Por José Luis García – Área de Energía y Cambio Climático de Greenpeace
Hoy es el Día Mundial del Medio Ambiente. Y “gracias” al Presidente Trump, el medio ambiente está en el máximo foco de la atención internacional, pues nadie antes había encarnado un ataque tan furibundo y sin sentido contra la sostenibilidad de la vida en este planeta.
Al anunciar oficialmente su intención de retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París, a Trump le ha salido el tiro por la culata. Desde China a la Unión Europea, desde Sudáfrica a Argentina, desde Japón a India o a Rusia, todos los líderes mundiales han reafirmado su compromiso en la lucha contra el cambio climático.
Hoy celebramos que, por mucho que se empeñen Trump y sus amigos fósiles, el futuro solo puede ser 100% renovable. Hace ahora diez años lo demostró, por primera vez, un estudio de Greenpeace que se tituló así: “Renovables 100%”.
Desde entonces las cosas han cambiado mucho y muy rápido. Y eso que los cambios de mentalidad no son inmediatos, se van produciendo progresivamente. “Renovables 100%” contribuyó decisivamente al cambio de paradigma y a asentar el convencimiento de que un sistema 100% renovable es posible en el horizonte 2050. Ahora que ese horizonte es comúnmente aceptado, la cuestión es cómo y a qué velocidad llegar a él.
El reto fundamental no es tecnológico ni económico, es ecológico. Sabemos que el cambio climático exige una modificación total de nuestro sistema energético, pero esto ha de producirse muy rápido, mayor que el cambio climático que genera. Es decir, para evitar los peores efectos, que además se cebarán sobre las poblaciones más vulnerables, hay que evitar que el calentamiento global supere 1,5ºC. Y esto solo se logrará si las emisiones que lo causan se reducen lo suficientemente deprisa. Por tanto, no podemos esperar a 2050 para actuar. El camino y la velocidad es tan importante como la meta.
La ruta general viene marcada por el Acuerdo de París, en virtud del cual cada país debe fijar su estrategia que contribuya al objetivo común. La Unión Europea tiene unas metas para 2030 en una hoja de ruta que va hasta 2050. El problema es que esos objetivos son demasiado débiles y deben reforzarse, como han planteado los ponentes del Parlamento Europeo en sus enmiendas a la nueva Directiva de Energías Renovables y a la normativa sobre gobernanza de la Unión Energética, respectivamente, que forman parte del “paquete de invierno” presentado por la Comisión Europea. Muchas entidades, entre ellas la Fundación Renovables y Greenpeace, consideran que las energías renovables deberían proporcionar ya el 45% de toda la energía consumida en la UE en 2030.
En el caso de España, hace falta recuperar el ritmo de introducción de energías renovables que se perdió tras el hachazo de la reforma energética. Eso requerirá reconstruir un marco normativo favorable, sabiendo que la necesidad de apoyo para nueva generación ya no es la que se requería hace diez años, pues la reducción de costes ha sido espectacular gracias al apoyo otorgado durante los primeros años no solo en España sino en cada vez más países.
Pero la necesaria reactivación de la introducción de renovables no puede venir solo de las grandes empresas ni ha de ser solo a través de grandes centrales de generación. Hace falta activar el papel de la ciudadanía, tanto en el ámbito doméstico como en el de las empresas de todos los tamaños, así como en el de la propia administración. Porque la ciudadanía tiene derecho a participar en el nuevo modelo energético.
Se debe facilitar y apoyar la participación, sin barreras artificiales, de la sociedad en la generación distribuida con renovables, el autoconsumo, la gestión de la demanda, la eficiencia energética, y el intercambio de energía, información y servicios a través de la red. La electrificación del transporte y de la climatización de edificios, los edificios de consumo casi nulo, las redes inteligentes, la energía colaborativa y la economía basada en los servicios, todo ello ha de introducirse simultáneamente a las energías renovables.
La transición necesita unas reglas claras y una financiación suficiente. Tan importante es incentivar las soluciones como dejar de apoyar a las energías que no pueden tener cabida en el nuevo modelo. Por eso hay que poner fecha al cierre de todas las centrales de generación eléctrica no renovables.
Los objetivos a alcanzar y las medidas para lograrlos han de reflejarse en el Plan integrado de Energía y Clima que cada país de la Unión Europea tiene que presentar. Además, el Gobierno español se ha comprometido a aprobar una ley de cambio climático y transición energética, para la que tanto la Alianza por el Clima como Greenpeace han presentado propuestas muy concretas. Esa ley debe establecer el marco legal que haga factible disponer, lo antes posible, de un sistema energético eficiente, inteligente y 100% renovable con la ciudadanía como protagonista.
El Gobierno organizó a finales de mayo un encuentro multisectorial para recoger propuestas de cara al desarrollo de esa ley. Y curiosamente, los representantes de todos los partidos políticos allí reunidos acordaron que la ley debe contener un objetivo 100% renovable para España.
Pues bien, les tomamos la palabra. ¿Qué mejor oportunidad de demostrar que no somos como Trump?