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Casi enteros: un blog sobre los medios de comunicación, la publicidad, su papel en la financiación de los medios, la investigación y otros temas relacionados con todo esto

Archivo de septiembre, 2017

Inversiones y transparencia

Cuando en la última semana de julio se publicaron los datos de Infoadex e i2p referidos al primer semestre se confirmó lo que ya veníamos temiendo desde algunos meses antes: la inversión publicitaria se está distanciando de la evolución de la economía.

Si hasta hace poco la inversión multiplicaba por un factor próximo a tres la variación del PIB, ahora ese factor, si existe, es inferior a uno. De hecho durante el primer semestre la inversión no ha crecido, o ha caído ligeramente, depende de la fuente a la que miremos, mientras el PIB crece a un ritmo del 3%.

Portada de la revista IPMark de septiembre de 207.

¿Qué está pasando?

Puede que una parte de la inversión se esté yendo hacia los medios propios o los ganados, algo difícil de detectar por parte de las empresas que miden estos datos; puede que se esté midiendo mal Internet y una parte (¿mayor cada vez?) de esa inversión se esté quedando fuera. Pero puede ser también, y eso es lo preocupante, que la inversión no esté creciendo como se podría esperar en esta fase positiva del ciclo económico.

Durante el verano se ha vuelto a hablar de la decisión de Marc Pritchard, el CEO de P&G, de reducir sus inversiones en medios digitales mientras no se solucionen los problemas de transparencia, visibilidad y medición. Una decisión en la que acompañan a Pritchard varios directivos de otras grandes empresas anunciantes multinacionales.

No es lógico pagar cuando quien está al otro lado del clic no es un humano sino un robot; ni pagar cuando la publicidad servida no ha llegado a aparecer en la pantalla del internauta. Y si la publicidad se publica en un sitio que promueve el terrorismo, la violencia, la anorexia o el suicidio, es normal que un anunciante serio se subleve.

Tenemos muchos problemas como sector. Es el momento de llegar a acuerdos para solucionarlos.

Hace falta una persona, o un pequeño grupo, que tome las riendas y busque soluciones.

Si no es así corremos el riesgo de que las inversiones nunca vuelvan a crecer más que la economía.

¿Algún voluntario?

(*) Este artículo se ha publicado en la edición en papel de la revista IPMark correspondiente a septiembre de 2017.

Mis lecturas de verano: El cuento de la criada

No conocía mucho a Margaret Atwood. Me sorprendió cuando hace algunos años, en 2008, le concedieron el Premio Príncipe de Asturias. ¿Una escritora canadiense? ¿Alguien a quien yo no había leído? ¡Qué raro!

Pero  a lo largo del último año no dejaba de recibir noticias una y otra vez sobre su obra El cuento de la criada.

Portada de El cuento de la criada. FOTO: E.Madinaveitia

A principios del verano estaba esperando a mi mujer en unos grandes almacenes sin mucho que hacer. La espera se alargaba, así que decidí pasarme por la sección de librería. El cuento de la criada me aguardaba allí. Y allí mismo comencé a leerlo. Me enganchó en seguida. Lo leí en unos pocos días a pesar de que aún no habían llegado mis vacaciones y algunos días trabajaba en la oficina.

Llevaba muchos años sin leer política ficción o ficción social; no sé muy bien cómo se clasifica este tipo de libros. Mis contactos con el Gran Hermano, del 1984, de Orwell, o la Rebelión en la granja, del mismo autor o Un mundo feliz, de Huxley se remontan a hace casi cuarenta años. Sin embargo dos o tres semanas antes de El cuento de la criada había leído Rendición, el reciente Premio Alfaguara, de Ray Loriga. ¿Casualidad? Puede ser.

Margaret Atwood crea un universo hermético en el que las mujeres, o la mayoría de ellas, viven encerradas con una única misión: engendrar hijos para las familias de la clase dominante. El puritanismo y el totalitarismo se respiran en cada página de la novela, narrada en primera persona. Atwood utiliza el artificio del manuscrito encontrado muchos años después, lo que le permite dejar un final abierto. Como El Quijote, o como tantas otras grandes obras.

No sé hacia dónde evoluciona nuestra sociedad aunque sí se advierten aspectos preocupantes: en los países avanzados cada vez nacen menos niños (y los únicos que ayudan a que las tasas de natalidad no se desplomen son los emigrantes). Un fenómeno al que creo que no se da suficiente importancia pero que ya novelaba la escritora canadiense hace casi cuarenta años, cuando la preocupación podía ser la contraria: la superpoblación. Las consecuencias pueden ser muy importantes, no sólo por lo que afecta a los planes de pensiones.

Lo mismo ocurre con el control de la información, muy presente en las dos novelas que he leído a principios de verano y que en el caso de El cuento de la criada lleva incluso a la imposición de un tipo de tocas que impide la visión lateral.

Hoy he entendido por qué en poco tiempo he visto tantas referencias a El cuento de la criada: la cadena HBO, una de las referentes en la producción de series americanas acaba de ser la triunfadora en los Premios EMI con una serie basada en esta novela. No me atraen nada las series americanas pero en este caso pienso que habrá que buscarla y verla.

En cualquier caso, si pueden y si aún no lo han hecho, lean la novela. Merece la pena.

Yo sí pagaría tres euros por Twitter

La llegada de Internet hace ya un cuarto de siglo vino acompañada de la idea de que todo iba a ser gratis. La publicidad, y nuestros datos, lo pagarían todo. Luego también nos empezamos a quejar, con razón, de que había demasiada publicidad y de que, a lo mejor, no estábamos de acuerdo con todo el uso que se hacía de nuestros datos.

Hay empresas, Google y Facebook serían los mejores ejemplos, a las que le ha ido muy bien con el trato. Pero también ha habido muchas otras (y aquí los ejemplos serían la mayor parte de los medios que provenían del papel) que se han ido a pique o lo están pasando muy mal.

Yo me empiezo a hartar de ver cómo mueren medios, empresas, que me gustaban o me caían bien pero no han sabido adaptarse al paradigma del todo gratis.

Este verano he leído un artículo muy interesante sobre las dificultades de Twitter para sobrevivir.

La interacción entre Twitter y la TV es importante.

Twitter tiene más de 300 millones de usuarios en el mundo, ingresa más de 2.000 millones de dólares al año y sus pérdidas se acercan a los 500 millones. Su cotización en Bolsa no para de caer.

Y sin embargo…

Los medios de comunicación usan Twitter. Los políticos usan Twitter. La sociedad usa Twitter.

Vamos a Twitter cuando queremos seguir al instante cualquier acontecimiento. Los casos de éxito basados en Twitter son cada vez más abundantes. Este verano se ha hablado mucho de la novela de intriga de Manuel Bartual que, en cuatro días, consiguió cientos de miles de seguidores.

Yo consulto Twitter varias veces al día; de hecho publico tuits varias veces al día casi todos los días. Es mi red social favorita. Cuando, allá por los comienzos de 2008, me metí de lleno en el fenómeno de las Redes Sociales, que venían con fuerza y a las que pronto íbamos a dedicar nuestro primer estudio, ligué mis tuits a Facebook. Cada vez que publico un tuit, automáticamente se ve en Facebook. Ya sé que todas las teorías dicen que no hay que hacerlo así. Pero eso me permite ver cual es la capacidad de respuesta, entre mis contactos, de cada una de las redes. Por cada interacción que consigo en Twitter tengo tres o cuatro, a veces más, en Facebook. Y eso a pesar de que tengo cuatro veces más contactos en Twitter (algo más de 2.600 seguidores) que en Facebook (poco más de 500 amigos). Está claro quién es el ganador.

Pero, vuelvo al artículo que dio origen a estas reflexiones: si cada uno de los 328 millones de usuarios de Twitter pagáramos tres euros al año las pérdidas de 500 millones pasarían a ser ganancias en una cantidad similar.

Ya sé que cuando se rumoreó que Whatsapp iba a pasar a cobrar ochenta céntimos al año hubo muchas personas que se dieron de baja, o dijeron que iban a hacerlo.

Pero yo sí pagaría esos tres euros al año por seguir disfrutando de mi red social favorita.

Mis lecturas de verano: Más allá del invierno

Ya he comentado aquí que llegué al verano con pocas provisiones. Así que pedí consejo. Suelo hacerlo con varias personas que casi siempre aciertan con sus recomendaciones: Raúl Devia, Rosa Margarit y Jesús Muñoz me merecen mucha confianza. Sus gustos se aproximan muchas veces a los míos.

En esta ocasión fue Jesús quien, además de una novela de Amin Maaluf que ya había leído, me recomendó:

Me ha gustado mucho el último de Isabel Allende: Más allá del invierno.

Y, como siempre, acertó. A mí también me ha gustado mucho.

Portada de Más allá del invierno. FOTO: E.Madinaveitia

Ya había leído alguna otra cosa de Allende, con resultados desiguales aunque más bien positivos.

En este caso puede que ayude la edad de dos de los tres protagonistas, muy similar a la de Jesús y la mía.

Richard y Lucía son profesores en una universidad de Nueva York (y además son vecinos); Evelyn es una guatemalteca sin papeles que toma el coche de su jefe para ir a hacer unas compras.

Nueva York sufre una terrible tormenta, una de las peores de los últimos años; el coche de Richard resbala y golpea al de Evelyn por detrás. Lo que no debería haber sido nada más que un pequeño incidente de tráfico pasa a ser el inicio de una aventura memorable.

Durante dos o tres días los tres personajes comparten frío y vivencias con el cadáver que aparece en el coche del jefe de Evelyn. Un viaje a través de los campos nevados con dos coches muy diferentes puede dar mucho juego.

Richard es hijo de un judío refugiado de la Segunda Guerra Mundial; Evelyn llegó a Estados Unidos huyendo de una mara guatemalteca que mató a sus hermanos; Lucía es una chilena cuyo hermano desapareció durante la dictadura. Poco a poco vamos descubriendo la historia de sus vidas, las diferentes maneras de sentirse refugiados y, también, como van cambiando los sentimientos de los tres protagonistas.

Amor, misterio policiaco, sentimientos, políticas sobre refugiados (cuando Trump ya se anunciaba) forman un cóctel delicioso.

Un buena novela, de fácil lectura.

Mis lecturas de verano: La vida negociable y Derecho natural

Este verano he leído mucho…y he escrito poco.

Me gustaría reseñar por aquí todas, o casi todas, mis lecturas de este verano. Como se acaban las vacaciones tengo la impresión de que no me va a ser posible dedicar una entrada diferente a cada uno de los libros. ¿Seré capaz de agruparlos de dos en dos? Es difícil pero voy a intentarlo.

Casi no tenía libros pendientes al salir de Madrid. Es algo raro; siempre suelo comprar para tener algunas reservas. Cuando llegué al pueblo me pasé por Tahiche, la librería de toda la vida y me dejé aconsejar por el libreo. Entre otras cosas compré La vida negociable, de Luis Landero y Derecho natural, de Ignacio Martínez de Pisón, dos autores españoles, casi contemporáneos, algo más jóvenes que yo y a los que he seguido desde sus comienzos. De ambos he leído unas cuantas obras; siempre con placer.

Las dos novelas tienen también algo en común: reflejan la vida española en estos últimos años, tras eso que hemos dado en llamar la transición.

El narrador de Derecho natural vive una vida marcada por la personalidad de su padre, un actor de películas de serie B que acaba convirtiéndose en el doble del cantante Demis Roussos en su época de decadencia. Las sucesivas idas y venidas de un personaje que no es capaz de vivir periodos largos con su familia van determinando la vida del narrador, que abandona su Barcelona natal para estudiar Derecho en Madrid siguiendo un sueño, su amor de infancia a quien cree reconocer en un informativo de televisión.

FOTOS: E.Madinaveitia

La familia desectructurada, los negocios complicados, los amores frustrados y las relaciones humanas forman un cuadro que compone una de las mejores obras de Martínez de Pisón. Creo que es un paso adelante dentro de una carrera muy sólida.

Hugo Bayo, el protagonista y narrador de La vida negociable se convierte en peluquero durante su servicio militar. Todos los esfuerzos que hace a partir de ese momento para dedicarse a otra cosa acaban en fracaso. Lo mismo ocurre con la mujer con la que comparte su vida, una compañera de aventuras de su adolescencia a la que nunca llega a amar.

Con un tono muy cercano al humor negro, la novela se sitúa en la línea de la picaresca española más clásica.

El personaje va de fracaso en fracaso incluso en los momentos en los que parecen irle bien las cosas, cuando se convierte en el peluquero íntimo de la coronela en el cuartel o cuando consigue su propia peluquería en un barrio de Madrid sus inquietudes le llevan siempre en otra dirección.

Un paso más en la obra de Landero. En mi opinión no es una de sus mejores obras.

Mis lecturas de verano: Oscuridades programadas

No soy un gran lector de comics. A lo largo de mi vida he leído más bien pocos, aunque con algunos he disfrutado mucho. Recuerdo especialmente los de la iraní Marjane Satrapi: Persépolis y Pollo con ciruelas. Los cambios que vivió su país tras la revolución islámica se entienden mucho mejor después de haberla leído.

Este verano he leído mucho. Aprovechando que durante unos días ha estado Usúe en casa he aprovechado para leer Oscuridades programadas, de Sarah Glidden, curiosamente otra mujer y, curiosamente también sobre un tema relacionado con Oriente Medio.

Portada de Oscuridades programadas. FOTO: E.Madinaveitia

El argumento es sencillo: Sarah, junto con otros tres jóvenes, viajan en el año 2010 a Turquía, Irak (más propiamente al Kurdistán iraquí) y Siria para producir reportajes sobre la situación en esos países tras la guerra de Irak. Se centran especialmente en los refugiados iraquíes en esos países.

Dan, uno de los otros tres jóvenes, es un veterano que participó en una de las últimas fases de la guerra de Irak. Sus reacciones y en especial la evolución que van experimentando a medida que conoce más y más casos de desplazados a los que la vida les cambió radicalmente, son uno de los puntos claves de la trama.

El otro aspecto fundamental del libro es el análisis del papel del periodismo. Las reflexiones de la periodista, que no consigue reflejar las reacciones que ella había pensado a priori que tendría Dan; el papel de los periodistas en los conflictos y su participación en ellos como empotrados (y por tanto con una visión dirigida por el ejército que les empotra) es otro aspecto interesante. Es curioso que el pequeño grupo reproduce en sentido contrario el fenómeno del empotrado: Dan es un militar introducido de forma más o menos artificial en el grupo de reporteros.

Por fin el gran aspecto que hay que considerar: ¿qué consecuencias tuvo la guerra de Irak? ¿Es mejor el mundo ahora; o al menos ha mejorado la situación en Oriente Medio?

La autora no parece tener muchas dudas: esa guerra fue innecesaria e inútil, el mundo vive ahora una situación más complicada; el Irak actual no es mejor que el de Sadam Hussein; ni siquiera está claro que los intereses de las empresas petrolíferas norteamericanas salieran reforzados. Y Sadam era sólo uno de los muchos dictadores presentes en el mundo; mucho de ellos apoyados, o incluso impuestos, por Estados Unidos.

Yo estoy de acuerdo con este punto de vista.

Me hagustado leer este libro. Buscaré otros de la misma autora.

Futbol y audiencias de televisión

Ayer empezó la nueva temporada de Televisión.

Como viene ocurriendo estos últimos años, el inicio coincide con la celebración en Vitoria, mi pueblo, del FesTVal, seguramente el evento sobre Televisión más importante de los que se celebran en España. Siempre me da pena no estar allí.

Cuando he recibido los datos de audiencia de ayer me ha llamado la atención que transcurridos cuatro días del mes (sí, sólo cuatro, pero cuatro al fin) el orden en que se sitúan las audiencias de las tres cadenas principales es justo el contrario del que viene siendo habitual en los últimos meses: La 1 se sitúa en cabeza con un 11,9%; le sigue Antena 3 con un 11,7% y Tele 5, la habitual líder se sitúa tercera con un 11,3%. Una gran igualdad pero en un orden poco habitual.

Como supongo que esto no va a durar, me animo a comentarlo.

¿Qué ha ocurrido fuera de lo habitual? Muy sencillo: el partido de fútbol que enfrentó a las selecciones de España e Italia se emitió por La 1. No tuvo una audiencia especialmente grande: 5.240.000 espectadores, un 11,7% de la población, un 44,7% de los espectadores de televisión. Todavía es verano y los tiempos en que las audiencias superaban los diez millones de espectadores quedan lejos. ¡Ya casi nadie se acuerda de cuando superaban los veinte millones!

Las audiencias son ahora mucho menores. De hecho durante el mes de agosto muy pocos programas han alcanzado los dos millones de espectadores, una cifra que hace unos años nos habría parecido muy pequeña; incluso en agosto. Son otros tiempos; ahora las audiencias se fragmentan entre muchos más canales y muchas más posibilidades de ocio.

Pero el fútbol en abierto sigue teniendo un gran atractivo para los espectadores. Y la Televisión en abierto sigue siendo la reina a la hora de acumular audiencias.