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Desert Trip, ¿concierto del siglo o misa de difuntos?

Cartel oficial del festival ©2016 Goldenvoice

Cartel oficial del festival ©2016 Goldenvoice

El rock, al menos como solíamos entenderlo, era caliente como una bala, peligroso como una pistola e instantáneo como un disparo. Solía ser también sexi, adjetivo que cada uno debe rellenar con su propia imaginación.

Entre el 7 y el 9 de octubre se celebrará —jugaré a los opuestos— la más fría, tranquila y perpetua ceremonia que nunca imaginé. Añadiré el antónimo antisexi que falta, pero multiplicado por nueve, que era el número talmúdico de John Lennon: desagradable, asquerosa, repulsiva, hedionda, infecta, inmunda, nauseabunda, pútrida y mugrienta.

Dicen que se trata del concierto del siglo —los maximalismos cuadran bien en esta etapa histórica dominada por doctorandos en los principios de la mercadotecnia de Papá Goebbles—. Es lo opuesto: la misa de difuntos definitiva, el Treblinka del rock and roll.

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Kodak quiere que regreses a la película Súper-8 (pero solo si eres rico)

Prototipo de la cámara - Foto: fuseproject

Prototipo de la cámara – Foto: fuseproject

La empresa Kodak se aventura por el camino de la nostalgia que tanto frecuentan, y lo saben bien los administradores de la empresa, aquellos que pueden permitirse cualquier capricho. De ese derecho, porque encapricharse no es criticable en principio, estamos desheredados la inmensa mayoría de los demás.

La firma, que en el pasado llegó a controlar el 90% de la venta de aparatos de fotos en el mundo pero que desde 2012 no fabrica cámaras de ningún tipo, acaba de anunciar que trabaja en el desarrollo de un gadget que califican, con bastante desvergüenza, de asombroso: un tomavistas de película Súper-8, el formato de película de cine que se expandió de manera prodigiosa en la década de los años setenta del siglo pasado y con el que comenzaron a trastear muchos cineastas que ahora son estrellas. Una década y media más tarde el film dejó de producirse con normalidad —se puede encontrar, pero no en todos los mercados y siempre a precios altos—.

Con el eslogan de Super 8 Filmmaking Revival Initiative (Iniciativa para revivir la cinematografía en Súper-8), Kodak comunica al mundo que está «rehaciendo» la cámara y que en el otoño de 2016 estarán a la venta las primeras unidades.

Atención al uso de dos palabras-fuerza que suelen poner las registradoras a funcionar, revivir e iniciativa, y que permiten a los promotores de la maniobra eludir los términos negocio y venta, porque mentar el dinero en público es sucio y los poderosos dejan la pelea explícita a muerte por un billete a filipinos, afroamericanos, griegos, ancianos, yonquis y la ya casi inexistente clase media… Los ricos no hablan de dinero: lo degluten.
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¿Es lo ‘retro’ la sentencia de muerte de la originalidad?

"Retromanía" - Simon Reynolds

"Retromanía" - Simon Reynolds

En alguna otra entrada de este blog me he quejado de la mínima atención que las editoriales en español dedican a los libros sobre música pop-rock.

Hoy cito una excepción a la sequía: Caja Negra Editora, una empresa inteligente e intencionada. ¿Dónde tiene su sede social? ¿En Barcelona?, ¿Madrid?, ¿Sevilla?…  Hay que cruzar el Atlántico para encontrarse con editores que aún creen que en el género de la crítica musical anida un gran periodismo: Caja Negra es una editorial de Buenos Aires que, gracias al cielo, tiene distribución en España desde hace unos meses.

Como santo y seña han puesto en el mercado un par de obras del inglés Simon Reynolds (Londres, 1963): primero Después del rock. Psicodelia, postpunk, electrónica y otras revoluciones inconclusas y ahora Retromanía. La adicción del pop a su propio pasado.

Reynolds —que a veces es dado a la pedantería de mostrarnos sus doctorados, pero que tiene más razón que un santo en casi todo lo que postula— es el enfant terrible de la crítica musical inglesa. Escribe en The Guardian y en otra media docena de medios punteros y lleva un blog muy divertido y ágil.

En su nuevo lanzamiento en español, Retromanía. La adicción del pop a su propio pasado, el agudo diseccionador analiza la locura por «lo retro y la conmemoración» de la cultura pop actual: reediciones, reuniones, mash-ups, biopics, rock docs

Reynolds sostiene que la «sobreabundancia de influencias e imágenes del pasado» que traen consigo las nuevas tecnologías (mp3, Napster, iPod, YouTube, blogs, radios online, MySpace, Spotify…) «parece haber convertido a artistas y oyentes en arqueólogos, profanadores y archivistas. Y al reciclado y la recurrencia en rasgos estructurales de la escena musical».

Simon Reynolds

Simon Reynolds

Las preguntas a las que trata de responder el libro son:

¿Nos dirigimos acaso hacia una especie de catástrofe ecológico-cultural, en la que la búsqueda en los archivos de la historia del rock también se agotará?

¿Qué sucederá cuando nos quedemos sin pasado?

¿Hay algo en el paisaje musical actual que sea lo suficientemente rico para sustentar formas futuras de revivalismo?

¿O es que acaso el reciclado degradará el material original hasta un punto en el que ya no se le pueda extraer valor de uso alguno?

En suma, dado que la música pop está en un delicado «punto de inflexión», porque «nuna antes una sociedad ha estado tan obsesionada como la nuestra con los artefactos culturales de su pasado inmediato», ¿supone este fenómeno una sentencia de muerte para toda originalidad?

¿Llegará nuevamente un tiempo en el que el pasado dejará de ser un museo y un archivo para volver a ser un conjunto de recursos utilizados sin veneración en la búsqueda de territorios sonoros desconocidos?

Ánxel Grove

La ‘retronostalgia’ del ‘Swinging London’

Frank Habicht - "My heart leaps up when I behold"

Frank Habicht - "My heart leaps up when I behold"

Propuesta de resumen abreviado del Swinging London.

Primero, un mandamiento de la suma sacerdotisa Mary Quant: «Una mujer es tan joven como sus rodillas». Es inncesario añadir que la señora Quant vendía minifaldas.

Segundo, una canción: Itchycoo Park, de los siempre bien planchados Small Faces. La letra pringa como melaza y tiene el grado exacto de himno para el campo de fútbol: Be nice and have fun in the sun / It’s all too beatiful (Sé amable y disfruta al sol / Todo es tan hermoso).

Tercero: un símbolo femenino. Jean Shrimpton, La Gamba (The Shrimp). Una patada al canon de la voluptuosidad: piernas extralargas, figura delgada, melena con flequillo, pestañas ténues pero extremas, cejas arqueadas y —algunos pecados nunca cambian— labios sensuales.

Cuarto, un símbolo masculino. Mick Jagger, dandy, vicioso, millonario, con agenda social repleta y un Aston Martin en las antiguas caballerizas de la mansión. Tenía ventitantos y ya necesitaba asesores contables.

Frank Habicht - "Mick Jagger profile"

Frank Habicht - "Mick Jagger profile"

Quinto, un icono gráfico. La Union Jack. Un símbolo patriotico del siglo XVII para una supuesta revolución. Muy british: vamos a ponernos hasta las cejas, pero el té, ni un minuto después de las 5 de la tarde.

Sexto: ¿vamos esta tarde otra vez a Carnaby Street?.

Séptimo: una película. Modesty Blaise (Joseph Losey, 1966). No compensa ni el tiempo de bajada desde un torrent.

Octavo: una serie de televisión. The Avengers (Los vengadores), cuyos actores tienen gran importancia en los estampados de los bolsos de la fauna modernaria de hoy. Ella llevaba catsuit y él —ya les hablé del té a las cinco, ¿verdad?— bombín y paraguas.

Noveno: gurús. Los Beatles, primera industria nacional en importación de divisas e intocables moralmente pese a que actuaban en países sometidos a dictaduras donde se reprimían las libertades de pensamiento y expresión: la España de Francisco Franco (1965) y la Filipinas de Ferdinand Marcos (1966).

Décimo: una crónica condensada. «Parecía que nadie estaba fuera de la burbuja, observando qué raro, superficial, egocéntrico e incluso horrible era todo«, escribió el periodista Christopher Booker.

Frank Habicht - "Live it to the hilt!"

Frank Habicht - "Live it to the hilt!"

Retratándo el elenco al completo —siempre hay excepciones: a los Beatles nunca consiguió hacerles una foto, el manager Brian Epstein filtraba a los fotógrafos segúnlos dictados del capricho personal— estaba Frank Habicht.

Nacido en Hamburgo (Alemania) en 1938, lo tenía todo para triunfar en el Swinging London: gracia, caradura y belleza física, un valor que los ingleses tienen bastante en cuenta, acaso porque en general son de un rojizo que se inclina hacia lo desagradable. Habicht tenía la edad justa (ventitantos, un pasaporte a la gloria entonces), el aspecto justo (pelo ensortijado, labios carnosos, cierta catadura de truhán) y estaba en el lugar justo.

Las fotos que hizo como freelance durante los años en que la capital inglesa era el lugar más dinámico del mundo —sobre todo según los editores de moda, entre ellos la gran manejadora Diana Vreeland, boss de Vogue— son hoy un agradable pasatiempo para ejercer la retronostalgia, eso que Simon Reynolds llama el «melancólico languidecer por un tiempo idílico perdido de la propia vida» y que queda tan adecuado colgado de la pared del vestidor.

Una falsa motorista sostiene un cigarrillo en la comisura de los labios como una falsa fumadora, una chica desnuda avanza hacia un señor —¡bingo!, con bombín— montado en un caballo, los asistentes a un marriage a la mode —que viene a ser una boda pero en ropa interior— posan con descuidado cuidado…

Frank Habicht - "Bare essentials"

Frank Habicht - "Bare essentials"

El gran Paul Strand opinaba que la fotografía debe ser un «registro de tu vida». Según esa acertada y simple máxima, la vida de Habicht fue una pose.

En su página web —una de ésas que están escritas en tercera persona, lo cual nos otorga la visión de fantaciencia del fotógrafo tratándose a sí mismo de él, como siendo capaz de desgajarse en dos entes diferenciados—, Habicht afirma que sus imágenes capturan el «espíritu deshinbido» de un tiempo arcádico y «documentan socialmente a la juventud de Londres». Aprovecha para intentar vender el par de libros que ha publicado con el mismo mensaje.

Ni un mohín de disgusto, ni un atisbo de angustia, ni una sola expresión de la náusea de la existencia y el terrario de insectos de la vida… Esto no es un inventario, es un álbum de vacaciones, un flashback manipulado. Excepción —siempre las hay, nada es rígido—: la foto de la manifestación pacifista con la actriz troskista Vanessa Redgrave al frente.

No me sorprende saber que el autor de estas fotos frías de un tiempo en apariencia caliente vive desde los años ochenta en una remota isla de Nueva Zelanda y se dedica a retratar paisajes y arrecifes de coral. Quizá en esa labor no necesite mentir: un atardecer no se desnuda aunque el fotógrafo se lo ordene.

Ánxel Grove

Frank Habitch - "Peace Message (Vanessa Redgrave)"

Frank Habitch - "Peace Message (Vanessa Redgrave)"

Frank Habicht - "Marriage a la mode"

Frank Habicht - "Marriage a la mode"

Frank Habicht - "Amazed to be"

Frank Habicht - "Amazed to be"