Más Europa, más sostenibilidad, más disrupción para afrontar la post pandemia

La pandemia del Covid-19 nos ha puesto, una vez más, frente al espejo. Mostrándonos, en esta ocasión, de forma muy disruptiva, nuestra insostenible, vulnerable y poco resiliente normalidad, con anomalías a todos los niveles, sociales y económicos. Estas anomalías hay que reconocerlas, primero, y enfrentarse a ellas con propuestas, conceptos y acciones definidas que deberán ser disruptivas en línea con la ruptura que significa la misma pandemia. Y este reto hay que afrontarlo a nivel global, Regional-Unión Europea (UE) y Estatal-Autonómico-Local. Precisamente, la UE hoy tiene una cita clave para abordar este camino.

De entrada, tenemos que reconocer una posición ventajosa de la UE, aunque no suficiente, para enfrentarnos eficaz y eficientemente a la reconstrucción económica y social para la nueva normalidad post pandémica; insuficiente como muestra la brecha Norte-Sur evidenciada estos días a la hora de encontrar la salida solidaria de los Estados miembros de la UE.

Como primer “Estado Red”, como lo califica el sociólogo Manuel Castells, la UE, a diferencia de Naciones Unidas, dispone de estrategias comunes que en algunos casos culminan en las llamadas “Políticas Comunes” (el ejemplo más evidente es la Agrícola), pero que son pocas, desgraciadamente. Estas políticas implican una transferencia de competencias a la Comisión y su financiación con el Presupuesto Comunitario (que en el caso de la PAC significa casi el 40% del Presupuesto) y la puesta en marcha de capacidades comunes: Parlamento y Consejo como entidades legislativas y la Comisión como órgano ejecutivo y “Gobierno” en ciernes, todo ello bajo un régimen jurídico bien establecido en sus tratados.

Las limitaciones se agudizan al analizar las responsabilidades comunes, medidas por la ausencia total de impuestos y un presupuesto comunitario menguante y que en las llamadas Nuevas Perspectivas Financieras 2020-2027, todavía pendientes de aprobar (quizás afortunadamente por el positivo cambio que la aleccionadora experiencia de la pandemia pudiera tener), y que escasamente superan el 1% del PIB comunitario, lo que da idea del escaso músculo del “Gobierno” de la UE.

A pesar de estas limitaciones, la UE sigue siendo el único referente para avanzar en la cooperación regional, facilitar la respuesta conjunta de los Estados miembros a los desafíos globales y con ello liderar el cambio global. Por ello, es importante que la UE plantee, de forma conjunta y solidaria, la necesaria recuperación socioeconómica europea a la que nos enfrentamos y que obliga a superar las limitaciones mencionadas para seguir siendo este referente de esperanza.

Además, la UE parte de una situación privilegiada ya que es la única región que tiene los deberes hechos en cuanto a anticipar los escenarios deseables a futuro en los que incardinar los Planes de Recuperación ahora necesarios, también a nivel de los Estados miembros. Efectivamente, la UE es la única Región que dispone de estrategias a medio y largo plazo que conformarían un escenario 2050 descarbonizado y sostenible (Hojas de Ruta 2050 para Descarbonización de la economía, para Energía y para Uso eficiente de Recursos), con un hito cercano fijado en 2030.

El New Green Deal, Nuevo Pacto Verde 2020-2030, de la Comisión Europea, pretende   transformar la economía de la UE para un futuro más sostenible y liderar las respuestas a los desafíos globales, utilizando como vector de cambio las Políticas y Planes en materia de Energía y Clima, incluyendo objetivos más ambiciosos para 2030 en materia de  cambio climático y con reducción de emisiones de hasta el 55% (sobre el 40% actual) como ha anunciado ya la Presidenta de la  Comisión, Úrsula Van der Leyen.

La UE puede, una vez más, ser un elemento determinante para una mejor salida de esta crisis de los Estados miembros y para llevarlo a cabo arrumbados hacia una nueva normalidad conformada por una mayor alineación con la Sostenibilidad Energética como vector de cambio.

El papel de la UE va a depender ciertamente de lo que acuerde el Consejo Europeo en cuanto al Plan de Recuperación y de lo que se vislumbre a futuro ante la necesidad de más Europa, ahora más evidente y urgente. Sean las que sean estas respuestas, el papel de la UE va a ser determinante para que ningún Estado miembro salga mejor o peor parado fuera de la Unión, tanto del Norte como del Sur.

Es de esperar que la UE acabe dando una respuesta esperanzadora y suficiente a las exigencias financieras de esta recuperación, con la movilización de recursos financieros del orden de 1.600.000 millones de euros, o sea, 1,6 billones de euros (equivalente a 1,5 veces el PIB español) con un acceso más laxo al llamado Fondo de Rescate y la posibilidad de que se pueda disponer de nuevos recursos presupuestarios dentro de las Nuevas Perspectivas Financieras, como ha reclamado el Parlamento Europeo (PE) para fortalecer el Plan de Recuperación, incluyendo la financiación con Eurobonos que estarían avalados por el Presupuesto Comunitario y no por los Estados como pedían Italia y España.

Con la reapertura del debate sobre las Nuevas Perspectivas Financieras y considerando que el propio PE plantea, de entrada, la necesidad de nuevos recursos presupuestarios que serían los que dotarían de músculo a futuro a la Comisión, y con ello al “Gobierno” de la UE, es de esperar, también, que se plantee un salto cualitativo significativo y justificado por la disrupción que ha significado esta pandemia y que exige, igualmente, respuestas disruptivas, también en la gobernanza comunitaria.

Lo más importante sigue siendo conseguir “más Europa”, una mayor gobernabilidad para una mayor capacidad de la Comisión a través de:

– -Más Políticas Comunes, en particular en materia de Energía y Clima, (una PECC con más razones que la PAC) que consolidaría su papel de vector de cambio disruptivo si se acuerdan objetivos más ambiciosos como ha comprometido la Presidenta Van der Leyen, papel ya asignado por la Comisión el Nuevo Pacto Verde 2020-2030.

– –Impuestos comunitarios, sobre todo como ha planteado la Comisión cada vez que se han discutido las Nuevas Perspectivas Financieras, en materia energética y de transacciones financieras, para conseguir un Presupuesto Comunitario mucho mayor (se habla de hasta quintuplicarlo y llegar al 5% del PIB, aunque con duplicarlo ahora ya sería un triunfo posible y un enorme paso) y predecible al estar basado en una fiscalidad comunitaria.

Todo lo anterior se ha estado imaginando, aunque nunca realizando, dado su carácter realmente “disruptivo” ya que requiere unanimidad e implica una modificación del Tratado. No se ha hecho, a pesar de que la respuesta eficaz y eficiente ante el cambio climático lo está pidiendo a gritos. Ahora sería el momento de recuperarlo como una respuesta de futuro ante la “disrupción” que ha representado la pandemia.

Abrir este debate facilitaría no solo medidas urgentes a nivel de la UE, que países como Italia y España piden para iniciar los Planes de Recuperación, sino establecer un marco de solidaridad interesada a futuro, con la descarbonización de la economía comunitaria como objetivo simple y medible, por una parte, y, por otra, la mayor sostenibilidad, resiliencia y “autosuficiencia conectada” energética de la UE como resultado. A este respecto, cabe recordar que la dependencia energética de la UE que se acerca al 50% podría reducirse casi a la mitad en 2030 si se maximizan los objetivos en Energía y Clima.

Esta sí que sería una nueva normalidad deseable para la UE y sus ciudadanos y ejemplarizante, en general, para propiciar la nueva normalidad global con la energía como vector de cambio y la sostenibilidad y la mayor autosuficiencia conectada a todos los niveles como resultado.

Domingo Jiménez Beltrán – Patrono fundador de la Fundación Renovables

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