Ni libre ni ocupado Ni libre ni ocupado

Elegido Mejor Blog 2006.Ya lo dijo Descartes: ¡Taxi!, luego existo...

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¿Por qué no te callas?

Tras los asientos delanteros de mi taxi, cual bebés de canguro impreso, dormitan a diario (y a disposición de mis clientes) diversos ejemplares de la prensa nacional: El País, Público, 20minutos y ABC (selección meditada, madurada y macerada).

Los dos primeros por acercar su línea editorial a una izquierda más o menos cercana a mi ya de por sí maltrecha y desgastada ideología (famoso es el dicho «eres más tonto que un taxista de izquierdas»); 20minutos por su gratuidad, su objetividad y su amena y correcta selección de las noticias más destacadas del día (y porque me pagan); y el ABC por representar a la derecha civilizada, seria y democrática (a destacar el suplemento cultural de los Sábados ABCD).

Hace tiempo que dejé de comprar El Mundo (por su línea Goebbeliana y sus constantes hostias al Estado de Derecho) y La Razón (por regalar dos croissants retractilados los Domingos y, en definitiva, por resultar poco o nada serio).

Según mi propia estadística (corporativismos aparte), el diario más leído por mis clientes es el 20minutos, seguido de cerca por El País, luego el ABC y, por último, Público:

Este fue precisamente el elegido ayer mismo por uno de mis clientes. Al tomarlo, leyó en voz alta su titular de portada:

– «La cumbre acaba en bronca».

– Menuda se lió ayer con Chávez – dije.

– Sí. Lo he visto en las noticias esta mañana. ¡Menudo cabreo tenía el Rey!. ¿Qué fue lo que le dijo a Chávez…?

– ¿Por qué no te callas? – respondí.

– Hombre, no hace falta que se ponga así…

– No me refería a usted. Es la frase que dijo el Rey…

– Ups…

La abuela: esa gran desconocida

Calle O´Donnell. Una abuela primeriza, en prácticas, con su nieto de apenas 10 meses en su regazo me extiende el brazo (sin soltar al nieto, claro) hasta que detengo mi taxi a su altura.

– ¿Me lleva a Antonio López, por Marqués de Vadillo? – dice la abuela (elegante, enjoyada hasta los lóbulos).

Tras esto, la abuela comienza a repetirle al pobre bebé el nombre de aquella calle una y otra vez, con ese tonillo absurdo que solo las abuelas primerizas saben emplear con sus nietos primerizos:

– An-to-nio Lóoo-pez, An-to-nio Lóoo-pez, ta, ta, ta, ta, ta… An-to-nio Lóoo-pez, ta, ta, ta, ta… – dice pasando su dedo índice por los labios del bebé, como si de una guitarra de cuerdas cárnicas se tratara.

El bebé mantiene la mirada fija en los gestos faciales de su abuela, flipándolo todo:

– An-to-nio Lóoo-pez, ta, ta, ta – y así continúa hasta el túnel de la Ronda de Atocha (lo juro), momento que aprovecha para cambiar de tercio:

– Vamos a casa de maaaa-má. Maaaa-má. A la calle An-to-nio Lóooo-pez. Porque ahí vive tu maaaa-má. Vive con la gente pooo-bre. Porque en la calle An-to-nio Lóooo-ez vive la gente poooobre. Mala geeeente. Mala, mala, mala, mala… – esto último lo dice acelerando el ritmo, buscando con sus manos las cosquillas del pobre bebé.

En esto el bebé comienza a mirar a su abuela con ojos extraños, ausente, pensativo. Su gesto demuestra que acaba de darse cuenta de su triste y cruda realidad: definitivamente, su abuela está como una puta cabra.

Es más; mi experiencia como ex-niño me permite leer en sus ojos, a través del espejo, lo que sigue:

– ¿Y esta es mi abuela?. Pobre abuela… yo diría que padece encefalopatía espongiforme… al menos espero que este mal no sea hereditario… por mi bien… y por el bien del resto de mi familia…

Nota simpulso a todos los padres primerizos: Antes de ceder vuestros retoños a las abuelas de turno, se recomienda cubrir los oídos del bebé con cera de abeja, o similar (por el bien de su futura salud mental)

Mi amigo Pol y Cía.

Me preocupa de veras el complejo engranaje pensante de la Policía Municipal…:

Es de lógica aplastante que, en plena Puerta del Sol, los taxis libres formen su correspondiente fila a la espera de sus correspondientes usuarios (máxime desde que las obras que asolan la plaza han obligado a desplazar todas las paradas de autobus a la calle Sevilla).

Es de lógica aplastante que, si el autobús de la Cruz Roja (unidad de donación) se encuentra ocupando la parada reservada a los taxis, estos se desplacen al otro lado de la plaza, donde tampoco estorban (ya que el tráfico en la zona está limitado y solo pueden transitar vehículos de Servicio Público).

Según esta obligada distribución de los taxis no me parece de recibo que un Policía Municipal se dedique a apuntar las matrículas de todos aquellos taxis detenidos en esa parada «improvisada» con la intención de plantarles su correspondiente multa.

Y este ejemplo me tocó de lleno, aunque con previo aviso. Situé mi taxi el primero de la fila, aprovechando el semáforo en rojo. En esto, se acercó el Policía Municipal de turno y me espetó:

– Continúe la marcha. Ahí no puede estar.

– ¿Se refiere a que no puedo detenerme ante un semáforo en rojo? – (entiéndase como pregunta retórico-irónica).

– Ya sabe a lo que me refiero… continúe la marcha, por favor – me dijo con aire chulesco.

– Ya le entiendo… quiere que me salte el semáforo para ponerme una multa por haberme saltado el semáforo, ¿verdad? – dije mirando su libreta.

– No se haga el gracioso… continúe cuando el semáforo se encuentre en verde.

– Bien… ¿y… cuando el semáforo se ponga en verde… podría situarme en aquella parada? – pregunté señalando la parada ocupada por el autobús de la Cruz Roja.

– Negativo. La parada está ocupada…

– ¿Ahora los taxis son así de grandes?

– Ese autobús tiene autorización para situarse ahí.

– ¿Y no podría tener autorización para situarse un poco más atrás, sin ocupar la parada de taxis? Le aseguro que la calidad de la sangre de sus donantes sería idéntica diez metros más allá…

– Se cree usted muy gracioso, ¿verdad?.

– Lo único que le pido es que nos dejen trabajar.

– Cumplimos con nuestro deber, caballero… – me dijo dejándose llevar por el tópico. Y como no soporto los tópicos (sobre todo cuando son falsos) no pude evitar encenderme:

– Entonces… ¿por qué no cumplen también con su deber multando a todas esas dobles filas que perjudican tanto al tráfico?. ¿Por qué permiten que los aparcacoches de todos esos restaurantes de lujo aparquen donde les sale de los cojones?, ¿…o en las terrazas pijas de la Castellana?, ¿o esas dobles y triples filas de cochazos a ambos lados de la calle Velazquez?

– Pare el motor y muéstreme su documentación…

La otra dieta

Antes de montarse en mi taxi: Hombre de 40 años, barba cerrada y frente ancha (tan ancha que le llega casi hasta la nuca). Voz aguda. 1,70 m de estatura. 80 kg de peso.

Me indica el destino (calle Alonso Cano) y tres o cuatro frases de rigor después comienza a soltarlo todo:

– (…) y el veterinario me dijo que no había nada que hacer. Lucas era muy viejito, el pobre. Sabía que tarde o temprano tendríamos que sacrificarlo; estaba sufriendo, lo notaba, ya sabe: esas cosas se notan. Ya no se acercaba tanto a mí, es más, se recostaba en una esquina con el rabo relajado, ¡con lo que movía el rabo cuando era cachorro!. Y ahora está muerto, joder… bien muerto y me separé de mi mujer poco después… y ahora estoy sólo, bueno… en realidad echo más de menos a Lucas que a mi mujer… supongo que era más cariñoso que ella, no sé…

Tras salir de mi taxi: Aunque conserva su misma estatura (1,70 m.) ahora parece pesar entre 70 y 75 kg. Y no lo digo yo; lo dicen mis ojos al verle caminar con pasos livianos.

No creo que existan estudios científicos al respecto, pero si aquellos usuarios que me cuentan sus problemas se subieran a una báscula antes y después de viajar en mi taxi, la diferencia de peso sería notable. El taxi, para algunos, se ha convertido en la mejor de las dietas por el desahogo que supone cederles tu hombro. Te hablan de todo aquello que les preocupa: de su jefe, del casero o bien del vecino que hace ruido y le despierta por las noches. Algunos también se atreven a confesarte secretos que nadie, ni el mejor de sus amigos, conoce. Luego, al alcanzar su destino te pagan según lo que marca el taxímetro con la excusa del trayecto (en realidad nos pagan por escucharles, por la Dieta del Taxi; la distancia recorrida es lo de menos).

Pero no sólo se pierde peso en los taxis: También, quien desee iniciar esta particular Operación Bikini, puede visitar cualquier Foro de Internet, o llamar a una de esas líneas 902 que te escuchan a cambio de un riñón el minuto.

El buen virus

– Me lleva a… ¡un momento!. Esa canción…

Bohemian Rhapsody, de Queen.

– Es… buenísima, tío. ¿Podrías subirla un poco?

El tipo cerró la puerta con entusiasmo. La canción no había hecho más que empezar, con esos acordes lentos, suaves y empalagosos de cualquier balada al uso.

– Por cierto, no te he dicho dónde vamos: calle San Bernardo, a la altura de Noviciado.

– Bien… – dije iniciando la marcha.

– Eh… perdona… ¿podrías subir el volúmen un poco más?.

Tras atender con gusto su petición, nos dispusimos a escuchar en silencio, acompañando la música con tímidos movimientos de cabeza mientras cada uno interpretaba a Freddy Mercury para sus adentros. Un par de estrofas después, in crescendo, comenzamos a mover los labios susurrando su letra.

Segun cambió el ritmo de la canción, el usuario (algo más confiado) comenzó a seguir el compás golpeando la mano contra su pierna. Luego le siguió una nueva parte vocal, y aquellos susurros se convirtieron en voces cantadas a pleno pulmón…

Reconozco que su entusiasmo me llevó a cantar con él con tal compenetración que acabamos interpretando el siguiente duetto:

Usuario: ¡Galileo!

Taxista (osea, yo): ¡Galileo!

Usuario: ¡Galileo!

Taxista: ¡Galileo!

Usuario: ¡Galileo figaro…!

Ambos: Magnifico-o-o-o-o… (esta parte nos salió un poco mal).

Usuario: I’m just a poor boy and nobody loves me

Taxista: He’s just a poor boy from a poor family

Ambos: Spare him his life from this monstrosity.

Vamos, cual Mundo de Wayne…

Esta anécdota me ha llevado a otra de tantas reflexiones simpulso:

No necesito ganar las próximas Elecciones Generales, ni dirigir una gran ONG para cambiar el mundo. Soy taxista, y eso me basta para arrancarle una sonrisa a una media de veinte usuarios diarios. Si al bajar de mi taxi mantienen esa sonrisa hasta llegar a su oficina, o a su casa, entonces habré cumplido mi objetivo: el virus se extenderá según el llamado Efecto Mariposa.

Pero mi revolución altruista aun puede llegar mucho más lejos: cuando un usuario se baja de mi taxi en el Aeropuerto con esa sonrisa en la boca, su mueca viajará (en business o en clase turista, no importa) al otro lado del planeta, extendiendo así el virus a cualquier punto del planeta, sin siquiera ser detectado por ningún arco de seguridad.

Los Políticos más influyentes podrían, si quisieran, extender este virus en directo a millones de personas a través de cualquier medio de comunicación. Yo, sin embargo, lo extiendo más despacio; tampoco tengo prisa….

La idea no es mía. Ya lo dijo Arquímedes allá por el año 250 antes de Cristo: “Dame un taxi de apoyo, y moveré el mundo”.

La metafísica del fútbol

En la Terminal 4 de Barajas:

– ¿Nos lleva a la Agencia Espacial de Villafranca del Castillo?

– Por supuesto – dije engolando la voz.

Pese a lo deducible por mi respuesta, no tenía ni idea de cómo llegar a Villafranca del Castillo; ni siquiera sabía que teníamos una Agencia Espacial (más allá de Air Madrid, claro). Pero gracias al presente Siglo (y unas cuantas coordenadas táctiles después) la voz de Marta comenzó a conducir por mí.

Eran dos hombres: un hindú despierto y risueño y un americano de aspecto descuidado. Ambos portaban sendos maletines metálicos que no soltaron en todo el trayecto (¿?):

Un par de esos cerebros astrofísicos de teorías cuánticas y agujeros negros cuyo concepto de la vida se encontraba mucho más allá de nuestra hipoteca, o del último disco de Miguel Bosé.

…………………………………………………………………………………………………

(30 kilómetros después, tras darle mil vueltas de centrifudado a mi cabeza…):

Armado de valor (no somos nadie), justo cuando me disponía a preguntarles por su concepto del cosmos, o por el lugar que ocupamos en el mismo, uno de ellos (el hindú) salió de su ensimismamiento y preguntó al aire:

– ¿A qué hora juega el Real Madrid?

Foto de la Agencia Espacial tomada desde mi taxi (le he tapado los ojos al cielo para preservar su intimidad).