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¿Cuál es el origen del término ‘carisma’?

Se utiliza el término ‘carisma’ para hacer referencia al encanto, don o atracción especial que poseen determinadas personas, una cualidad que suele aplicarse a cierto tipo de individuos (líder carismático, cantante carismática…).

¿Cuál es el origen del término ‘carisma’?

Originalmente este vocablo llego al castellano en la forma ‘charisma’ y así fue recogido por primera vez en el Diccionario de Autoridades de 1729, dándole la acepción: ‘Mercéd, dón, dádiva graciosa, y liberál. Es voz Griega de Charis, que se interpreta gracia, y la ch se pronuncia como K’.

En la siguiente edición del diccionario (en 1780) ya no aparecía la forma charisma y a carisma se le daba el significado de ‘En la mística se llama así el don gratuito que concede Dios con abundancia á alguna criatura’.

Y es que originalmente este término provenía de mundo eclesiástico (o al menos fue ampliamente utilizado y popularizado por los evangelizadores) y con él hacían referencia a ese don o gracia divina que Dios concedía a algunas personas (pero en el más estricto sentido religioso de la palabra).

En la edición actual del diccionario de la RAE se le da las acepciones: ‘Especial capacidad de algunas personas para atraer o fascinar’ y ‘Don gratuito que Dios concede a algunas personas en beneficio de la comunidad’.

 

 

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¿De dónde surgió que antiguamente a cierto tipo de mujer seductora se le conociera como ‘vampiresa’?

Hoy en día está prácticamente en desuso, pero durante bastante tiempo se utilizó los términos ‘vampiresa’ y ‘mujer fatal’ para denominar de ese modo (y según el diccionario de la RAE) a la ‘mujer que aprovecha su capacidad de seducción amorosa en beneficio propio’ o la ‘mujer seductora que ejerce sobre los hombres una atracción irresistible y peligrosa’ (respectivamente).

¿De dónde surgió que antiguamente a cierto tipo de mujer seductora se le conociera como ‘vampiresa’?

La expresión ‘mujer fatal’ es la traducción literal del término francés ‘femme fatale’ (también usado por los anglosajones), siendo la primera constancia escrita de su uso en 1844 y apareciendo por primera vez en un diccionario inglés en 1895 con la acepción de ‘mujer atractiva y peligrosa’.

En cuanto a la palabra ‘vampiresa’ (o ‘vamp’ que es su apocope), surgió en 1915 a raíz de la película ‘A Fool There Was’ protagonizada por la actriz, de 20 años, Theda Bara y en la que encarnaba a una joven seductora cuyo único propósito era utilizar sus encantos para cautivar a los hombres, embelesarlos y finalmente arruinar sus vidas (tal y como explicaba la sinopsis del filme).

La crítica comparó el comportamiento de la protagonista de la película con el mito del vampiro que atraía a sus víctimas para chuparles la sangre, pero en este caso era para sacarle toda su fortuna.

Fue tal el éxito de la película que de inmediato quedó asociado el término ‘vamp’ o ‘vampiresa’ a la figura de lo que hasta entonces se había denominado como femme fatale o mujer fatal.

 

 

 

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Teleiofilia; cuando en la niñez y adolescencia se siente atracción por las personas adultas

Muchos son los casos de chicos y chicas muy jóvenes que se sienten emocionalmente atraídos por personas adultas. Generalmente se trata de estudiantes que se enamoran de sus profesores e incluso de aquellos que estando en la niñez o adolescencia idealizan a alguien que les recuerda a alguno de sus progenitores.

Teleiofilia; cuando en la adolescencia se siente atracción por las personas adultas

Esto se conoce como ‘teleiofilia’ y no está recogida en el diccionario de parafilias sexuales, debido a que no es considerada como tal, pues en la inmensa mayoría de los casos se trata de un sentimiento y atracción (lo comúnmente llamado ‘amor platónico) pero no existe ningún deseo sexual.

El término proviene del griego, donde el vocablo teleio quiere decir ‘adulto’. También podemos encontrar nombrada esta conducta como ‘adultophilia’.

Cabe destacar que cuando la persona joven  ya es mayor de edad y siente atracción por una adulta (e incluso hacia alguien ya anciana), el término utilizado para este caso no debe ser teleiofilia sino ‘cronofilia’ o ‘gerontofilia’ y, muy posiblemente, sí exista algún tipo de deseo sexual en ese comportamiento, por lo que en este caso ya suele ser considerada como un tipo de parafilia.

 

 

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Demisexualidad: cuando no hay atracción sexual sin sentir amor

Muchas son las personas a las que les gusta diferenciar entre hacer el amor o practicar sexo y justifican que lo primero se trata de cuando hay unos sentimientos por medio que une a las dos personas que lo practican y lo segundo es algo que se realiza sin ningún tipo de pasión, solo emoción carnal.

Demisexualidad: cuando no hay atracción sexual sin sentir amor

Entre los que defienden el modelo de relación con amor implícito se encuentran los ‘demisexuales’, personas que solo sienten deseo y excitación sexual cuando a quien tienen en frente es alguien con quien les une una gran complicidad, se conocen y existe un fuerte vínculo emocional, pero son incapaces de sentir ningún tipo de deseo sexual por alguien a quien acaban de conocer, por muy atractiva o excitante esa persona sea.

La ‘demisexualidad’ es un neologismo acuñado por la AVEN (Asexual Visibility and Education Network), traducido en español como ‘Red para la Educación y Visibilidad de la Asexualidad’, una organización fundada en el año 2001 que defiende los derechos de las personas consideradas como ‘asexuales’ (que no sienten atracción sexual por ningún sexo) y aunque a los demisexuales no se les puede considerar como asexuales es un proyecto en el que pueden encontrarse representados.

 

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Sapiosexual, cuando la inteligencia se convierte en el mayor atractivo sexual de una persona

En el arte de la seducción muchos son los factores determinantes para hacer que alguien sucumba a los encantos de otra persona y quede atrapada por un irresistible atractivo sexual. Uno de los elementos que más atrae a la otra parte es la presencia física. En un primer contacto visual el ver a alguien de facciones agradables, buen tipo y bien arreglado abre muchas puertas.

Sapiosexual, cuando la inteligencia se convierte en el mayor atractivo sexual de una persona

Claro que esto no deja de ser un topicazo, porque, a pesar de la buena presencia, si a la hora de entablar una conversación no hay donde rascar suele acabar ese intento de seducción en algo fallido. Evidentemente sin tener en cuenta aquellos que lo que quieren en un momento dado es tener simplemente sexo con alguien que les atraiga enormemente y no les interese lo más mínimo mantener charla alguna.

Pero cada vez es mayor el número de personas que buscan más allá de una buena apariencia y lo que más valoran del interlocutor es que sea una persona culta y con una conversación interesante. Estas personas que se sienten atraídas por el intelecto son conocidas como ‘sapiosexuales’ y se caracterizan por estar abiertas a nuevos estímulos intelectuales, a personas que les hacen pensar, reflexionar y plantearse cuestiones.

Buscan conversaciones que abran sus mentes y les aporte algo nuevo, provocando que empiecen a sentirse atraídas por el intelecto de quien tienen frente a ellos para acabar sintiendo una irrefrenable atracción física, emocional y sexual.

Sapiosexuales ha habido siempre y muchos son los hombres y mujeres que con su inteligencia han logrado ser grandes seductores, a pesar de que en algunos casos el físico no les acompañaba demasiado.

Esto confirma lo que llevan muchos años defendiendo los expertos en sexología quienes aseguran que el principal órgano sexual de los seres humanos es el cerebro, el cual con una buena estimulación (intelectual) puede llegar a proporcionar grandes momentos de placer por encima de la estimulación de las zonas erógenas o genitales.

 

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¿Cuál es el origen del término ‘fascinante’ para indicar que algo nos atrae irresistiblemente?

¿Cuál es el origen del término ‘fascinante’ para indicar que algo nos atrae irresistiblemente?

Utilizamos con regularidad el término ‘fascinante’ para decir que algo es sumamente atractivo o que nos atrae irresistiblemente.

Fascinante proviene de ‘fascinar’ y el origen de este vocablo lo encontramos en el latín ‘fascināre’, término que se utilizaba en la antigüedad para referirse al encantamiento realizado por un hechicero con la pretensión de dejar a alguien embelesado o también para lo relacionado con los maleficios y el mal de ojo. De hecho, el Diccionario de la Rae recoge la palabra ‘fascinar’ con las siguientes acepciones:

  1. Engañar, alucinar, ofuscar
  2. Atraer irresistiblemente
  3. Hacer mal de ojo

Se tenía en convencimiento de que aquel que se sentía irresistible e irracionalmente atraído por algo había sido ‘fascinado’ y, por tanto, había sido víctima de un hechizo o encantamiento.

 

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