A sus veintipocos ya se veía aburrida de todo, pero no un aburrimiento momentáneo, sino instalado en su corteza, infiltrado en sus huesos como un virus letal e irreversible. Miraba la calle desde mi taxi con ojos hastiados, sin pararse en nada y en nadie capaz de llamar su atención, como si la vida en derredor fuera un remake forzado y emitido en bucle: los mismos modernos con barba de Instagram, las mismas bicis del telediario, los mismos zapatos de los anuncios, los mismos carteles de conciertos que en la radio, o el mismo cielo hortera del salvapantallas. Busqué otra música capaz de revivirla, algo más rítmico y subí el volumen, pero estaba negada también al sonido y a las letras profundas de esas que hacen pensar. Entre medias, la chica recibía whatsapps que leía con cara de poker, resoplando incuso, y al instante volvía a encestar el móvil en el bolso, como si tampoco le dijeran nada digno, o nadie hubiera al otro lado digno de ella.
Es un mal, supuse, de estos tiempos. Sobredosis de estímulos convertidos en colapso. Tanta tele en HD que al final la realidad no es para tanto, o se confunde hasta el punto de creer haberlo visto todo, sin excepción. ¿En qué se convierte el sexo cuando antes del descorche ya has visto mil y una escenas explícitas, primeros planos en banda ancha, o incluso perversiones de toda clase y condición? Perdió la virginidad visual demasiado pronto, y no hubo tiempo para la fantasía. Hay tanto donde elegir y tan a mano que al final te saturas, como un niño encerrado en una tienda de golosinas, ansioso al principio aunque empachado al instante. Y supongo, quizás, que el clima social tampoco ayuda. Mal futuro, paro juvenil, precariedad, sistema educativo corrompido y sus estrellas, esos Justin Bieber, esas Miley Cyrus que pasaron del Disney a lamer martillos en pelotas, o del celibato a coleccionar problemas con la policía.
Yo digo, apaga el wifi un rato cada día. Yo digo, lee a Cortázar. Yo digo, busca gente interesante de verdad, más culta o más vivida que tú. Yo digo, pasión por algo, lo que sea, y humildad. Yo digo, sólo dos palabras: pasión y humildad.