Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

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Soy Regina ExLibris y soy «la negra» de tu bibliocarta a los Reyes Magos

Me niego a que alguien crea que un libro no es siempre la mejor opción para un regalo.

(Sirenas, 1991 / Orion Pictures)

(Sirenas, 1991 / Orion Pictures)

Pero, siendo realistas, no siempre es fácil materializar biblioregalos. Así que visto el percal y negándome a que nadie deje de regalar (ni de regalarse) un libro por agobio, pereza, miedo o indecisión, he decidido meterme en harina y embutirme en la piel de la negra que escribe bibliocartas masivas o, si lo preferís, la voz de la biblioconciencia de los Reyes Magos que susurra en sus oídos prescripciones librescas por temáticas y a discreción. Y para ello no veo mejor opción que la de metamorfosearme en la Cher de la mítica Sirenas, con el pelucón bien esculpido sin escatimar en laca, un escote discreto, hasta las cejas de black coffee y dispuesta a darle al typping para mecanografiar referencias literarias hasta quemar la cinta de tinta.

Llamarme loca o bibliofundamentalista, pero si de lo que se trata es de contribuir a materializar la conexión de un libro con su potencial lector no tengo límites.

¿Listos?

Pues van mis prescripciones reginaexlibrislandianas con el criterio «Libros para…»

¡Ah! y que conste que el mejor de los biblioregalos es el que te haces a ti mismo, querid@, así que puede que entre todas estas suregencias by Regina ExLibris encuentres ese título que no sabías que querías leer hasta que lo veas por aquí.

Regina ExLibris Dixit

Noqueada por la deshojadora de libros

Tengo que dejar de ser tan escandalosamente permeable a estímulos literarios y/o cinematográficos, queridos. O eso o enloquezco del todo.

Es como si mi regia existencia estuviera vertebrada en tres que se despliegan en paralelo: la de las ficciones de libros y películas que me llenan las horas ajenas a la librería, la vida propia de reginaexlibrislandia y la carga vital de quienes se adentran en mis confines. Mientras cada una de ellas permanezca en su espacio no hay problema. Pero cuando hay escapes y encuentros fortuitos entre elementos de las tres a mi se me cortocircuita el pelucón y me pierdo en una dimensión desconocida: la cuarta.

Mi última visita a esa cuarta dimensión fue hace unas horas. Resulta que la noche anterior volví a ver la Rebeca de Hitchcock, porque tengo un debate pendiente con reginaexlibrislandiano asiduo sobre la adaptación del maestro británico de la novelita de Daphne Du Maurier, cuya relectura terminé hace un par de días.

Así que ahí me teníais a mi, de nuevo plumero en mano, tejiendo mentalmente mi red argumental sobre la comparativa entre novela y su versión en celuloide y mascando una de las gloriosas frases de la película:

«¿Verdad que no se puede estar cuerdo viviendo con el diablo?»

Ya que estamos os diré que ambas, novela original y adaptación, logran inquietarme hasta el delirio, así que mentiría si no os dijera que tenía el ánimo ligeramente desbocado.

Y ahí fue cuando entró ella en mis confines, una mujer de mediana edad, pelo encanecido y unas facciones tan duras que parecían horadadas en granito y que enmarcaban una mirada entre vacua y ausente. Cuando me habló lo hizo con una carga de autoridad tal que os juro por la pluma de Shakespeare que hubiera podido detener en seco una espantada de búfalos en el medio oeste norteamericano:

Clienta: Buenas tardes, señortita.

Regina: Buenas tardes, ¿puedo ayudarla?

C.: Eso espero. Quiero dos ejemplares de Nada, de Carmen Laforet; dos de El hereje, de Delibes; dos de Calígula, de Camus. Ah, si, y dos del nuevo de Ruiz Zafón.

R.: Disculpe, ¿dos de cada, o solo del de Zafón?

C.: No, dos de cada uno de ellos.

R.: Bien, a ver qué puedo hacer, un segundo.

Mientras recopilaba lo que me pidió trataba de separar mentalmente las dos figuras que mi enfermiza mente cuatridimensional acababa de solapar. Eran, claro, las de la mujer y la de la Señora Danvers, la perversa y oscura ama de llaves de la mansión Manderley obsesionada con la primera señora de la casa.

Claro, queridos, que la buena mujer aún no hubiera hecho nada definitivamente sospechoso no era obstáculo para que yo la arrastrara a mi cuarta dimensión ni para que yo me hubiera metamorfoseado en la joven e inocente segunda esposa de Maximilian de Winter…

R.: Bueno, parece que hubo suerte: aquí los tiene.

C.: Perfecto, muchas gracias. Lo normal es que me toque ir de una librería a otra porque no es fácil que siempre tengan más de un ejemplar salvo que se trata de una novedad.

R.: Disculpe pero, ¿siempre compra dos ejemplares de cada?

C.: Si, siempre.

R.: ¿Y puedo preguntarle por qué?

C.: Verá, mi biblioteca es como un santuario, así que uno de los ejemplares va directo a sus baldas. El otro es el que me leo y el que llevo encima porque me muevo mucho, tanto dentro de la ciudad como a otras ciudades. Por eso lo que hago es ir arrancando páginas según me las voy leyendo.

R.: ¿Arrancándolas dice?

C.: Si, las voy arrancando. Y cuando termino la última la tiro, junto con las pastas, al cubo de basura más próximo. Si ya me leí el libro y si el otro ejemplar ya está en mi biblioteca, ¿para qué iba yo a quererlas? Dígame usted, ¿Para qué IBA YO A QUERERLAS, SE-ÑO-RI-TA?

Ay de mi, queridos, sólo le faltó rematarme con la también mítica frasecita de Rebeca:

«Y otra cosa: no se ponga nunca un vestido negro, ni un collar de perlas, ni tenga nunca 36 años.»

Me dejó aterrada y muda, con las facciones congeladas en una mueca de estupor total.

Me hubiera gustado preguntarle que cómo podía deshojar libros impunemente, descuartizar historias y reconocérmelo con esa frialdad. Quise saber por qué no cedía esos ejemplares sobrantes a bibliotecas o cómo era que no los llevaba a librerías de ejemplares usados…

Pero no pude, la deshojadora-Danvers me noqueó, queridos. Me temo que hoy soñaré con ella…

Y vosotros, ¿qué opináis de su afición por descuartizar novelas? ¿Habíais oído algo semejante? ¿Qué diríais a la buena señora? Es más, ¿qué le digo si vuelve?

 

El síndrome de Tippi Hedren

No han pasado las primeras 24 horas de este prometedor 2008 y a mi ya me humea el pelucón. Y es que con los nervios no atino a encajarme esta bendita corona de Regina Ex-Libris que tan alegremente acepté.

Si, queridos, me tiembla el cetro regio y me pesa la responsabilidad. A cuatro días-vista de la noche de Reyes me acuesto como Regina y en mis pesadillas me veo como aquella Tippi Hedren en Los Pájaros de Hitchcock, cercada por bandadas de clientes apremiados en su búsqueda contra reloj del libro-regalo perfecto para hijos, sobrinos, nueras, novios, padres, nietas… Estoy paralizada por el pánico, pero lo que me aterra no es la gente que venga a consultarme, nooooo, es mi miedo a fracasar.

Así que he decidido entrenarme, de modo que mi resaca post-2007 y yo llevamos horas entregadas a la introspección librera o, lo que es lo mismo, atribuyendo a las sombras chinescas de la pared posibles retos a los que habré de hacer frente en unas horas. Entrenándome, vaya.

Y en plena sesión me ha venido la imagen de un matrimonio que acudió en mi auxilio la semana pasada:

– Buenas tardes, ¿puedes ayudarnos?- Si, claro, díganme

– Verás, nuestro hijo tiene 15 años y buscamos un libro para él, pero andamos perdidos

– Pues aquí está lo que tenemos de literatura juvenil. ¿Saben qué es lo último que ha leído, o alguna película que le haya gustado?

– Uy, pues no.

Y empiezan a hablar entre ellos:

– Paco, ¿a ti te suena algo que haya leído Tomás?- Pues no, la verdad. Y de películas… no sé, ve muchas pero tampoco cuenta nada.

Vuelven a dirigirse a mi:

– No lo tenemos muy claro, pero es que está muy raro últimamente, muy callado..

.

Aquí es donde me siento clavada en una encrucijada. ¿Les recomiendo uno de los tres libros que más me piden los adolescentes, o me lanzo y les sugiero títulos de pesos pesados de las letras que nos han acompañado a muchos mientras tratábamos de modelar los alambres de nuestra personalidad?

Si me inclino por la primera opción les hablaría de libros recientes y del género fantástico: La emperatriz de los etéreos, de Laura Gallego; la segunda parte de la trilogía de El reino de la oscuridad, de Santiago García-Clairac; y Eclipse, la tercera entrega de la saga vampírica de Stephenie Meyer, a la que preceden Crepúsculo y Luna Nueva.

Insisto: se trata de tres títulos por los que vienen preguntando chicos y chicas día tras día, y a los que las cifras de ventas también respaldan. Pero matizo que las voces que oía en mi cabeza eran las suyas, los lectores, no los ecos de la caja registradora. Bueno, eso y que me leí los tres y son absolutamente recomendables.

Si cambio el tercio y desoigo ese coro de voces para quedarme solo con la frase de la madre:

‘pero es que está muy raro últimamente, muy callado…’

entonces esa cadena de palabras se materializa en un billete de ida a un pasado emocional en el que me sentía como una escaladora novata que, atrapada en una pared vertical, va descubriendo en la roca cinco salientes, cinco puntos de apoyo que la guiarán en la ascensión:

Demian, de Herman Hesse; Retrato del artista adolescente, de James Joyce; Cartas a un joven Poeta, de Rainer María Rilke; El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger; y La metamorfosis, de Kafka.

Al final les recomendé uno de cada, así que se llevaron Demian y el primero de la trilogía de S. Meyer, Crepúsculo.

Pero, ¿por qué opción os hubierais decantado vosotros?

Aquí os dejo el trailer de The Birds, para que me acompañéis en mis pesadillas…: