Por Juan Castro-Gil – Secretario de ANPIER
Este verano, me sumé fervorosamente con mi familia a una iniciativa de la red llamada #paseoDELplastico. Básicamente se trataba de dar cinco minutillos del tiempo que pudiésemos pasar en la playa (o en el río), recogiendo alguno de los plásticos sembrados por nuestra necedad y tirarlos en el contenedor. Efectivamente, si todos los usuarios de la playa siguiésemos esa misma rutina, su estado sería bien distinto. Por la parte que me toca, nosotros lo convertimos en un concurso familiar, ante la mirada atónita de los vecinos de toalla.
Esta actividad tan sencilla y saludable, realmente tiene bastante más trasfondo del que pudiera parecer, y ya no solo por la evidencia que supone el retirar entre todos cada tarde, varias toneladas de residuos inorgánicos de nuestra naturaleza, sino por los evidentes paralelismos con la realidad social que nos rodea.
Vivimos en lugares hermosos, con gente a la que queremos y respetamos, sin embargo, parece que nos da igual que el entorno en el que vivimos se deteriore a ritmo de vértigo, hecho ante el cual, pasamos impasibles. Es fácil contemplar a unos padres tomando el sol con sus hijos, apagando cinco cigarrillos en la arena, o despreocupados de que sus niños, además de adornar los castillos con conchitas, también lo hagan con tapas de botellas, trocitos de ruedas, bolsas o tampones. De idéntica forma, la gente percibe tanta miseria a su alrededor, (corrupción, pobreza extrema, abusos financieros y laborales, paro, desarraigo…), que parece que termina acostumbrándose a convivir con todos esos desechos sin inmutarse. Incluso, cuando se hacen esfuerzos individuales para denunciar alguno de ellos, las miradas son de desdén como diciendo: ¡pero tú qué haces, insensato!
Esto mismo sucede demasiadas veces cuando hablas de lo que pasa con la energía en España. Como los “barrenderos del sistema” se han encargado de meter la basura debajo de la toalla, cuando se denuncia que miles de personas se han visto atrapadas por el estado por invertir en renovables y que millones de españoles se encuentran secuestrados por un sistema eléctrico en el que no se les deja participar (más que para pagar), siempre aparece algún “vigilante de la playa” que te dice: “quítate de ahí, que eso no es cosa tuya”.
Pues claro que es cosa mía, y nuestra. Nada ni nadie debe hacernos callar ante lo que está sucediendo con la energía y el medio ambiente en España, y mucho me temo, a la vista de la inexistente presencia de estos temas en los discursos negociadores de nuestros representantes políticos, que como no nos activemos de verdad y enviemos nosotros la basura al contenedor, esta se convertirá en parte de nosotros y ya no distinguiremos un cangrejo de una boñiga.
Pues empezar por los gobernantes
25 agosto 2016 | 17:44
Tiene gracia. Si, tiene gracia porque la imagen que pusieron de portada (donde sale el contenedor con las bolsas por fuera) es la imagen que mejor representa el verdadero problema.
El verdadero problema es que los contenedores donde tirar la basura muchas veces no existen, están llenos (caso en el que la gente deja la basura por fuera) o están puestos en un lugar en el que pasan totalmente desapercibidos.
En muchos casos estos contenedores son insuficientes para albergar toda la basura, especiamente no en playas sino en calles de ciudades. Este problema, más que de que a la gente le guste tirar la basura por ahí (cosa que no es tan frecuente) es de las dificultades añadidas para ser respetuoso con el medio ambiente, es muchas veces, una mala gestión de residuos.
25 agosto 2016 | 18:14