió en 1998 de cáncer de cerebro y pulmones.

48. Campeones en demandas. Ningún otro grupo ha litigado más en los tribunales que los Beach Boys. Se han denunciado unos a otros tantas veces que ya nadie lleva la cuenta: Mike Love demandó a Brian por retirarle de los créditos de las canciones, Murry demandó al grupo por ningunear su contribución, Al Jardine y Mike Love litigaron hasta hace muy poco para quedarse con la explotación comercial del nombre del grupo…

49. Good Vibrations. En el ejemplar de este mes de la prestigiosa revista musical Mojo celebran el medio siglo de los Beach Boys con una relación de las cincuenta mejores canciones del grupo. Ésta es la número dos:

50. Surf’s Up. Y ésta es la número 1:

Ánxel Grove

El ladrón de las llaves del hotel es Bruce Springsteen

Llaves de hotel robadas por Bruce Springsteen

Llaves de hotel robadas por Bruce Springsteen

Era tan intensa la sensación de sueño convertido en realidad que, durante la década de los años setenta, Bruce Springsteen robaba las llaves de cada hotel en el que dormía cuando estaba de gira. Conformaba con las llaves y sus chapas plásticas un mapa sentimental y tangible de inocentes souvenirs. Le permitían comprobar con certeza que aquello no era una película y que, al fin, vivía en la carretera, el único concepto metafísico que los yanquis han aportado a la humanidad.

El músico del millón de millas y los 40 años sobre la tarima; el bardo de mármol; el cantante quintaeesencial de los EE UU, el país-continente miserable y grande, donde el sirope de arce y la sangre inocente se sirven el mismo plato, vuelve a surcar el mundo en una gira de extenuantes conciertos de rock-estadio. La llaman Wrecking Ball (Baile demoledor) y es la primera de Springsteen y su máquinaria pesada, la E Street Band, sin el saxofonista Clarence Clemons, que murió el año pasado y será sustituido en los shows, en un movimiento que huele a búsqueda post mortem de la lágrima instantánea, por su sobrino Jack Clemons.

En España hay anunciadas cuatro seis descargas: Sevilla (13 de mayo, Estadio Olímpico), Las Palmas (15 de mayo, Estadio de Gran Canaria), Barcelona (17 y 18 de mayo, Estadio Olímpico), San Sebastián (2 de junio, Estadio Anoeta) y Madrid (17 de junio, Estadio Santiago Bernabéu). Las entradas, que ya están agotadas para Barcelona cuando escribo esta entrada, no son baratas (entre 65 y casi 100 euros sin gastos de emisión) para tratarse de recintos donde entrarán decenas de miles de personas, habrá recaudaciones de siete dígitos y la mayoría de los asistentes sólo logrará adivinar las facciones del Boss por los monitores de vídeo.

Aprovechando el regreso a la carretera de Springsteen, que en septiembre de este año cumplirá 63, le dedicamos esta entrega de Cotilleando a… con la intención de enumerar algunos detalles y menudencias no demasiado aireados.

Primera casa de Springsteen

Primera casa de Springsteen

1. Más gringo que Kool-Aid, más guappo que De Cecco. Las líneas que se cruzan en el diseño genético de Bruce Frederick Joseph Springsteen son medulares en la construcción del melting pot yanqui. Del lado paterno, mitad holandés y mitad irlandés. Del materno, 100 por cien italiano.

2. En el nombre del Padre. Creció en el credo católico, iba a misa todos los domingos y fue educado por monjas.  Hace unas semanas Springsteen dijo que de niño tuvo una «vida espiritual muy activa», aunque el catolicismo se lo puso «muy difícil sexualmente». El sentido de la expiación por los pecados cometidos y la posibilidad de redimirse mediante una vida recta, es decir, la moral judeocristiana, se palpa en gran parte de sus canciones.

3. Hogar de la bicicleta. Creció en Freehold (Nueva Jersey), una pequeña ciudad (7.500 habitantes en 1950), mayoritariamente blanca (72 por ciento de la población) y muy aburrida. Atracción principal: el Museo de la Bicicleta.

En el anuario del instituto

En el anuario del instituto

4. La mejor época para ser joven. Al joven Springsteen le tocó crecer en el mejor de los tiempos: Elvis, los Beatles, los Rolling Stones… Su estilo tiene algo de cada uno, con el añadido de la fiebre de tigre Little Richard, el toque sincopado de Chuck Berry, la chulería de Eddie Cochran y el áspero desgarro del soul, pero cuando le han preguntado quién es el más importante siempre ha respondido lo mismo: «Elvis. Está todo en él. No hay más. Todo empieza y acaba con él. Escribió el manual de instrucciones. Él es todo lo que hay que hacer y todo lo que no hay que hacer en este negocio».

5. Bob Brain Dylan. Springsteen también ha matizado: «Elvis es el cuerpo, pero Bob Dylan es la mente».

6. Un Rey con guitarra japonesa. Los padres de Springsteen eran complacientes con el fanatismo del chico y le dejaron quedarse hasta tarde para ver en la televisión en la tercera aparición de Presley en el show de Ed Sullivan, en enero de 1957, cuando la censura obligó a los realizadores a no bajar del plano medio para dejar fuera de cuadro la revolucionaria rotación pélvica del Rey. Bruce pidió de inmediato que le regalasen una guitarra, porque quería «ser como Elvis». Le compraron una de juguete y tuvo que esperar a los 15 años para tener otra más o menos competente, una Kent japonesa que pagó con 60 dólares que le adelantó su madre en concepto de » préstamo a devolver».

Una de las fotos de la sesión de "Born To Run". La chapa de Elvis es visible en la bandolera (foto: Eric Meola)

Una de las fotos de la sesión de "Born To Run". La chapa de Elvis es visible en la bandolera (foto: Eric Meola)

7. Saltando la tapia. La fijación por El Rey no se redujo con el paso del tiempo. Una madrugada de abril de 1976 Springsteen (26 años) saltó la tapia de Graceland, la mansión de Presley, con la intención, según dijo, de «regalarle» una canción (al parecer, Fire). El gorila de seguridad que interceptó al intruso y le llevó a la calle no creyó una sola palabra. El año anterior Springsteen había editado su primer disco de éxito, Born to Run. En la foto de la portada aparece con una chapa del Club de Fans de Elvis en la bandolera de la guitarra.

8. Un poco bajo. Antes de que la música fuese el camino inevitable, pensó seriamente en dedicarse al béisbol. Dicen que no era mal jugador, aunque le perjudicaba la estatura (1,76 según la versión oficial, pero parece bastante más bajo pese a los botones), un poco más corta  que el estándar en el deporte. Ha organizado alguna que otra pachanga con sus músicos y técnicos, agrupados en el equipo The E Stree Kings, pero de softball, variante light del béisbol: se juega con pelota blanda y lanzamientos mucho menos poderosos.

The Castiles

The Castiles. A la derecha, Springsteen

9. Jabón de Castilla. El primer grupete con el que grabó Springsteen fue The Castiles, un quinteto de Freehold en el que logró insertarse como guitarrista y cantante. Habían tomado el nombre del jabón de Castilla (Castile soap en inglés) y eran muy malos.

10. Primero Doctor, luego Jefe. En su siguiente aventura musical, el trío Earth, le adjudicaron el seudónimo de Doctor y luego el de Boss (Jefe), porque siempre era quien se encargaba de repartir la paga entre los músicos. Al principio se mosqueaba mucho porque le parecía peyorativo,  pero terminó por aceptarlo y ahora se siente muy a gusto con el mote.

 11. Jugando al loco para no ir a Vietnam. Se libró por los pelos de participar en la Guerra de Vietnam. El servicio militar era obligatorio entonces en los EE UU, pero Springsteen suspendió el examen físico que le hicieron en la oficina de reclutamiento a los 18 años. Nunca ha sido muy explícito al respecto, pero en 1984 contó en una entrevista que decidió no alistarse en el último momento, cuando iba en el autobús camino de la prueba. Adujo una contusión que había sufrido en un accidente de moto un año antes y se comportó «de manera absurda, como si estuviera loco» ante los médicos.

Bruce ensaya en la casa paterna en 1970. Su hermana Pam, de 8 años, le escucha bajo las sábanas

Bruce ensaya en la casa paterna en 1970. Su hermana Pam, de 8 años, le escucha bajo las sábanas.

12. Ante el ojeador. Tras mucho fatigar los clubes de Nueva Jersey y Nueva York (y vagabundear por los bares de striptease, que le encantaban), en 1972 consiguió una audición con uno de los cazatalentos más respetados del mundo, John Hammond (el hombre que había logrado fichar para Columbia a Billie Holiday, Leonard Cohen y Bob Dylan). Springsteen le cantó una sola pieza, It’s Hard To Be a Saint In The City y Hammond, convencido de haber encontrado al «nuevo Dylan», gestionó un contrato. Los dos primeros álbumes del fichaje apuntaban buenas maneras, pero adolecían de producción adecuada, sonaban blandos y no consiguieron más que algunas buenas críticas.

13. Buen compositor, mal intérprete. Una leyenda negra comienza a perseguir a Springsteen: sus canciones son éxitos cuando son interpretadas por otros. Blinded By the Light es número uno en ventas en la (horrorosa) versión de Manfred Mann Earth’s Band, Because the Night se convierte en himno cantada por Patti Smith e incluso las Pointer Sisters ganan millones con FireSpringsteen se tortura y tarda años en superar la inseguridad. Llegó a estar tan paranoico que decidió retirar a última hora la canción que le habían encargado los Ramones, Hungry Heart, y quedársela para él. Aunque con el tiempo se abrió a la colaboración con otros músicos (Lou Reed, Graham Parker y Donna Summer entre ellos), sus cercanos afirman que le sigue doliendo no haber interpretado nunca un tema que haya sido el más vendido en los EE UU.

Cubiertas deTime y Newsweek, 27 de octubre de 1975

Cubiertas deTime y Newsweek, 27 de octubre de 1975

14. La leyenda. El 27 de octubre de 1975 los dos semanarios de referencia de información general de los EE UU, Time y Newsweek, salieron a la calle con Springsteen en portada. La coincidencia -que nunca se había dado hasta entonces con un músico de rock- respondía a dos factores: la intensa y millonaria campaña promocional de Columbia, que invirtió 250.000 dólares para vender al músico como «el futuro del rock and roll» (lema acuñado por el crítico John Landau, que sería en el futuro mánager, coproductor y consejero personal de Springsteen) y el disco Born To Run, cargado de música sincera, elegíaca y urbana, con letras que narraban la soledad de la vida en la ciudad, la eterna promesa de cada noche y la fascinación por la carretera, la huída y el romance. A partir de entonces, y pese a una carrera con bastantes patinazos creativos y artísticos, Springsteen se convierte en un fenómeno de masas y, sobre todo, en el cronista oficioso de los blue-collar, la mano de obra que sostiene a los imperios y que recibe a cambio indiferencia e injusticia.

Bruce Springsteen en su Chevy Bel Air descapotable de 1957

Bruce Springsteen en su Chevy Bel Air descapotable de 1957

15. Boss perverso. En 1988 Springsteen tuvo que afrontar una demanda de dos de sus empleados, un técnico de guitarras y otro de baterías, que le acusaron de infringir el derecho laboral al no pagar horas extra e imponer discrecionalmente sanciones injustas e ilegales (por ejemplo, una semana de empleo por un fallo en el aire acondicionado de un camerino). El Boss tuvo que tragarse el orgullo de la idea de «somos una Gran Familia» que proclama, declarar ante el juzgado y avenirse a un acuerdo con los demandantes antes que soportar la mala prensa del proceso y una más que probable sentencia condenatoria.

16. Fanático del archivo. En el archivo de la discográfica Sony-Columbia hay más de 5.000 bobinas con grabaciones en directo y en estudio de Springsteen, un fanático de que los micrófonos (66 en cada concierto) nunca estén cerrados y todo quede registrado. Todos los conciertos desde 1980 están clasificados y grabados en perfecta calidad.

"Badlands" (Terrence Malick, 1973)

"Badlands" (Terrence Malick, 1973)

17. Pantalla inspiradora. Ha compuesto unas cuantas canciones basadas o inspiradas en películas. Point Blank es también un clásico de 1967 de John Boorman, Atlantic City es el título de un film de 1980 de Louis Malle, Badlands parace cantada tras la visión de la película de Terrence Malick de 1973 y Thunder Road se titulaba una cinta sobre un veterano de guerra enajenado que dirigió en 1958 Arthur Ripley.

18.Y canción inspiradora. La película Extraño vínculo de sangre (1991), el debut como director de Sean Penn, está basada en la canción de Springsteen Highway Patrolman.

19. Si Dylan no puede, el Boss está bien. Springsteen ha sido tentado en varias ocasiones por el cine. El director Paul Schrader, colaborador de Martin Scorsese (escribió el guión de Taxi Driver), consideró al Boss para interpretar el papel del misterioso Paul Gallier en Cat People (1982), pero el papel se lo llevó Malcom McDowell. El músico también hizo pruebas para la versión cinematográfica de la ópera rock Hair que dirigió Milos Forman en 1979, que optó por Treat Williams. Springsteen hace un cameo en Alta fidelidad (2000), pero el director-actor John Cusack sólo le ofreció actuar después de que fallase su primera opción: Bob Dylan.

Teac 144 de Bruce Springsteen

Teac 144 de Bruce Springsteen

20. El disco simple, el mejor. Convertido en mito viviente, jaleado por fanáticos de todo el mundo que saludan cada uno de sus movimientos -incluso los erráticos-, héroe sin necesidad de ser heróico, incapaz de grabar un buen disco eléctrico desde Darkness on the Edge of Town (1978) y The River (1980), Springsteen es grande más allá de sí mismo: grita, suda, corre como un mono, cuenta malos chistes y baila con una chica del público en cada concierto, nos obliga a actuar como fisioterapeutas: «¡En qué buena forma está pese a los 62 años!». Le vi tocar en Barcelona en 1981 cuando era un dios menor y dos veces más en ceremoniales conciertos de masa y coreografía. Nunca más iré a verle. Me basta escuchar su mejor disco, Nebraska (1982), sórdido, acústico, económico, grabado en un humilde mezclador de cuatro canales, donde, poseído por el espíritu siniestro de su admirada Flannery O’Connor, Springsteen todavía me parece el habitante de un sueño, mezclando el sirope de arce con sangre y robando las llaves del Holiday Inn para perderse, carretera adelante, en el vientre de ramera de esa fábula llamada América.

Ánxel Grove

El mejor crítico de música no existe para las editoriales españolas

Greil Marcus

Greil Marcus

Se llama Greil Marcus y es uno de los mejores críticos de música popular de la historia, quizá el mejor.

Es un insulto colocarlo en la categoría de Top Secret de este blog. En todo caso, caiga la culpa sobre la industria editorial española, que parece no darse por enterada.

Desde 1972, Marcus ha editado, recopilado o coordinado veinte libros. Algunos son clásicos en el sentido literal: perennes.

De esa larga bibliografía, el sagaz gremio de los editores de este país (publicadores, convendría llamarlos) sólo ha tenido a bien entregarnos tres traducidos al castellano. Uno de ellos está agotado y es inencontrable.

Marcus es de esa clase de críticos que no entienden la música pop (incluyo al rock, más popular que ningún otro subgénero) como vanidad y fanatismo. Su profesión no es la del enciclopedista. Marcus es un cirujano forense que no concluye la autopsia hasta no haber analizado la tierra bajo la uña del último dedo. Su erudicción erudición es más instintiva que cerebral.

Es vergonzante para los editores y lastimoso para los lectores que siga siendo un desconocido lejano o un autor al que debes acudir con conocimientos de inglés.

Un repaso, primero a los libros editados y luego a los hurtados a los lectores españoles, a los que, por lo visto, no nos consideran suficientemente preparados para leer sobre pop si al mismo tiempo es necesario pensar.

"Rastros de carmín"

"Rastros de carmín"

Rastros de carmín (Anagrama, 1993). Una historia secreta del siglo XX trazada, en flashback, porque toda conspiración es un retorno, desde Johnny Rotten hasta las vanguardias de principios de siglo.

Tristan Tzara jugando al ajedrez con Lenin, el futuro suicida Guy Debord camuflado en la deriva situacionista, la Baader Meinhof prediciendo la belleza de los Clash, los letristas de Alexander Trocchi escribiendo las canciones que cantarán las Slits, un anarquista vestido de monje que entra en Notre Dame el Viernes Santo de 1950 para anunciar la muerte de dios, los criptógrafos de mayo de 1968, Danny el Rojo antes de ser criogenizado por la política parlamentaria…

Todos los herejes de la bella Europa revolucionaria de Antonio Gramsci juramentados para matar a Bambi.

Un libro que debería ser entregado a los adolescentes al mismo tiempo que el primer preservativo o a los enfermos deshauciados antes de desenchufar el respirador.

Tras leerlo por primera vez supe con certeza que en los campos de concentración que nos aguardan la música de ambiente será de Michael Jackson.

"Mistery Train"

"Mistery Train"

Mistery train: imágenes de América en el rock & roll. Editado en castellano en 1993 por Círculo de Lectores, pero ni siquiera lo incluyen ya en su catálogo. Es decir: pusieron en la calle mil ejemplares y se quedaron tan anchos.

Fue el primer gran libro de Marcus, que lo publicó en 1975, cuando a nadie importaba quiénes eran Stagger Lee o Harmonica Frank.

La idea, que el autor desarrolla en otras obras, es que la música popular responde a las leyes arcaicas y sagradas de la tierra y la sangre: el odio, el amor, el rencor, la venganza, el engaño, la verdad y la culpa. Cuestiones simples y, por su simpleza, de enorme importancia.

Robert Johnson, Elvis Presley, The Band, Randy Newman y Sly Stone, emisarios de un código secreto, son utilizados por Marcus para rastrear las huellas, complejas y oscuras, de los errabundos que viajan a bordo del tren misterioso.

Se puede comprar en inglés.

Like a Rolling Stone: Bob Dylan en la encrucijada (Global Rhythm Press, 2009). Es el tercer libro de Marcus publicado en España, un ensayo sobre una canción, quizá la más importante del siglo XX.

Es una obra de contexto político, que sitúa la pieza de Dylan -de quien Marcus ha escrito en todas las claves- en el centro del torbellino moral de una época.

Ahora le toca el turno a lo que nos estamos perdiendo.

"Old, Weird America"

"The Old, Weird America"

 The Old, Weird America: The World of Bob Dylan’s Basement Tapes (Picador, 2011). Apareció este año como edición revisada de Invisible Republic (1997).

Es uno de los libros fundamentales sobre música y es un pecado que no esté traducido al español.

Divertido, irónico y escrito con tono literario, narra la historia de un mito (Bob Dylan) que de pronto, en 1965 y por el pecado de enchufar una guitarra eléctrica, se convierte en invisible para sus compatriotas, los mismos que hasta entonces le consideraban un mesías redentor.

Crónica feliz y desternillante sobre la música escondida que Dylan y unos cuantos amigotes se dedicaron a hacer, por placer, en una casa pintada de rosa de las montañas.

Marcus retrocede hasta las fuentes primordiales e ilumina la senda de la febril canción americana, vieja, loca, arrebatada, poblada por tramposos, asesinos, mentirosos, fabuladores y matasanos, para demostrarnos que yendo hacia atrás siempre vas hacia adelante.

La antihistoria que nunca nos habían contado sobre los lamentos de los esclavos, las baladas de crímenes rurales y los cantos de juerga alcohólica que parieron al rock and roll y toda su imaginería.

El libro del que nace Rastros de carmín y, como éste, una de las piezas mayores de la crítica musical contemporánea.

"The Shape of Things to Come"

"The Shape of Things to Come"

The Shape of Things to Come: Prophecy and the American Voice (Picador, 2006).

Es uno de los libros más complejos de Marcus y, según sus detractores (que los hay, sobre todo entre los veneradores que entienden el pop como una sucesión de altares dedicados a héroes infalibles), uno de sus grandes fracasos.

La tesis es compleja: siete ensayos que pretenden construir con una misma voz, desde momentos históricos muy distintos, el aroma bíblico, apostólico, que sostiene espiritualmente a los EE UU.

Los profetas estadounidenses que Marcus propone son, cuando menos, sorprendentes: Martin Luther King, Philip Roth, David Lynch, John Dos Passos, Dave Thomas (líder del grupo Pere Ubu) y Bill Pullman.

La conclusión, si es que hay alguna, es que en los EE UU nada está donde lo encuentras y que antes de encontrarlo debes juzgarte para, con toda seguridad, declararte culpable de no importa qué, pero culpable como para soportar la carga de un peso que lastrará tu existencia.

"A New Literary History of America"

"A New Literary History of America"

«A New Literary History of America» (Harvard University Press, 2009). El proyecto más ambicioso en el que se ha embarcado Marcus, que en este tomo de más de mil páginas se encarga de la coordinación editorial junto al crítico literario Werner Sollors.

La idea es una delicia: confeccionar un coro de voces que tracen la historia de la literatura real de los EE UU, no la de las cátedras, sino la de la vida.

El resultado no decepciona: decenas de ensayos que reconstruyen el puzzle del made in USA desde el siglo XVI hasta el hip-hop, pasando por la televisión, los dibujos animados, el cine, la ciencia y la banalidad.

Linda Lovelace merece la misma consideración que Ronald Reagan, Alcohólicos Anónimos baila en el mismo salón que Chuck Berry, Emily Dickinson viaja a Oz, Dillinger pisa la Luna…

Un libro para leer durante toda la vida.

Hay más obras de Greil Marcus no traducidas al español, entre otras Dead Elvis: A Chronicle of a Cultural Obsession (1991), When That Rough God Goes Riding: Listening to Van Morrison (2010), Bob Dylan by Greil Marcus: Writings 1968-2010 (2010) y el recién editado The Doors: A Lifetime of Listening to Five Mean Years (2011).

Me gustaría saber en qué cajones han quedado abandonados en los kafkianos negociados de las editoriales españolas. Para saber a quién maldecir en mis oraciones al diablo.

Ánxel Grove