Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

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¿Tienes «El guerrero entre la cebada», de Salinger?

A cada uno lo suyo, queridos, nada de intrusismos. Por eso y porque, además de reinona librera soy noctámbula, hipotensa y cafeinómana siempre dejé las primeras luces del día para los ruiseñores y demás seres que las disfruten.

De hecho, en reginaexlibrislandia de buena mañana hay más vida en el plumero que bajo mi pelucón, y mi relación con el mundo se limita a algún que otro gruñido ininteligible.

Pero El Señor (llamadlo X) en su infinita bondad me llenó ese lapso mañanero en el voy de la vigilia a sueño y vuelvo, y vuelta a empezar entretenida con tareas administrativas, pedidos de clientes y mares de café. Y así como voy amaneciendo a trompicones hasta llegar al mediodía parlanchina y espídica, en todo mi esplendor.

Sin embargo hoy una clienta me sacudió el sopor de una sola frase pasadas las diez de la mañana:

– Clienta: Buenos días, busco un libro- Regina: Mmm, bien, ¿cuál es?

– C.: Seguro que lo tiene, es un clásico: «EL GUERRERO ENTRE LA CEBADA»

– R.: ¿El guerrero entre la cebada?

– C.: Si, es muy famoso. Tiene que conocerlo.

– R.: Pues si le digo la verdad, no caigo… déjeme pensar… ¿Guerrero? ¿Cebada?

(Y aquí, misterios del universo, fue cuando se me encendió un neón púrpura en el cerebro: CENTENO, CENTENO, CENTENO…)

– R.: ¿Seguro que es «cebada«? ¿No podría ser «centeno«?- C.: Uy, pues quizás… ¿El guerrero entre el centeno?

– R.: Creo que se refiere a El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger.

– C.: ¡Si, si, ese, de Salinzer!

Se lo di, y se fue. La gracia del patinazo y mis esfuerzos por mantener a raya mis rasgos para no dejar escapar una risilla traicionera fueron como una descarga eléctrica. Y he de deciros que para mi sentirme de sopetón tan despierta a esas horas fue una experiencia total y definitivamente reveladora.

Y a vosotros, queridos, ¿os ha patinado alguna vez algún título?

Además, para terminar el día como lo empecé, a carcajadas, os dejo para seguir devorando la nueva novelita de Eduardo Mendoza: El asombroso viaje de Pomponio Flato… Una bacanal de risas a cada salto de linea, queridos, palabra de Regina.

¿Empezarías una novela por el final?

Llevaba días y días tragándome la preguntita en la librería, así que con tanta represión estaba tan inflada que parecía una regina aerostática suspendida contra el techo de reginaexlibrislandia. No podía más, queridos, estaba al límite de mi capacidad cutánea.

Hasta entonces me autoconsolada a lo Penélope: hilando conjeturas sobre el misterioso proceder de una clienta tan asidua como silenciosa mientras aguardaba a que regresara para darme nuevas pistas, cuando no conversación.

La mujer en cuestión aparece una vez por semana y se lleva dos novelas de lo más dispar: de intriga, romántica, clásicos… Una lectora inclasificable, por compulsiva o, lo que es lo mismo, de mi mismo pelaje. El caso es que llega, repasa de arriba abajo mis baldas y mesas y coge un tomo. Mira el lomo, la portada, la contraportada e invariablemente se enfrasca en la lectura de las últimas páginas del libro.

Cuando termina su ritual, emite su particular veredicto, ese que a fuerza de observar he sido capaz de interpretar:

«Mmmm»: viene a ser su Fumatta blanca o «Habemus libro interesante», y se lo lleva.

«Pssssss» es su Fumatta negra o «Vaya tostón», y lo coloca en su sitio.

Y vuelta a empezar hasta que se hace con los dos libros que se llevará.

Entonces se acerca sonriente e inicia una conversación tan educada como anodina:

– Clienta: Vaya frío, ¿eh? Con el calor que hizo ayer. Una no sabe qué diantres ponerse.

(Aquí es cuando yo me desdoblo en dos: la ‘regina automática’ que sigue la charla amigable pero insustancial, y la ‘regina-zepeling’ literalmente a punto de reventar por sobredosis de curiosidad insatisfecha)

– Regina: Si, al verdad es que el termómetro tiene vida propia.- Clienta: Cojo un par de marcapáginas, si no le importa.

– Regina: ¡Los que quiera!

(Y héteme aquí que en un momento de lucidez providencial ‘regina’ se abre paso por entre la ‘regina automática’ e irrumpe en pleno diálogo)

– C.: Oiga, ¿quiere alguno de estos ‘Primeros Capítulos’ de las últimas novedades?- R.: Uy, no, no, gracias, pero no. Yo es que empiezo por el final.

(Y aquí ¡CLACK! se me disparan más alarmas que en un reactor en plena Guerra Fría: Ahora o nunca, Regina, ¡AHORA o NUNCA!)

– R.: ¿Disculpe, cómo que por ‘el final’?- C.: Si, llevo más de quince años empezando por las últimas páginas de los libros. En concreto, por las siete últimas.

– R.: Vaya, ¿y puedo preguntarle por qué?

– C.: Bueno, lo que me interesa es la técnica narrativa, y así sé si el escritor va a sacarse o no un as de la manga y masacrar su propia historia. Por la forma de ‘atar los cabos’.

– R.: Ya veo, pero empezando por el final ¿no le quita la gracia a la novela?

– C.: ¡Que va! Yo la disfruto igual, o incluso más, porque sé que el novelista juega limpio conmigo. Verá, todos los personajes, elementos y escenas están ahí por algo ¿sabe? Y yo me entretengo averiguando el motivo.

– R.: Ah, claro..

– C.: Gracias y que tenga buena tarde. Adiós.

Y justo cuando siento la puerta cerrarse me doy cuenta de que con la sorpresa he perdido el control sobre mi condición aerostática, por lo que me deshincho a velocidad de crucero pegando rabiosos bandazos contra las paredes de reginaexlibrislandia.

Una vez he perdido todo el aire sobrante me quedo aplastada contra el suelo, como la piel desechada de una pitón y una misteriosa sonrisa dibujada en mi regia cara.

Sonrío, porque el ser humano es gloriosamente imprevisible y yo me siento infinitamente pequeña ante estos milagros cotidianos que presencio en mis confines.

No sé si algún día me dará por probar su sistema… ¿a vosotros que os parece? ¿emepezáis a leer una novela por el final? ¿Lo haríais?

 

Por cierto que esta vez se llevó Teseo de Mary Renault e Ifigenia, de Teresa de la Parra, dos auténticas joyas de la literatura que, por desgracia, están por descubrir…