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¿Cómo gestionar tu propia negatividad?

Según la espiritualidad celta1 cuando nacemos, además de nacer nuestro cuerpo y alma, también nace con ellos otra presencia: nuestra muerte. Esta presencia está con nosotros toda la vida y se muestra en los momentos en los que nos dejamos dominar por la negatividad.

Como constato cada día en mis programas de coaching, la negatividad aprovecha los momentos de mayor vulnerabilidad para mostrarse. Como coach no tengo una varita mágica para transformar la negatividad en sus múltiples formas: miedo, victimismo, enojo, agresión, crítica, remordimiento, preocupación…de las personas a quienes acompaño. Sin embargo, cuento con efectivas prácticas para desactivarla. Hoy te comparto cuatro pautas de base budista:

1-TOMAR CONSCIENCIA

Una práctica esencial consiste en tomar consciencia de que estamos presos de un estado negativo dominado por el pesimismo, pensamientos críticos, quejas, etcétera. Aunque parece evidente, en un gran número de casos no nos damos cuenta de lo que nos pasa. Estamos tan acostumbrados a hacernos la víctima, quejarnos, enfadarnos o lo que sea que nos domine, que nuestro cuerpo y mente son adictos a ese estado emocional y a la consciencia se le escapa.

2-ARREPENTIRSE

La negatividad nos daña, nos quita energía y nos enfoca en cosas improductivas como la culpabilidad cuando nos flagelamos a nosotros mismos por nuestros errores o en el deseo de venganza. Arrepentirse significa darnos cuenta del daño que nos estamos haciendo a nosotros mismos cuando nos dejamos llevar por la negatividad.

(Ben Hershey, UNSPLASH)

3-COMPASIÓN HACIA QUIENES HEMOS DAÑADO

La negatividad se cuela por cualquier rendija y cuando estamos presos de ella se manifiesta en una salida de tono, en una falta de respeto, en una actitud agresiva o de cualquier otra forma. Sentir compasión hacia los otros por el daño que les hemos hecho nos permite ampliar la consciencia sobre los efectos de la negatividad.

4-INTENCIÓN

Tomar la intención de no volver a caer en las redes de la negatividad consiste en decirse a uno mismo: “Magda, no volverás a caer en la queja y el victimismo”. Para afianzar cualquier intención aconsejo realizar un pequeño ritual o gesto que la refuerce como por ejemplo: escribirlo en tu diario, hacer un dibujo, encomendarse a la vida, a Dios o a una figura significativa para uno o cualquier otra forma creativa.

APRECIACIÓN Y GRATITUD

En paralelo al proceso anterior, la apreciación y la gratitud son prácticas fundamentales para transmutar la negatividad en vitalidad. Para el escritor, también de raíces celtas, David Whyte la gratitud consiste en: “comprender que muchos millones de cosas se unen, se mezclan y respiran juntas, para que nosotros podamos tomar una respiración más, que el regalo fundamental de estar vivo y haber encarnado como un ser humano vivo y participativo es el privilegio de milagrosamente formar parte de algo, en lugar de nada. Aunque ese algo sea temporalmente dolor o desesperanza, habitamos un mundo vivo, con caras de verdad, voces de verdad, risas, el color azul, el verde de los campos, la frescura de un viento frío, o el tono rojizo de un paisaje invernal2

Cuanto más practiques las pautas citadas, más del lado de tu alma vas a estar y menos del lado de tu muerte.

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(1) Anam Cara: el libro de la sabiduría celta, John O’Donohue.

(2) Consolations, David Whyte. Mi traducción.

¿Por qué la queja justificada a raíz de lo que «es normal» te hace daño?

Hace poco facilité varios talleres online sobre Diversidad e Inclusión para un grupo empresarial europeo. El taller era una combinación de nociones, casos prácticos, diálogo y reflexiones, a través del cual expandir la comprensión de lo que es ser humano y aprender a relacionarse desde ese lugar en el trabajo.

Que las personas que habitamos este planeta somos diversas es una realidad. Todos somos diferentes. En los últimos años hemos pasado a esforzarnos para encajar en las organizaciones en las que trabajamos a que las organizaciones – generalizando por supuesto – se esfuercen para dar la bienvenida a nuestra diversidad. ¿Por qué? Pues por muchos motivos. Porque los trabajadores están más motivados, para retener el talento, para generar una mejor experiencia del consumidor y un largo etcétera.  En uno de estos talleres, un participante levantó la mano virtual para comentar el anuncio de Guiness que nunca deja indiferente. Dijo: “este clip me hace pensar que lo normal ha muerto”. Se creó un silencio y me dije que ya había hecho mi trabajo.

Lo normal ha muerto. Ya no estamos obligados a vestir igual, ni a ser heterosexuales, ni a estar delgados. El cliente no siempre tiene la razón. Callar cuando alguien hace un chiste sexista u homófobo es opcional. La crianza de los hijos es negociable. La discapacidad no es una verdad incómoda. El racismo y el clasismo son retados cada día. Y el maltrato de la mujer ha dejado de ser un factor cultural para ser un delito. ¿Existe una noticia mejor? Tendríamos que estar todos en la calle celebrándolo a gritos.

(Samuel Regan, UNSPLASH)

“Lo normal” es una prisión, que ya ha asfixiado a demasiadas almas. Pero además “lo normal” es una trampa psicológica con un señuelo llamado “queja justificada”. La queja justificada nace cada vez que miras a tu vida y la comparas con lo normal. Y a cualquier desviación de “la norma” te sientes legitimado a quejarte. Por ejemplo:

  • “¿Pero cómo puede ser que no me haya presentado a su pareja siendo yo su amiga? Todos sabemos que lo normal sería…”
  • “Lo normal es que la mayoría de personas sean heterosexuales, si mi hija es lesbiana pues me siento con derecho a la queja”
  • “Lo normal es que tu esposa te dedique atención, lo raro es que se pase cada tarde hablando con sus hermanas y pasando de mi, su marido. ¡Claro que estoy ofendido!””

Da igual que las quejas se verbalicen on no. Si albergas en ti la queja en relación a algo que es “lo normal” estás abriendo las puertas a un pensamiento que infunde en ti un estado de ánimo destructivo: te hunde en la miseria o te cabrea sin remedio, con todos los matices de por medio. Y en ambos casos, te dejas convertir en una pobre y desvalida víctima – que por supuesto no eres.

Como siempre la elección está en tus manos. Caer en la maldita trampa de lo normal y su estúpida amiga “queja justificada” o simplemente recibir una realidad inesperada y preguntarte: ¿Cómo puedes aceptar lo que es, incluido el dolor que sientes, sin albergar ningún pensamiento, ni justificación? ¿Cómo puedes transformar la queja en un deseo que no obligue al otro a ser de un modo diferente? ¿Qué diablos puedes hacer (que no sea quejarte)?

Toma nota porque si que lo normal haya muerto es una buena noticia, la queja justificada no y ya sabes por qué. Cada momento que pasas con ella te mata un poco.

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