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Puede que en el vino no esté la verdad, si es que sólo existe una,pero lo que es seguro es que está el placer y juntos vamos a encontrarlo

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Atrio: nueva carta y nuevo sumiller

Atrio es uno de mis restaurantes favoritos. Siempre que puedo me paso por allí para disfrutar de la sensata y cuidada cocina de Toño Pérez y disfrutar con uno de los mejores servicios de sala de España, al mando de José Polo. Aprovecho cualquier oportunidad y disfruto hablando con ellos. No voy a negar que son mis amigos.

Por si todo esto fuera poco está su carta de vinos. Es difícil encontrar alguna mejor, más completa, con más verticales de vinos. En Atrio lo difícil es escoger un vino pues tiene tantos tan buenos que te hacen dudar.

La carta de vinos de Atrio ha recibido numerosos premios, siendo el más destacado el Grand Award Winners, que le otorgó la revista americana de vinos Wine Spectator.

José Polo lo tiene claro

Una carta de vinos tiene que producir emoción.

Y esta lo hace a raudales, que dirían los periodistas deportivos.

Ahora acaba de poner en marcha la nueva carta y de incorporar un nuevo sumiller.

Se llama David Sánchez y su inicio en este mundo no puede ser más curioso

Yo estudiaba segundo de económicas con algunas asignaturas de tercero y hacía extras en el bar de un amigo. Un día mi amigo y uno de sus socios abrieron una botella de Alión 1996, me dieron a catar y eso a mi me cambió el futuro. Yo aspiraba a trabajar en bolsa como asesor o en algún bufete económico. Pero en ese momento algo me dijo en mi interior que debía dedicarme al mundo del vino. Me apunté en la Escuela de Hostelería de Toledo para hacer restauración y lo compaginé un año con mis estudios de económicas. Hasta que decidí dejar la universidad y probar suerte en hostelería

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Gracias a Flequi Berruti, no dejes de citarlo me dice, consigue hacer el curso de sumiller del Hotel Escuela Bellamar en Marbella, donde queda segundo de su promoción, a tan solo una décima del primero. Después se marchó a Leeds para perfeccionar su inglés.

De vuelta a España pasa por La Nueva Fontana, El Bohío y Carlos Oyarbide, donde hace una magnífica carta de vinos. Su último trabajo fue en Viavélez.

En ese momento le llega la oferta de Atrio y no lo duda

Atrio es mi sitio soñado, el lugar donde me quiero jubilar.

Como para no soñar con una carta que tiene 34 añadas diferentes de Vega Sicilia, siendo la de 1918 la más antigua, 14 de Imperial, 22 de Haut Brion, 24 de Margaux, 28 de Latour, 24 de Lafite, 23 de Petrus (desde los 12.000 euros el más caro a 1.100 el más barato), 12 de Romanée-Conti, 10 de La Tache.

Pero la traca final es Château d’Yquem. 71 añadas diferentes. La más antigua es de 1806 y su precio es de 150.000 euros. Una botella de larga historia.

El precio más alto 150.000 euros, el más bajo 20 euros y en el medio muchas opciones. La única crítica que se le puede hacer es que es tan amplia que te hace dudar. Pero en este caso hay ponerse en manos de David Sánchez. Seguro que no defrauda.

Si se puede poner la mano al fuego por alguien yo la pongo por Atrio.

Diferencias entre Francia y España: La viña

En varias discusiones surgen las diferencias entre los vinos españoles y los franceses. Son tantas que las tendré que explicar en varios días. Pero la gran diferencia, la que marca todo, es la viña. En Francia todo parte de la viña, en España no.

En todos los viñedos franceses, desde Borgoña hasta Champagne, lo que determina la calidad de un vino es el pago, el cru. La calificación de los vinos puede variar según las zonas. Un Premier Grand Cru es lo máximo en Burdeos, un Grand Cru lo es en Borgoña o en Champagne. Pero lo que se valora es la calidad de la viña, el terroir.

Viene siendo así desde hace muchos años. La clasificación de los vinos de Médoc en Burdeos data de 1855. Ese mismo año Jules Lavalle establece por primera vez una clasificación de los distintos pagos de Borgoña, que divide en cuatro categorías: Tête de Cuvée, Première Cuvée, Deuxième Cuvée y Troisième Cuvée. Cinco años más tarde el Comité de Agricultura de Beaune hace oficial una clasificación basada en la suya.

Estas clasificaciones siguen vigentes en la actualidad sin prácticamente ningún cambio. Y eso ha garantizado durante años que las uvas con las que se elabora un vino proceden de ese pago.

La tentación de crecer, de vender más vino, es algo inherente a la mentalidad empresarial. Pero las bodegas no podían hacerlo, pues perdían su calificación original y eso era empresarialmente malo. Han estado obligadas a seguir elaborando sólo esa finca y han pasado de generación en generación el conocimiento total de esas cepas. Saben como responden ante las lluvias, ante la sequía, ante el calor o ante el frío. Tienen una referencia histórica de añadas con características similares y saben los errores que han cometido en cada caso.

En España lo que se legisla, posiblemente por la influencia histórica del Jerez, es el tiempo de crianza. Por eso los vinos son Crianza, Reserva o Gran Reserva. Un sistema difícil de explicar y difícil de entender, sobre todo fuera de nuestras fronteras.

Viña Ardanza, Viña Albina y todos los vinos históricos, los que empezaron a finales del siglo XIX, recibían esos nombres porque las uvas procedían de los viñas así llamadas. Pero como no era obligatorio legalmente que así fuese, eso se olvidó y hoy siguen con el nombre pero no con la filosofía y las uvas proceden de cualquier parte de Rioja. Ya no existe el factor terroir, sino el factor elaboración. Se impone el papel del hombre sobre el terroir.

No tenemos esa memoria histórica de la que antes hablaba. Podemos saber si un pago es mejor que otro, pero los hemos elaborado juntos durante años. En las bodegas privadas y en las cooperativas. Un padre no puede explicar a su hijo el comportamiento específico de una viña, la forma como hay que elaborarla para que de su mejor resultado, porque no lo sabe, no lo ha hecho nunca.

Hay excepciones pero son tan pocas que casi se pueden nombrar sin ocupar mucho espacio.

Una es Vega Sicilia que, aunque durante años ha comprado uvas de fuera de la finca, ahora se nutre sólo de los históricos viñedos. Pero la gran suerte que tuvo Vega Sicilia es que durante años a los dueños de la bodega el vino no les importaba mucho, pues su negocio era otro, y eso le permitió salir de la época de absurdo desarrollo vinícola sin tocar su filosofía.

Otro caso es Viña Tondonia, donde el respeto a la tradición es un lema que la familia López de Heredia no ha dejado de cumplir jamás. Muchos años considerados como raros por sus vecinos hoy se reconoce su estilo.