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Casi enteros: un blog sobre los medios de comunicación, la publicidad, su papel en la financiación de los medios, la investigación y otros temas relacionados con todo esto

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El extraño caso de mi móvil

Mi móvil es viejo. Debe de tener algo más de dos años y en estos tiempos en que las cosas se hacen para que no duren y las sustituyamos rápidamente por otras, eso debe de querer decir que ya es viejo. ¡Dos años!

Hace ya unos meses en mi empresa me dieron otro para sustituirlo. Tambien deben de ser las normas de los tiempos: un nuevo contrato con el operador y te dan dispositivos nuevos. Pero yo le tenía, le tengo, cariño a éste y no lo sustituí. Hace unas fotos estupendas y esa es una de las principales aplicaciones que tiene el móvil para mí.

Mi móvil hoy, cuando ha vuelto a funcionar con normalidad.

A principios de diciembre el móvil empezó a fallar. Aunque tuviera la batería cargada a tope se apagaba cada medio minuto. No daba tiempo ni de escribir un mensaje en WhatsApp salvo que fuera muy breve. Más difícil aún era publicar algo en Twitter; para cuando se abría la aplicación ya quedaban muy pocos segundos de funcionamiento.

El teléfono funcionaba bien. No se cortaba y se podían hacer llamadas más o menos largas.

A mediados de mes escuché que Apple estaba ralentizando el funcionamiento de los modelos antiguos y pensé que podía ser eso lo que me estaba afectando. ¿Una estrategia para obligar a sustituir modelos veteranos?

Anoche, no sé la hora exacta  pero pienso que pudo ser a las doce coincidiendo con el comienzo del año, el móvil volvió a funcionar con normalidad. Aún no se han cumplido 24 horas pero parece que puede estar arreglado.

¿Se arregló solo? No tengo ni idea.

No soy muy amigo de conspiraciones pero tal como ha ocurrido todo pienso que en estos tiempos en que todos estamos conectados y controlados todo el tiempo debe de resultar fácil para las grandes empresas tecnológicas de las que tanto dependemos enviar un código que ralentice nuestros aparatos o ponerles una fecha de caducidad o…

Un código con una instrucción como: El uno de diciembre empieza a apagarte cada poco tiempo; el uno de enero vuelve a la normalidad.

¿Me han dado un aviso para que sepa durante un mes lo que se puede sufrir con un móvil que empieza a caducar? ¿Me devuelven ahora el uso normal durante un tiempo y luego me lo volverán a restringir?

Suena retorcido pero técnicamente posible.

¿A alguien más le ha ocurrido? Si es así y conoces algún otro caso, te agradezco que lo cites en los comentarios.

¿O se trata sólo de una paranoia mía?

El bookbook: Una novísima tecnología

El catálogo de Ikea es un clásico entre los clásicos del marketing. Es una de las pocas demostraciones que quedan de que el papel puede seguir teniendo mucho interés para los consumidores.

Este año su lanzamiento ha tenido una particularidad: ha decidido ironizar sobre las nuevas tecnologías, parodiando un lanzamiento de Apple, de la época de Steve Jobs.

Sobre un fondo blanco que recuerda los famosos lanzamientos (que seguramente se repetirán el próximo martes) un joven barbudo va desgranando las ventajas de la nueva teconlogía bookbook: Simple e intuitivo, no necesita cables, la batería es eterna (algo que a los usuarios de i.phones nos puede motivar mucho); navegación táctil, interface de 7,5X8 pulgadas, que desplegado se convierte en 15X8 pulgadas,contenido preinstalado…es gratis, lo puedes encontrar en tu buzón.

Todo esto, en una marca que, como Ikea, siempre ha estado a la vanguardia de las nuevas tecnologías, que desde hace varios años nos permite comprobar con tecnología de realidad aumentada cómo quedarán en nuestra casa los muebles que estamos considerando comprar.

La ironía como apoyo al marketing. Una buena idea.

Dejemos a Tío Pepe en la Puerta del Sol

El anuncio de Tío Pepe en la Puerta del Sol forma parte del paisaje madrileño más clásico, hasta el punto de que fue uno de los pocos supervivientes a la ordenanza sobre contaminación lumínica que hace unos años puso en marcha el Ayuntamiento de la capital.

El luminoso ocupaba una de las azoteas de la plaza (la que hace esquina entre la Calle de Alcalá y la Carrera de San Jerónimo) desde 1936, en los últimos meses de la segunda República, hasta que hace algo más de un año fue retirado para restaurarlo a la vez que se realizaban obras en el edificio que lo albergaba.

El conocido logo de la botella de fino con sombrero cordobés y chaquettilla corta rojos y guitarra en mano, fue diseñado en los años treinta por Luis Pérez Solero. Luis fue, junto con su hermano Ricardo, uno de los publicitarios más importantes de los inicios de esta profesión en España. Hace unos meses fueron nombrados Miembros de Honor de la Academia da la Publicidad por un jurado del que me honré de parte.

Luis y Ricardo fueron además los patriarcas de la que, seguramente, es la familia de publicitarios más prolífica de la historia de España. Uno puede encontrarse un Pérez Solero en casi cualquier empresa relacionada con nuestra actividad; en muchas agencias, en anunciantes, pero también en estudios legales o en empresas de selección de personal.

Esta semana las redes sociales se han puesto en movimiento para defender la vuelta del anuncio a su ubicación original o, en todo caso, que se le busque otra ubicación cercana.

Al parecer la nueva propiedad no está dispuesta a renovar el contrato que le unía desde hace 75 años a la bodega González Byass. La causa podría ser el conflicto con Apple, nuevo inquilino de la finca, que iría a montar en ella una de sus emblemáticas Apple stores.

Algunos han querido ver en este conflicto una lucha simbólica entre la modernidad representada por la empresa de la manzana mordida y lo antiguo que representaría la botella de fino (un logo muy moderno en su día y que, en opinión de muchos, no ha perdido su carisma).

Para otros es un símbolo de la decadencia de España (Tío Pepe) frente a las potencias dominantes como USA (Apple). Aquí, Marcos de Quinto, el Presidente de Coca Cola España se ha apuntado un tanto al ofrecer la azotea de su edificio de la carretera de Barajas para la nueva ubicación del luminoso de Tío Pepe. De la fusión de la bebida americana y el fino español podría surgir una nueva versión del rebujito, para futuras ferias andaluzas.

También hay quién lo interpreta como la preponderancia de la tecnología actual frente a la calidad de vida tradicional.

El movimiento no se ha producido sólo entre los publicitarios, aunque en nuestra profesión hay una reacción importante. Tan importante que ha dado lugar a controversias. ¿Por qué nos movilizamos por un símbolo y no somos capaces de conservar nuestra propia historia?¿Por que pensamos más en los iconos que en las personas que los han hecho posibles?

Yo creo que ambas cosas son compatibles.

Incluso ha habido publicitarios que ya han buscado soluciones integradoras.

De momento yo me voy a tomar un Tío Pepe.

La publicidad en su laberinto

Hoy hace un mes, en plena Semana Santa, Enrique Dans publicaba en su blog un post con este título, que supongo inspirado en el de la novela El general en su laberinto, de Gabriel García Márquez. Enrique Dans es el gran gurú de internet en nuestro país y siempre hay que hacer caso de lo que dice. Si además profundiza en el tema que a uno le da de comer, con mucha más razón.

La inversión publicitaria en medios ha caído en el primer trimestre de este año en torno a un 15% y, si como todo parece indicar, cerramos este año con fuertes caídas, será el cuarto de los cinco últimos (sólo se salvó, por poco, el 2010) con fuertes retrocesos. Hemos vuelto a las cifras de 1997; en algunos medios, los impresos, a las de los años ochenta. La situación es preocupante.

Claro que la comunicación de las marcas ya no es sólo, no lo ha sido nunca, inversión en medios. Daniel Solana lo explica muy bien en su libro Postpublicidad; esas ideas estaban en el origen del estudio sobre Inversión en Comunicación Digital que IAB puso en marcha y que yo dirigí y presenté a finales de marzo.

Pero vuelvo al artículo de Enrique Dans. Parte del caso de Apple, que gasta cada vez menos en publicidad y consigue unos resultados espectaculares. Es un ejemplo clásico; en nuestro país tenemos otros dos: Zara y Mercadona, líderes en sus sectores respectivos, invierten muy poco en publicidad en medios. Cualquiera de los tres son grandes maestros de las relaciones públicas, el otro aspecto de la comunicación. Se puede discutir si las tiendas de Apple o las presentaciones de Steve Jobs, con una amplísima repercusión en medios, o si los locales de Zara en las mejores esquinas del centro de las ciudades, no son publicidad, pero desde luego llevan muy poca inversión a los medios, unos medios que, además, siempre entran al trapo: las colas ante las tiendas la víspera de un lanzamiento siempre son portada de periódicos o de telediarios; las manifestaciones de Juan Roig sobre la duración de la crisis (algo que favorece a Mercadona) también.

Para Dans la publicidad se ha convertido en una especie de persecución impenitente a un usuario que huye de ella y en muchos sentidos no le falta razón. Copio un párrafo de su argumentación:

Las señales de alarma nunca fueron tan claras: marcas que se encuentran de repente anunciándose en sitios en los que su presencia carece de toda lógica, agencias que prescriben únicamente portales caducos que tan solo congregan a lectores de criterio irrelevante, anuncios que molestan al usuario, métricas manipuladas y distorsionadas, precios que parecen más una partida de póker con trampas que a un proceso con la mínima transparencia que se le debería exigir a toda dinámica empresarial…

Parece un ataque en toda regla al trabajo de las agencias de medios, pero en realidad se trata de un ataque a todo el sistema. Las televisiones, que han sido quienes marcaban las reglas del juego, han preferido siempre tener sus bloques saturados (hemos visto bloques de más de veinte minutos) aún a costa de mantener precios muy bajos; los anunciantes (o una gran mayoría de ellos) han elegido precios bajos en lugar de una mayor calidad. Y los precios bajos de la televisión han arrastrado a todos los otros medios. Así teníamos un sistema al borde de la ruina antes de la revolución del 2.0.

Y ahora nos dicen que la publicidad no tiene que ser intrusiva, que no tiene que interrumpir los contenidos que el usuario quiere ver. En muchos casos son contenidos que el usuario quiere ver de forma gratuita, pagados por los anunciantes, pero de esto no se suele hablar.

Hace dos semanas se publicaba un estudio de Nielsen en el que se ponía de manifiesto que la confianza de los consumidores hacia la publicidad convencional no deja de disminuir, mientras crece en la publicidad on line.

Mark Curtis decía en MarketingNews, que la clave está en la pasión generada por un buen producto y confiar después en el boca a oreja. Está claro que en ocasiones funciona y ahora Internet puede ayudar, pero en muchos casos ese boca a oreja tardará mucho en funcionar si no contamos con un buen detonante. Puede que cuando llegue el éxito la empresa ya haya quebrado.

Javier Regueira también trataba hace unos días sobre el futuro de la publicidad en Marketing Comunidad. La crisis no es coyuntural. Pero no se trata de una lucha entre lo convencional y lo no convencional. Dice Javier:

El único futuro posible es sustituir las campañas basadas en la repetición y la interrupción (que el consumidor bloquea y esquiva) por campañas que el consumidor sí quiera ver.

Vuelvo a copiar a Enrique:

que las señales de alarma ya deberían ser imposibles de ignorar, y que ha llegado el momento de repensar las inversiones publicitarias para adaptarlas a un mundo diferente.

La publicidad no ha muerto; lo que está herida de muerte es la forma de hacer publicidad sin tener en cuenta al consumidor. Lo que puede estar herido de muerte (y yo me alegraré mucho) es la venta de publicidad al peso en busca de las mejores condiciones de unos medios también heridos de muerte.

Pero para eso tendremos que dejarnos de hipocresías.

El precio justo

No voy a hablar de uno de los programas de televisión de mayor audiencia de la historia de España, aunque no está mal recordar de vez en cuando que a finales de los ochenta dos tercios de la población española se sentaban frente al televisor para ver un mismo programa: El precio justo, que producía Jorge Arqué con su Videomedia, una de las grandes en la producción española.

Esta es otra historia.

Ayer recibí un tuit (uno de esos mensajes cortos en la red Twitter) de Sam Júdez, una publicitaria catalana a la que no conozco personalmente, lo que no impide que goce de una gran admiración por mi parte; hace poco le voté como la mejor publicitaria joven. El tuit linkaba a un artículo de la contra de La Vanguardia y Sam comentaba:

¿Y si abogáramos por el fair cost? Made in Europe: producimos donde no todo vale.

El artículo, una entrevista de LLuis AmiguetNancy Fraser, a quién tampoco conocía (es tremendo, con los años mi incultura crece en lugar de disminuir) está lleno de ideas sugerentes. Lo mejor es que lo lean entero pero voy a entresacar alguna de esas ideas para quienes, como nos pasa a todos habitualmente, no tengan tiempo de acercarse al artículo completo.

el hambre de trabajo de millones de inmigrantes chinos del campo a la ciudad permite milagros productivos globales.

a medida que los trabajadores de países emergentes vayan adquiriendo más derechos –ojalá los logren pronto– nosotros, los empleados de países anteriormente ricos, los iremos cediendo… con nuestros salarios.

Cada vez que un trabajador norteamericano entra en Wal-Mart y compra productos chinos baratos está rebajando su salario.

Usted compra barato lo que antes fabricaban en su país o en otro país europeo que respetaba los derechos laborales y, de ese modo, contribuye a liquidar su empleo y a rebajar su propio salario.

Pero seamos realistas: no podemos bajarnos del tren de la globalización, porque aislarse sería peor que la peor de sus consecuencias.

Cada Estado protegía a sus ciudadanos y, mediante sus impuestos, redistribuía la riqueza que creaba su economía en forma de servicios del Estado de bienestar. Pero para poder redistribuir la riqueza, primero hay que crearla, y lo que Europa fabricaba y vendía para mantener sus servicios hoy lo fabrican y venden mucho más barato los países emergentes.

…los occidentales ya hemos cedido bienestar sin darnos cuenta…Recuerde que sus padres podían vivir relativamente bien sólo con el salario del cabeza de familia. Hoy son imprescindibles dos sueldos para mantener el mismo nivel de vida en un hogar.

la vida low cost: usted paga menos y así le acaban pagando menos a usted.

Y en el otro extremo está el high tech: Google, Facebook, Apple… Son sectores californianos donde los sueldos se han disparado.

¡Aquí (en Europa) evaden sus impuestos!

Porque sus estados nacionales europeos ya son impotentes para hacerles pagar. Pueden confiscar las rentas del trabajo de sus clases medias, pero son incapaces de hacer pagar a grandes fortunas o multinacionales.

Se gravan más las rentas del trabajo que las del capital, precisamente por la misma lógica anticuada: si se molesta al gran capital, se irá a otra parte y perderemos inversiones. Si evitáramos los paraísos fiscales –algo perfectamente factible con la suficiente presión ciudadana–, se frenaría ese proceso.

Y concluye:

Necesitamos un nuevo cosmopolitismo que sepa ver que nuestros grandes problemas globales ya no tienen soluciones nacionales. Así podremos crear instituciones globales para solucionarlos.

La idea de fair cost, que propone Sam Júdez, me parece excelente; utópica, pero excelente. Si nos negáramos a comprar productos que son muy baratos porque proceden de la explotación de personas, si frenáramos el poder del capital financiero especulativo y los paraísos fiscales, estaríamos defendiendo a los trabajadores chinos…y nuestros propios puestos de trabajo. Puede ser la última línea de defensa del Estado del Bienestar.

Merece la pena pensarlo.

Un libro lleno de marcas

Hace un par de semanas acabé de leer El mapa y el territorio, la última novel de Michel Houllebecq. Me encantó; especialmente, como me había anunciado Eduardo Vázquez en un tuit, por el giro que da en la segunda mitad.

He leído hace poco que la autorreferencia es postmoderna. Si fuera así esta novela es postmoderna. Al menos tan postmoderna como la segunda parte de El Quijote.

Pero no es de eso de lo que quería hablar hoy, sino de algo mucho más próximo a la temática de este blog: El mapa y el territorio es un libro lleno de marcas. Desde los propios mapas a los que se hace referencia en el título que son, por supuesto, mapas Michelin. El protagonista se mueve casi siempre en un Mercedes.

Al comienzo del libro bebe una Budweisser, pero en otros momentos toma una cerveza más cercana, una Stella Artois, aunque también personajes secundarios en el pueblo, pueden beber una Picon. Compra en el supermercado Casino, echa gasolina en Shell. Cuando viaja en avión sufre las incomodidades de Ryanair y reflexiona sobre la importancia que esta línea aérea ha tenido para generar el atractivo turístico de algunas ciudades con pequeños aeropuertos. (Quizá los de Castellón y Ciudad Real se construyeron con ese fin, pero Ryanair no se fijó en ellas). Uno de los últimos cuadros del protagonista pone frente a frente a los fundadores de Microsoft y Apple. El televisor puede ser un Panasonic o el móvil un Samsung. Y así. Las marcas aparecen con total naturalidad.

Recuerdo que en los primeros años de este siglo tuvo bastante repercusión en los medios relacionados con la publicidad la publicación de una novela de Fay Weldon que se desarrollaba en la joyería Bulgari. Parecía no sólo una novedad sino todo un descubrimiento para las marcas. Yo recordaba entonces que la mayor parte de los personajes de Graham Green bebían JB.

En la última  Directiva Europea de Televisión si Fronteras se ha suavizado la prohibición del product placement en televisión, algo a lo que en España no se hizo mucho caso y que además tenía poco sentido. Las marcas están presentes en nuestras vidas y evitarlas produce una sensación muy artificial.

Hace ya más de quince años, cuando trabajábamos para Renault, ayudamos a que el lanzamiento del Renault Scenic fuera brillante introduciendo el coche en la serie Médico de familia. Para ello hubo que negociar con Supernovelty, de la productora Globomedia. La aportación de Renault tenía que considerarse apoyo a la producción. Lo curioso era que el anterior coche de Nacho Martín (el personaje que interpretaba Emilio Aragón en la serie) también era un Renault, un coche de producción, y hubo que ingeniárselas con los guionistas para que desapareciera sin averiarse. Todo este caso está recogido en el libro de la doctora Cristina del Pino sobre product placement.

Para cumplir la ley habría sido necesario utilizar un coche sin marca, poner en la mesa del desayuno una leche o unas magdalenas sin marca, que la marca del frigorífico o el móvil no fueran reconocibles y así sucesivamente. Nada podría ser más artificial.

Recientemente Asunción Escribano ha publicado un libro sobre las relaciones entre Literatura y publicidad. pero esa es otra historia.

El I Phone, todo un éxito de comunicación

El pasado viernes se puso a la venta el I Phone, una de las novedades tecnológicas más esperadas de los últimos tiempos.

En la más pura tradición de Apple, casi sin publicidad, se ha conseguido crear una gran expectación sobre el lanzamiento de un nuevo gadget tecnológico.

Telefónica, con el acuerdo firmado hace menos de dos meses y con la apertura de la nueva tienda en la Gran Vía de Madrid, ha conseguido apuntarse ese plus de modernidad y de glamour que aportan los productos de la marca de la manzanita.

He visto en las noticias una parte de la Gran Vía alfombrada para el evento. He leído que las colas en algún momento llegaron hasta la calle Princesa, a bastante más de un kilómetro de distancia.

Y, repito, todo eso sin publicidad. La publicidad vendrá después, probablemente, leo, en septiembre.

Desde aquí mi más cordial enhorabuena a Telefónica. Ha conseguido imponerse a sus competidoras, que podían aspirar a tener esa imagen más cool o ese perfil de clientes más jóvenes que el I Phone puede aportar.

Una vez más, la vida te da sorpresas.