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La ‘top model’, el arquitecto dandi y el multimillonario cocainómano

Evelyn Nesbit, Stanford White y  Harry Kendall Thaw

Evelyn Nesbit, Stanford White y Harry Kendall Thaw

El titular podría ser el que abre la entrada, pulp hasta el amaneramiento: La top model, el arquitecto dandi y el multimillonario cocainómano. No sería inaceptable otra versión menos relamida: El crimen más teatral del siglo XX. Tampoco una tercera más afrancesada: La mujer del columpio de terciopelo rojo.

La historia, que subyugó al novelista E.L. Doctorow (Ragtime, de 1975, adaptada al cine unos años después por Miloš Forman), tiene también lo necesario para ser el germen del libreto de una ópera de trama funesta, una crónica sobre el pozo negro del final de un siglo, la base para un ensayo sobre el fariseísmo social o una parábola sobre la belleza y sus desgracias.

Sea cual sea la versión, los protagonistas son Evelyn Nesbit, Stanford White y Harry Kendall Thaw.

Evelyn Nesbit retratada por Gertrude Käsebier (1900)

Evelyn Nesbit retratada por Gertrude Käsebier (1900)

Evelyn Nesbit, a quien llamaban la «Eva americana», tenía en la foto, tomada en 1900, 16 años.

Para considerarla una llama encendida no es necesario anotar lo que está a la vista: la caída de los párpados, la promesa de abandono, la piel lactescente del genoma celta… Poco más de un año antes, mientras el siglo XIX moría entre gritos de júbilo y admoniciones de apocalipsis, Evelyn rondaba la miseria. Trabajaba en una tienda por departamentos de Filadelfia 12 horas al día y seis días a la semana por un salario que alcanzaba para seguir muriendo.

Un encuentro casual con una pintora le permitió cambiar de oficio a los 14 años: modelo de estudio, a veces desnuda, por un dólar al día. Suficiente para mantener a la madre y el hermano chico, arruinados hasta el hambre por la muerte prematura a los 40 años del cabeza de familia, un abogado que sólo dejó en la tierra sueños demasiado ambiciosos y un hatajo de deudores.

"Portrait of Evelyn Nesbitt" - James Carroll Beckwith, c. 1901

«Portrait of Evelyn Nesbitt» – James Carroll Beckwith, c. 1901

La evocadora belleza de la muchacha y el apetito insaciable del público por buscar nuevos ideales de belleza y sensualidad para el siglo XX convirtieron a Evelyn en un icono.

La llama ardió rápido: en 1902 aparecía en la portada de las revistas —todas: Vanity Fair, Harper’s Bazaar, The Delineator, Women’s Home Companion, Ladies’ Home JournalCosmopolitan…— y también en la publicidad del interior.

Era inagotable: vendía marcas de pasta de dientes o cerveza, Coca Cola o pólizas de seguro; una presencia tenaz: aparecía en postales, calendarios, tarjetas, se multiplicaba —geisha, ninfa, diosa griega, campesina, gitana...—, y mantenía el misterio de lo carnal.

La consideraron, con razones sobradas, tres veces icono inaugural: la primera pin-up, la primera top model y la primera sex symbol. Dicen que hasta la llegada de Marilyn Monroe nadie calentó tanto la imaginación de los EE UU.

"Woman: the Eternal Question" - Charles Dana Gibson, 1905

«Woman: the Eternal Question» – Charles Dana Gibson, 1905

En 1905 un perfil de la exuberante muchacha fue dibujado, con el elocuente título de Mujer: la pregunta eterna, por Charles Dana Gibson, constructor de las Gibson Girls, mujeres nuevas que bebían martini, montaban en bicicleta, regían su vida, no atendían a convenciones y estaban muy por encima de los cánones de belleza.

Evelyn, que también fue musa de algunos de los pioneros de la fotografía de moda y cobraba una tarifa de diez dólares por sesión, añadió pronto a los ingresos el salario como corista en Florodora, uno de los primeros musicales de éxito masivo en los teatros de Broadway. En 1902 consiguió un papel secundario —la gitana Vasthi— en otra obra, The Wild Rose.

Su madre, que vigilaba de cerca a la fuente de ingresos, aceptó complacida que su hija, que acaba de cumplir 18 años, iniciase una carrera en los escenarios, porque le dijeron que las actrices lo tenían fácil para pescar millonarios.

Evelyn era mediocre como intérprete —tanto que el resto del elenco solía burlarse de ella durante los ensayos—, pero algunas críticas destacaron que mientras permanecía en silencio era capaz de iluminar la escena con más intensidad que todo el equipo eléctrico.

Entre los aduladores que rondaban a la joven diva el más cautivador —aunque a Evelyn le parecía «demasiado viejo»— era el arquitecto Stanford White, un bon vivant cincuentón y dandi pese al sobrepeso. Era adorado por la alta sociedad neoyorquina por la aguda palabrería, la extravagancia del enérgico bigote rojizo, la fundación de un estilo que llamaba con pompa Richardsonian Romanesque y que no era otra cosa que una aplicación, quinientos años más tarde, del ideario renacentista, las casas que diseñaba para la altísima burguersía —entre ellas las mansiones en la Quinta Avenida de los Vanderbilt y los Astor—, y la reforma del Madison Square Garden de 1890, que coronó con una réplica de la Giralda de Sevilla.

Stanford White (1853-1906)

Stanford White (1853-1906)

La obra de la que White estaba más orgulloso era su «apartamento para adulterios», entre las avenidas 22 y 24, una casa de ladrillo que había decorado con la estridencia de un burdel: en una habitación tenía un columpio de terciopelo rojo para que sus conquistas se balanceasen, a ser posible ligeras de ropa, y en otra había cubierto las paredes de espejos para multiplicar hasta el infinito las hazañas sexuales de las que se ufanaba.

Aunque White se mostró en un principio como «paternal y cariñoso», según escribiría Evelyn en sus memorias, prontó pasó a la acción y, con la connivencia de la madre de la actriz, que veía con buenos ojos el asunto y se apartó muy gratamente de la ciudad aceptando unas vacaciones pagadas por el arquitecto, logró que la joven entrase en su cama. No hubo coacción, pero sí fascinación, mucho champán, cenas íntimas con platos que Evelyn nunca había visto ni en estampas, el regalo de un bellísimo quimono y un columpio de terciopelo.

John Barrymore (1882-1942)

John Barrymore (1882-1942)

En escena apareció fugazmente el actor John Barrymore, que todavía era un aspirante a estrella pero cautivó a Evelyn con el magnetismo que le convertiría en uno de los grandes galanes de la primera mitad del siglo. Fueron amantes durante una corta temporada porque la madre de ella y White intervinieron para cortar el romance y separar a los novios.

A los pocos meses Evelyn fue internada en una clínica: la versión oficial fue una apendicitis, pero siempre se especuló que se había sometido a un aborto porque estaba embarazada de Barrymore.

Dominada y con escasa voluntad, la «Eva americana» eligió salir del laberinto mediante la peor de las opciones: Harry Kendall Thaw, hijo de un magnate del carbón y los ferrocarriles. El heredero, hijo único, vivía sin pegar clavo gracias a una holgada asignación familiar.

Harry Kendall Thaw (1871-1947)

Harry Kendall Thaw (1871-1947)

Señorito calavera, criado como un reyezuelo despótico —mantuvo durante toda la vida la costumbre de hablar con el código lingüístico y el tono amanerado con que los adultos hablan a los bebés—, tahúr de partidas de póquer, consumidor de cocaína, morfina y opio, expulsado de una universidad tras otra (incluso de Harvard, que lo había admitido tras una donación millonaria de papá), Harry distribuyó el escándalo y los caprichos con pasión y logró que la prensa acuñara un término que hasta entonces era desconocido: playboy.

Acudía cada noche a ver actuar a Evelyn, le enviaba regalos, primero desde el anonimato y luego a cara descubierta. Cuando ella salió del hospital la invitó a un viaje a todo trapo por Europa para recuperarse. La madre de Evelyn, por supuesto, se apuntó. Al fin adivinaba el yerno millonario con el que siempre había soñado.

Manipulador de efectividad suprema, Thaw organizó un recorrido agotador de saltos entre ciudades, hoteles de lujo, salones de alto copete y diversiones mundanas. Al mismo tiempo malmetió para que madre e hija —cansada la primera y abatida la segunda— se distanciaran y propuso, presentándose como apaciguador, que se la señora se quedara unos días en Londres para recuperar aliento mientras él y Evelyn se iban a conocer París. En la capital inglesa, tras una noche iluminada por el champán, propuso matrimonio a la joven por primera vez.

Residencia de los Thaw en Pittsburgh

Residencia de los Thaw en Pittsburgh

Después de casi dos años de insistencia, Evelyn dijo que sí. En sus memorias afirma que antes contó a Thaw toda la verdad sobre las relaciones previas con White y Barrymore.

La boda, que se celebró en abril de 1905, fue un prólogo de la vida que tenía por delante la joven, que acababa de cumplir 21 años: Thaw y su madre, una fanática que interpretaba literalmente el Viejo Testamento, obligaron a la novia a vestir de negro. La pareja viviría en la aislada residencia palaciega de la familia. Desde luego, la carrera como actriz y modelo terminó de inmediato.

La jaula de oro era, finalmente, una simple jaula. Nada faltaba pero nada era del todo real: las apariencias mandaban y la alienación de Evelyn, que nunca había ejercido el libre albedrío, se acentuaba por momentos. En el interior del marido anidaba una creciente paranoia. Aseguraba que la mafia planeaba secuestrarle, que le perseguían, que el arquitecto White deseaba recuperar a Evelyn. Empezó a sufrir episodios de ira y violencia y a llevar encima una pistola.

"Harry Thaw mata a Stanford White en el jardín de la terraza" (Portada del 'New York American' del 26 de junio de 1906)

«Harry Thaw mata a Stanford White en el jardín de la terraza» (Portada del ‘New York American’ del 26 de junio de 1906)

El 25 de junio de 1906 fue un día de extraordinario calor en Nueva York. Los termómetros rozaron los 30 grados centígrados y la humedad agudizaba la sensación térmica. A las 11 de la noche, la terraza del Madison Square Garden —diseñada por Stanford White precisamente para servir como refrescante alternativa teatral a cielo abierto durante la temporada de verano— estaba poblada por la alta sociedad de Nueva York. Representaban el vodevil Mam’zelle Champagne (Señorita Champán), una deliciosa nadería para regocijarse con la frivolidad.

Cuando la compañía afrontaba el número final —I Could Love A Million Girls (Podría amar a un millón de chicas)— acaso White pensaba en que el temita podría aplicarse a sus experiencias en el salón de los espejos del «apartamento para adulterios».

Las bandas sonoras siempre caen del cielo.

El bigotudo arquitecto, charlando como siempre, no vió venir a Thaw, que descargó tres tiros en la cabeza y la espalda de White. En el revuelo y la histeria posteriores, el asesino permaneció inmóvil. «Arruinó a mi esposa», dijo en voz baja antes de tomar a Evelyn del brazo y dirigirse al ascensor.

— ¿Qué has hecho? —preguntó ella, consternada y en estado de shock.

— Salvar tu vida —dijo él.

Harry Thaw en comisaria unas horas después de asesinar a White

Harry Thaw cenando en comisaria unas horas después de asesinar a White

El proceso judicial, bautizado como «el juicio del siglo», fue una pantomima. El dinero inagotable del imperio Thaw pagó las minutas de los mejores penalistas del país y de una agencia de relaciones públicas para influir sobre los diarios —fue la primera vez en la historia que un gabinete de prensa representó a un asesino—. El jurado fue secuestrado en un hotel —también una circunstancia inédita hasta entonces— para intentar aislarlo de la contaminación de los muchos tribunales paralelos.

La opinión pública tragó con el mensaje: Thaw era un caballero que defendió el honor de su esposa ante el arquitecto abusador que se había aprovechado de la inocencia de una menor de edad. Algunas revistas de arquitectura se dejaron sobornar y publicaron críticas feroces al estilo «irrelevante y pretencioso» de White, que pasó a ser un apestado postmortem.

Thaw fue condenado a cadena perpetua en un sanatorio mental, donde vivía como un capo, con comidas traídas desde el restaurante Delmonico’s y tres sirvientes a su servicio. Intentó fugarse varias veces y llegó a escapar a Canadá, pero fue extraditado. En 1915, nueve años después del crimen, fue considerado como «curado» y puesto en libertad por un tribunal.

Evelyn Nesbit y su hijo - Foto: Arnold Genthe, 1913

Evelyn Nesbit y su hijo Russell William Thaw – Foto: Arnold Genthe, 1913

Unos cuantos epílogos pueden ser anotados para culminar la narrativa de esta crónica sobre una cenicienta elevada a la fama discutible de la admiración y la indiscutible bajeza de los cotilleos.

Evelyn Nesbit tuvo un hijo, nacido en Berlín en 1910. Sostenía que el padre era Thaw y el crío había sido concebido durante una visita privada en el sanatorio. El millonario nunca reconoció la paternidad del crío, aunque permitió que fuese registrado con su apellido.

Russell William Thaw actuó con su madre en media docena de pésimas películas que pretendían explotar el morbo y se dedicó a la aeronáutica. Fue piloto de prototipos y héroe en cazabombarderos durante la II Guerra Mundial. Murió en 1984.

Evelyn Nesbit (1884-1967)

Evelyn Nesbit (1884-1967)

En 1911 la actriz se reconcilió con su madre, la mujer que le había dirigido y manipulado la vida. Intentaron sacar dinero a la familia Thaw, pero sólo recibieron «migajas». Cuando se ultimó el divorció en 1915 el tribunal dictó una compensación de 25.000 dólares. A Evelyn le pareció tan insultante que donó el dinero a la anarquista, libertaria y feminista Emma Goldman, que lo empleó para financiar el libro prosoviet Diez días que estremecieron al mundo, del propagandista John Reed.

La primera top model trabajó en compañías de burlesque de tres al cuarto. Algunos dicen que también se ofrecía como stripper para fiestas privadas. Murió en una residencia de ancianos en California en 1967, a los 82 años.

Thaw fue detenido en 1916 por agresión sexual contra un chico de 19 años. El dinero volvió a resolver el asunto, que se cerró con un acuerdo fuera de los tribunales. En 1924 compró una granja en el campo y escribió un libro de memorias. «Bajo las mismas circunstancias volvería a matarlo mañana», dijo sobre el ataque mortal contra White.

El «playboy asesino», como le llamaban los diarios, murió de un ataque al corazón en Florida en 1947. Tenía 76 años y una fortuna estimada en un millón de dólares.

El edificio que había construido White para sus adulterios se derrumbó en 2007. Nadie lo derribó: cayó por abandono.

Jose Ángel González

El ladrón de las llaves del hotel es Bruce Springsteen

Llaves de hotel robadas por Bruce Springsteen

Llaves de hotel robadas por Bruce Springsteen

Era tan intensa la sensación de sueño convertido en realidad que, durante la década de los años setenta, Bruce Springsteen robaba las llaves de cada hotel en el que dormía cuando estaba de gira. Conformaba con las llaves y sus chapas plásticas un mapa sentimental y tangible de inocentes souvenirs. Le permitían comprobar con certeza que aquello no era una película y que, al fin, vivía en la carretera, el único concepto metafísico que los yanquis han aportado a la humanidad.

El músico del millón de millas y los 40 años sobre la tarima; el bardo de mármol; el cantante quintaeesencial de los EE UU, el país-continente miserable y grande, donde el sirope de arce y la sangre inocente se sirven el mismo plato, vuelve a surcar el mundo en una gira de extenuantes conciertos de rock-estadio. La llaman Wrecking Ball (Baile demoledor) y es la primera de Springsteen y su máquinaria pesada, la E Street Band, sin el saxofonista Clarence Clemons, que murió el año pasado y será sustituido en los shows, en un movimiento que huele a búsqueda post mortem de la lágrima instantánea, por su sobrino Jack Clemons.

En España hay anunciadas cuatro seis descargas: Sevilla (13 de mayo, Estadio Olímpico), Las Palmas (15 de mayo, Estadio de Gran Canaria), Barcelona (17 y 18 de mayo, Estadio Olímpico), San Sebastián (2 de junio, Estadio Anoeta) y Madrid (17 de junio, Estadio Santiago Bernabéu). Las entradas, que ya están agotadas para Barcelona cuando escribo esta entrada, no son baratas (entre 65 y casi 100 euros sin gastos de emisión) para tratarse de recintos donde entrarán decenas de miles de personas, habrá recaudaciones de siete dígitos y la mayoría de los asistentes sólo logrará adivinar las facciones del Boss por los monitores de vídeo.

Aprovechando el regreso a la carretera de Springsteen, que en septiembre de este año cumplirá 63, le dedicamos esta entrega de Cotilleando a… con la intención de enumerar algunos detalles y menudencias no demasiado aireados.

Primera casa de Springsteen

Primera casa de Springsteen

1. Más gringo que Kool-Aid, más guappo que De Cecco. Las líneas que se cruzan en el diseño genético de Bruce Frederick Joseph Springsteen son medulares en la construcción del melting pot yanqui. Del lado paterno, mitad holandés y mitad irlandés. Del materno, 100 por cien italiano.

2. En el nombre del Padre. Creció en el credo católico, iba a misa todos los domingos y fue educado por monjas.  Hace unas semanas Springsteen dijo que de niño tuvo una «vida espiritual muy activa», aunque el catolicismo se lo puso «muy difícil sexualmente». El sentido de la expiación por los pecados cometidos y la posibilidad de redimirse mediante una vida recta, es decir, la moral judeocristiana, se palpa en gran parte de sus canciones.

3. Hogar de la bicicleta. Creció en Freehold (Nueva Jersey), una pequeña ciudad (7.500 habitantes en 1950), mayoritariamente blanca (72 por ciento de la población) y muy aburrida. Atracción principal: el Museo de la Bicicleta.

En el anuario del instituto

En el anuario del instituto

4. La mejor época para ser joven. Al joven Springsteen le tocó crecer en el mejor de los tiempos: Elvis, los Beatles, los Rolling Stones… Su estilo tiene algo de cada uno, con el añadido de la fiebre de tigre Little Richard, el toque sincopado de Chuck Berry, la chulería de Eddie Cochran y el áspero desgarro del soul, pero cuando le han preguntado quién es el más importante siempre ha respondido lo mismo: «Elvis. Está todo en él. No hay más. Todo empieza y acaba con él. Escribió el manual de instrucciones. Él es todo lo que hay que hacer y todo lo que no hay que hacer en este negocio».

5. Bob Brain Dylan. Springsteen también ha matizado: «Elvis es el cuerpo, pero Bob Dylan es la mente».

6. Un Rey con guitarra japonesa. Los padres de Springsteen eran complacientes con el fanatismo del chico y le dejaron quedarse hasta tarde para ver en la televisión en la tercera aparición de Presley en el show de Ed Sullivan, en enero de 1957, cuando la censura obligó a los realizadores a no bajar del plano medio para dejar fuera de cuadro la revolucionaria rotación pélvica del Rey. Bruce pidió de inmediato que le regalasen una guitarra, porque quería «ser como Elvis». Le compraron una de juguete y tuvo que esperar a los 15 años para tener otra más o menos competente, una Kent japonesa que pagó con 60 dólares que le adelantó su madre en concepto de » préstamo a devolver».

Una de las fotos de la sesión de "Born To Run". La chapa de Elvis es visible en la bandolera (foto: Eric Meola)

Una de las fotos de la sesión de "Born To Run". La chapa de Elvis es visible en la bandolera (foto: Eric Meola)

7. Saltando la tapia. La fijación por El Rey no se redujo con el paso del tiempo. Una madrugada de abril de 1976 Springsteen (26 años) saltó la tapia de Graceland, la mansión de Presley, con la intención, según dijo, de «regalarle» una canción (al parecer, Fire). El gorila de seguridad que interceptó al intruso y le llevó a la calle no creyó una sola palabra. El año anterior Springsteen había editado su primer disco de éxito, Born to Run. En la foto de la portada aparece con una chapa del Club de Fans de Elvis en la bandolera de la guitarra.

8. Un poco bajo. Antes de que la música fuese el camino inevitable, pensó seriamente en dedicarse al béisbol. Dicen que no era mal jugador, aunque le perjudicaba la estatura (1,76 según la versión oficial, pero parece bastante más bajo pese a los botones), un poco más corta  que el estándar en el deporte. Ha organizado alguna que otra pachanga con sus músicos y técnicos, agrupados en el equipo The E Stree Kings, pero de softball, variante light del béisbol: se juega con pelota blanda y lanzamientos mucho menos poderosos.

The Castiles

The Castiles. A la derecha, Springsteen

9. Jabón de Castilla. El primer grupete con el que grabó Springsteen fue The Castiles, un quinteto de Freehold en el que logró insertarse como guitarrista y cantante. Habían tomado el nombre del jabón de Castilla (Castile soap en inglés) y eran muy malos.

10. Primero Doctor, luego Jefe. En su siguiente aventura musical, el trío Earth, le adjudicaron el seudónimo de Doctor y luego el de Boss (Jefe), porque siempre era quien se encargaba de repartir la paga entre los músicos. Al principio se mosqueaba mucho porque le parecía peyorativo,  pero terminó por aceptarlo y ahora se siente muy a gusto con el mote.

 11. Jugando al loco para no ir a Vietnam. Se libró por los pelos de participar en la Guerra de Vietnam. El servicio militar era obligatorio entonces en los EE UU, pero Springsteen suspendió el examen físico que le hicieron en la oficina de reclutamiento a los 18 años. Nunca ha sido muy explícito al respecto, pero en 1984 contó en una entrevista que decidió no alistarse en el último momento, cuando iba en el autobús camino de la prueba. Adujo una contusión que había sufrido en un accidente de moto un año antes y se comportó «de manera absurda, como si estuviera loco» ante los médicos.

Bruce ensaya en la casa paterna en 1970. Su hermana Pam, de 8 años, le escucha bajo las sábanas

Bruce ensaya en la casa paterna en 1970. Su hermana Pam, de 8 años, le escucha bajo las sábanas.

12. Ante el ojeador. Tras mucho fatigar los clubes de Nueva Jersey y Nueva York (y vagabundear por los bares de striptease, que le encantaban), en 1972 consiguió una audición con uno de los cazatalentos más respetados del mundo, John Hammond (el hombre que había logrado fichar para Columbia a Billie Holiday, Leonard Cohen y Bob Dylan). Springsteen le cantó una sola pieza, It’s Hard To Be a Saint In The City y Hammond, convencido de haber encontrado al «nuevo Dylan», gestionó un contrato. Los dos primeros álbumes del fichaje apuntaban buenas maneras, pero adolecían de producción adecuada, sonaban blandos y no consiguieron más que algunas buenas críticas.

13. Buen compositor, mal intérprete. Una leyenda negra comienza a perseguir a Springsteen: sus canciones son éxitos cuando son interpretadas por otros. Blinded By the Light es número uno en ventas en la (horrorosa) versión de Manfred Mann Earth’s Band, Because the Night se convierte en himno cantada por Patti Smith e incluso las Pointer Sisters ganan millones con FireSpringsteen se tortura y tarda años en superar la inseguridad. Llegó a estar tan paranoico que decidió retirar a última hora la canción que le habían encargado los Ramones, Hungry Heart, y quedársela para él. Aunque con el tiempo se abrió a la colaboración con otros músicos (Lou Reed, Graham Parker y Donna Summer entre ellos), sus cercanos afirman que le sigue doliendo no haber interpretado nunca un tema que haya sido el más vendido en los EE UU.

Cubiertas deTime y Newsweek, 27 de octubre de 1975

Cubiertas deTime y Newsweek, 27 de octubre de 1975

14. La leyenda. El 27 de octubre de 1975 los dos semanarios de referencia de información general de los EE UU, Time y Newsweek, salieron a la calle con Springsteen en portada. La coincidencia -que nunca se había dado hasta entonces con un músico de rock- respondía a dos factores: la intensa y millonaria campaña promocional de Columbia, que invirtió 250.000 dólares para vender al músico como «el futuro del rock and roll» (lema acuñado por el crítico John Landau, que sería en el futuro mánager, coproductor y consejero personal de Springsteen) y el disco Born To Run, cargado de música sincera, elegíaca y urbana, con letras que narraban la soledad de la vida en la ciudad, la eterna promesa de cada noche y la fascinación por la carretera, la huída y el romance. A partir de entonces, y pese a una carrera con bastantes patinazos creativos y artísticos, Springsteen se convierte en un fenómeno de masas y, sobre todo, en el cronista oficioso de los blue-collar, la mano de obra que sostiene a los imperios y que recibe a cambio indiferencia e injusticia.

Bruce Springsteen en su Chevy Bel Air descapotable de 1957

Bruce Springsteen en su Chevy Bel Air descapotable de 1957

15. Boss perverso. En 1988 Springsteen tuvo que afrontar una demanda de dos de sus empleados, un técnico de guitarras y otro de baterías, que le acusaron de infringir el derecho laboral al no pagar horas extra e imponer discrecionalmente sanciones injustas e ilegales (por ejemplo, una semana de empleo por un fallo en el aire acondicionado de un camerino). El Boss tuvo que tragarse el orgullo de la idea de «somos una Gran Familia» que proclama, declarar ante el juzgado y avenirse a un acuerdo con los demandantes antes que soportar la mala prensa del proceso y una más que probable sentencia condenatoria.

16. Fanático del archivo. En el archivo de la discográfica Sony-Columbia hay más de 5.000 bobinas con grabaciones en directo y en estudio de Springsteen, un fanático de que los micrófonos (66 en cada concierto) nunca estén cerrados y todo quede registrado. Todos los conciertos desde 1980 están clasificados y grabados en perfecta calidad.

"Badlands" (Terrence Malick, 1973)

"Badlands" (Terrence Malick, 1973)

17. Pantalla inspiradora. Ha compuesto unas cuantas canciones basadas o inspiradas en películas. Point Blank es también un clásico de 1967 de John Boorman, Atlantic City es el título de un film de 1980 de Louis Malle, Badlands parace cantada tras la visión de la película de Terrence Malick de 1973 y Thunder Road se titulaba una cinta sobre un veterano de guerra enajenado que dirigió en 1958 Arthur Ripley.

18.Y canción inspiradora. La película Extraño vínculo de sangre (1991), el debut como director de Sean Penn, está basada en la canción de Springsteen Highway Patrolman.

19. Si Dylan no puede, el Boss está bien. Springsteen ha sido tentado en varias ocasiones por el cine. El director Paul Schrader, colaborador de Martin Scorsese (escribió el guión de Taxi Driver), consideró al Boss para interpretar el papel del misterioso Paul Gallier en Cat People (1982), pero el papel se lo llevó Malcom McDowell. El músico también hizo pruebas para la versión cinematográfica de la ópera rock Hair que dirigió Milos Forman en 1979, que optó por Treat Williams. Springsteen hace un cameo en Alta fidelidad (2000), pero el director-actor John Cusack sólo le ofreció actuar después de que fallase su primera opción: Bob Dylan.

Teac 144 de Bruce Springsteen

Teac 144 de Bruce Springsteen

20. El disco simple, el mejor. Convertido en mito viviente, jaleado por fanáticos de todo el mundo que saludan cada uno de sus movimientos -incluso los erráticos-, héroe sin necesidad de ser heróico, incapaz de grabar un buen disco eléctrico desde Darkness on the Edge of Town (1978) y The River (1980), Springsteen es grande más allá de sí mismo: grita, suda, corre como un mono, cuenta malos chistes y baila con una chica del público en cada concierto, nos obliga a actuar como fisioterapeutas: «¡En qué buena forma está pese a los 62 años!». Le vi tocar en Barcelona en 1981 cuando era un dios menor y dos veces más en ceremoniales conciertos de masa y coreografía. Nunca más iré a verle. Me basta escuchar su mejor disco, Nebraska (1982), sórdido, acústico, económico, grabado en un humilde mezclador de cuatro canales, donde, poseído por el espíritu siniestro de su admirada Flannery O’Connor, Springsteen todavía me parece el habitante de un sueño, mezclando el sirope de arce con sangre y robando las llaves del Holiday Inn para perderse, carretera adelante, en el vientre de ramera de esa fábula llamada América.

Ánxel Grove