Ni libre ni ocupado Ni libre ni ocupado

Elegido Mejor Blog 2006.Ya lo dijo Descartes: ¡Taxi!, luego existo...

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Cuando el destino aún podía haberse escrito de su mismo puño y letra

No eran marido y mujer, ni novios, ni nada: Apenas dos compañeros de trabajo condenados por azar a viajar juntos. Él llevaba una alianza de oro en su dedo anular. Ella, no.

Sin embargo algo me dijo que, tras aquellas apariencias formales, había mucho más; un lenguaje no demostrado, secreto, oculto, impotente, que sólo entendía ella (y ni tan siquiera). Y es que mientras él hablaba de temas triviales, ella parecía escucharle con los ojos, mirando fijamente a su boca, como víctima de un extraño hechizo cuyo antídoto sólo pudiera encontrarse tras los labios de él, bajo su lengua o entre esos dientes brillantes y perfectos.

Nota del taxista: Hay que reconocer que él era bueno en el difícil arte de mover los labios, las cejas y la expresión de sus ojos en perfecta (y deliciosa) sincronía. Como si en lugar de hablar, bailara con los pies de su rostro.

Para ella habría sido más fácil que su compañero fuera simplemente guapo. Los hombres guapos sólo entran por los ojos. Los atractivos, no. Y él era atractivo, ¡vaya que si lo era! Tenía la gracia natural de quien seduce sin querer. Una voz suave, sensible, de cuerdas vocales perfectamente peinadas, labios comestibles y retazos de tristeza en su mirada: El típico hombre que no gusta a cualquiera, pero que cuando gusta, atrapa. Y ella no podía evitar sentirse presa. Creía saber evitarlo, al menos desde fuera, pero siempre había algo que sin querer la delataba, que se escapaba y se escapa al control de cualquier gesto entrenado.

Ahora ella, pensé, quiere morirse por una atracción que es de otra: De alguna mujer afortunada que ella no conoce ni querrá conocer: la mujer de él, su esposa. Y se muerde los labios, siempre mirándole la boca, por no haberle conocido algunos años atrás, cuando el destino aún podía haberse escrito de su mismo puño y letra, sin manchas de Tipp-Ex ni Reset ni nada.

Nos despedimos en su oficina, la de ambos, con el taxímetro marcando 7,35€.

Me pagó él, claro. Lo de ella habría sido impagable.

¿Soy idiota?

Llueve y hace un frío de cojones. Las calles están solas y yo estoy solo moviendo el volante a izquierda y derecha, feliz como un Ñu, iluminando con mis dientes de Xenón el pavimento, buscando charcos para pisarlos y desenfocarlo todo. Escucho una y otra vez la misma canción. Fumo sin tragarme el humo. Cambio de marcha cuando me sale de los huevos. Me siento como Platero: tan blando por fuera que se diría todo de algodón, que no llevo huesos.

Me alza el brazo un argentino y a mitad de trayecto me dice que Madrid no existe, que hace años dejó de existir. Que ahora no hay más que mierda y que los Clubs de acá no valen nada.

– Madrid es un mito. Como el de Sísifo – añade.

– El Corralito también. No te jode… – le contesto.

Tras decir esto sucede algo que me enseña a no tocarle nunca más el ego a ningún argentino.

Me duele la mandíbula pero estoy feliz. Tengo un ojo hinchado, pero estoy feliz. Me sangra un oído pero estoy feliz.

¿Seré, acaso, idiota?

Mi sueño se acaba de hacer realidad: ¡GRACIAS MUNDO!

Soñé con un mundo llenito de taxis y de patitos de goma Made in Hong Kong.

Soñé que, algún día, los patitos de goma Made in Hong Kong dominarían el mundo y harían de él un lugar más plácido y habitable.

Y desperté. Y tras aquella orgía de sueños cumplidos flotando sobre las fuentes más emblemáticas de Madrid, no pude evitar acordarme (con lágrimas en los ojos) de aquella canción de John Lennon: ‘Imagine all the ducks… living life in peace…..’

…porque los patitos de goma Made in Hong Kong al fin habían conseguido ganar su batalla contra el Homo iPhonethalensis.

Y así (con un par de… patas), tomaron la fuente de Neptuno:

Y Atocha:

Y Cibeles:

Y Colón:

Nota informativa: El pasado sábado, fuentes de la Policía Municipal confirmaron la desaparición de uno de los tres patitos de goma de la fuente de Atocha. Desde aquí les digo que no se preocupen. Que el patito está bien, y eso…

Tipical spanglish

A la carrera, por la Carrera de San Jerónimo, la guiri de piel de leche semi desnatada, sombrero de paja y paja mental tatuada en la frente, clava las vigas de sus ojos en la fachada del Congreso de los Diputados:

– ¿What’s ese edifisssio con esos dos enormes… lions?

– Un zoo – respondo.

– ¿Un zoo in the center of Madrid? Guau… It’s fantastic!!!

– ¿Gracias?

And… ¿qué tipo de… animales are there?

– Hienas, ciervos y aves de presa.

– ¿Ciervos…? No entiendo…

– Bambi – puntualizo.

– Oh… wonderful!!!

– Ehmm… wonderfuls las que usted tiene; faltaría más… – dije con mi mejor smile a través del mirror retrovisor.

– Y… ¿toros?

– Toros no creo. Pero sí mucho wolf con skin de cordero…

– ¿Cordero…? No entiendo…

Toledo’s food – puntualizo.

– Ohh… yo ir Toledo mañana… pero volver a Madrid a la hora de siesta when todo España duerme, you know…

– Jesús…

Besos suspensivos…

Guardo en la retina de mi espejo retrovisor cientos de besos. Miles de momentos usuáricos con dos pares de labios como telón de fondo. Y tras cada beso, un mundo transcrito en mi taxi-libre-ta:

Besos de enamorados. Besos del sapo a su princesa. Besos de peli muda, besos de ciencia ficción, besos de cortometraje y besos de cine porno.

Besos homosexuales y besos heterodoxos. Besos primerizos. Besos sin lengua: Millones de besos sin lengua. Besos en las mejillas, besos en el cuello y en la nuez. Besos entre una mujer blanca y un hombre negro.

Besos daltónicos. Besos etílicos.

Besos con las gafas empañadas. Besos sonoros y besos con sordina. Besos meticulosos (como si los labios del otro fueran un mundo sin explorar donde no cabe mapa, ni brújula, ni GPS, ni detector de salivas).

Besos húmedos y besos con halitosis. Besos bañados en lágrimas y besos muertos de celos, y besos desde el borde de un abismo hasta el borde de otro abismo. Besos que son mundos dentro de otro mundo dentro de otro mundo.

Besos con tortazo adjunto. Besos asépticos. Besos al teléfono móvil cuando el otro no está. Besantes que escanean el paladar del besado. Besos en la mano de su primera cita. Besos en la entrepierna de su tercera cita.

Besos envenenados y besos embalsamados. Besos que nunca dicen nada. Besos fríos y besos que derriten la tapicería del taxi. Besos con dientes. Besos urgentes y besos pausados.

Besos en la frente y en la barbilla: 69 besos.

Besos entre ventrículos y aurículas. Besos chulos y besos tímidos. Besos con los ojos abiertos y besos con los ojos del alma hinchados. Besos con sabor a menta, besos de Actimel. Besos de bienvenida y besos de aDiós

y besos de quien quiere no querer nunca quererte…

Espero que nadie confunda mi taxi con una Falla

Camino del Aeropuerto:

– Pues… me voy a pasar unos días a Cancún, ya sabe: sol, mujeres ligeritas de ropa, coctails, playas paradisiacas… – me soltó el usuario (allá donde más duele).

– Suena bien… – dije enseñándole los dientes a través del espejo.

– Y usted se queda en Madrid, ¿verdad? – me preguntó con cierto regustillo cabroncete.

– Ehhh… no. ¡Me voy!. ¡Me voy hoy mismo a… las Fallas!. ¡A ver las Fallas! – improvisé (no te jode…).

Así que, por culpa de unos cuantos pecados capitales (ira, envidia, etc.) proyectados en aquel usuario, tiré de contactos y en apenas diez minutos conseguí una cabaña a pie de playa en uno de esos campings que violan y salpican, a partes iguales, la costa levantina.

Pasé por casa para arramplar con lo básico (un bañador estampado, un par de mudas, 10 bolis bic, un paquete de 500 folios, tres baterías extra para el ordenador portátil y mi patito de goma Made in Hong Kong) y pocos minutos después del mediodía (P.M) salí de estampida con mi taxi a cuestas y el depósito lleno hasta las trancas (y barrancas).

En apenas cuatro horas (sin paradas, respetando las normas) ya estaba merodeando por un precioso pueblo de la costa levantina. Estaban en Fiestes Falleras:

(Espero que nadie confunda mi taxi con una Falla):

Aprovecharé para desconectar del mundo por un número indeterminado de días (aún no lo he decidido; según la inspiración).

…y aparcaré mi taxi, bien a la vista, junto a la cabaña.

…y escribiré hasta que se me borren las huellas dactilares.

…y le pondré un Nick distinto a cada ola del mar (vuestros Nicks, por supueso).

… y comeré arroz avanda hasta que me salgan granos.

…y meditaré sobre lo humano, lo divino y lo taxístico.

…y me acordaré de nadie y os recordaré a todos.

…y apagaré el teléfono, y desconectaré mi sentido arácnido.

…y escribiré, y escribiré y escribiré hasta que al fin explote por sobredósis cada puta letra de la R.A.E.

Multimedia Taxi Club

Invocando al Dios Fary con todas mis taxifuerzas, conseguí el milagro de todos los milagros:

¡¡¡TAXI NUEVO!!!

Apenas tardé 20minutos en encontrar el vehículo que más se amoldara a mis necesidades: Uno graaaaaande, blanco y con su raya roja a cada lado (original, ¿verdad?).

Léase en pupilas mi nuevo taxi:

Luego llegaron los complementos.

Manos libres made in simpulso:

Y reproductor de DVD para darle un cierto toque cinematográfico al asunto y así, de paso, abrir el campo de posibilidades a mi celebérrimo Experimental Taxi Club (¿alguna idea?):

Ahora necesito vuestra interactividad: Tengo en mente proyectar películas cuyo contenido, aunque sea durante los escasos minutos que dura cada trayecto, suponga un motivo más de estimulación para mis usuarios.

a) ¿Qué peli (o fragmento de peli) te gustaría ver durante un trayecto de taxi a plena luz del día?

b) ¿Qué peli (o fragmento de peli) te gustaría ver durante un trayecto de taxi por la noche?

Feliz como un jubilado que colecciona bolsas del Carrefour

Conduzco mi taxi con las comisuras de mis labios detrás de cada oreja, como si fueran las gomas de una careta happy. Y atropello (sin querer) a las palomas que me molestan, y beso a cada usuaria (en la frente), y beso a cada usuario (en el bigote), y canto desafinando en cada acorde de séptima, y escupo en la boca del necesitado todo el talento que me sobra.

Conduzco mi taxi como un borracho abstemio, y me detengo en cada semáforo en rojo, y salgo con un trapo y Cristasol (para sacarle brillo), y respiro con la nariz, con la boca y con las branquias (para no perderme ni el más mínimo detalle porcentual de oxígeno), y respeto todas las señales, las que limitan mi velocidad, las que limitan mi preferencia, y saco mi mano izquierda por la ventanilla, haciendo la ola (¿te gusta conducir?), y si me tiran demasiado las comisuras de los labios no me importa (tengo vaselina), y si llueve: abro la boca. Y si no llueve: abro la boca (por si las moscas).

Esta mañana me he cortado las uñas de los pies (las diez). Me he limado las uñas de las manos (las diez). Me he duchado: Aloe vera para la calva; antiojeras para mi eterna mirada cansada (de retenerlo todo); desodorante Nivea; un toque de esencia de Loewe por el cuello (salvando la nuez); y cremita hidratante para el resto del cuerpo:

Feliz como un jubilado que colecciona bolsas del Carrefour.

¿Por qué?

Soy feliz porque me he tragado enterito el debate Zapatero-Rajoy con la tranquilidad de saber que no influiría en mi intención de voto. Sabía cual sería mi voto antes del debate, y también lo he sabido después:

No pienso votar a ninguno de los dos.

Paja mental

Me siento (luego me existo) en el asiento (luego aexisto) del taxi, y está blando, tiene muelles, y el respaldo también está blando porque tiene muelles, y al arrancar, al circular, el pavimento parece blando porque las ruedas pisan como avergonzadas, sin querer hacer ruido gracias al aire de los pulmones de los neumáticos, gracias a sus amortiguadores que también son muelles pero a lo bestia.

Y así me muevo: rodeado de muelles y demás inventos que, en definitiva, me hacen creer que todo lo todo es blando, cuando no lo es. Que el asfalto es blando, que mis huesos son blandos, que el esqueleto de las palomas gilipollas también es blando, que que cualquier cosa que no sea blanda parece blanda aunque no sea blanda ni tenga putas ganas de serlo…

Extrapolo esta idea porque siempre me ha gustado extrapolar, y entonces pienso que, ¡por qué no!, podrían habernos diseñado con muelles en las encías (ya sabes, entre el diente y la carne) para masticarlo todo blando, como si los dientes parecieran ser de gomaespuma. Y si los dientes y las uñas fueran de gomaespuma este mundo giraría mucho mejor, o al menos más suave. Y si camináramos por cualquier acera de cualquier ciudad de cualquier país con pies de gomaespuma sujetos por unos huesos, por un esqueleto de gomaespuma los paseos también serían blandos y, por alusiones, las elucubraciones derivadas de esos paseos serían blandas y las ideas suaves y las conversaciones aterciopeladas.

Y con esto quiero decir que no quiero decir nada; que la vida es una esponja con forma de taxímetro y ‘los ojos no son ojos’ sino todo lo contrario. Que si pudiéramos darle la vuelta a esos ojos, a nuestros ojos (no más de 180º) para mirarnos por dentro, lo fliparíamos. Caeríamos en el abismo del contorsionista existencial.

Pues eso, que viva yo y mi bigote.

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NOTA ACLARATORIA: No tengo bigote

Soy feliz

Rodeando el parque del Retiro, Avenida Menéndez Pelayo, y entre un frío de cutter oxidado, alzó su brazo como buenamente pudo una mujer de mediana edad envuelta en abrigo, bufanda, gorro y manoplas, plas, plas.

Al montar, bajose la bufanda hasta su barbilla y castañeteando los dientes me dijo:

– ¿Me lleva a la calle del Tembleque?

– Ja, ja, ja…

– ¡Pues a mí no me hace gracia!

– Ja, ja, ja…

– Menudo cachondeo el suyo, ¿no?

– Ja, ja, ja…

– ¿Será posible?

– Ja, ja, ja…

– Ya está bien…

– Ja, ja, ja…

– Si no fuera por el frío que hace, ¡me bajaba aquí mismo!

– Ja, ja, ja…

– Se va usted a reír de su padre…

– Ja, ja, ja…