Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

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«¿Tienes el libro Mi prima nosequé, de la autora que escribió Rebeca?»

Bibliocanelita en rama, queridos. Ni más ni menos. Adictivo, inquietante, sobrecogedor y magistral. Así es el novelón de la grandísima Daphne du Maurier con el que hace un rato una reginaexlibrislandiana esporádica le ha insuflado sin querer un glorioso chute libresco a mi bibliofilia. Es lo que tiene poder prescribir un título que no suelen pedir en la librería y cuya lectura no siempre puedo sugerir, pero que a mi me dejó en jaque como lectora y me mantuvo literalmente aferrada al ejemplar de principio a fin.

(Mi prima Rachel, 2017 / Fox)

(Mi prima Rachel, 2017 / Fox)

La cosa fue más o menos así: estaba yo correteando entre anaqueles plumero en mano y decididamente sobrecafeinada cuando la mujer, que llevaba un rato deambulando por la librería, se decidió a hablarme:

Cliente: ¡Oiga, perdone, buenos días!

Regina: Buenos días, ¿puedo ayudarla?

Cliente: Sí, sí, mira, verás… ¿Tienes Mi prima nosequé?

Regina: ¿Cómo? ¿Tal cual? ¿Mi prima nosequé?

Cliente: No, no, es que se me ha ido el nombre de «la prima» en cuestión. Pero sé que es un libro de la misma que escribió Rebeca, ya sabe, la de la película, que resulta que también es una novela.

Regina: ¡Ahhh, sí, Daphne du Maurier!

Cliente: Sí, sí, esa. Pues por lo visto también escribió otra novela que me han recomendado: Mi prima... y un nombre de mujer.

Regina: Mmm, ¿a ver? ¡Sí! Creo que el que busca es Mi prima Rachel. Lo editó Alba en su colección Rara Avis el año pasado.

Cliente: ¡Vaya, menos mal! ¿Y lo tiene usted?

Regina: Sí, aquí lo tiene.

Cliente: ¿Y qué tal está el libro?

(Y aquí es donde yo pierdo pie y es mi regio pelucón el que, rebosante de pura bibliofilia, me eleva hasta dejarme pegada al techo de la librería, para hacerme descender unas milésimas de segundo después metamorfoseada en la enigmática Rachel lista para soltar, candelabro en mano, mi biblioperorata de daphnedumarierfílica confesa y Miprimaracheliana de pro)

(Mi cousin Rachel, 1951 / 20th Century-Fox)

(My cousin Rachel, 1951 / 20th Century-Fox)

Regina: Pues es una bomba. Es de esos libros que no puedes parar de leer, de verdad. De esos que te llevas a todas partes para, ZAS, a la primera de cambio apurar unas líneas más. ¡Pura intriga!

Cliente: Sí, algo así me habían dicho.Pero no es actual, ¿no?

Regina: Bueno, no, lo escribió en los años 50. Y aunque en el estilo parece una novela decimonónica con su exposición, su nudo y su desenlace, la verdad es que se lee a velocidad de crucero porque Daphne du Maurier dosifica al milímetro la información que te va dando, y tú necesitas saber más. En realidad te da todas las piezas en las 80 primeras páginas, y el resto es pura adrenalina silenciosa, porque vas tratando de montar el puzzle mano a mano con el narrador. Y de pronto una anécdota trivial detona la trama y todo se precipita hasta el final.

Mi prima Rachel

Mi prima Rachel

Cliente: Dicho así, suena bien, sí. Pero, ¿de qué va?

Regina: Verá, es la historia de Philip Ashley, un terrateniente inglés del Cornualles del siglo XIX. Se quedó huérfano y lo crió su primo Ambrose, un solterón empedernido que conoce en un viaje a Florencia a Rachel, viuda de un conde, enigmática y endeudada y, contra todo pronóstico, se casa con ella y se quedan en Italia. Pero las cartas que recibe Philip pasan de rezumar felicidad a inquietarle, y antes de que reaccione recibe la noticia de la muerte de Ambrose. Philip, lleno de dolor por la pérdida y de recelo hacia Rachel, quiere desenmascarar a su nueva prima, porque cree que o lo ha envenenado, o al menos no cuidó como debiera a Ambrose. Pero la joven viuda se le adelanta y se presenta sin más en su caserón de Cornualles, y aquí es donde el joven e inocente Philip, totalmente descolocado por Rachel, irá olvidando su desconfianza y sucumbiendo a los encantos de su nueva prima… Porque Rachel, ¿es buena? ¿es una viuda negra de manual? Amor, secretos, intrigas y un personaje tan manipulador como enigmático que te roba la cartera a cada salto de linea.

Cliente: ¡Uhhhhhh! ¡Hija, dicho así dan ganas de leerlo ya, ja, ja, ja!

Regina: ¡Tal cual!

Cliente: Pues, venga, me llevo Mi prima Rachel. Si es tan bueno como dice quizá vuelva a por Rebeca, que solo vi la película en blanco y negro.

Y así fue. Mi reginaexlibrislandiana esporádica abandonó mis confines ojeando, entre intrigada y ansiosa, su flamante ejemplar de Mi prima Rachel (Alba -Rara Avis) y a mí me dejó rogándole a la Providencia Librera que lo llegue a disfrutar aunque solo sea una mínima parte de lo que yo lo disfruté en su día. Porque solo con eso estoy segura que bastará para dafnedumarierizarla del todo.

Y es que, reginaexlibrislandianos queridos, Dafne du Maurier es mucha Dafne du Maurier. Si os gustó Rebeca leeros Mi prima Rachel, de la que, por cierto, ya en 1953 Henry Koster filmó la primera adaptación, y hace apenas un añoRoger Michell estrenó la segunda, también homónima. Si tenéis oportunidad, ver ambas. 

Hitchcock filmó una versión.

Y si no os gustó Rebeca, o si no la llegasteis a leer porque visteis la adaptación de Hitchcock,  todo un dafnedumarierizado confeso, ¡leer cualquiera de las dos! Me apuesto el pelucón a que, leída una, os abalanzaréis después sobre la otra. Palabra de Regina ExLibris.

Noqueada por la deshojadora de libros

Tengo que dejar de ser tan escandalosamente permeable a estímulos literarios y/o cinematográficos, queridos. O eso o enloquezco del todo.

Es como si mi regia existencia estuviera vertebrada en tres que se despliegan en paralelo: la de las ficciones de libros y películas que me llenan las horas ajenas a la librería, la vida propia de reginaexlibrislandia y la carga vital de quienes se adentran en mis confines. Mientras cada una de ellas permanezca en su espacio no hay problema. Pero cuando hay escapes y encuentros fortuitos entre elementos de las tres a mi se me cortocircuita el pelucón y me pierdo en una dimensión desconocida: la cuarta.

Mi última visita a esa cuarta dimensión fue hace unas horas. Resulta que la noche anterior volví a ver la Rebeca de Hitchcock, porque tengo un debate pendiente con reginaexlibrislandiano asiduo sobre la adaptación del maestro británico de la novelita de Daphne Du Maurier, cuya relectura terminé hace un par de días.

Así que ahí me teníais a mi, de nuevo plumero en mano, tejiendo mentalmente mi red argumental sobre la comparativa entre novela y su versión en celuloide y mascando una de las gloriosas frases de la película:

«¿Verdad que no se puede estar cuerdo viviendo con el diablo?»

Ya que estamos os diré que ambas, novela original y adaptación, logran inquietarme hasta el delirio, así que mentiría si no os dijera que tenía el ánimo ligeramente desbocado.

Y ahí fue cuando entró ella en mis confines, una mujer de mediana edad, pelo encanecido y unas facciones tan duras que parecían horadadas en granito y que enmarcaban una mirada entre vacua y ausente. Cuando me habló lo hizo con una carga de autoridad tal que os juro por la pluma de Shakespeare que hubiera podido detener en seco una espantada de búfalos en el medio oeste norteamericano:

Clienta: Buenas tardes, señortita.

Regina: Buenas tardes, ¿puedo ayudarla?

C.: Eso espero. Quiero dos ejemplares de Nada, de Carmen Laforet; dos de El hereje, de Delibes; dos de Calígula, de Camus. Ah, si, y dos del nuevo de Ruiz Zafón.

R.: Disculpe, ¿dos de cada, o solo del de Zafón?

C.: No, dos de cada uno de ellos.

R.: Bien, a ver qué puedo hacer, un segundo.

Mientras recopilaba lo que me pidió trataba de separar mentalmente las dos figuras que mi enfermiza mente cuatridimensional acababa de solapar. Eran, claro, las de la mujer y la de la Señora Danvers, la perversa y oscura ama de llaves de la mansión Manderley obsesionada con la primera señora de la casa.

Claro, queridos, que la buena mujer aún no hubiera hecho nada definitivamente sospechoso no era obstáculo para que yo la arrastrara a mi cuarta dimensión ni para que yo me hubiera metamorfoseado en la joven e inocente segunda esposa de Maximilian de Winter…

R.: Bueno, parece que hubo suerte: aquí los tiene.

C.: Perfecto, muchas gracias. Lo normal es que me toque ir de una librería a otra porque no es fácil que siempre tengan más de un ejemplar salvo que se trata de una novedad.

R.: Disculpe pero, ¿siempre compra dos ejemplares de cada?

C.: Si, siempre.

R.: ¿Y puedo preguntarle por qué?

C.: Verá, mi biblioteca es como un santuario, así que uno de los ejemplares va directo a sus baldas. El otro es el que me leo y el que llevo encima porque me muevo mucho, tanto dentro de la ciudad como a otras ciudades. Por eso lo que hago es ir arrancando páginas según me las voy leyendo.

R.: ¿Arrancándolas dice?

C.: Si, las voy arrancando. Y cuando termino la última la tiro, junto con las pastas, al cubo de basura más próximo. Si ya me leí el libro y si el otro ejemplar ya está en mi biblioteca, ¿para qué iba yo a quererlas? Dígame usted, ¿Para qué IBA YO A QUERERLAS, SE-ÑO-RI-TA?

Ay de mi, queridos, sólo le faltó rematarme con la también mítica frasecita de Rebeca:

«Y otra cosa: no se ponga nunca un vestido negro, ni un collar de perlas, ni tenga nunca 36 años.»

Me dejó aterrada y muda, con las facciones congeladas en una mueca de estupor total.

Me hubiera gustado preguntarle que cómo podía deshojar libros impunemente, descuartizar historias y reconocérmelo con esa frialdad. Quise saber por qué no cedía esos ejemplares sobrantes a bibliotecas o cómo era que no los llevaba a librerías de ejemplares usados…

Pero no pude, la deshojadora-Danvers me noqueó, queridos. Me temo que hoy soñaré con ella…

Y vosotros, ¿qué opináis de su afición por descuartizar novelas? ¿Habíais oído algo semejante? ¿Qué diríais a la buena señora? Es más, ¿qué le digo si vuelve?