Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

Entradas etiquetadas como ‘lectora compulsiva’

«¡Cuando él ve fútbol yo cojo un libro: mira si leo!»

Que Aristóteles nos perdone a mi bibliofilia y a mi pero ambas creemos que en todo ser humano habita un lector voraz. La diferencia estriba en que mientras en unos está en acto, en el resto se manifiesta en potencia, y el despertar de ese hannibal lector que implica el paso de un estado al otro varía según el caso.

Y con lo que veo y oigo en reginaexlibrislandia doy fe de que muchos de ellos no tienen desperdicio, y uno nunca sabe qué detonante tiene reservada la Providencia Librera para el ansia bibliófila de cada cual.

Ahí está la magia… Por ejemplo, justo hace unas horas una buena mujer me revelaba con inesperada ligereza cómo pasó de haber leído diez libros escasos en cinco décadas, a devorar ejemplares a velocidad de crucero.

La señora, de edad indeterminada entre los sesenta y los setenta años, se dirigió a mi a media voz:

 

– Clienta: Perdona, buenas tardes- Regina: ¡Hola! ¿Cómo está?

– C.: Pues bien, gracias. Mire, a ver si me puede aconsejar…

– R.: ¡Dígame!

– C.: Es que leí algo sobre el último libro de María Matute, pero no sé yo si me va a gustar.

– R.: ¿De Ana María Matute? ¿Paraíso inhabitado?

– C.: Sí, si. Ella y ese era el título. Yo es que antes no leía nada, pero nada, y desde hace un tiempo me dio por leer. Para que se haga una idea, si en cincuenta años no me leí casi ni diez libros ahora casi que voy a uno y hasta dos por semana…

– R.: Pues si que lleva usted un buen ritmo, sí.

– C.: Ja, ja, sí, ¡y todo por los partidos, fíjese!

– R.: ¿Cómo dice?

– C.: Pues que cada vez que hay fútbol y mi marido lo ve yo cojo un libro: ¡mire si leo!

– R.: Ja, ja, ja… Sí, entonces no hay duda, usted es ya lectora profesional.

– C.: ¡Qué remedio! El caso es que me pareció interesante el de Matute, pero mi sobrina me dice que esa señora escribe cosas fantásticas, de princesas y esas cosas, y a mi pues no me hace mucho, la verdad.

– R.: Bueno, sí y no. Matute tiene cosas que podríamos decir que son de Fantasía, como Aranmanoth y Olvidado Rey Gudú, pero a veces sus novelas son más realistas.

– C.: ¿Y en esa última?

– R.: Pues Paraíso Inhabitado tiene algo de fantasía, pero sólo porque la protagonista es una niña con mucha imaginación. Pero, vamos, en realidad es la infancia de la pequeña en una familia bien del Madrid que tenía un pie en la Guerra Civil. A mi me pareció soberbia.

– C.: ¡Eso, eso justo fue lo que me llamó la atención! Porque vendría a ser un tipo de ambiente como en el que creció mi madre… Sí, pues entonces sí que es lo que pensaba. ¿La tiene?

– R.: Sí, aquí mismo.

– C.: ¡Uy, pues me la llevo, que esta semana me toca la ‘Champions esa’!

 

Y mientras esbozaba una sonrisa capaz de hacer frenar en seco un tren de alta velocidad se dio media vuelta con su ejemplar de Paraíso Inhabitado bajo el brazo y abandono mis confines reginos.

Y allí me dejó a mi, varada en nuestra conversación y con una certeza abriéndose paso desde lo más remoto de mi pelucón: desde ya miraré el fútbol con ojos… ¡más bibliófilos!

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿Conocéis la obra de la señora Matute? ¿Leísteis Paraíso Inhabitado? ¿Qué os pareció?

Nota de Regina ExLibris: Basta con adentrarse en las primeras páginas de Paraíso Inhabitado para que sea casi palpable la certeza de que los ocho años que se ha hecho esperar el último libro de Ana María Matute han sido un precio insignificante por la maravilla literaria que tenemos entre manos. En ella, la gran dama de las letras españolas reconstruye con sencillez,ternura, crudeza y elegancia los claroscuros de su infancia en el Madrid de los años de la República, a través de el día a día de Adri, una niña poco dispuesta a dejarse amansar por unos adultos a quienes ni entiende ni respeta. Para zafarse de su yugo y de sus normas, la pequeña se escabulle a un universo de sueños, fantasías, escapadas nocturnas y chupitos furtivos que calientan el corazón en el que solo caben sus tatas y Gravila, su único amigo mitad Ángel Vengador mitad Flash Gordon, con quien levantará una fortaleza de amor y amistad en el mismo corazón de ese terreno hostil atestado de Gigantes absurdos. Impecable y directa evocación de una de esas infancias de lágrimas, silencios y soledades en las que ser diferente sí es sinónimo de ser raro y que además esconde una lección magistral: pocas cosas hay que se paguen tan caras como la inocencia. Maravilloso. Regina dixit.

¿Empezarías una novela por el final?

Llevaba días y días tragándome la preguntita en la librería, así que con tanta represión estaba tan inflada que parecía una regina aerostática suspendida contra el techo de reginaexlibrislandia. No podía más, queridos, estaba al límite de mi capacidad cutánea.

Hasta entonces me autoconsolada a lo Penélope: hilando conjeturas sobre el misterioso proceder de una clienta tan asidua como silenciosa mientras aguardaba a que regresara para darme nuevas pistas, cuando no conversación.

La mujer en cuestión aparece una vez por semana y se lleva dos novelas de lo más dispar: de intriga, romántica, clásicos… Una lectora inclasificable, por compulsiva o, lo que es lo mismo, de mi mismo pelaje. El caso es que llega, repasa de arriba abajo mis baldas y mesas y coge un tomo. Mira el lomo, la portada, la contraportada e invariablemente se enfrasca en la lectura de las últimas páginas del libro.

Cuando termina su ritual, emite su particular veredicto, ese que a fuerza de observar he sido capaz de interpretar:

«Mmmm»: viene a ser su Fumatta blanca o «Habemus libro interesante», y se lo lleva.

«Pssssss» es su Fumatta negra o «Vaya tostón», y lo coloca en su sitio.

Y vuelta a empezar hasta que se hace con los dos libros que se llevará.

Entonces se acerca sonriente e inicia una conversación tan educada como anodina:

– Clienta: Vaya frío, ¿eh? Con el calor que hizo ayer. Una no sabe qué diantres ponerse.

(Aquí es cuando yo me desdoblo en dos: la ‘regina automática’ que sigue la charla amigable pero insustancial, y la ‘regina-zepeling’ literalmente a punto de reventar por sobredosis de curiosidad insatisfecha)

– Regina: Si, al verdad es que el termómetro tiene vida propia.- Clienta: Cojo un par de marcapáginas, si no le importa.

– Regina: ¡Los que quiera!

(Y héteme aquí que en un momento de lucidez providencial ‘regina’ se abre paso por entre la ‘regina automática’ e irrumpe en pleno diálogo)

– C.: Oiga, ¿quiere alguno de estos ‘Primeros Capítulos’ de las últimas novedades?- R.: Uy, no, no, gracias, pero no. Yo es que empiezo por el final.

(Y aquí ¡CLACK! se me disparan más alarmas que en un reactor en plena Guerra Fría: Ahora o nunca, Regina, ¡AHORA o NUNCA!)

– R.: ¿Disculpe, cómo que por ‘el final’?- C.: Si, llevo más de quince años empezando por las últimas páginas de los libros. En concreto, por las siete últimas.

– R.: Vaya, ¿y puedo preguntarle por qué?

– C.: Bueno, lo que me interesa es la técnica narrativa, y así sé si el escritor va a sacarse o no un as de la manga y masacrar su propia historia. Por la forma de ‘atar los cabos’.

– R.: Ya veo, pero empezando por el final ¿no le quita la gracia a la novela?

– C.: ¡Que va! Yo la disfruto igual, o incluso más, porque sé que el novelista juega limpio conmigo. Verá, todos los personajes, elementos y escenas están ahí por algo ¿sabe? Y yo me entretengo averiguando el motivo.

– R.: Ah, claro..

– C.: Gracias y que tenga buena tarde. Adiós.

Y justo cuando siento la puerta cerrarse me doy cuenta de que con la sorpresa he perdido el control sobre mi condición aerostática, por lo que me deshincho a velocidad de crucero pegando rabiosos bandazos contra las paredes de reginaexlibrislandia.

Una vez he perdido todo el aire sobrante me quedo aplastada contra el suelo, como la piel desechada de una pitón y una misteriosa sonrisa dibujada en mi regia cara.

Sonrío, porque el ser humano es gloriosamente imprevisible y yo me siento infinitamente pequeña ante estos milagros cotidianos que presencio en mis confines.

No sé si algún día me dará por probar su sistema… ¿a vosotros que os parece? ¿emepezáis a leer una novela por el final? ¿Lo haríais?

 

Por cierto que esta vez se llevó Teseo de Mary Renault e Ifigenia, de Teresa de la Parra, dos auténticas joyas de la literatura que, por desgracia, están por descubrir…