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Casi enteros: un blog sobre los medios de comunicación, la publicidad, su papel en la financiación de los medios, la investigación y otros temas relacionados con todo esto

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#Unoalmes: Desorden, de Daniel Solana

Cuando, hace unos años, leí Postpublicidad, no conocía personalmente a Daniel Solana, aunque sí había leído, unos cuantos años antes, sus comics Creatas y Ejecutas, que durante un tiempo publicó la revista Anuncios.  Me impresionó  muy favorablemente su lucidez y la manera en que describía el nuevo mundo que se había abierto con la digitalización, la nuva sociedad líquida, los cambios que tenía que hacer la profesión publicitaria para afrontar la nueva situación y el gran poder que adquirían ahora los consumidores. Era un libro muy interesante, que hacía pensar a los que nos dedicamos a esto.

Este verano he terminado de leer un nuevo libro suyo Desorden, que lleva como subtítulo El éxito no obedece a un plan. No ha sido estrictamente una de mis lecturas de verano, porque es un libro largo y denso, que hay que leer reposadamente y me ha llevado un par de mesesAhora ya conozco personalmente a Dani; le conocí a raíz del estudio sobre inversión en comunicación digital que hicimos para IAB hace unos cinco años. Una idea suya en la que yo colaboré con la dirección técnica y luego en la presentación. Tras dos años de esfuerzos la asociación decidió no continuarlo. Creo que es una pena.

Daniel Solana es uno de los grandes de la publicidad española. Fundador de la agencia Doble You, una de las pioneras y las más importantes en el mundo digital, ha ganado un gran número de premios, entre otras cosas por las campañas para la compañía Atrapalo.

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Cuando esta primavera coincidimos en una presentación y le comenté  que no había encontrado su nuevo libro me dijo que él me lo buscaba; luego lo encargué en una librería y lo tuve.

Desorden no es un libro sobre publicidad, ni sobre creatividad, ni… pero es eso y mucho más. Diría que, sobre todo, es una manera de analizar la inteligencia mética, una alternativa al razonamiento lógico para resolver problemas prácticos. Una forma de razonamiento útil para tomar decisiones orientadas a la acción, aplicable a todo tipo de situaciones, muy útil para enfrentarse a situaciones fluidas, fugaces, movedizas; ideal para moverse en entornos complejos. Algo que recuerda mucho a las situaciones en las que nos vemos envueltos cada día en el mundo líquido en el que vivimos.

Se trata de un libro plagado de citas, de referencias, todas relacionadas entre sí. Daniel Solana es un pozo de sabiduría que lo mismo relaciona los más modernos temas de la biología con la filosofía presocrática que las matemáticas con las ciencias sociales.

El conocimiento no avanza repitiendo y clasificando lo que ya sabemos sino relacionando entre sí temas que, aparentemente no tienen nada que ver. Esa es la base de la creatividad, no sólo en publicidad, por supuesto.

La máxima expresión del orden es el gran desorden, aunque nuestra mente no lo acepte y necesite ordenar y clasificar.

Vivimos para buscar; todos estamos permanentemente buscando algo. Nos enfrentamos al acto de decidir miles de veces a lo largo del día; de vez en cuando esas decisiones son importantes. En general preparamos mal esa toma de decisiones.

Tomar las decisiones adecuadas no siempre depende de tener toda la información de forma estructurada y manejarla adecuadamente. Muchas de las grandes decisiones se toman por impulso, por intuición. Para ello es clave el entrenamiento y el disponer de mucha información,… aunque no siempre esté bien estructurada.

Somos exploradores. Vivimos en un paisaje inhóspito en el que para sobrevivir estamos sometidos a fuertes exigencias. Sobrevivimos gracias a las sofisticadas herramientas de las que estamos dotados.

Los nuevos tiempos y nuestro afán de clasificación nos han alejado de la poesía y de los nombres inteligibles. Una nueva estrella ya no se llama Aldebarán u Orión sino VSXJ213808.7+261704. Es la manera de identificar a una entre los millones de estrellas que ahora se conocen. Eso hace que la lengua se utilice ahora de una manera menos amable.

En la vida lo importante no es prever el futuro sino ir sembrando puntos que en algún momento seamos capaces de conectar. Puntos que inicialmente no tenían nada que ver cobran sentido con el paso del tiempo y nos muestran interesantes relaciones.

La comprensión por los ojos, diferente de la comprensión por razonamiento, puede ser un paso previo que ayude a interiorizar mucho mejor algunos conceptos: la fluidez cuando vemos un río; la inmensidad cuando vemos un océano.

El libro está estructurado en diez capas. He tratado de extraer alguna idea de cada una de ellas; la última se refiere al problema de la educación: la acumulación de conocimientos para cuando los podemos necesitar, algo que proviene de unos tiempos (recientes) en los que no teníamos toda la información a un solo clic, se ha quedado anticuada. Ahora es necesario un nuevo concepto, una nueva manera de aprender para ser capaces de descubrir lo que no es evidente.

El libro incluye un breve prólogo de Risto Mejide, que se identifica como un mético; yo creo que también lo soy. Y eso que, creo, me parezco muy poco a Risto.

La publicidad en su laberinto

Hoy hace un mes, en plena Semana Santa, Enrique Dans publicaba en su blog un post con este título, que supongo inspirado en el de la novela El general en su laberinto, de Gabriel García Márquez. Enrique Dans es el gran gurú de internet en nuestro país y siempre hay que hacer caso de lo que dice. Si además profundiza en el tema que a uno le da de comer, con mucha más razón.

La inversión publicitaria en medios ha caído en el primer trimestre de este año en torno a un 15% y, si como todo parece indicar, cerramos este año con fuertes caídas, será el cuarto de los cinco últimos (sólo se salvó, por poco, el 2010) con fuertes retrocesos. Hemos vuelto a las cifras de 1997; en algunos medios, los impresos, a las de los años ochenta. La situación es preocupante.

Claro que la comunicación de las marcas ya no es sólo, no lo ha sido nunca, inversión en medios. Daniel Solana lo explica muy bien en su libro Postpublicidad; esas ideas estaban en el origen del estudio sobre Inversión en Comunicación Digital que IAB puso en marcha y que yo dirigí y presenté a finales de marzo.

Pero vuelvo al artículo de Enrique Dans. Parte del caso de Apple, que gasta cada vez menos en publicidad y consigue unos resultados espectaculares. Es un ejemplo clásico; en nuestro país tenemos otros dos: Zara y Mercadona, líderes en sus sectores respectivos, invierten muy poco en publicidad en medios. Cualquiera de los tres son grandes maestros de las relaciones públicas, el otro aspecto de la comunicación. Se puede discutir si las tiendas de Apple o las presentaciones de Steve Jobs, con una amplísima repercusión en medios, o si los locales de Zara en las mejores esquinas del centro de las ciudades, no son publicidad, pero desde luego llevan muy poca inversión a los medios, unos medios que, además, siempre entran al trapo: las colas ante las tiendas la víspera de un lanzamiento siempre son portada de periódicos o de telediarios; las manifestaciones de Juan Roig sobre la duración de la crisis (algo que favorece a Mercadona) también.

Para Dans la publicidad se ha convertido en una especie de persecución impenitente a un usuario que huye de ella y en muchos sentidos no le falta razón. Copio un párrafo de su argumentación:

Las señales de alarma nunca fueron tan claras: marcas que se encuentran de repente anunciándose en sitios en los que su presencia carece de toda lógica, agencias que prescriben únicamente portales caducos que tan solo congregan a lectores de criterio irrelevante, anuncios que molestan al usuario, métricas manipuladas y distorsionadas, precios que parecen más una partida de póker con trampas que a un proceso con la mínima transparencia que se le debería exigir a toda dinámica empresarial…

Parece un ataque en toda regla al trabajo de las agencias de medios, pero en realidad se trata de un ataque a todo el sistema. Las televisiones, que han sido quienes marcaban las reglas del juego, han preferido siempre tener sus bloques saturados (hemos visto bloques de más de veinte minutos) aún a costa de mantener precios muy bajos; los anunciantes (o una gran mayoría de ellos) han elegido precios bajos en lugar de una mayor calidad. Y los precios bajos de la televisión han arrastrado a todos los otros medios. Así teníamos un sistema al borde de la ruina antes de la revolución del 2.0.

Y ahora nos dicen que la publicidad no tiene que ser intrusiva, que no tiene que interrumpir los contenidos que el usuario quiere ver. En muchos casos son contenidos que el usuario quiere ver de forma gratuita, pagados por los anunciantes, pero de esto no se suele hablar.

Hace dos semanas se publicaba un estudio de Nielsen en el que se ponía de manifiesto que la confianza de los consumidores hacia la publicidad convencional no deja de disminuir, mientras crece en la publicidad on line.

Mark Curtis decía en MarketingNews, que la clave está en la pasión generada por un buen producto y confiar después en el boca a oreja. Está claro que en ocasiones funciona y ahora Internet puede ayudar, pero en muchos casos ese boca a oreja tardará mucho en funcionar si no contamos con un buen detonante. Puede que cuando llegue el éxito la empresa ya haya quebrado.

Javier Regueira también trataba hace unos días sobre el futuro de la publicidad en Marketing Comunidad. La crisis no es coyuntural. Pero no se trata de una lucha entre lo convencional y lo no convencional. Dice Javier:

El único futuro posible es sustituir las campañas basadas en la repetición y la interrupción (que el consumidor bloquea y esquiva) por campañas que el consumidor sí quiera ver.

Vuelvo a copiar a Enrique:

que las señales de alarma ya deberían ser imposibles de ignorar, y que ha llegado el momento de repensar las inversiones publicitarias para adaptarlas a un mundo diferente.

La publicidad no ha muerto; lo que está herida de muerte es la forma de hacer publicidad sin tener en cuenta al consumidor. Lo que puede estar herido de muerte (y yo me alegraré mucho) es la venta de publicidad al peso en busca de las mejores condiciones de unos medios también heridos de muerte.

Pero para eso tendremos que dejarnos de hipocresías.