Descorche Descorche

Puede que en el vino no esté la verdad, si es que sólo existe una,pero lo que es seguro es que está el placer y juntos vamos a encontrarlo

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Un Cava y un Champagne: el éxito de lo artesano

Empieza uno de los meses típicos de vacaciones y seguimos con la resaca, que más parece ya una larga borrachera, del triunfo de España en la Eurocopa. Dos buenas razones para brindar. Tres si añadimos que, aunque sólo sea por agotamiento, nos van a tener que dejar de hablar de fútbol una temporadita.

Para hacerlo hemos escogido dos vinos espumosos de artesanía. Un Cava y un Champagne.

El Cava es el Recaredo Gran Reserva 2003. La familia Mata lleva elaborando cava desde 1924 y son el prototipo del cava artesano a la antigua. Tienen 47,8 hectáreas de viñedo propio y la bodega está en el centro de Sant Sadurní d’Anoia, con cavas subterráneas construidas por el fundador de la bodega. El nombre de la casa era Can Recaredo y de ahí viene el nombre.

Este Gran Reserva 2003 tiene un 54% de Macabeo, 40% de Xarel.lo y, en el único toque de modernidad, un 6% de Chardonnay. Las uvas proceden de viñedos propios situados en Subirats y Torrelavit en el alto Penedès. Su crianza con las lías ha durado 48 meses y se ha efectuado con el tapón de corcho, en lugar de con la moderna chapa tipo refresco.

El degüelle es manual sin congelar el cuello de la botella y la fecha viene en la contraetiqueta, en concreto el 15 de abril de este año para la partida que yo tengo.

Un Cava de los de verdad, serio y sin complejos. Su precio sobrepasa por poco los 20 euros.

El Champagne elegido es André Clouet Grande Réserve, un Champagne de viticultor , las uvas proceden de sus viñedos, que es uno de mis preferidos.

La familia Clouet es una familia de viticultores cuyos orígenes, como ellos mismos dicen

se pierden en la noche de los tiempos.

Su fundador fue impresor en la corte de Versalles de Luis XV y, durante varias generaciones, sus descendientes continuaron con esta labor. El peculiar estilo “Ancien Régime” de sus etiquetas es un homenaje al fundador de la casa.

Tienen 9 hectáreas de viñedo, todas en Bouzy, uno de los 17 pueblos clasificados como Grand Cru. Pequeñas parcelas situadas en los mejores sitios de las laderas del pueblo.

La bodega está ahora dirigida por Jean-François Sanz Clouet, de padre español.

La crianza se realiza en las bonitas cavas de la familia a 10 metros de profundidad, con removido y degüelle manuales.

André Clouet Grande Réserve se elabora únicamente con Pinot Noir y es, por lo tanto, un Blanc de Noirs, un vino blanco hecho con uvas tintas. Es su cuvée básica y mezcla diferentes añadas. Su crianza es de 36 meses. Su precio está sobre los 25 euros.

Si alguien tiene dudas de porqué el Champagne es un vino especial que pruebe este.

Un blanco bordelés y un tinto de Garnacha de Cebreros: dos joyas capaces de envejecer

Graves es la zona donde se elaboran los vinos secos de más personalidad de Burdeos y dentro de Graves en Pessac-Léognan. La zona recibe el nombre por las numerosas piedras de gravas que recubren sus suelos. De aquí proviene el primer vino que esta semana recomendamos.

Clos Floridène 2006 es un vino del enólogo Denis Dubourdieu, conocido como el papa de los vinos blancos bordeleses. Cuenta con 17,5 hectáreas, de las que 13,60 son de variedades blancas.

Los suelos son similares a los de la cercana Barsac, con una fina capa de arena arcillosa, rica en óxido, que se conoce en la zona como las arenas rojas de Barsac. El clima sin embargo es más frío, debido a la llegada de aire frío de los bosques de Las Landas, lo que hace que el ciclo vegetativo sea más largo.

Clos Floridène 2006 tiene un 55% de Sémillon, 44% de Sauvignon y 1% de Muscadelle. La crianza ha durado 11 meses en barricas de roble, con un 30% nuevo.

Interesante nariz de frutas blancas sobre un fondo mineral, que la madera no tapa. Vigoroso en boca pero no cansino. Un vino que refleja muy bien el espíritu y la capacidad de guarda de los blancos bordeleses y a un precio no exagerado, sobre los 25 euros. Merece la pena abrirlo antes y decantarlo.

El otro vino recomendado es Pegaso Barrancos de Pizarra 2002, un tinto de Cebreros, en Ávila. Situado a la sombra de la sierra de La Paramera, Cebreros es un viñedo histórico, hoy ya prácticamente olvidado y abandonado, que, sin embargo, desde el punto de vista vitivinícola tiene un gran valor. Los vasos de Garnacha, podados como en el siglo XIX, abren sus brazos para apenas dejar paso a los caballos que labran con dificultad los increíbles barrancos de pura pizarra.

El viñedo de la ladera de Cebreros tiene un microclima, marcado por el peculiar viento, que suaviza el duro clima avileño, loo que favorece un retraso en la maduración.

La ladera de Arrebatacapas que representa el mejor enclave de este municipio, se caracteriza por la elevada altitud de sus viñedos, su perfil escarpado y la intensidad de su pizarra parda. Viejas cepas podadas en vaso de forma excepcional, demuestran que jamás este viñedo ha perdido el hilo de una viticultura ancestral que produce una Garnacha realmente única.

Pegaso Barrancos de Pizarra 2002, elaborado por Viñas Viejas de Cebreros, es un proyecto conjunto de Telmo Rodríguez y Carlos Saínz, el corredor de rallys. Se parte de 8 hectáreas de viñedo, con diferentes altitudes y orientaciones, todas ellas en profundas laderas. La viña más alta está a 1.010 metros.

Los rendimientos son bajos y no superan en ningún caso los 1.000 Kilos por hectárea. Ha tenido una crianza de 14 meses en barricas de roble francés de 500 litros.

Una Garnacha auténtica, mineral, profunda y con muy buena capacidad de envejecer. Aunque en la actualidad se comercializa la añada 2005 hemos escogido la 2002, de la que todavía se pueden encontrar botellas en tiendas especializadas, porque el vino está más abierto y expresivo.

Un lujo de vino que se pude encontrar a menos de 30 euros. Su precio y sus características hacen que no sea un vino para todos los días, pero merece la pena probarlo.

La autenticidad de un riesling alemán y una garnacha navarra

Ahora que el calor se anima a salir a la calle, vamos a empezar esta semana con un blanco alemán. Hemos escogido el Dr. Bürklin-Wolf Riesling Trocken 2006. Un blanco seco elaborado con Riesling.

Dr. Bürklin-Wolf es la bodega privada con mayor extensión de viñedo de Alemania. Está situada en el Palatinado, en la comarca de Mittelhaardt. El Palatinado está en suroeste de Alemania, en la ribera izquierda del Rin. Está protegido por el mayor bosque de roble de Europa Occidental.

Dr. Bürklin-Wolf fue fundada en el año 1597 y sufre una transformación en 1875. Desde entonces la propiedad no ha cambiado su extensión. Tiene 85,5 hectáreas de viñedo, con un claro predominio de Riesling, con 61,5 hectáreas.

El vino que hemos escogido es su vino más básico. No procede de un viñedo determinado, sino que se mezclan uvas de diferentes sitios, con la característica de que sus suelos son de arenisca abigarrada.

Para mi la Riesling es la uva más sutil y longeva, fresca, mineral e intensa. Este vino es una buena forma de conocerla sin tener que romper la cartera, pues su precio se sitúa sobre los 15 euros.

Seguimos con un tinto navarro elaborado únicamente con Garnacha. Se trata del Jardín de Lúculo Garnachas del 2006.

Detrás de este vino está la mano de Juan Glaría, un destacado enólogo navarro, amante y conocedor de su tierra. Juan estudió en Burdeos y antes de incorporarse a este proyecto estuvo en Lanzarote dirigiendo Bodegas El Grifo.

Las viejas Garnachas de Sada se crían en barrica durante 5 meses. La contraetiqueta del vino es toda una declaración de principios y, por una vez, sirve para algo

En el jardín de Lúculo, entre viejas garnachas, encontramos lilas, naranjas, violetas, cerezas, sensuales ninfas y descarados faunos. Tras soñar durante 5 meses en barrica llega el momento de vivir, de disfrutar

Y la verdad es que si nosotros ponemos las ninfas y los faunos todo lo demás lo encontramos en el vino. Fresco y goloso a la vez, es el tipo de vino de Garnacha que a mi me gusta. Su precio está en torno a los 10 euros.

Dos vinos originales, uno de Ribeiro y el otro de Rioja

El primer vino para esta semana es un Ribeiro de Emilio Rojo 2007.

Emilio Rojo es uno de los personajes más curiosos del vino español. Ingeniero de Comunicaciones y ejecutivo de una multinacional se transformó en viticultor radical y se instaló en Arnoia para plantar 1,5 hectáreas de viñedo y elaborar uno de los vinos más personales de Galicia.

Capaz de dar una conferencia en la Facultad de Económicas y Empresariales de Santiago bajo el título de “La geometría euclidiana del vino blanco verdadera” y de contar en televisión que le gustaría tener el instinto de su perro y beber en los charcos para conocer mejor la tierra.

Tiene 1 hectárea de viñas en ladera y 0,5 en llano, divididas en 4 parcelas. La edad media de las cepas es de 17 años. Los suelos son graníticos y los rendimientos bastante bajos.

La variedad mayoritaria, 50%, es Treixadura, acompañada de Lado, con un 20%, y de Loureiro, Albariño y Torrontés con un 10% cada una.

La producción es muy pequeña y su precio supera los 30 euros, pero merece la pena gastárselos. Es un vino de verdad, capaz de envejecer con dignidad, de expresar su origen.

La segunda opción es un tinto de Rioja, Sierra Cantabria Colección Privada 2005.

La familia Eguren, con Marcos a la cabeza, ha conseguido en los últimos años situar sus vinos entre los mejores en todas las guías, tanto nacionales como de fuera. Pero la familia lleva desde 1870 cultivando el viñedo y los vinos se embotellan como Sierra Cantabria desde 1957.

Tienen varias opciones para escoger desde su línea más sencilla hasta los vinos más especiales como Amancio, La Nieta o los de Toro. Pero nos hemos decidido por este Colección Privada porque ha sido siempre el que más me gusta.

Nace de cepas de Tempranillo de más de 50 años, procedentes de sus fincas de Los Terreros y Jararte en San Vicente de la Sonsierra.

Parte del vino se ha elaborado siguiendo el método tradicional y la otra parte con maceración carbónica, una forma de hacerlo muy habitual en la casa y que se utilizó en exclusiva para algunos de sus grandes reservas, como el mítico de 1973. Después el vino se cría durante 18 meses en barricas de roble.

Todavía marcado por la madera pero con mucha fruta para poder soportarla e integrarla. Goloso y largo, es buen acompañante de platos contundentes y el ligero punto de carbónico le va muy bien, por ejemplo, a unas patatas con chorizo a la riojana.

Su precio en tienda raramente llega a los 30 euros.

Molino Real, el vino más sensual

Coincidiendo con la feria de Vinoble Telmo Rodríguez hizo una cata histórica de Molino Real. Se cataron todos los vinos elaborados hasta ahora, excepto el 2002, que por problemas con el transporte no llegó.

Molino Real es uno de mis vinos preferidos. Telmo es socio nuestro en Alma Vinos Únicos y me une a él una muy buena amistad. Sus vinos, sobre todo la gama alta, tienen un profundo respeto por el terroir del que proceden y Molino Real puede ser una definición de su estilo.

Tengo una amiga que siempre dice que es un vino que no puede beber con cualquiera porque

me pone, vaya como me pone

Hace poco más de dos siglos Málaga era una referencia en el vino dulce. Pero su influencia fue decayendo. La filoxera ya fue un golpe total al viñedo y al vino, que prácticamente desapareció.

Los escarpados viñedos de Moscatel de la Axarquía de Málaga, que se han mantenido gracias a la industria de la pasa, se han recuperado para utilizar su uva como base de este vino.

Los primeros intentos se hacen en 1994, aunque la primera cosecha comercializada es la de 1998. Telmo tenía claro desde el principio lo que buscaba

Después de varios años de búsqueda del mejor equilibrio de fermentación, surge Molino Real que desde el principio trata de no ser un nuevo vino sino un relevo del vino que ya existió. En este sentido ninguna técnica enmascara el auténtico perfil del vino de montaña de Málaga. Procede de uvas de Cómpeta, en la Axarquía malagueña. Son viñedos dramáticos, espectaculares, situados en pronunciadas pendientes de pizarra donde no se puede meter ni un burro.

Para elaborar este vino se ha aprovechado la tradición de las paseras, mujeres que dejaban las uvas solearse nada más ser recogidas. Entre 10 y 15 días las paseras limpian y dan la vuelta a los racimos, eliminando las uvas de peor aspecto. Más tarde, se utilizan prensas de aceite de oliva verticales, se seleccionan los primeros mostos de la prensada y sin desfangar se fermentan en barricas durante unos dos meses. Para obtener una botella de medio litro hacen falta más de 4 Kg. de uva. Después de permanecer dos años en barrica, este vino se embotella con vocación de envejecer durante muchos años.

Por eso la cata era una oportunidad de saber si Telmo había conseguido su objetivo.

Las añadas 2005, 2004 y 2003 estaban todavía demasiado jóvenes, los aromas netos de moscatel se imponían, pero no había empezado todavía su evolución.

La cosa se animó con el 2001 y, sobre todo, con el 2000. Me sorprendió el buen momento de la añada 1999, pues la última vez que lo había bebido me pareció que estaba un poco apagado. Sin embargo había renacido con fuerza. Lo mismo pasaba con el primero, el 1998.

Como final de la cata probamos una botella de Old Mountain 1997. Una prueba que se hizo con esa añada dejándolo envejecer más de 4 años en barrica y de la que, por desgracia, casi no hay botellas.

Lo mejor es que todos los vinos todavía tenían mucha vida por delante, ninguno había empezado a decaer. Todos se podían beber y disfrutar bien ahora, pero estaban todavía cerrados, sin entrar en ese momento de explosión de los grandes vinos, en el momento justo de su consumo.

Un blanco criado de Rueda y un goloso vino de La Mancha

Nuestro primer vino de hoy es un blanco de Rueda, Belondrade y Lurton 2006.

Didier Belondrade se enamoró de España hace muchos años y su sueño fue tener un motivo para quedarse a vivir aquí. Lo encontró en Rueda. Era el año 1994 cuando apareció en el mercado por primera vez Belondrade y Lurton.

Un vino por entonces novedoso, que se alejaba del perfil clásico de los vinos de Rueda. No buscaba la fruta inmediata y fácil, sino que utilizó las viejas técnicas de Burdeos para conseguir un vino con capacidad de envejecer durante bastantes años. Empezó con 10.000 botellas y ahora está sobre las 95.000.

De la mano del arquitecto francés Vicent Dufos construyó una bodega también atípica en la zona, pues no buscaba llamar la atención sino pasar desapercibida e integrarse en el paisaje.

Tiene 25 hectáreas de viñedo propias y controla otro tanto de viticultores de la zona. Belondrade y Lurton 2006 fermenta y envejece en barricas de roble, con clara mayoría de roble francés, durante 10 meses.

Que nadie espere encontrar un verdejo de los de libro, todo lo contrario, encontrará un vino más complejo, todavía marcado por la madera, pero con gran futuro por delante. Sirve para acompañar pescados con salsas, carnes blancas y caza de pluma.

Su precio en tienda está sobre los 21 euros.

El segundo vino es de Alejandro Fernández y no es, como parecería seguro, de la Ribera del Duero sino de La Mancha.

Cuenta Alejandro que en todos sus viajes cada vez que pasaba por los viñedos de La Manca sentía sana envidia de las uvas manchegas, que siempre crecían ajenas a las lluvias y a las heladas de su Ribera del Duero.

Hasta que un día decidió invertir allí. Se instaló en Campo de Criptana, entre molinos de viento y muy cerca de la estación montó su bodega. Así nació El Vínculo, cuyo nombre es un homenaje a la bodeguita que tenía su padre en Pesquera de Duero. Una unión entre dos zonas, a través de un hombre que ha hecho del Tempranillo su pasión.

Paraje La Golosa Gran Reserva 2002 nace de un viñedo de más de 60 años, situado en el pago del mismo nombre. Ha tenido una crianza en roble francés de 24 meses. Pocos nombres encajan tan bien en un vino como este. Goloso a más no poder, incita a seguir bebiendo.

Su precio ronda los 27 euros.

Un Rufete de Salamanca y un original blanco de Provenza

El primer vino que recomendamos hoy nace en la Sierra de Francia, aunque por motivos comerciales se ha elegido el nombre de Sierra de Salamanca para denominar la zona. Está situada entre Béjar y Las Hurdes y hay unas 2.000 hectáreas de viñedo en 13 pueblos.

Alagón 2001 está elaborado con un 80% con Rufete, siendo el resto Tempranillo.

La Rufete es una uva autóctona de esta zona, aunque se cultiva también en el Douro portugués.

Bodegas Valdeáguila, nace en el año 2.000, cuentan con 60 hectáreas de viñedo, dividido en numerosas parcelas, en escarpadas laderas de pizarra en el pueblo de Garcibuey.

El vino, elaborado por el enólogo catalán Joan Milá, ha tenido una crianza en barrica de roble americano de 12 meses.

Es una de las pocas alternativas que hay para probar la Rufete. Un vino sencillo, con la madera ya integrada y con una correcta acidez. Es de cuerpo medio, fácil de beber, no excesivamente largo. Pero sobre todo es original. Su precio en tienda está sobre los 7 euros.

Con un precio más alto, pero muy ajustado a su calidad os propongo un nuevo vino

Se trata de Château Simone 2004, un espectacular blanco francés de la zona de Provenza, en concreto de Palette, pequeña AOC, como nuestras DO, de 35 hectáreas situada en las puertas de Aix-en-Provence.

Propiedad de la familia Rougier desde 1850, sus 17 hectáreas de viñedo, de las que 6 son de blanco, tienen una edad media de 60 años, con algunas cepas centenarias. La exposición es, en contra de lo habitual, norte y las cepas se distribuyen en pequeñas terrazas inclinadas.

La variedad claramente mayoritaria, 80%, es Clairette, acompañada por un 10% de Grenache Blanc (Garnacha Blanca), y pequeñas cantidades de Ugni Blanc, Muscat y Bourboulenc. La fermentación se hace en pequeños fudres de roble viejo y la crianza, en estos mismos fudres, se prolonga durante 8 meses.

Una de sus mejores características en su capacidad de envejecer. De joven destacan sus aromas a la vez florales, tilo, y frutales, con notas cítricas. Al envejecer se vuelve más complejo, más redondo y sabroso y doma su acidez.

La añada 2004 anda sobre los 34 euros y, aunque es difícil de encontrar, merece la pena probarlo. Si alguien tiene la oportunidad en un restaurante de cualquier lugar del mundo de beber una vieja añada que no lo dude.

Domaine de L’Ecu: trabajo profundo y precios comedidos

Loira es la región vitícola más extensa de Francia. Va desde el Macizo central hasta la desembocadura del río en el Atlántico. Tiene unas 70.000 hectáreas, con 63 denominaciones de origen (AOC) diferentes.

El Pays Nantais está situado en el extremo oeste del valle del Loira, antes de que el río vierta sus aguas en el océano Atlántico. El clima es más marítimo y suave, con una pluviometría más grande. El cielo suele estar soleado y el viento del oeste se lleva habitualmente las pocas nubes.

El Domaine de L’Ecu es propiedad de Guy Bossard, que representa la quinta generación de viticultores, y que se ha convertido en el vigneron más respetado de la zona.

Guy Bossard trabaja en la viña desde los 14 años y gracias a su rigurosidad reduciendo de forma drástica los rendimientos, al profundo conocimiento de cada parcela y a su capacidad para expresar lo mejor de su terroir, sin recurrir a levaduras o prácticas extrañas, ha convertido su domaine en la referencia del Pays Nantais.

Todo el cultivo se hace de forma biológica desde 1975. El cultivo biodinámico se empezó en 1992 y desde 1996 se aplica a todo el viñedo. Guy es uno de los vignerons más profundo y apasionado que yo conozco.

En total tiene 21 hectáreas de viñedo, de las que 16 son de Melon de Bourgogne, 3 de Folle Blanche, conocida aquí como Gros Plant, 1 de Cabernet Franc y 1 de Chardonnay. El trabajo en el campo se hace a mano y con un caballo, sin utilizar ningún medio mecánico.

Melon de Bourgogne, es una cepa originaria de Borgoña, que recibe el nombre de Melon por la forma redonda de sus hojas. Llegó a la zona en el siglo XVII, impulsada por los mercaderes holandeses, que querían comprar vino blanco para hacer sus aguardientes. En 1709 se sufrió un invierno terrible, con heladas continuas y de una fuerza increíble, que asolaron casi totalmente el viñedo. La única variedad que fue capaz de aguantar fue ésta, lo que motivó que su cultivo se extendiese de forma radical. Gros Plant es el nombre local de Folle Blanche.

Las vendimias son precoces y siempre manuales. Las uvas se vierten por gravedad en la prensa neumática para realizar un suave prensado. La temperatura de fermentación se regula de forma natural, al elaborarse en cavas subterráneas, entre 15 y 17ºC.

Guy Bossard elabora diversos tipos de vinos. Desde sus cuvées básicas, hasta las 3 expresiones de sus suelos: Gneiss, Granite y Orthogneiss.

Vinos espectaculares, llenos de personalidad, diferentes, puede que de jóvenes todavía difíciles, pero siempre llenos de encanto.

Pocos viticultores en el mundo ofrecen tanta profundidad a un precio tan comedido como Guy Bossard.

Los cocineros y el vino

En El País Semanal del pasado domingo día 27 hay un curioso reportaje sobre los grandes cocineros y su última cena. Escrito, muy bien como siempre, por Manuel Vicent, se pregunta a varios destacados cocineros qué les gustaría comer en su último día de vida, con quién y quién sería su cocinero.

El texto se puede leer íntegramente aquí, por lo que yo voy a centrarme en el tema del vino.

No a todos se les pregunta con qué vino disfrutarían esa última cena, pero las respuestas de los que reciben la pregunta son tan sorprendentes como decepcionantes.

Ferrán Adriá sale con una elección tan políticamente correcta como poco comprometida.

Cualquier espumoso, tanto cava como champán.

Al margen de la forma de escribirlo de El País, la respuesta no deja de sorprender. ¿Le parecen similares a Ferrán el cava y el champagne? Pienso que no, pero, a veces, defender los productos de la tierra obliga a alguna mentira.

Mario Batali se tomaría un Fiano di Avelino bien frío, un vino correcto pero no deslumbrante.

Lidia Bastianich elegiría los vinos que llevan su nombre, tomando con un jamón de San Daniele con higos negros un rosado. ¿No se le ocurre nada mejor para acompañar al jamón que un ligero rosado?

Daniel Boulud, del neoyorquino Daniel, es de los pocos que dedica tiempo a escoger vino y añada. Un Montrachet de Comtes de Lafon 1986, un La Tâche 1959 y un Château d’Yquem 1921. Tres grandes vinos de muy buenas añadas.

Suzanne Goin, de Los Ángeles, se queda con un Billecart Salmon Rose y después sigue con más rosado y acaba con un tinto de Cabernet. ¿No es demasiada afición a los rosados? ¿Le interesa más el color que el sabor?

Thomas Keller escoge un Champagne Salon 1983 y después apuesta por uno de los vinos más personales de su tierra, un Zinfandel Ridge Lytton Springs. Para acabar de sobremesa con un Macallan 25 años.

También al whisky le da el japonés, afincado en Nueva York, Masa Takayama, en este caso un Bowmore. El londinense Fergus Herdenson no se moja y se queda con un buen Burdeos.

Lydian Shire, del bostoniano Locke-Ober, escoge un Chambolle-Musigny de Comte Georges de Vogüé, que es buena elección, aunque yo para una última cena gastaría un poco más y me llevaría el Musigny Grand Cru. Y, para mi sorpresa, escoge también un Chambertin de esa misma bodega. Lo que no sería mala idea, si no fuese porque no existe.

Gordon Ramsay acompañaría un rosbif con salsa de vino tinto con un Bâtard-Montrachet, una idea que puede parecer arriesgada, pero, que sin haber probado su rosbif, me atrevo a decir que genial.

A los otros españoles Juan Mari y Elena Arzak no se les pregunta por el vino y nos quedamos con las ganas de saber su apuesta.

Como se ve la mayor parte de los cocineros no pone el más mínimo cuidado a la hora de eswcoger el vino, creo que ni les gusta ni les interesa.

Triunfa Borgoña en los pocos que saben escoger, está también Champagne y no hay nii un sólo vino de Jerez o de Oporto.

¿Este desienterés es la razón de que a la hora de cocinar jamás piensen si el vino va bien o mal con los platos que elaboran?

San Sebastián, Ibai y un 890

Me fui con Maribé a San Sebastián a visitar a un amigo y cliente. Tomamos unos pinchos en Aloña Berri en el barrio de Gros, acompañados de un Txakoli que hacía bastante que no bebía, Txomin Etxaniz. Me gustó su frescor cítrico, que le hace muy válido para acompañar a esos pinchos tan sutiles, completos y llenos de gracia de este magnífico representante de lo que se ha llamado alta cocina en miniatura.

A la hora de comer, como ya conocemos todos los grandes, Jon Irizar decidió llevarnos a un lugar nuevo para nosotros.

La entrada parece de un bar de lo más normal, pero Ibai es uno de esos sitios que recomiendan en voz baja todos los que lo conocen. Bajas la escalera y llegas a un comedor pequeño, sin mucha gracia en la decoración.

Pero la gracia está en la comida. No hay carta fija, Alicio Garro, el cocinero, a quien vemos en la foto de arriba, se acerca a tu mesa y te canta lo que hay ese día.

Nosotros pedimos unos guisantes con habitas de la zona. Pequeños y brutalmente sabrosos. Alicio nos decía

les falta unos días de sol para ser perfectos.

Lo siguiente fueron unas sisas o perritxikos, las setas de abril siempre dicen que son las mejores. Soy gran amante de ellas y han sido las primeras que he comido este año y estaban magníficas, salteadas sin perder su sabor terroso y mineral.

Seguimos con unas cocochas de merluza confitadas, espectaculares, de esas que no es fácil olvidar. El punto final lo puso una carne de vaca sabrosa y nada correosa. Alicio le puso también alguna pega

Es vaca de aquí pero no es la mejor parte, esa se me acabó ayer.

Ibai está en la calle Getaria, número 15. Es totalmente necesario reservar con anticipación. Su teléfono es 943 428 764.

Para beber un blanco de Chablis. Un Grand Cru Les Clos del Domaine Jean-Paul et Benoit Droin del 2006. Todavía muy joven pero con gran futuro por delante.

Jon Irizar sabe que los vinos de La Rioja Alta no son mi debilidad precisamente. Han pasado ya varios años desde que Viña Ardanza dejó de interesarme. Pero él, que es distribuidor de la bodega en Guipúzcoa, decidió sorprenderme y pidió un 890 Gran Reserva 1995.

Hacía tiempo que no bebía una botella de este vino y me sorprendió muy gratamente.

Me encanta que La Rioja Alta, con la que he sido muy crítico en muchas ocasiones, mantenga el nivel de calidad tan alto en su vino estrella.

Clásico, goloso, sensual y con muchos años de vida por delante.

Me acordé de Andrés Conde, de Bodega La Cigaleña en Santander, uno de esos lugares a los que es casi obligatorio ir para disfrutar de una carta de vinos llena de sorpresas y viejas añadas. Andrés siempre dice que uno de sus vinos españoles favoritos es el 890 de La Rioja Alta. Habrá que hacerle caso.