Gobernabilidad global para alcanzar la sostenibilidad global

En anteriores artículos, publicados en este blog la semana pasada, analizaba tanto la posición de Europa ante la post pandemia como las condiciones en las que España afronta la salida de esta crisis, pero, en esta ocasión, quiero comentar el escenario en el ámbito más amplio, el del conjunto de nuestro planeta con sus carencias organizativas.

Estamos ante una globalización desgobernada, como ya denunció Kofi Anam al dejar, a finales de 2004, la Secretaría General de Naciones Unidas (ONU). Esta globalización es deficitaria en tres elementos básicos: a) estrategias globales comunes (lo más desarrollado son Convenios Globales, aunque insuficientes); b) capacidades comunes (lo más cercano a un Gobierno Global es ahora el G20 ); y, sobre todo, c) responsabilidades comunes, que se ejercerían, necesariamente, en una economía de mercado mediante impuestos  globales, como la tantas veces invocada Tasa Tobin a las transacciones financieras, el impuesto al  CO2 que parecía más cercano a hacerse realidad o, por último, el más restringido al keroseno de aviación que ni siquiera fue posible a nivel de la Unión Europea.

Estas anomalías se ponen de manifiesto en la crisis actual en la que un país como Estados Unidos se puede permitir no solo desautorizar a la Organización Mundial de la Salud (OMS), sino, también, incapacitarla con solo retirarle su aportación económica. Si la capacidad de gestión e intervención de un organismo se mide finalmente por el tamaño de su presupuesto y la predictibilidad de este, la de Naciones Unidas, y con ella la de la OMS, no podría ser más limitada.

La Gobernabilidad global, clave para la Sostenibilidad del planeta, parece que solo tendrá visos de realidad si se plantean medidas disruptivas como los impuestos globales ya mencionados. A ellos habría que añadir, a la hora de reforzar los distintos nodos de la red global (en particular los de los países en vías de desarrollo), el de una renta global de subsistencia cubierta por las recaudaciones impositivas citadas, de tal forma que se destinara a cooperación internacional más del 0,7% de la riqueza global, del PIB mundial, de forma predecible, como se acordó en 1992 en la Cumbre de Río, porcentaje cada vez más lejano por pequeño que parezca.

Disponer de recursos predecibles facilitaría una recuperación de los nodos más débiles de la red global, diversificar su economía, especializada ahora en suministros baratos para países desarrollados, y gestionar sosteniblemente sus recursos con una mayor “autosuficiencia conectada” que, también, podría romper la dependencia de esos suministros baratos, en particular productos sanitarios clave, de los nodos más fuertes, aunque también vulnerables. La red se convertiría en una red de cooperación entre nodos más sostenibles y resilientes reforzados todos ellos por su “autosuficiencia conectada”, aunque “diferenciada”.

Y en este caso, el recurso a la energía sostenible como vector de cambio verdaderamente disruptivo, con la posibilidad de un progreso rápido hacia la autosuficiencia energética conectada a todos los niveles, al contar con recursos predecibles, acercaría sensiblemente el Objetivo 7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): Garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos. Este paso, además, facilitaría sustancialmente el resto de los ODS como señala la ONU:

La energía es fundamental para casi todos los grandes desafíos y oportunidades a los que hace frente el mundo actualmente. Ya sea para el empleo, la seguridad, el cambio climático, la producción de alimentos o para aumentar los ingresos. El acceso universal a la energía es esencial.

Trabajar para alcanzar las metas de este objetivo es especialmente importante ya que afecta directamente a la consecución de otros objetivos de desarrollo sostenible. Es vital apoyar nuevas iniciativas económicas y laborales que aseguren el acceso universal a los servicios de energía modernos, que mejoren el rendimiento energético y aumenten el uso de fuentes renovables para crear comunidades más sostenibles e inclusivas y para la resiliencia ante problemas ambientales como el cambio climático.

Esta sí que sería una nueva normalidad a nivel global, pasando de la mal llamada “aldea global” a reconocer, o poder recrear, “el globo en cada aldea”, manteniendo sus especificidades.

3 comentarios · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser José A. Torres

    Sólo un comentario general: acabo de ver en Youtube «The Planet of the Humans» (lo último producido por nuestro amigo Michael Moore), un trabajo de varios años de investigación. Y deja bien claro que lejos de beneficiar energéticamente,
    en términos de contaminación y en términos de costes humanos, «The new green deal» hace todo lo contrario. Vision altamente recomendada, en particular para todos los que comulguen (como yo lo hacía) sin rechistar con los dogmas de la sagrada onu, que –según parece ser– también está formada por humanos con todas las debilidades, y avaricias de los humanos. Lo que me extraña es que alguna vez los consideré por encima del bien y del mal, tonto yo.

    07 mayo 2020 | 14:35

  2. Dice ser Alex CR

    Has apuntado de pleno Jose A.:
    «… también está formada por humanos (ONU)»; y es que esa es la clave y ese es el lastre «original» (por no decir pecado, que suena trasnochado); pero yo en estos días de confinamiento he seguido leyendo un libro de referencia que vengo leyendo hace años y que narra y describe sin circunloquios la miseria y el egoísmo, la grandeza y el sacrificio, en la que no dejamos de entrar y salir, subir y bajar, pero no conseguimos que se instaure un auténtico y mayoritario sentido responsable y sencillo de la vida. Nos puede la codicia material, la posesión de bienes, lo grande mejor, lo nuevo mejor, lo viejo ¿Dónde lo tiro?.
    El libro en cuestión son 66 libros escritos por más de 40 autores a lo largo de 1500 años; ya os podéis imaginar cuál es, pero no importa su publicidad, lo importante es que NADA NUEVO BAJO EL SOL.
    Para los que tengan poco tiempo, que empiecen por Eclesiastés; y si se quedan sólo ahí, perfecto: hay sabiduría para orientar toda una vida.
    Abrazos solidarios.

    29 mayo 2020 | 14:49

  3. Dice ser Miguel Gonzalez

    Ya, claro. Así no podremos decidir nunca jamas nosotros mismos lo que nos conviene. Todo será decidido en la capital mundial que será, claro está, Jerusalén (Jacques Attali dixit)
    Que Ud. tenga ganas de echarle la culpa de todo al Sr. Trump, es su mania y su problema, pero cabe preguntarse para qué sirve la OMS si no son capaces mas que de dar los consejos que les da el Sr. Bill Gates, o sea vacunas a todo pasto y marcas informáticas del ser humano para saber si eres bueno o malo.
    A Ud. alguien, como el Sr. Soros, le paga por decir tales sandeces. Lo global no sirve mas que a unos pocos, lo local es para todos los que alli se encuentren y se entiendan. No por ello se dejará de intercambiar entre humanos, como lo hicimos siempre.
    Basta ya de intoxicación con buenismos y otras zalamerías que por el momento nos llevan a la ruina.

    30 mayo 2020 | 10:15

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