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El curioso origen etimológico del término ‘embelesado’

Se conoce como ‘embelesado’ al individuo que ha quedado cautivado, fascinado, seducido, absorto e incluso hechizado por algún motivo (por ejemplo, alguien amante del arte que queda embelesado ante un cuadro).

El curioso origen etimológico del término ‘embelesado’

El término fue recogido por primera vez en el Diccionario de Autoridades de 1732 en el que se le daba las acepciones de ‘pasmado, absorto, trasportado o traspuesto’. En las siguientes ediciones la entrada correspondiente a esta palabra redirigía hacia ‘embelesar’ (suspender, arrebatar los sentidos), siendo en la edición de 1822 la última en la que aparecía recogida la entrada ‘embelesado’ (actualmente tampoco aparece).

Etimológicamente, el término se formó a partir del prefijo latino ‘en-‘ (cuya función es formar verbos a partir de sustantivos) y el vocablo ‘belesa’, el cual hacía referencia a una planta que forma parte de familia de las plumbagináceas, muy utilizada para realizar ungüentos e infusiones medicinales en la antigüedad y que tenía virtudes narcóticas.

Aquellas personas que eran tratadas con la belesa quedaban, momentáneamente, en un estado de semiinconsciencia y con apariencia de haber sido hechizadas (en realidad estaban drogas), por lo que a aquel que parecía estar absorto, traspuesto o pasmado, empezó a ser señalado como ‘embelesado’, como si estuviese bajo los efectos de esa planta medicinal.

 

 

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¿Por qué al miedo producido por algo desconocido o paranormal se le llama ‘yuyu’?

Conocemos como ‘yuyu’ a una clase de miedo muy particular: aquel que es producido por algo paranormal o esotérico. Es muy típico escuchar expresiones como ‘Yo no entro ahí, que me da yuyu’ o ‘Qué yuyu da este sitio’, para referirse a un temor inexplicable que sentimos ante algo totalmente desconocido para nosotros (sobre todo con aquello relacionado con el más allá, espíritus, maleficios, casas encantadas…).

¿Por qué al miedo producido por algo desconocido o paranormal se le llama ‘yuyu’?

A pesar de que el término ‘yuyu’ pueda parecer un neologismo surgido recientemente de la jerga de los más jóvenes, debemos tener en cuenta que hay referencias a este vocablo desde la última década del siglo XIX en la forma de ‘juju’, aunque al español no llegó hasta ya entrados en el siglo XX (algunas fuentes indican que fue a partir de las películas de Tarzán, estrenadas en la década de 1930, pero hay constancia de que algunos antes de estrenarse el filme ya aparece mencionado en algún escrito).

Cabe destacar que a pesar de ser una palabra de uso común e incorporada en nuestro lenguaje coloquial desde hace mucho tiempo, el Diccionario de la RAE no lo recoge.

El origen etimológico del término es ‘juju’, forma en la que en la mayoría de idiomas se le conoce al mencionado miedo o temor a lo desconocido y el cual provenía de las prácticas de magia y hechizos llevadas a cabo en África Occidental, pero, curiosamente, en su origen dicho término hacía referencia exclusivamente a aquellos amuletos que estaban relacionados con la buena suerte.

Parece ser que fueron los expedicionarios franceses (durante la colonización de gran parte de África, en la segunda mitad del siglo XIX) quienes empezaron a nombrar  ese tipo de amuletos con el término en francés ‘joujou’ en cual significaba literalmente ‘juguete’. De ahí pasó a otros idiomas, llegando a nuestro por su forma fonética yuyu.

Con el tiempo el término dejó de hacer referencia a los amuletos mágicos para ser utilizado para indicar aquellas cosas que producen miedo a lo desconocido, superstición….

 

 

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Una docena de cosas que quizás no sabías cómo se llamaban [14]

Décimo cuarta entrega de la serie de post dedicados a traer a este blog un buen número (de docena en docena) de cosas que quizás no sabíais cómo se llamaban en realidad o que, posiblemente, conocías pero con otro nombre distinto.

Una docena de cosas que quizás no sabías cómo se llamaban [14]

Espero que la selección de palabras que he hecho en esta ocasión sea de vuestro agrado, al igual que ha ocurrido con las veces anteriores.

 

 - Una docena de cosas que quizás no sabías cómo se llamaban [14]

 

Potorro: Algunas son las personas que utilizan el término ‘potorro’ para referirse, de una manera desenfadada, al órgano sexual femenino, pero en realidad este vocablo es como se conoce, coloquialmente, al ‘salero’.

 

 

Rimero: Es la montaña de cosas colocadas unas sobre otras.

 

 

Dedada: Es aquella porción de algún alimento (como la miel, mermelada, leche condensada, crema de chocolate…) que podemos tomárnosla utilizando el dedo en lugar de una cuchara.

 

 

Gruesa: Este término polisémico, entre las muchas acepciones que tiene (además de la referencia a una persona o cosa grande y corpulenta) también es utilizado para denominar a doce docenas. Es una unidad de medida utilizada sobre todo en ferreterías o mercerías y equivale a 144 piezas (una gruesa de tornillos, una gruesa de botones…).

 

 

Tabaque: Es el cestillo de mimbre utilizado para poner utensilios pequeños, ropa e incluso el canastillo que se coloca en una bicicleta.

 

 

Alunarse: La acción de echarse a perder un alimento (por culpa del moho, porque se ha secado…).

 

 

Bizna: Se trata de la parte no comestible del interior de una nuez, encargada de separar las cuatro partes de este fruto seco.

 

 

Ramonear: Acción de cortar las puntas de las ramas de los árboles.

 

 

Veneficio: Tranquilos, no se me ha colado ninguna errata, esté término se escribe con uve y hace referencia a un hechizo o maleficio. Pero no es el hecho de palabra (como por ejemplo lo que se conoce como ‘echar un mal de ojo’) sino al realizado a través de algún tipo de pócima (lo comúnmente conocido como ‘poción mágica’).

 

 

Liño: Árboles o plantas colocados en línea.

 

 

Cabrilla: Trípode en el que un carpintero coloca una pieza de madera sobre la que tiene que trabajar.

 

 

Regatón: No, no me refiero a la música reggaetón. Este término es con el que se conoce al remache (normalmente de goma) que se coloca en el extremo inferior de los bastones o en las patas de algunas sillas.

 

 

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El curioso y hechizante origen del término ‘Glamour’

El curioso y hechizante origen del término ‘Glamour’

Se define como ‘glamour’ (la RAE aconseja usar el vocablo ‘glamur’) para señalar el encanto y sensualidad que algunas personas trasmiten de una manera elegante y distinguida y con un destacado toque de fascinación.

El origen etimológico del término nos llegó desde el francés y a éste desde el escocés glamour/glamor cuyo significado literal era ‘hechizo’.

Y es que esta palabra era la que se utilizaba antiguamente para referirse a aquel que era capaz de hechizar a alguien mediante un encantamiento. Con el tiempo se pensó que aquellos que irradiaban cierta atracción y eran capaces de seducir y fascinar a través de su personalidad lo que estaban haciendo era ‘hechizar’. De ahí que el término glamour/glamur acabase siendo utilizado como sinónimo de palabras como seducción, elegancia, estilo, encanto o atractivo (aparte de hechizo y fascinación) siendo comúnmente usado hoy en día para hacer alusión a artistas de cine, cantantes e incluso a miembros de la alta sociedad, además de todo lo que tiene que ver con el buen gusto y el lujo.

 

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Portada 6ª edición Ya está el listo que todo lo sabe

 

Curiosidad que forma parte del libro “Ya está el listo que todo lo sabe” (Una curiosidad para cada día del año) de Alfred López
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Post realizado en respuesta a una consulta realizada, a través del apartado de contacto, por Carmen Roig
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¿Cuál es el origen del término ‘fascinante’ para indicar que algo nos atrae irresistiblemente?

¿Cuál es el origen del término ‘fascinante’ para indicar que algo nos atrae irresistiblemente?

Utilizamos con regularidad el término ‘fascinante’ para decir que algo es sumamente atractivo o que nos atrae irresistiblemente.

Fascinante proviene de ‘fascinar’ y el origen de este vocablo lo encontramos en el latín ‘fascināre’, término que se utilizaba en la antigüedad para referirse al encantamiento realizado por un hechicero con la pretensión de dejar a alguien embelesado o también para lo relacionado con los maleficios y el mal de ojo. De hecho, el Diccionario de la Rae recoge la palabra ‘fascinar’ con las siguientes acepciones:

  1. Engañar, alucinar, ofuscar
  2. Atraer irresistiblemente
  3. Hacer mal de ojo

Se tenía en convencimiento de que aquel que se sentía irresistible e irracionalmente atraído por algo había sido ‘fascinado’ y, por tanto, había sido víctima de un hechizo o encantamiento.

 

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