Raquel Manrique – Responsable de comunicación en Fundación Renovables
Ante la ausencia de objetivos ambiciosos de renovables y de avances significativos en los marcos regulatorios nacionales y europeos en materia de reducción de emisiones, el papel de las empresas en el impulso de la transición energética vuelve a estar en el punto de mira.
En los últimos años se ha experimentado un aumento notorio del consumo de energía renovable por parte de grandes corporaciones a nivel global. Es el caso de las 88 empresas líderes que han entrado a formar parte del grupo RE100, una iniciativa global y colaborativa de entidades comprometidas con el uso de electricidad 100% renovable.
Que esta electricidad cuente además con garantías de origen es algo a lo que se están comprometiendo cada vez más empresas, como las 65 que han firmado los Principios de Compradores de Energía Renovable, promovidos por WWF y WRI, lo que representa más de 48 millones de MWh de demanda anual para 2020 (el equivalente a abastecer a 4,4 millones de hogares estadounidenses con energía renovable). Otras firmas van un paso más allá y realizan inversiones para generar su propia energía limpia.
Parece por tanto que las empresas han empezado a entender que urge actuar por el clima y que optar por la electricidad de fuentes renovables es la vía más eficaz e inteligente de hacerlo ya que, además de ayudarles a cumplir sus objetivos de reducción de emisiones de carbono, les permite beneficiarse de la reducción de los riesgos relacionados con la seguridad energética y lograr ahorros financieros a largo plazo.
Es hora de que estas cifras globales se trasladen también a nuestro territorio y de que, tanto las filiales españolas de aquellas empresas que han firmado a nivel internacional, como las empresas nacionales, asuman el uso de energía 100% renovable y la eficiencia energética como la mejor apuesta para mejorar su competitividad, al margen del cumplimiento de normas básicas de sostenibilidad y de mejora reputacional.
Con un futuro que será inexorablemente renovable, este compromiso no es una práctica aconsejable, ni una recomendación, se trata de una cuestión de supervivencia. Así lo va a exigir la sociedad; la ausencia de compromisos firmes en materia de responsabilidad social y ambiental se traducirá en una penalización por parte de unos consumidores cada vez más concienciados con (y castigados por) los efectos del cambio climático.
Numerosos municipios españoles ya han asumido su importante papel como elemento de arrastre en la transición energética. Los ayuntamientos de grandes ciudades como Madrid, Cádiz, Barcelona, Alicante o Zaragoza ya han contratado electricidad renovable y algunos de ellos además están han iniciado proyectos e iniciativas para autoabastecerse de energía verde. ¿Habrá llegado también el tiempo de las empresas españolas?
La urgencia del planeta requiere de compromisos firmes y actuaciones rápidas. Las grandes y medianas empresas son hoy en día auténticos sumideros energéticos, representan el 47% de la demanda eléctrica total de nuestro país, por lo que su compromiso es clave para acelerar la transformación del mercado energético. El margen de mejora es enorme, y donde está el problema está también la solución, por ello las empresas pueden y deben contribuir a desatascar la situación de los estados y convertirse en actores globales del cambio.