Descorche Descorche

Puede que en el vino no esté la verdad, si es que sólo existe una,pero lo que es seguro es que está el placer y juntos vamos a encontrarlo

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Un Prieto Picudo leonés

Algunos leoneses amigos míos me llaman renegado pues casi siempre digo que soy burgalés. Yo les respondo que la vaca no es de donde nace sino de donde pace. Pero hoy voy a dejar salir mi toque leonés y voy a recomendar un vino de mi tierra y de una variedad como la Prieto Picudo, en la que tengo gran fe, aunque todavía no ha dado sus mejores frutos. Es el Pricum Prieto Picudo 2007, elaborado por Bodegas Margón.

La razón del nombre es vidente si tenemos en cuenta que la bodega surge de la unión entre Alfredo Martínez y Eugenio González. No es lo más original desde luego.

Parten de 25 hectáreas de viñedo propias, de las que 24 son de viejas cepas de Prieto Picudo y 1 de la variedad blanca Albarín.

Esas 25 hectáreas están distribuidas en unas 100 parcelas a lo largo de unos 10 kilómetros, desde Pajares de los Oteros hasta San Pedro, pasando por Pobladura, Velilla o Valdesaz. Sus viñas son las más viejas de la zona y algunas sobrepasan los 100 años.

El sistema de conducción es el típico de la zona, con las uvas tocando el suelo. Todos los trabajos del campo se hacen a mano, con azadón.

La bodega está en Pajares de los Oteros. Dispone de mesas de selección y de cabina de refrigeración en la zona de recepción de la uva situada en un plano superior a la nave central para facilitar la caída de la uva por gravedad. Los depósitos de fermentación son tinas troncocónicas de madera de roble y de cava de barricas subterránea y climatizada.

Pricum 2007 está elaborado únicamente con Prieto Picudo. Las uvas, después de pasar por la mesa de selección, han tenido una maceración en frío y después una larga maceración de 60 días. La fermentación se ha hecho en madera. La crianza, en barricas de roble francés nuevo, ha durado 13 meses.

De la elaboración y dirección de viñedo se encarga Raúl Pérez y su forma de concebir el vino se nota.

Un vino intenso, sin demasiada estructura. En nariz al lado de frutas rojas maduras aparecen las notas especiadas de la madera, presente pero que no molesta y que el vino tiene potencia y fruta para integrar. En boca es intenso, de cuerpo medio, con buena acidez que le aporta frescura.

Su precio en tieda está sobre los 22 euros y es una demostración de que, aunque aún queda mucho camino por recorrer, en la zona se pueden hacer grandes vinos con Prieto Picudo.

El Reventón 2007: otra vez Cebreros en la cumbre

Ya hemos recomendado aquí Pegaso Barrancos de Pizarra, el vino que Telmo Rodríguez elabora en Cebreros, del que, por cierto, acaba de salir la añada 2006 que está soberbia.

Pegaso demostraba el potencial de Cebreros pero parecía que nadie iba a seguir su camino. Hasta que llegaron a la zona Daniel Jiménez Landi y Raúl Pérez y sacaron al mercado El Reventón 2007.

Un vino que nace de una parcela de garnachas de 70 años, de suelo de pizarra. La orientación es oeste y la altitud de 850 metros. Dani y Raúl han utilizado técnicas biodinámicas en el cultivo.

La mitad de la uva se ha vinificado entera, sin despalillar. Se ha hecho una maceración prefermentativa en frío de 7 días. La elaboración se ha hecho en un tino de roble francés, sin utilizar bombas y utilizando sólo los pies.

La maceración ha durado 40 días, la maloláctica se ha hecho de forma natural en barricas. No se ha añadido nada de sulfuroso hasta justo antes de embotellar el vino.

La crianza, en barricas de roble de 500 litros, ha durado 14 meses. El vino se ha embotellado sin clarificar, ni estabilizar ni filtrar, por lo que puede tener algún poso.

A pesar de sus 15 grados alcohólicos el vino destaca por su frescura, su viveza y su magnífica expresión frutal.

La producción es pequeña, apenas 1.500 botellas, y el precio en tienda sobrepasa los 40 euros. Puede que no sea el más barato pero es un gasto que merece la pena.

Quinta da Muradella, el fruto de un viticultor de verdad

José Luis Mateo es uno de los pocos vignerons auténticos de España. Tímido, serio, callado y siempre centrado en su trabajo en el campo, ha conseguido colocar a Monterrei entre las zonas de grandes vinos.

Situado en la parte sur de Orense, Monterrei es un valle marcado por el río Tamega, que lo atraviesa de norte a sur.

Su especial situación hace que en sus suelos encontremos materiales de lo más diversos, desde pizarras a granitos, pasando por esquistos, hierro y cuarcitas.

El proyecto de José Luis Mateo nace en 1991 y se centra en Quinta da Muradella, una propiedad de 14 hectáreas, distribuidas en pequeñas parcelas.

La diversidad de variedades es uno de sus rasgos diferenciadores. En tintas están Bastardo, Mencía, Caíño Redondo, Caiño longo, Zamarrica, Brancellao, Sousón y Arauxa. También se están haciendo pruebas con Tinto Serodio, Verdello Tinto, Garnacha Tintorera, Touriga Nacional, Prieto Picudo, Syrah.

En blancas hay Dona Blanca, Treixadura, Verdello y Monstruosa de Monterrei, con pruebas de Bastardo Rubio, Torrontés, Albariño y Sauvignon Blanc.

Variedades que en muchos de los casos no había oído en mi vida. Algunas al borde de la desaparición como es el caso de Bastardo, Zamarrica o la Monstruosa, una uva de enorme tamaño al que posiblemente deba su nombre.

Todas las nuevas plantaciones de José Luis Mateo las ha hecho con material procedente de una selección masal de los viñedos más viejos. Todo el viñedo se cultiva siguiendo a rajatabla los principios de la agricultura ecológica y biodinámica.

En el año 2000 José Luis entra en contacto con Raúl Pérez y juntos empiezan a diseñar los diferentes vinos que ahora se comercializan.

Las distintas variedades y las distintas fincas se vendimian y se elaboran por separado. Para la fermentación se utiliza la madera o el acero inoxidable dependiendo de cada añada. No hay reglas fijas de tiempo de crianza, ni del tipo de crianza sino que se estudian las características de cada añada y se actúa siguiendo la intuición para conseguir reflejar las peculiares características de este singular terroir.

Todavía recuerdo la primera vez que probé sus vinos, sentí la sensación de estar ante un proyecto emocionante. Vinos auténticos, diferentes, atlánticos, frescos, geniales.

La Mencía del Bierzo

Me piden en dos comentarios anteriores que diga algo sobre el Bierzo y con mucho gusto voy a hacerlo, pues uno de los objetivos de este blog es poder entablar una relación directa con quien lo lee.

Aunque mi apellido es originario de El Bierzo mi relación con esta zona no es muy directa.

Para nadie es un secreto que Bierzo es una de las denominaciones de origen más pujante de España en los últimos años. Su secreto está en la uva Mencía, una uva que se emparenta con la Cabernet Franc del Loira, una uva única de esta zona del noroeste español.

Su gran problema son los protocolos que se aplican para elaborar esta variedad, sensible, delicada y fresca. En numerosas ocasiones se elabora como si fuese Merlot o Tempranillo. Se busca la sobre maduración, se le extrae a tope y se cría en barricas de madera nuevas con tostados intensos. Al final el vino parece, otra vez, de cualquier sitio y la gran capacidad de expresar su suelo que tiene la Mencía desaparece.

Por otro lado, habría que distinguir dos bierzos diferentes. La parte de Corullón y Villafranca y la parte de Bembibre.

La primera es un conjunto de pequeños valles y las cepas están en laderas y pendientes, mientras la segunda, el bajo Bierzo, es una zona más amplia y llana. Los suelos de la montaña tienen más pizarra, mientras en el valle de abajo son más aluviales.

Dos zonas diferentes y yo me inclino más por la primera. Aunque me gustan también mucho los vinos de Valtuille, con sus laderas en las que se manifiesta de verdad la autentica Mencía.

En el cambio del Bierzo hay nombres que no conviene olvidar: Amancio Fernández, Jorge Peique, Ricardo Palacios y su tío Álvaro y Raúl Pérez.

Dos ejemplos del estilo de vino que a mi gusta en el Bierzo son Pétalos del Bierzo, de Ricardo Palacios, y Ultreia Saint-Jacques de Raúl Pérez.

Vinos, además, que por su precio son asequibles a todos, pues el Ultreia Saint-Jacques no llega a 7 euros y Pétalos del Bierzo está sobre los 15.

Sketch: El albariño que se cría en el mar

Raúl Pérez no podía ser otra cosa que viticultor y enólogo. Siete generaciones antes le habían marcado el camino.

En 1752 un antepasado suyo dejó escrito

que el día de su entierro se invitara a los vecinos de Valtuille de Abajo, en El Bierzo, a una jarra de vino procedente de las lomas más altas del pueblo y a una corteza de pan.

Quizás Raúl piense hacer lo mismo porque, desde que con apenas 18 años, se hizo cargo de la bodega familiar de Castro Ventosa su gran objetivo ha sido hacer grandes vinos con las viejas cepas de Valtuille.

Ahora ha emprendido el camino en solitario y está embarcado en un nuevo proyecto que ha llamado Ultreia, en homenaje al saludo que históricamente se hacían los peregrinos del Camino de Santiago cuando se encontraban.

Allí elabora, de momento, dos vinos: uno más sencillo, Ultreia Saint-Jacques y el otro, que rinde, como no, homenaje al nombre de su pueblo, Ultreia de Valtuille.

Pero, además, está metido en diversos proyectos. Tantos que merecen un post sólo para ellos.

Hoy, tal como me pedían en los comentarios, vamos a hablar del Sketch.

Todavía recuerdo cuando lo probé por primera vez. Estábamos en Atapuerca, al lado de las cuevas, Maribé, César Ruiz y yo. César traía la botella y yo que, por entonces, estaba bastante escéptico con los albariños no puse mucha pasión. Hasta que lo probé. Era el mejor albariño que había probado en muchos, pero muchos, años.

Las uvas proceden de cepas entre 60 y 80 años en la zona de Meaño, situadas al lado del mar, tal como se ve en la fotografía.

En la elaboración se siguió el sistema borgoñón, en barricas de 750 litros y con varios bazuqueos, buscando siempre que la madera no oculte el gran terroir de un gran viñedo.

Pero lo excepcional llega con su crianza en botella. Parte de las botellas se meten en jaulones metálicos y se sumergen a 19 metros de profundidad en una cueva en la ría de Arousa.

¿Por qué a 19 metros? Raúl hizo pruebas bajando las botellas y vio que a más profundidad o el corcho se salía o entraba agua a la botella debido a la presión.

El objetivo es que los vinos permanezcan durante al menos 3 meses en estas condiciones climáticas tan personales, sin cambios de temperatura, humedad o presión.

¿Una frivolidad? Pues visto el resultado parece que no.

Cuando saca las botellas están cubiertas de mejillones, lapas, berberechos, algas y demás fauna y flora marina. Prometo que cuando saque alguna botella pondré la foto, de momento nos tenemos que contentar con la de la etiqueta.

El nombre de Sketch es un homenaje a un local londinense, mitad restaurante, mitad bar de copas y la etiqueta del vino tiene los colores con los que se decora este establecimiento.

La producción es de unas 900 botellas y su precio ronda los 35 euros. El vino sale sin estar amparado por ninguna denominación de origen, como vino de mesa, demostrando que cuando hay calidad lo demás no importa.

Hay que hacer el esfuerzo de buscarlo y de pagarlo, pero el vino deja con la boca abierta y con ganas de correr a buscar la segunda botella, aunque haya que meterse en la ría y buzear hasta encontrar la cueva.