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Casi enteros: un blog sobre los medios de comunicación, la publicidad, su papel en la financiación de los medios, la investigación y otros temas relacionados con todo esto

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Yo sí pagaría tres euros por Twitter

La llegada de Internet hace ya un cuarto de siglo vino acompañada de la idea de que todo iba a ser gratis. La publicidad, y nuestros datos, lo pagarían todo. Luego también nos empezamos a quejar, con razón, de que había demasiada publicidad y de que, a lo mejor, no estábamos de acuerdo con todo el uso que se hacía de nuestros datos.

Hay empresas, Google y Facebook serían los mejores ejemplos, a las que le ha ido muy bien con el trato. Pero también ha habido muchas otras (y aquí los ejemplos serían la mayor parte de los medios que provenían del papel) que se han ido a pique o lo están pasando muy mal.

Yo me empiezo a hartar de ver cómo mueren medios, empresas, que me gustaban o me caían bien pero no han sabido adaptarse al paradigma del todo gratis.

Este verano he leído un artículo muy interesante sobre las dificultades de Twitter para sobrevivir.

La interacción entre Twitter y la TV es importante.

Twitter tiene más de 300 millones de usuarios en el mundo, ingresa más de 2.000 millones de dólares al año y sus pérdidas se acercan a los 500 millones. Su cotización en Bolsa no para de caer.

Y sin embargo…

Los medios de comunicación usan Twitter. Los políticos usan Twitter. La sociedad usa Twitter.

Vamos a Twitter cuando queremos seguir al instante cualquier acontecimiento. Los casos de éxito basados en Twitter son cada vez más abundantes. Este verano se ha hablado mucho de la novela de intriga de Manuel Bartual que, en cuatro días, consiguió cientos de miles de seguidores.

Yo consulto Twitter varias veces al día; de hecho publico tuits varias veces al día casi todos los días. Es mi red social favorita. Cuando, allá por los comienzos de 2008, me metí de lleno en el fenómeno de las Redes Sociales, que venían con fuerza y a las que pronto íbamos a dedicar nuestro primer estudio, ligué mis tuits a Facebook. Cada vez que publico un tuit, automáticamente se ve en Facebook. Ya sé que todas las teorías dicen que no hay que hacerlo así. Pero eso me permite ver cual es la capacidad de respuesta, entre mis contactos, de cada una de las redes. Por cada interacción que consigo en Twitter tengo tres o cuatro, a veces más, en Facebook. Y eso a pesar de que tengo cuatro veces más contactos en Twitter (algo más de 2.600 seguidores) que en Facebook (poco más de 500 amigos). Está claro quién es el ganador.

Pero, vuelvo al artículo que dio origen a estas reflexiones: si cada uno de los 328 millones de usuarios de Twitter pagáramos tres euros al año las pérdidas de 500 millones pasarían a ser ganancias en una cantidad similar.

Ya sé que cuando se rumoreó que Whatsapp iba a pasar a cobrar ochenta céntimos al año hubo muchas personas que se dieron de baja, o dijeron que iban a hacerlo.

Pero yo sí pagaría esos tres euros al año por seguir disfrutando de mi red social favorita.

Más sobre limpieza digital

En las dos entradas anteriores creo que he puesto los pilares de lo que debería llevarnos a un panorama digital más limpio.

Voy a intentar ahora responder a los puntos clave que quedaron en el aire en la discusión en Facebook del pasado fin de semana.

En Dinosaurios de Internet empezó el debate.

César Núñez hablaba de la necesidad de subir los precios. Creo que todos sabemos que, en un entorno de oferta casi infinita, es más fácil bajar los precios que subirlos. La clave, como en todo, estaría en distinguir calidades: pagar más por los contenidos mejores. Aquí la comercialización programática y la automatización parecen presionar en sentido contrario. Pero no tiene por qué ser así.

Esto proviene de otro de los errores iniciales de Internet: si pagamos por impresiones y puede haber muchas impresiones por segundo, incluso en sites diferentes, hacemos que la oferta tienda muy rapidamente a infinito. Y si la oferta tiende a infinito, el precio tenderá a cero. Hay que meter el tiempo en la ecuación, como ya hacen algunos medios. El tiempo no es infinito. Y a más tiempo de exposición mayor posibilidad de generar un efecto.

J. Fermín Larrea, el promotor de Dinosaurios, afirma que hay que reinventar un modelo que no funciona. E introduce un factor interesante: las grandes consultoras están al acecho para luchar por la inversión publicitaria. No le falta razón: las agencias tienen, tenemos, que demostrar que aportamos el valor por el que se nos paga. Si no, perderemos el tren. Gente con más medios, más prestigio y un nivel de interlocución más alto, está a la espera del menor fallo nuestro.

Ignacio Monar, uno de los más activos en el debate, introduce varias ideas interesantes: de nuevo el precio; y las ofertas temerarias en los concursos que acaban arrastrando a los medios a los que se pagará muy poco e incluso pueden tener que cerrar y de ahí a la sospecha: el más listo se lo lleva crudo.

Ahí ya, Ignacio me interpela directamente para buscar unas respuestas que yo no tengo.

¿Que convierte a un medio/s online en: fiable, digno de confianza, libre de especulaciones de fraude,…para la industria publicitaria? ¿Con qué métricas y herramientas justificas el valor del ‘medio/soporte’ ante agencias y anunciantes? ¿Que auditores van a tener validez ahora que nadie se fía de nadie?

Algunas de esas respuestas las he dado en la entrada anterior: las mediciones de terceros deberían tener un papel cada vez más relevante; el nuevo concurso puede ser una oportunidad.

Y cada medio tendrá que ganarse su credibilidad, huir del fraude, que a la larga se paga. Y no basarse sólo en la superficialidad a la busca de la visita fácil.

No tengo mucho más que decir. Pero cuando algunos grandes anunciantes o grandes agencias han retirado su publicidad de grandes sitios que finalmente acababan en otros que hacen apología de la violencia, del Daesh, que promueven la anorexia, el suicidio o los malos tratos…está claro que tenemos un problema y que algo no estamos haciendo bien. El sistema de listas negras, o blancas, puede ser muy complicado de mantener en un panorama casi infinito, hiperfragmentado y en permanente cambio.

Antón Márquez hace una perfecta analogía entre los precios de las marcas de fabricante (el Fairy de P&G) y los de las marcas blancas, frente al precio de los medios de calidad comparado con otros sitios de Internet. No todo vale y no todo tiene que costar lo mismo. De nuevo la automatización parece empujarnos en la mala dirección.

En el discurso de Antón se intuye una crítica a las grandes marcas que, como P&G, siempre han comprado muy barato los medios. Creo que a los medios les ha interesado tener a esos grandes clientes, con sus grandes volúmenes y con presencia a lo largo de todo el año, o casi. Incluso a precios más bajos que los de otros anunciantes.

¡Ah! y yo, como Antón, siempre compro marcas de fabricante; más aún si he trabajado para ellas, Creo que es la mínima coherencia con la forma en que me he ganado la vida.

J. Fermín insiste en la importancia de que un anunciante tan grande como P&G quiera que se limpie el mercado. P&G está en su derecho y puede hacerlo. A cambio ¿pagará más? Esa sería una de las medidas con potencial de cambio.

Francisco Hernández-Marcos la emprende contra Marc Pritchard y P&G: no han entendido digital y quieren reproducir lo que hacían en televisión.

Nadie entiende del todo digital pero creo que P&G es uno de los anunciantes que más esfuerzo han hecho para conseguirlo. Cuando Francisco acusa a P&G de no hacer investigación, no puedo estar más en desacuerdo: Yo mismo he hecho muchísima investigación para ellos.

(Continuará. El debate siguió todavía durante bastante tiempo y dio para mucho más).

 

¡Que midan otros!

En los últimos meses hemos visto cómo Facebook reconocía una vez tras otra que había cometido errores en la medición de algunas de las variables que ofrece a la industria publicitaria.

Poco después ocurrió lo mismo con Twitter.

Creo que estamos ante un problema antiguo que proviene de los inicios de Internet pero que, no por ser antiguo tiene menos importancia.

La llegada de Internet nos trajo, junto al se puede medir todo una tendencia a inventarse variables abundantes, que no siempre eran las más interesantes, mientras se despreciaban las clásicas de nuestra profesión como la cobertura y la frecuencia, y otra, mucho más peligrosa: cada uno (o su servidor) se mide a sí mismo.

No sé si era más grave el adanismo de creer que el mundo no existía antes de la llegada de Internet o la soberbia de pensar que todo el mundo tiene que creer el dato que tú ofreces sobre ti mismo.

Las Redes Sociales y las Apps, con su filosofía de puertas cerradas, aún han agravado más el problema.

Va siendo hora de que como mercado nos planteemos otra vez la necesidad de que existan terceros reconocidos por el mercado que sean los que miden, o al menos los que validen, los datos que constituyen la mercancía de nuestras transacciones.

Es el momento de reivindicar el papel de las asociaciones del mercado, como OJD o AIMC pero también el de institutos de investigación, como ComScore o Kantar.

Han pasado más de veinte años desde que hicimos las primeras campañas de Internet; no estamos hablando de un nuevo medio. Deberíamos tomarnos en serio ya de una vez hacer las cosas bien también en Internet.

 

(*) Este artículo se publicó en la edición en papel de la revista IPMark correspondiente a enero de 2017.

¿Soy Twitterdependiente?

Primero falló en el ordenador.

Luego tampoco funcionaba en el móvil.

Yo quería publicar un tuit. No sería muy importante porque ahora ni siquiera recuerdo de qué se trataba.

Mapa de calor del ciberataque vivido ayer

Mapa de calor del ciberataque vivido ayer

También quería consultar el analitycs. Los dos últimos días se había celebrado La @ de AEDEMO, un seminario que contribuyo a organizar desde el comité que se encarga de ello. Había publicado muchos tuits y quería saber qué repercusión habían tenido. Habitualmente lo que publico tiene escasa repercusión pero en un día así quizá habían mejorado las cosas.

Una y otra vez veía el mismo mensaje: Servidor no encontrado.

Desconecté y reinicié la wi-fi varias veces, eché pestes contra la operadora, empezaba a ponerme ya muy nervioso y…vi un comentario en Facebook: Mi Twitter no funciona ¿y el vuestro?

Ya vi que no era un problema de mi wi-fi, de mi operador ni de mi ordenador…pero no sé. A lo mejor tengo que empezar a preocuparme.

No tengo edad para empezar con adicciones.

48 años después

Hace poco más de un mes, a finales de agosto, poco después de volver de vacaciones, recibí un mensaje a través de Facebook:

Eduardo, egunon.

Soy Josemari Velez de Mendizabal. Si no me equivoco, estudiamos Preu en el Instituto de Vitoria-Gasteiz, allá por 1966-67.

Sí. Yo recordaba a un Vélez de Mendizábal con el que había tenido muy buena relación durante aquel curso y del que, desde entonces, no había vuelto a saber nada.

Y sí; era el mismo Josemari que yo conocía de aquella época ¡hace más de 48 años!

Edificio del actual Parlamento Vasco en el que estudié Bachiller

Después de aquel primer mensaje cruzamos unos pocos más hasta que este sábado, aprovechando que yo tenía que ir a Vitoria por razones familiares, nos hemos visto. Milagros de Internet y de Facebook en particular.

En estos años a Josemari le ha dado tiempo de dirigir empresas industriales y culturales ( la Sociedad de Estudios Vascos), de fundar una revista vasca en los primeros años de Internet, que sigue con vida 17 años después (cosa nada fácil, como sabemos quienes nos dedicamos a los medios) y hasta de recibir el Celedón de Oro, el máximo galardón que se concede en Vitoria, mi pueblo. Todo en el entorno del País Vasco, del que yo me alejé, para venir a Madrid a estudiar, al poco tiempo de nuestra despedida.

Josemari, al contrario que yo, ya está jubilado, aunque sigue plenamente activo. Él ha escrito en su blog, en euskera, un relato de nuestro encuentro del sábado. Ha tenido el detalle de enviarme la traducción al castellano. Como yo no me veo capaz de contar las cosas mejor de lo que él lo hace le he pedido permiso para reproducir aquí sus palabras. Son éstas:

 

LA PATRIA ESTA CERCANA PERO
Han transcurrido cuarenta y ocho años desde que nos dijimos adiós por última vez, muy seguramente sin llegar a pronunciar esa palabra, y sin sospechar en lo mínimo que no nos volveríamos a ver hasta casi medio siglo después. El pasado sábado nos reencontramos físicamente, tras habernos detectado hace unas pocas fechas en el amplio mundo de Internet.
No sé quién escribió que la patria es el espacio creado por quienes cursan juntos el bachiller. Aceptando esa idea, los compañeros de pupitre de aquel período escolar son compatriotas. Eduardo Madinaveitia y yo coincidimos en el Instituto de Enseñanza Media de Vitoria-Gasteiz, y al término de nuestros estudios en aquel centro nos separamos sin atisbar qué es lo que nos depararía la vida. Cada uno echó a andar por caminos diferentes, cargados con nuestra ligera mochila de diecisiete años de experiencia vital. Anteayer nos volvimos a reunir y tras el emotivo abrazo comenzamos a desgranar nuestro paso por la vida, y hasta hablamos de nuestros respectivos nietos.
Fue una hora de gran intensidad, arañando en nuestros respectivos almacenes de recuerdos, y como no podía ser de otra manera, ya hemos quedado para una próxima ocasión.
¡Qué cercana está la patria y qué poco la conocemos!

El Gran Hermano ya está aquí

Y somos nosotros mismos los que le damos la información.

Ya hay otra nueva edición de Gran Hermano, en esta ocasión VIP (a cualquier cosa se le llama ahora VIP, por cierto). Pero no me voy a referir al programa sino al Big Brother de Orwell, el de la novela 1984 que todo lo veía y tenía un control absoluto sobre los súbditos.

Resulta que las universidades de Stanford y Cambridge han realizado un estudio sobre las características personales que se pueden deducir a partir de la información que cada usuario, cada uno de nosotros, publica en Facebook y ha comparado sus deducciones con las opiniones de  personas allegadas a los estudiados.

Parece un estudio serio, en el que la muestra utilizada es muy grande, más de 86.000 personas.

Los investigadores deducen que los algoritmos utilizados para analizar los me gusta y la información publicada en la red social retratan mejor a una persona de lo que lo hacen sus mejores amigos o incluso familiares tan próximos como la madre.

Esto en principio tiene implicaciones publicitarias (se trata de enviarnos a cada uno la publicidad más adecuada a nuestra manera de ser y a nuestros gustos). En teoría nos molestarán lo menos posible…y nos venderán más.

¡Claro que también podría tener otro tipo de usos más perversos! Sobre todo en sociedades no democráticas o con gobiernos que tienen la tentación de no serlo del todo.

Lo que no imaginó Orwell es que toda esa información no se iba a obtener a partir de las omnipresentes cámaras de su novela (que también: pase lo que pase, donde sea, siempre tenemos las imágenes de las cámaras de seguridad correspondientes). No; en este caso es la propia persona la que ha ido depositando voluntariamente esa información en Internet y dejándola a disposición de quién pueda estar interesado en ella.

¿No es mucho más sofisticado?

El año en que perdí la memoria

¿Ya recuerdas lo que te ha pasado?

No. No recuerdo nada.

¿Recuerdas lo que te pasó ayer?

No. La verdad es que no. Tengo como un hueco en la memoria y no recuerdo nada de ese rato.

Cada vez que entraba un médico o un enfermero eran las mismas preguntas y la misma sensación de impotencia. Por momentos pensaba que si no lo recordaba, nunca me dejarían salir del hospital.

Creo que fue al día siguiente cuando llegó la doctora Escribano y me dijo: no hagas ningún esfuerzo; no te vas a acordar nunca…y no hace ninguna falta.

Pasé ocho días en el hospital y cuatro o cinco más de baja. Luego volví al trabajo. Lo concentré en menos horas para poder hacer una vida más saludable.

Ahora como sin sal (salvo cuando lo hago fuera de casa), procuro andar un buen rato (en torno a hora y media todos los días), hago fotos de mis paseos, intento escribir, aunque no siempre lo consigo…

Mi vida ha cambiado.

Cuando perdí la memoria mi nieto tenía dos meses; ahora tiene algo más de un año; casi anda y no para de chapurrear, aunque aún no se le entiende casi nada. Paso con él mis mejores ratos.

Cuando perdí la memoria mi hija tenía trabajo; ahora es toda una experta en conciliación: ha publicado #mamiconcilia y #papiconcilia y ha lanzado la iniciativa #SalPuntual. Ha salido un montón de veces en televisión y en otros medios y espera que todo eso sea un primer paso en su nueva vida profesional.

Cuando perdí la memoria creo que aún no se había convocado el concurso de Telefónica, un concurso que ganamos, pero que luego nos quitaron y nos dejó con un palmo de narices. Volvimos a ver que hacer el mejor trabajo no es lo más importante cuando otros manejan los hilos de más arriba.

Cuando perdí la memoria quería hacer un homenaje a los panelistas de Vigía y Zenthinela, los dos estudios que diseñé y coordino y que iban a cumplir sus primeras cien previsiones. Aunque al principio parecía que iba a ser casi imposible, ese homenaje se hizo el 26 de noviembre, cuando las previsiones llegaban a 105 y fue todo un éxito.

Cuando perdí la memoria me llegaron cientos de mensajes por Whatsapp, que ya era la aplicación por la que todos nos comunicábamos. Aún no sabíamos que valía 14.000 millones de euros, los que pagó Facebook poco después.

Cuando perdí la memoria España ya era un pozo de corrupción; luego hemos conocido más casos. Entonces aún no habíamos oído hablar de Podemos (yo al menos). Ahora parece que es una alternativa de poder y una esperanza o un revulsivo que hará cambiar las cosas.

Cuando perdí la memoria el Rey se llamaba Juan Carlos y en el PSOE mandaba Rubalcaba. Ahora el Rey es Felipe y el PSOE lo dirige Pedro Sánchez del que yo, ¡seré inculto! no había oído hablar cuando aún no había perdido la memoria.

Cuando perdí la memoria la amenaza terrorista se llamaba Al Quaeda y parecía haberse debilitado. Creo que nadie había oído hablar del Estado Islámico (yo al menos no); los malos en Siria parecían ser los que apoyaban a Al Assad, ahora ya no se sabe si hay buenos…

El año en que perdí la memoria pasaron estas y muchas otras cosas, en el plano personal, en el empresarial, en el nacional, en el internacional… espero que en el año siguiente a mi pérdida de memoria vuelvan a ocurrir muchas cosas que merezcan un hueco en mi deteriorada memoria. Espero, sobre todo, que predominen las buenas.

Eso deseo. ¡Feliz 2015!

Sin publicidad

Últimamente se habla mucho de Ello, la red social que se define como alternativa a Facebook. Sus ventajas: no va a vender los datos de sus miembros y…no va a tener publicidad. Nadie sabe aún de qué van a vivir; cómo van a financiar sus desarrollos, pagar los costosos servidores y los sueldos de sus empleados.

Tras casi tres años de calvario, Leopoldo González Echenique ha dimitido como Presidente de RTVE. La fórmula de financiación que propuso el PSOE para eliminar la publicidad de la televisión pública y que el PP ha mantenido, se ha demostrado inviable. Su sucesor tendrá que reducir la plantilla, cerrar canales, vender edificios…o negociar la vuelta de la publicidad.

Pero ningún gobierno se atreverá a decretar la vuelta de la publicidad. Mucho menos ahora, cuando por la falta de medios de TVE y por otros errores, los informativos de la televisión pública tienen menos audiencia que los de las privadas. ¿Quién se va a atrever a quitarles el caramelo cuando la creencia de que la televisión decide las elecciones está todavía muy asentada?

La publicidad no molesta; molesta su abuso. Pero la insistencia en conseguirla a precios cada vez más reducidos nos ha llevado a una saturación excesiva. Ahora a los publicitarios nos miran mal. Nos lo hemos ganado.

No hemos sabido transmitir el valor que aporta la publicidad a una sociedad que quiere tenerlo todo gratis.

Y el camino de vuelta, si existe, será muy escabroso.

 

(*) Este artículo se ha publicado este mes en la revista IPMark. Lo escribí hace algo más de un mes. Hoy, que ya tenemos nuevo Presidente de RTVE, ya sabemos que uno de los objetivos de José Antonio Sánchez es conseguir que se acepte alguna fórmula para que los ingresos por publicidad vuelvan a la Corporación. Sería bueno para todos.

Perfil en LinkedIn

El mundo de las redes sociales es sumamente complejo y curioso en sus múltiples facetas. Además cambia continuamente.

En Facebook se trata de tener amigos; la amistad es una cuestión recíproca, así que uno acepta a amigos que, a su vez le aceptan a uno. Claro que el concepto de amistad es muy laxo: veo que ahora mismo tengo 579 amigos en Facebook; a muchos de ellos no les he visto nunca y con la mayor parte nunca he cruzado una palabra.

En Twitter se trata de seguir y de que te sigan. Conseguir que te sigan por lo que dices en frases de menos de 140 caracteres tiene su aquel. Además no tienes por qué interesar a las personas que te interesan a ti. Puedes tener muchos más seguidores que el número de personas que te siguen a ti (algo que se puede ver nada más entrar a un perfil). De hecho si el número de seguidores y el de seguidos es muy similar causa mala impresión; especialmente si ese número es muy alto suena a una especie de coleccionismo: te sigo para que me sigas y si no me sigues, dejo de seguirte. Veo que en este momento tengo 1381 seguidores y sigo a 678 perfiles (no sé si me siento capaz de saber qué me interesa desde 678 puntos de vista, pero al menos no parezco un coleccionista de seguidores).

LinkedIn es otra cosa. Dicen que es la red de los contactos profesionales, la que se utiliza para buscar trabajo o para conocer mejor a los candidatos al puesto que ofreces. Los contactos también son recíprocos: si estás en contacto con alguien, él está en contacto contigo. A veces se nota que alguien se ha quedado sin trabajo cuando, tras mucho tiempo sin dar señales de vida, contacta contigo en LinkedIn o te pide una recomendación.

En los últimos tiempos LinkedIn ofrece la posibilidad de validar las aptitudes de las personas con las que estás en contacto. Un buen día te llega un mensaje: fulano ha validado dos de tus aptitudes. Así se va enriqueciendo tu perfil. O no.

Si alguien mira hoy en mi perfil las aptitudes que han valorado mis contactos sabrá que soy un especialista en Marketing Digital y en Publicidad On line, en Planificación de Medios y en Estrategia Digital. No digo que no lo sea: durante varios años dirigí un departamento de Planificación y las primeras campañas digitales en las que participé se remontan a hace diecisiete años (cuando muchos de los actuales gurús digitales aún no habían empezado a trabajar).

Pero mirando ese mismo perfil nadie pensaría que a lo que más tiempo he dedicado, de lo que más sé, es de Investigación de Medios, o que llevo casi catorce años haciendo previsiones sobre Inversión Publicitaria, en lo que creo que soy una referencia en el mercado, o que, con mucha frecuencia, escribo artículos o doy charlas y cursos sobre los temas en los que he trabajado toda mi vida.

Seguro que hay algo que estoy haciendo mal. Menos mal que a estas alturas no tengo que buscar trabajo. Si no, debería dedicar más atención a mi perfil en LinkedIn.

Los intermediarios se comen a los productores

Ayer ZenithOptimedia, el grupo en el que trabajo, publicó su edición anual del ranking mundial de grupos de medios. El criterio para ordenarlos es su nivel de ingresos de medios, es decir los derivados de la publicidad más los otros ingresos que generan esos negocios (los ingresos de circulación de periódicos o revistas, o los ingresos por abonados a la televisión de pago,…).

Un año más el líder es Google, que aumenta la distancia hasta el segundo, al que ahora ya supera en casi un 50%.

Como novedad este año aparecen dos compañías chinas (CCTV en el puesto 23º y Baidu, el competidor local de Google, en el 28º). Todos sus ingresos proceden del mercado local.

Sólo hay un grupo latino entre los treinta primeros, el brasileño Globo. Hace ya varios años que desapareció cualquier vestigio de grupo español.

Con la entrada de Baidu son ya cinco las compañías cuyos ingresos proceden sólo de Internet (Google, Yahoo!, Facebook, Baidu y Microsoft). Entre los cinco acaparan el 67% del negocio mundial en Internet. El informe pone de manifiesto que

«el mercado de Internet pertenece actualmente a los intermediarios (compañías que conectan consumidores con el contenido que están buscando, o consumidores entre sí)»

y deja muy poco para los productores de contenidos.

Aunque en el conjunto del mercado de medios, incluídos los ingresos ajenos a Internet, los productores de contenidos siguen representando la parte mayoritaria (un 79% frente al 21% de los intermediarios) la situación de Internet es paradójica, si bien recuerda a la de otros mercados: quienes facilitan el acceso a los contenidos ganan mucho más que quienes los producen.

Me pregunto cómo ganarían dinero los intermediarios en una situación hipotética (que nunca se dará) en la que los productores de contenidos dejaran de producirlos.

¿Cómo ganarían dinero los mayoristas de frutas si los agricultores no las produjeran?

¿Es más importante la distribución que la producción?

Nuestra sociedad ya ha dado respuesta a esa pregunta. También en Internet.